La anterior coalición de gobierno, en su totalidad, no tuvo la capacidad siquiera de confeccionar políticas generales que impulsaran el crecimiento y la recuperación de los ingresos. No se trata de buscar un paladín. Y ahora, si esa alternativa no se construye, a Milei podría sucederlo una variante tan mala como la actual.
Cuando arrecian los momentos críticos, Javier Milei tiene la costumbre de reiterar sus reivindicaciones “liberal-libertarias” e irse de viaje a decir lo que ya no puede decir en la Argentina, para insistir con sus provocaciones. Los funcionarios de su gobierno lo siguen. Y la economía da noticias tan deprimentes como su depresión misma. La inflexión que comienza a registrarse en algunos sondeos de opinión, cada vez más adversos a esta administración, es la manifestación de una impopularidad inevitable. Sin embargo, aunque Milei muestre la hilacha, quedan por dilucidar las razones por las que se trata de un final necesario. Esas razones contienen las respuestas para salir de esto.
Las tarifas
La quita de subsidios aplicada a las tarifas de servicios públicos es uno de los aspectos en los cuales se observa la falta de orientación del gobierno de Milei. Desde mayo, cuando la variación mensual del Índice de Precios al Consumidor se redujo al valor del 4,2% (en torno al cual fluctúa desde entonces), las tarifas se volvieron la principal presión alcista. En ese mes, el rubro de Vivienda, Agua, Gas y otros combustibles tuvo un incremento del 14,3%. En agosto (última medición) fue del 7%. Y en el segundo trimestre del año fue el que creció más persistentemente. Las otras categorías que tuvieron aumentos similares lo hicieron en forma irregular.
El Reporte de Tarifas y Subsidios que elabora el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) consigna que, entre diciembre de 2023 y septiembre, el gasto en servicios públicos de un hogar del Área Metropolitana de Buenos Aires pasó de representar el 6,2% del salario promedio de un trabajador registrado al 13,2%.
Es decir que el incremento del gasto en servicios se volvió el factor determinante en la continuación del deterioro del poder de compra de los salarios. Algo interesante para observar es que el segundo incremento más sustantivo, después del gas, lo recibió el transporte. Al punto tal que, si se atiende tanto a los datos como a las anécdotas y los testimonios que hacen a la vida cotidiana y a veces son reflejados en noticieros, se podría decir que el transporte se volvió “caro”. Y que haya gente con dificultades para pagarlo no es un algo menor desde el punto de vista económico y social.
Datos de IIEP sobre el costo de los servicios públicos.
Ante estos hechos, la programación de cortes de luz para el verano parece una vejación deliberada. Principalmente, porque al haber disminuido la actividad económica también debería hacerlo la demanda de energía. Y porque se supone que, ateniéndose al criterio que aplica el gobierno, el sentido de la quita de subsidios es el de adecuar los precios a su “costo genuino” en lugar de incentivar el “despilfarro” o el uso de energía en demasía frente a lo que los usuarios pueden pagar. Que además de eso sea necesario imponer un tope sobre la demanda de manera directa, cuando en otras circunstancias en las que el uso de energía fue más intensivo no se produjo tal escasez, es una curiosidad que denota la carencia de una política energética.
El retiro de la empresa malaya Petronas del proyecto para la instalación de la planta de Gas Natural Licuado guarda una relación de contracara frente al sinsentido de los incrementos tarifarios, porque comprende a la producción de energía. Horacio Marin, presidente de YPF, sostuvo que el hecho no afecta la decisión de inversión, y que en un proyecto de esas características es común que roten las empresas involucradas. De acuerdo a la información disponible, la decisión de concretarlo sigue firme, y se aduce que es cuestión de encontrar otra empresa dispuesta a asociarse.
