“Cuando el Gobierno reivindica el caos es soberbio”

Entrevista a David González, dirigente político y social del sur del Conurbano, sobre el subsuelo de la sociedad, las aspiraciones módicas y lo que sin proponérselo está enseñando La Libertad Avanza: para qué sirve el Estado.

Dirigente político y social de la zona sur del Gran Buenos Aires, peronista, David González cuenta que recorre el territorio hace más de 20 años. Y aclara que cuando usa la palabra “territorio” se refiere a la gente que lo habita.

–Observo las estrategias de vida de un sector que viene de vivir generaciones en la pobreza. –dice González–. ¿Cuáles serían esas estrategias? Hay que estudiarlas, porque los objetivos deberían ser fijados en función de la realidad. Hay sectores que ya van a cumplir dos o tres generaciones. Necesitan de la asistencia y de la presencia nítida del Estado para garantizar un nivel de vida que garantice cierto grado de felicidad. El Estado debe estar para las políticas sociales, para interactuar mediante la escuela o de otras instituciones.

–¿Qué más debería hacer la escuela?

–Por ejemplo, operativos yendo al barrio a buscar a la gente para medicina, para salud, para documentación. Estos sectores tienen dificultad para acercarse, o porque les queda lejos, o porque sienten la incomunicación con determinado ámbito del Estado…

–¿La policía?

–O la Justicia. A los tribunales van las madres con los chicos que están encausados, y me refiero a mayores de 18 años, para que la madre hable o con un abogado oficial o con la secretaria. Es fácil observarlo cuando hay un reproche legal. Van las madres porque los chicos tienen imposibilidad de comunicarse. Viven marcados por la escasez y adaptan sus conflictos y su lenguaje al lugar donde se criaron y donde el contexto los retiene. No se estudian esos niveles de conducta en detalle.

–Sigue en danza el proyecto de bajar la punibilidad de los 16 a los 13 años, cuando las estadísticas muestran que no pasan de cinco por año los casos en que un menor de 16 mata para robar.

–Comparto. La política seria consistiría en fortalecer las instituciones. El Estado, la escuela… Pero hay subculturas que sobrellevan una vida marcada por la carencia y la escasez, características que van aumentando las privaciones cada vez más. No cambia para ellos la lluvia de inversiones energéticas por el Rigi, si es que se produce. Por eso hay que reforzar las instituciones, empezando por la escuela.

–La primaria parece más sólida que la secundaria.

–La secundaria no ofrece alternativas de salida o de progreso para esas familias. Lo digo desde el conocimiento del territorio y de sus habitantes. “Mi gente”, te dicen cuando vas. Yo también hablo de mi gente. Y no es una defensa corporativa. Es abrazar la realidad del total y no, por supuesto, defender a uno de los pibes que quizás terminó asesinando.

–¿Cuál es la percepción concreta del Estado entre lo que definís como tu gente?

–La sociología habla de la extrañeza respecto del Estado. El Estado puede ser sólo el patrullero que llega a notificar. O la policía cuando se lleva a alguien sin razones de una esquina. Entonces, ¿queremos un Estado opresor o uno que nos abraza? En el segundo caso dejaría de ser algo extraño. No podemos abordar la pobreza sólo desde lo económico. También están los componentes social y cultural. Acá no hay una batalla cultural, como dicen tantos. Hay una batalla comunicacional. Alguna vez leí la historia del cajón musical peruano.

–¿El instrumento de percusión?

–Sí. Surgió porque a los esclavos no les permitían usar tambores. No podés frenar la cultura. No hay forma. Ahora, si lo único que cuenta es el Excel y no pensamos que hay familias no documentadas, estamos en problemas. El Estado en muchos casos ni registra que existen esas familias. En algún momento los romanos utilizaban la costumbre como fuente de Derecho. Nosotros dejamos de observarlas como fundamento de las políticas públicas. No se puede pensar todo desde la clase media. Tampoco pido trato especial sino un análisis de las estrategias de vida de gente que viene de vivir en una casa precaria, agua con mucha suerte y generaciones que se hacinan en la misma vivienda.

