Muchas veces las publicaciones agotan rápido su impulso inicial, o se impacientan y llegan a la esterilidad porque creen que ellas solas podían cambiar la realidad, o los egos triunfan sobre la ética humanista. Con Y ahora qué? ocurrió exactamente lo contrario. Lo celebramos publicando una selección de notas de los primeros cien números. Y no importa si con las fiestas todo se ralentiza. Aquí, aceleramos.
Esta vez, ninguna Semana de Su Excelencia. La noticia son los cien primeros números de Y ahora qué? Y no es que Su Excelencia Javier Milei haya dejado de hacer méritos para ser investigado. Al cabo de dos años de gobierno está tratando de completar el torniquete laboral. Primero, con la motosierra y la recesión, destruyó empleos, precarizó a los registrados y bajó el ingreso de formales e informales. Lo sigue haciendo, porque es una obsesión continua. Y ahora está en plena tarea de oficializar legislativamente esa realidad, ya convertida en tendencia irrefrenable. Lo quiere hacer mediante la destrucción de la estructura de negociación colectiva y el subsidio a los grandes empresarios para indemnizar barato.
Esta edición número 100 contiene una selección de notas publicadas en los casi dos años de existencia de Y ahora qué? Están las autoras y los autores que escriben habitualmente, y también quienes empezaron siendo entrevistados y terminaron formando parte de paneles de discusión, mesas de análisis e intercambio de información en tiempo real.
El trabajo de selección se convirtió, sepan que sin decisión previa, en una tarea historiográfica apasionante. No falta nada. El fenómeno Milei ya era examinado a fondo cuando sólo llevaba un mes en la Presidencia. Figuran estudios sobre la ultraderecha mundial, sobre el dominio de las redes, sobre el tecnofeudalismo, e incluso sobre la vulnerabilidad de esos tres elementos. Es posible seguir paso a paso la destrucción productiva, pero también la discusión teórica que invita a pararse siempre en un lugar distinto de la simple contracara de los libertarios. Se explica: tanto en términos comunicacionales como de poder político, ser simétricos es siempre el mejor favor que se le puede hacer a la ola violeta.
No hay ningún fenómeno peronista que no haya sido tratado, conceptualmente y en detalle. Abunda la discusión doctrinaria, y también la invitación a no ser complacientes con las derrotas del campo nacional, porque nunca son de los otros, ajenas.
Y ésa quizás sea una clave de Y ahora qué? Que no hay ajenidad. Sería fácil caer en un falso orgullo de iluministas fuera de época: “Acá está todo, nosotros lo dijimos, encima la acertamos, y si no nos leen embrómense”. Una estupidez, porque esos aciertos analíticos o de prospectiva generan pavor: queda claro que revelan el sufrimiento de millones de personas. ¿Qué sentido ético y humanista tendría entonces el mero acierto?
Sin embargo, la descripción descarnada de lo que ocurre, la historización y el diseño de escenarios probables tiene un sentido si no llega solo. Si viene acompañado de la decisión de intervenir en el debate público, ayudar a las organizaciones políticas, sindicales y empresarias a pensar estrategias de acercamiento a la realidad tal cual es (la famosa escucha, que suele quedar en palabras) y acompañar la búsqueda práctica, política, de una Argentina donde la gente sea todos los días un poquito más feliz. No estaría pasando.
Tener razón, en política, no sirve para nada. Exponer razones sí. Contar la historia sí. Describir la geopolítica mundial en sus oscilaciones más mínimas, sí. Hallar las novedades, y no solo regodearse con las derrotas, sirve. Es importante saber por qué pierden los que pierden. ¿Y entender por qué ganan los que ganan? También eso está en la historia de esta publicación que a partir de la semana que viene, en su número 101, combinará la prosa con otras prosas, las audiovisuales.
Cuando empezó Y ahora qué?, Rafael Prieto escribió que la meta era abrir la revista. Y tenía razón, porque sectas sobran. Cien números después, está claro que esa dinámica de incorporación de cabezas y corazones fabricó un ambiente de respeto infrecuente, primero, y un alto nivel de compañerismo después. La matriz está formada, pues, y en pleno desarrollo.
Senza paura, cantaba Ornella Vanoni, que acaba de cometer la insensatez de morirse. Sin miedo. Eso.
La pausa de las canciones italianas. Pero que Ornella Vanoni.
Hay que confesar que la selección impresiona. Si en la Argentina no viviera gente.
igual, Martin, no puedo entender por qué ganó esto.