Sin embargo, como recordó Hernán Letcher en el diario Página/12, la asociación entre Petronas e YPF para la realización de este proyecto comenzó con la firma de un Convenio Conjunto de Estudio y Desarrollo el 1º de septiembre de 2022, que sucedió a los impulsos iniciales de ambas compañías para el proyecto en el año 2021, del cual surgiría luego la firma de la Decisión Final de Inversión.
Este procedimiento es necesario, porque un proyecto de tal envergadura requiere de una investigación y una planificación antes de iniciarse. Lo cual parece una obviedad, pero no impidió que antes de que se concrete la inversión el Gobierno anunciase un cambio inconsulto de localización de la planta, de Bahía Blanca a Río Negro. Haciendo abstracción de las connotaciones políticas de quitarle un emprendimiento al territorio del gobernador Axel Kicillof, lo notable es que en relación al proyecto de inversión en sí mismo, se lo trató como un fetiche discursivo, en vez de darle importancia a la generación de las condiciones para que salga adelante. Y por imprudencia y falta de compromiso, acabó quedando en entredicho. En nada cambia la cuestión que se lo retome con otra empresa, que tendrá que llevar a cabo los estudios en los que ya haya avanzado Petronas.
Desinterés por el crecimiento
Tal falta de compromiso, aunque sea impresionante, no es contradictoria con la política económica que desenvuelve el oficialismo, ni con la conducta que en general exhibe. El dato de la disminución del nivel de actividad, que alcanza un guarismo del 3,1% acumulado en julio con respecto al 2023, y su correlato en el incremento de personas bajo la línea de pobreza, que pasaron del 41,7% al 52,9% de la población entre el segundo semestre de 2023 y el primer semestre de 2024 (las personas bajo la línea de indigencia, del 11,9% al 18,1%), no son sino un punto de partida hacia algo que continuará avanzando en el mismo sentido.
Los límites de esa trayectoria no son extensos, porque entraña grandes riesgos políticos. Pero ante la falta de alternativas por parte del oficialismo, parece la única que cabe esperar. Incluso si el realismo torna aconsejable tener presente la posibilidad de un amortiguamiento de la recesión en el derrotero hacia las elecciones de medio término, éste parece cada vez más ajeno a la voluntad del gobierno.
Por caso, la insistencia en el relato de que se trata de las consecuencias de una respuesta necesaria hacia las políticas de gobiernos anteriores no solamente se mantiene, si no que se hace más recurrente. El vocero oficial devenido en Ministro de Comunicación, Manuel Adorni, lo exhumó en el día de la difusión del dato de pobreza, aduciendo que “la pobreza se hubiese llevado de cerca de 40% a cerca del 95%, hubiésemos entrado en un mar de pobreza absoluta en la Argentina si no se evitaba la hiperinflación”, dando a entender que el gobierno hizo algo para evitarla.
No fue así. Simplemente se estableció una nueva relación entre el nivel de precios y los ingresos generales de la población, de las cuales estos niveles de actividad y de pobreza son los resultantes. El informe sobre evolución de la incidencia de la pobreza y la indigencia en el primer semestre de 2024 consigna específicamente que las estimaciones del salario promedio por el trabajo no registrado dan cuenta de una disminución en términos de su poder de compra del 29,5% respecto del primer semestre del año anterior, y del 24,8% en comparación al segundo semestre. El poder de compra del Salario Mínimo Vital y Móvil retrocedió un 28,5% frente al primer semestre de 2023, y 28,1% en relación al segundo. Según el informe, la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables “muestra en el primer semestre de 2024, una desmejora en términos reales de 20,7% respecto al primer semestre del año 2023 y una retracción de 15,6% respecto al último semestre del año anterior”. De seguir este “plan de estabilización” de la pobreza, lo único que cabe esperar es más de lo mismo, con una propagación de sus consecuencias políticas y sociales.
Así se comprende el desinterés en el crecimiento económico. La política energética es parte de un esquema que tienda a consolidarlo, a partir del reconocimiento de la necesidad de recomponer los ingresos. Es casualmente lo que al gobierno no le interesa, cosa que sus integrantes no pierden ninguna oportunidad de demostrar. De esa forma se adopta el patrón de endilgarle a gobiernos anteriores (especialmente el último) la responsabilidad de lo sucedido. En realidad, si se analizan las cosas como realmente son, la única novedad del actual es que ahonda una tendencia a la postergación de los precios preexistente, agravando de esa forma la crisis social y política que transita el país desde que acaeció la devaluación en 2018, durante el gobierno de Cambiemos, e inició el deterioro de los salarios y los demás ingresos de la clase trabajadora argentina.
El papel de la oposición
El análisis de la situación nacional da paso a una conclusión que, en cierto nivel de abstracción, es clara desde los comienzos de la administración libertaria. Al tratarse de una expresión política que capitaliza el descontento con los gobiernos precedentes y carece de la capacidad para superar las condiciones que lo provocaron, y por sus ideas e intereses las empeora, es necesario que su defensa discursiva consista en culpar a sus antecesores y aludir vagamente a falsos indicios de mejora, mientras se fomentan antagonismos al interior de la sociedad argentina con la función de fragmentar la defensa de intereses compartidos por diferentes sectores y opuestos a lo que significa la experiencia actual. Esa estratagema puede perder efectividad con el tiempo, en concomitancia con un incremento del descontento colectivo. Pero tal caso solamente indica un debilitamiento de este gobierno, sin que la alternativa superadora de la crisis se constituya espontáneamente ni se fortalezca.
Teniéndolo en cuenta, vale la pena detenerse en algunas definiciones recientes de dirigentes de la oposición. Muchas de las críticas hacia los factores que germinaron la aparición de este gobierno se concentran sobre disputas por la conducción del malogrado Frente de Todos, y la pretendida falta de firmeza en los conflictos de intereses que representó una claudicación ante el FMI y hoy impide contraponerse a los empresarios argentinos. Con ese ideario, se pretende dar lugar a una reivindicación progresiva del rol opositor, que se supone convergente con un necesario rechazo espontáneo hacia políticas de “saqueo”.
Son simplificaciones que soslayan la debilidad central del gobierno anterior, que no consistió en lo que se identifica como una suerte de “mano blanda”. Esa es una mala concepción que incita a pensar que bastaría con que un paladín de convicciones firmes enamore a las masas para luchar contra las fuerzas oscuras que amenazan los intereses populares, trayendo consigo una nueva época de prosperidad a Argentina. El escollo fue que la coalición de gobierno, en su totalidad, no tuvo la capacidad siquiera de confeccionar políticas generales que impulsaran el crecimiento y la recuperación de los ingresos. Las cuales no son sencillas de concebir, por lo que requieren un trabajo previo de formación y elaboración por parte de quienes se proponen llevarlas a la práctica. Y la construcción de una estructura de alianzas más amplia que la de los partidos políticos para sostenerlas.
Ese es el papel de la oposición en este momento, con miras a convertirse en gobierno en el futuro. Si se posterga dicha tarea, el riesgo ya no es que la Presidencia de Milei perviva hasta que se lo impidan sus propias limitaciones. Puede ser peor. Una vez agotado, puede sucederlo una variante tan mala como la actual, aunque fuese con mejores intenciones. O una solución parcial que no revierta totalmente la crisis ni permita avizorar un cambio sustancial de larga duración.
Inexorablemente la construcción de una estructura de alianzas es la alternativa viable. Pero hay un interrogante que no puedo responder: qué sectores emergen como actores de la alianza?. La CGT como expresión de los trabajadores formales está arrinconada en la resistencia, no tiene poder de ofensiva. La UIA cooptada por intereses antinacionales. Los partidos han perdido representación. Los «emprendedores» por naturaleza son individualistas. Desesperadamente no veo la comunidad de intereses para conformar un frente o movimiento nacional. Las alianzas de la partidocracia sabemos por historia que terminan diluyendo los proyectos. Sabemos qué hacer. No sabemos con quién.