–¿Qué papel juegan los comedores?

–Terminan siendo un centro de referencia. Milei acentúa la falta de recursos. Hoy se entiende qué significa la motosierra. También es menos boletos, menos escuela, tarifas más caras de servicios. Estado no es lo mismo que gobierno, y las malas acciones fueron achacadas al Estado. Tal vez ahora el precio de las tarifas de colectivo o de la garrafa social hace que se comprenda qué es el Estado. El gobierno, sin quererlo, está dando una gran lección sobre qué es el Estado. Pero acentúa la ruptura social, como la destrucción de puentes al estilo de los clubes de barrio.

–¿Es verdad o es leyenda urbana que los narcos dominan el Gran Buenos Aires y que incluso hasta generan bienestar?

–Hay una tendencia a presentar al narco como un filántropo que arma comedores y ayuda a las escuelas. No es así. Más bien el narco sigue aterrorizando a las familias, que ven que sus hijos están a pocos metros de la droga. Las familias no los buscan. Si el referente político no cuenta con recursos la única canalización de las angustias y las frustraciones es la escuela. Para bien de todos y para mal de los docentes, que deben recibir esa conflictividad, que antes tenía escape por los referentes políticos. Esto pasa especialmente en el secundario, donde el trabajo de los docentes es increíble. Hay que tener espíritu para estar al frente de una clase en estos tiempos.

–Esta revista se llama Y ahora qué. Entonces, ¿y ahora qué?

–Empecemos por fortalecer las instituciones más cercanas: la escuela, la delegación, sea municipal o sea provincial… Si un gobierno como el nacional no quiere a los intermediarios, que potencie a las instituciones.

–Tampoco quiere eso, según parece.

–Habrá que entender que aumentará la conflictividad, que aumentarán enfermedades, incluso las que creíamos superadas. Las estadísticas son chicos, madres, ancianos, todos con nombre y apellido, que van a engrosar números que van a dar cuenta de la falta de políticas públicas.

–Parte de tu gente, repitiendo la definición que diste, seguro votó a Milei. Si no, es imposible un 56 por ciento en un balotaje. ¿Qué dicen hoy?

–Empieza a molestar el efecto de la motosierra. Se está aprendiendo que el Estado es algo que, si falta, hará que nos pase algo malo a todos. Si terminan las mezquindades en la oposición, que abundan, veremos qué pasa. El miedo es que no haya esperanza de cambio al momento de votar, en 2025. Si lo más firme es lo que la gente ya rechazó, estaremos en problemas. Y creo que a nivel nacional puede suceder lo mismo que en el Gran Buenos Aires. En cambio, si estratégicamente se plantea algo distinto, el gobierno puede tener un revés tanto a nivel de la clase media como de la clase media baja, de los sectores populares y del subsuelo.

–“Subsuelo” no es una palabra común en la política.

–No veo otra forma de nombrar a los que llevan generaciones sin trabajo y sin vivienda. Eneas, golpeado por los dioses, dice: “Si no puedo conmover a los poderes del Cielo doblegaré a los poderes del Infierno”. Está en La Eneida, y Freud la cita en la primera edición de La interpretación de los sueños.

–¿Es la teoría de que un día todo explotará?

–No. Las iglesias evangélicas también están fuertes, porque se acercan a la gente. El problema es la decepción respecto de los actores políticos. Por eso no pueden movilizar la misma cantidad de gente que antes. El referente político y el referente social hoy no tienen la fuerza de antes. Si se habla de caos, ¿quién lo organizaría?

–Bueno, el Gobierno reivindica el caos.

–Es soberbio. No tiene en cuenta la historia que te conté del cajón peruano. Si el subsuelo no puede concretar aspiraciones mínimas (el segundo piso de mi casa o la pieza de la nena) la frustración impactará más fuerte. La juntada de fin de semana será el único escape. O unas zapatillas en doce cuotas. Metas cada vez más módicas y alcanzables. Y es humano, pero una sociedad no puede resignarse a límites tan fuertes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *