Su realismo es inusual en los economistas. En esta entrevista, donde arranca del Censo Nacional Económico, se nota el rigor en la descripción. Profesor de la Universidad de Buenos Aires, donde enseña Finanzas Públicas, Régimen tributario y Administración Pública, Cristian Módolo fue subsecretario de Hacienda de la Nación.
Es fácil distinguir a los hinchas de Rosario Central. Entre un mar de gente angustiada, hastiada y con miedo, son los únicos que andan con una sonrisa por la vida. La explicación tiene nombre y apellido: Ángel Di María, el genio de la selección que volvió a su club. El profesor Cristian Módolo es uno de esos sonrientes. Y ahora qué? obtuvo su permiso para amargarlo. El tema fue la realidad del tejido productivo.
–Emanuel Álvarez Agis, que fue viceministro de Economía, niega últimamente que la Argentina, como suele decirse, se esté latinoamericanizando. Dice que ya está latinoamericanizada, con una sociedad partida, y que no puede ser considerada de clase media una familiar que no llega a fin de mes.
–Sí, amamos creer en nuestras propias aspiraciones. Describimos como loros una realidad que ya no es así, porque pasa por otro lado. Lo vimos con el Censo Nacional Económico que el Indec hizo en 2020 y 2021.
–En pandemia.
–Sí. Y se hizo de manera digital. Pero después hubo una validación estadística cruzando la información con datos Afip, Anses y Ministerio de Trabajo, para que el resultado no tuvier sesgo.
–¿Qué es lo primero que hay que mirar, en tu opinión?
–La cantidad de personas no registradas. La mano de obra informal no abarcaba cinco millones, sino once. Una cifra enorme. El sistema de seguridad social es mucho más endeble del que se suponía. La sindicalización es mucho más chica. En la Argentina conviven Biafra y Luxemburgo. Cuando el Presidente habla de modelos, basta llegar a la realidad para darse cuenta de que la Argentina no responde a parámetros abstractos. Hay demasiado país hundido. Uno escucha que hay que bajar el costo laboral. Ya está bajado. No es el de 1974, y tampoco el de 1985. ¿Recordás que antes se discutía sobre el modelo sindical? Ya ni se escucha el debate. Y eso pasa porque el mercado ya está desregulado. La flexibilización laboral es una realidad. Si tenés 10 millones y medio con ingresos no regulados por nada, al estilo de lo que le gustaría a Murray Rothbard…
–El ídolo de Javier Milei. Mercado puro.
–Con esa cifra de informales la gente subsiste. Hablamos de mercado interno. Y yo pregunto: ¿cómo un nivel de ingresos tan bajo generará un mercado interno relevante? La estructura productiva que la contiene no es el país industrialista que tuvimos y tenemos en la cabeza. La gente trabaja sobre todo en microempresas o con emprendedores. Es todo precario. Tenemos un 1 por ciento de la estructura productiva entre empresas medianas y grandes. Tienen 2.400.000 de puestos de trabajo. El resto subsiste. Incluidos los empleados públicos. La estructura es muy endeble.
El aparato productivo tiene un promedio de antigüedad de 24 años.
–Me suena a poco, pero no soy un entendido.
–Es muy poco, sí. En términos generales, a mayor antigüedad, mejores condiciones de asumir un vendaval. Hay muchas constructoras con 12 años de antigüedad. Es nada. Escucho muy seguido una frase: “Nos vamos a integrar al mundo.” Me pregunto cómo lo vamos a hacer si el aparato productivo no está integrado dentro de la Argentina.
–¿Cómo sería estar integrado?
–Tenés que pensar cómo las empresas de Santa Fe puedan vender en Chaco, o las de Entre Ríos en Santa Fe. Pero la verdad es que más del 90 por ciento de las empresas no trascienden los límites de sus provincias de origen. Vemos una estructura simplificada, joven y no diversificada. Se produce para la subsistencia de la región. Es el aparato productivo de un país joven, de un país centroamericano donde la dinámica la determina la producción primaria.
–Menos industria.
–Nos vamos desindustrializando cada vez más. Y no es de hoy. La explicación es sencilla: la economía de subsistencia no permite la acumulación. No hay capacidad de ahorro. Si estás permanentemente subsistiendo y tu ingreso es para comer y algo más, es difícil que una comunidad y una estructura productiva puedan generar un salto tecnológico. Te mordés la cola, y eso en el mejor de los casos. El censo económico anterior se hizo en 2004 y 2005, no en 2014 como hubiera sido ideal. Y el salto que se ve es muy importante. Los niveles de deterioro social son consistentes si se mira nivel de desigualdad y baja de ingreso medio. Las actividades económicas son cada vez más primitivas, más de subsistencia. Es una situación coherente con la desigualdad y la regresividad.
–Dijiste la palabra “subsistencia” varias veces ya.
–Es lo que salta a la vista. Y cada factor que uno observa confirma esa condición. Los causantes de la concentración económica agudizan el proceso: el sistema tributario y el financiero son regresivos en lugar de ser atenuantes. Una parte elocuente es que tenemos la misma cantidad de establecimientos de los años ’30, de hace 90 años. Y a mano de obra industrial se fue reduciendo de manera impresionante. No es el proceso de los países que se industrializaron, donde hay un camino lento pero ascendente. Y además ves que las multinacionales se destacan por sobre el resto.
–Pero tenés una Arcor.
–Ya tenías ese tipo de empresas en la década de 1930. La contracción es notoria por donde le entres. Por investigación y desarrollo, mano de obra, nivel de facturación, reducción de exportaciones o cantidad de locales. Todo se hace más mediocre. Ni que hablar de la propiedad. En buena parte las empresas son propiedad de firmas extranjeras. No hay casi grandes empresarios nacionales, lo cual es un problema estructural.
–¿Por qué?
–Porque se pierde el nivel decisorio del capital. De las 500 empresas más importantes, 367 son de capitales extranjeras. Eso explica el 80 por ciento de la recaudación impositiva argentina. Ahí se entiende el negocio de Cargill, de Dreyfus… Te dicen qué quieren hacer con las utilidades. Y lo que quieren, obviamente, es mandar más remesas a la casa matriz. Por eso la Argentina puso los cepos.
–¿Para qué fueron los cepos?
—Como una barrera legal para evitar que las empresas se lleven los remanentes todos los años. No quieren reinvertir sino repatriar. El cepo, entonces, frena la repatriación de dividendos. Por supuesto, estamos hablando de la parte legal, porque también las empresas se las arreglan para remesar. Este fenómeno sucede aunque la Argentina tiene un sistema tributario bastante pro-inversión. A pesar de eso las empresas quieren llevarse el dinero afuera. Cuando se te van 10 mil millones de dólares, eso te falta en otro lado. Y se te van porque al directorio en la casa matriz no le importa mucho el desarrollo en la Argentina.
–Encima con un mercado, y voy a usar tu palabra, de subsistencia.
–Todo el mundo habla de China. ¿Qué hicieron los norteamericanos ahí? En los primeros 20 años lograron un brutal incremento de productividad, aprovechando la amortización, la mano de obra y la escala. Pero la tasa de acumulación de ahorro es en China del 40 por ciento. La número uno a nivel mundial. Al mismo tiempo, utilizan las escalas de producción para vender al mundo. Remesan en las condiciones que pone el gobierno chino. Hay requisitos especiales si te vas a dedicar a la producción. No digo que la Argentina sea China, naturalmente. Pero somos el otro extremo. No hay nada de ese tipo de regulaciones en favor de la producción. Por eso los cepos son cambiarios. Se impusieron porque la Argentina resultaba interesante para llevarse el dinero. Cuando se produjo en el mundo la crisis de las hipotecas subprime, las casas matrices sólo se obsesionaban por la remesa de utilidades. Los norteamericanos, por ejemplo, pararon las inversiones del Chevrolet Agile para todo el Mercosur. Estaba pensado para todo el Mercosur, como un proyecto muy rentable, por precio y oportunidad. La empresa matriz decidió no poner un peso.
–Decidió Cristina que el Estado argentino lo prestara, ¿no?
–Muy buena decisión. A través del Anses y articuló un préstamo, porque el proyecto era muy bueno. Salió con fondos públicos y la General Motors lo devolvió después al erario público. Y se hizo a pesar de los problemas que generaba la casa matriz. Fue un caso interesante que demostró, por vía contraria, que lo bueno para la Argentina es lograr que una decisión no se tome en la casa matriz mirando el mapa del mundo entero, porque si no los negocios los manejan ellos y nos quedamos sin grados de libertad.
–Hablaste de crisis y antigüedad de las empresas.
–Tomemos cuatro crisis. Una, de la de 2001. Otra, la de 2008/2009, de la que salimos en forma de ve corta. Nos recuperamos. La tercera arranca con el gobierno de Mauricio Macri y empalma con la pandemia. También hubo recuperación. Y la cuarta la estamos viviendo ahora, con Milei.
–¿Qué sucede ahora?
–Que la recuperación es muy lenta. Chata. ¿Por qué? Porque la Argentina ya es un país con poca capacidad de vuelo y maduración, y menos todavía desarrollo de mercado interno. En las crisis anteriores hubo un mercado interno con mayor nivel de consumo e ingreso. Quiero ser enfático en esto: la Argentina depende del mercado interno. Pero ese mercado externo es marginal y pequeño. Por eso nos cuesta tanto revertir las crisis. Este gobierno, encima, no tiene nada de empatía con los trabajadores y el sector productivo. El nivel de ingresos está por el piso, la gente no consume y no hay rebote. El tejido productivo está paralizado. Sin mercado interno no hay v corta. El año pasado reinstalaron el impuesto a las ganancias para los trabajadores que mejor ganan, para recuperar recaudación. Empezaron a pagar ganancias un millón seiscientos trabajadores. ¡Pero eran los que consumían! Dejaron de consumir. La diferencia hoy entre ser “rico” y pagar ganancias, y ser pobre, es de 900 dólares. Ridículo. El impuesto a las ganancias, a los ingresos de la cuarta categoría, es de 1974, y Perón lo puso para gravar a los dueños que se hacían pagar remuneraciones como directores, no para los trabajadores bien pagos El sistema impositivo es uno de los más injustos del mundo. ¿Cómo está Ganancias? El 50 por ciento viene de los trabajadores y no las empresas. La mayor parte de las empresas paga poco, porque la ley que rige para las multinacionales se basa en tratados con regímenes especiales, y los impuestos se reducen drásticamente. Son otros estándares. Encima la inflación licúa los impuestos de esas empresas. Todo esto hace, entre otras cosas que tengamos aranceles a las exportaciones, no a las importaciones. El sistema tributario reproduce al infinito la desigualdad. Pero así no hay opciones, porque fuiste adaptando el sistema tributario a la realidad productiva.
–De subsistencia.
–No quiero ser repetitivo, pero todo se va haciendo más simple y más chato. Es riqueza empobrecida.

Muy lamentable todo! .. el embajador de USA en Argentina Lamelas, sin ningún velo nimpudor, viene a decirnos a que candidatos tenemos q votar y hacer campaña para ellos con los gobernantes de las provincias argentinas.