Cuestión de nombres

Los hermanos Milei cambiaron la nominación de un Centro Cultural que sin lugar a dudas es un emblema de la gestión kirchnerista. Para ello apelaron a ese argumento, aunque sin tener en cuenta que por lo menos a la mitad del electorado no lo angustia que el CCK sea un emblema de la gestión kirchnerista. Además lo hicieron mediante un DNU que exhibe en sus considerandos un bajo nivel intelectual con algunas aristas amenazantes.

El Centro Cultural del Bicentenario “Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner” ocupaba el edificio que fuera, desde 1928, el Palacio de Correos y Telecomunicaciones de la Ciudad de Buenos Aires, sito en Sarmiento 151. Parafraseando a Gabriel García Márquez, hace varios meses el vocero presidencial (con rango ministerial) Manuel Adorni difundió la crónica imaginaria de una muerte anunciada respecto del CCK, en base a la decisión de llamarlo de otra manera, al tiempo que en algunas esferas oficiales ya se lo identificaba como “ex-CCK”. Se trataba de una provocación poco exitosa porque entonces Máximo Kirchner, diputado de Unión por la Patria, dijo que el cambio de nombre “es otro fuego de artificio”, y que si quería el presidente “le puede poner Eduardo Eurnekian, pero que mande la comida a los comedores, que mande los insumos, que no les saquen los medicamentos a los jubilados”. Incluso planteó el líder de La Cámpora, que también es hijo de quien fuera homenajeado con la nominación del Centro Cultural del Bicentenario, que Milei lo puede renombrar Conan, como su perro fallecido, “si eso lo pone contento, pero que se detenga en el modo cruel de aplicar estas políticas”.

Ahora el vocero presidencial (etcétera) insistió, y el 10 de octubre puso en las redes, con la sagacidad que lo caracteriza: “El CCK ha dejado de existir. Fin.” Seguidamente transcribió los tres primeros artículos (el cuarto es de forma) del Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 897/2024, dejando claro que la norma sustituye el artículo 1º de la Ley Nº 26.794, de modo que éste sea: «Denomínase con el nombre de “Palacio Libertad, Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento” al Centro Cultural del Bicentenario, ubicado en la manzana delimitada por las calles Sarmiento y Bouchard y las Avenidas Leandro N. Alem y Corrientes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.» El artículo 2º dice que la norma entrará en vigencia “el día de su dictado”; el 3º que se gire lo actuado a la Comisión Bicameral del Honorable Congreso de la Nación; y el 4º dispone que se comunique, publique, se dé a la Dirección Nacional del Registro Oficial y se archive.

Aunque los considerandos del DNU Nº 897/2024 no logran aclarar por qué su objeto (la virtual inexistencia, según Adorni, del Centro Cultural del Bicentenario “Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner”) requeriría de parte del Poder Ejecutivo medidas legislativas indispensables y apremiantes sin aguardar los tiempos del proceso tradicional en el Congreso de la Nación, es recomendable la lectura atenta de los mismos. Ellos no sólo replican posicionamientos políticos habituales, con olor a derechosos y ridículos, sino también ponen de manifiesto un nuevo paso hacia la confrontación permanente. Y comienzan advirtiendo “que por el artículo 1º del Decreto Nº 262/97 el ex-Palacio de Correos fue declarado Monumento Histórico Nacional en atención a la particular relevancia del edificio, por sus valores históricos y su estado de conservación, como parte del patrimonio arquitectónico de la República Argentina”.

O sea que los autores del DNU Nº 897/2024 eligieron el año 1997 como punto de arranque de las peripecias que dieron por resultado aquello que la Presidencia, apelando a una herramienta jurídica diseñada para casos graves y extraordinarios, se propuso corregir. Y omitieron mencionar, siquiera parcialmente, el frondoso pasado del edificio en cuestión, de los 88.050 m² construidos (subsuelo, planta baja y siete pisos altos) sobre un terreno de 12.500 m² ganados al río donde funcionaron, además del Correo Central con su imponente planta de distribución de la correspondencia llegada desde todo el país, la Secretaría de Comunicación, numerosos recintos fastuosos y un Salón Dorado versallesco similar al del Teatro Colón.

En ese ámbito hubo episodios relevantes, y otros siempre merecedores de consideración, pese a su aparente frivolidad. Uno de estos últimos sucedió apenas transcurridos trece años desde la Guerra de las Malvinas y dos días después de un escándalo provocado por la (todavía) Princesa de Gales, cuando difundió la ruptura matrimonial con el Príncipe Carlos a raíz de sus reiteradas infidelidades. Como si la idea fuera dar letra a todas las publicaciones faranduleras de Occidente, entonces Lady Di, que de ella se trata, sin solución de continuidad realizó un viaje relámpago de caridad a la Argentina por cuatro días, fue recibida en Olivos por Carlos Menem y su hija Zulemita, y el 24 de noviembre de 1995 participó de una cena de honor en el Palacio de Correos y Telecomunicaciones a beneficio de la Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI).

Hubo manifestaciones de repudio por la calidez en el trato que le dispensaron las autoridades nacionales de entonces a Lady Di, un miembro de la potencia colonial usurpadora de las Islas, calidez equivalente a la empleada para recibir hace un par de días, el 14 de octubre, a Boris Johnson, el ex primer ministro del Reino Unido que defendió con vehemencia durante su gobierno el mantenimiento de la anexión de las Malvinas, incluso apelando nuevamente al uso de la fuerza militar si fuera necesario. Que el benemérito Boris Johnson anime semejante temple colonialista contrario a los intereses argentinos y que haya caído en desgracia merced al escándalo conocido como Partygate, algo así como el cumpleaños de Fabiola en plena cuarentena por el Covid-19 pero celebrado a la enésima potencia (por el número de concurrentes y lo repetitivo), tampoco fueron impedimento para que Javier Milei lo recibiera en la Casa Rosada y le prestara el balcón, así disfrutaba el paisaje de la histórica Plaza de Mayo. A cambio de tanta cordialidad, y al margen de cuestiones molestas como la referida a las Islas, lo cierto es que Milei obtuvo la mediación de Johnson para que Mick Jagger, el líder de The Rolling Stones,  en un futuro cercano le conceda una cita en Inglaterra.

Así que Boris Johnson estuvo en el balcón de la Casa Rosada pero no cenó en el viejo Palacio de Correos y Telecomunicaciones ni en el Centro Cultural del Bicentenario allí instalado, y vuelto a nombrar por el DNU Nº 897/2024 como “Centro Cultural Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento”, a raíz de la repentina inexistencia de su antecesor. Los considerandos del DNU en cuestión evocan que hubo un llamado a concurso internacional de anteproyectos (cuyo fallo se conoció en noviembre de 2006) para convertir aquel viejo edificio, que en los últimos tramos de su carrera postal estuvo poco utilizado y requería una refacción casi completa, en el Centro Cultural del Bicentenario; además éste sería nominado “Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner”, en noviembre de 2012 (Ley Nº 26.794), como bien advierten los considerandos del DNU Nº 897/2024.

Algunos pasajes de éstos denotan que sus autores cultivan una mezcla ominosa de bajo nivel de técnica legislativa, precariedad teórica y vocación por el ridículo. Sostienen que “la denominación de edificios y espacios públicos, monumentos históricos y afines en ningún caso debería responder a intereses políticos (sic), dado que desvirtuaría la finalidad y el significado cultural (sic) de los mismos, confundiendo lo público con lo partidario (?) y le harían perder la neutralidad propia de estos lugares, excluyendo a aquellos que no comparten una misma mirada política”. Dejando de lado que no resulta sencillo mantener la oposición entre “lo público con lo partidario” a la luz del artículo Nº 38 de la Constitución Nacional reformada en 1994, mínimamente hay falta de convencimiento allí, y un caudal de confusión tan denso que ni siquiera lo salva el uso de los condicionales. Pero luego sostienen que “en la actual situación de recomposición de valores básicos y fundacionales” es imperioso transmitir “el espíritu y la acción de los próceres de la Patria y lo que hoy nos guía en la acción pública: la libertad, la educación y el respeto a las instituciones”.

El comportamiento del gobierno referido a la libertad, con una ministra Bullrich que no vacila en reprimir las protestas callejeras de los jubilados, o con relación a la educación, estando casi todas las casas de altos estudios tomadas por el alumnado, o en materia de respeto a las instituciones, con un Milei derramando insultos y discursos procaces desde la mañana hasta la noche y actuando en consecuencia, no admiten comentario alguno. Pero resulta alarmante que los autores del DNU incorporen inmediatamente después, en el siguiente considerando: “Que la historia de nuestra Nación está marcada por importantes hitos vinculados con la libertad en los que han intervenido diversos próceres, a través de sus acciones militares.” Da un poquito de miedo, claro que sí.

Ahora los considerandos ensayan una breve apología de Domingo Faustino Sarmiento, impulsor de la Ley Nº 1.420 que “estableció la enseñanza primaria, gratuita, obligatoria y laica”, para volver sobre los próceres de la Patria que “forjaron y contribuyeron a la libertad nacional” y fueron reconocidos “de forma individual” mediante la “imposición de sus nombres a ciudades, localidades, avenidas, calles, monumentos y accidentes geográficos”. Según los considerandos del DNU de marras, todo lo hecho en pos de la independencia se basó en el valor de la libertad “como aspiración fundamental para la convivencia”, tal como fue reafirmado en el Preámbulo de la Constitución Nacional. De ahí que haya que reconocer “las gestas de los próceres de la Patria para alcanzar la libertad de nuestra Nación”, y que resulte oportuno entonces «reemplazar la denominación “Dr. Néstor Carlos Kirchner” otorgada al Centro Cultural del Bicentenario por la de “Palacio Libertad Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento”.»

Pero no alcanza: todo esto es demasiado abstracto como para justificar la necesidad y la urgencia de la norma sancionada. Entonces los autores incluyeron en los considerandos que Sarmiento asumió la Presidencia el 12 de octubre de 1868, y que a propósito de esa fecha “se llevará adelante un acto conmemorativo al citado prócer en el Centro Cultural del Bicentenario”, convocando a “la ciudadanía, junto con el Coro Nacional de Música Argentina, a participar de la celebración con la finalidad de inspirar los valores eternos que nos ha legado Domingo Faustino Sarmiento”. En otro considerando pusieron «que la fecha resulta oportuna para llevar adelante la modificación de la denominación del mencionado Centro Cultural del Bicentenario, “Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner” a efectos de la conmemoración descripta».

Ahora bien, dejando de lado las rispideces gramaticales, que los considerandos de un DNU incluyan la invitación a un acto, desde la perspectiva del carácter perentorio de su requerimiento no parece una idea feliz. Tampoco da respuesta a la pregunta que, en términos de Neruda, es simple como un anillo: ¿alcanza? Los libertarios redoblaron la apuesta y escribieron otro considerando: “Que los cambios que hacen falta encarar para lograr una transformación profunda requieren la toma de decisiones urgentes en todos los ámbitos del quehacer público, entre ellos y en particular, en los lugares en donde la creación artística y cultural se manifiesta en las artes y ciencias de nuestros próceres.” El siguiente considerando, para profundizar, agrega: “Que en ese sentido, y dado el proceso histórico que se lleva adelante a partir del 10 de diciembre de 2023, es que este tipo de decisiones representan la profundidad del cambio para materializar los valores, las creencias, las convicciones, los objetivos, los ideales y la ética que deben guiar la acción de gobierno.” Y después, por supuesto, como el 12 de octubre, fecha de asunción presidencial de Sarmiento, se aproximaba, no tuvo otra el gobierno que recurrir “al remedio constitucional establecido en el inciso 3 del artículo 99 de la Constitución Nacional”, o sea, obligado por las circunstancias tuvo que lanzar un DNU.

El sábado 12 de octubre finalmente se hizo el acto para poner otro nombre al Centro Cultural del Bicentenario. Encabezó la ceremonia el presidente Milei, quien saludó imitando el rugido de un león y dijo que los concurrentes eran bienvenidos “a uno de los primeros pasos para cambiar la historia que quisieron prostituir, cambiando los nombres y ensuciando a los grandes héroes de la patria”. Y respecto del acto en sí mismo, advirtió que lo que para muchos era un simple cambio de nombres, “para nosotros es el inicio de una nueva etapa donde enaltecemos la figura de nuestros más grandes próceres y símbolos nacionales, para dejar atrás el culto a los políticos que arrastraron al país a la decadencia y a la humillación”.

Milei se refirió sintéticamente a la obra de Sarmiento y dijo que “hoy quienes se atreven a cuestionarlo, después de muerto, pretenden instalar un absurdo revisionismo histórico sobre su figura y su presencia, rechazando su enorme legado”. Pero el tema que lo aspiraba en ese momento y desde el futuro inmediato era la reacción social por el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, y aseguró entonces que los revisionistas que intentaron demonizar al padre del aula (Sarmiento) “son los mismos que pretenden ahora rasgarse las vestiduras por la educación y toman a los alumnos de rehenes en sus desesperados intentos por mantener sus privilegios”.

Según el presidente, una de las grandes verdades incómodas de la Argentina “es que la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres, donde no saben leer ni escribir ni realizar una operación matemática básica […] El mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, con la cultura y el tiempo necesarios para poder estudiar”. Los defensores de las universidades actuales (todos interesados por sus cajas para mantener sus privilegios, según Milei, todos “ladrones, delincuentes y mentirosos”) no sólo deberían permitir que se las audite, sino también que se combata el robo de los recursos escasos que se les confían. “Por lo tanto, señores –agregó– dejen de engañar a los argentinos  y díganles la verdad, que no quieren ser auditados para mantener sus curros. Y de esa manera utilizan y prostituyen una causa noble para seguir defendiendo el robo de algunas agrupaciones políticas.”

Al finalizar la breve ceremonia los presentes se amontonaron para saludar a la titular de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, Karina Milei, quien apenas puesta en autos de que el CCK se precipitaba en la inexistencia (según el inefable Adorni) y había planes para que superara el mal trance merced al otorgamiento de otra nominación, tomó cartas en el asunto. En rigor, el control y mantenimiento del viejo Centro Cultural del Bicentenario corresponde a la Secretaría de Cultura, pero Karina es Karina, y por tal motivo impuso el criterio de retornarlo a la vida bajo un nombre “no partidario”.

Pero los libertarios y gran parte del gorilaje que los acompañan tienen un problema irresoluble con el CCK porque todo lo que allí se exhibe, todo lo que allí se hizo (desde La Cúpula hasta La Gran Lámpara) es de un nivel de excelencia fuera de lo común, impropio de un gobierno peronista. La Gran Sala de Conciertos, una de las obras incorporadas al momento de refaccionar el viejo palacio postal (y nueva sede de la Orquesta Sinfónica Nacional), se puede equiparar a las mejores del mundo. Con capacidad para 2.000 espectadores, por su forma exterior ovalada y curva se la conoce informalmente como “La Ballena Azul”, y quien la visita por primera vez queda impactado al ver su órgano de tubos que pesa 30 toneladas métricas, diseñado especialmente en Alemania por la firma Klais Orgelbau e instalado bajo la dirección de Philip Klais, con 4 teclados y pedalera, 3.500 tubos y 46 registros con 51 voces. Y mirando alrededor con seguridad habrá de pensar que es algo demasiado bello para ser cierto.

El Centro Cultural del Bicentenario, luego CCK y ahora Libertad/Sarmiento fue concebido como una institución de puertas abiertas para ofrecer a la comunidad lo mejor de las bellas artes, académicas o populares, con la mejor infraestructura. Lamentablemente el 5 de septiembre, por ejemplo, los libertarios lo usaron para que la organización ultraderechista española Vox realizara allí el III Encuentro Regional Foro Madrid – Río de la Plata 2024, ocasión en que debutó como orador en ese tipo de cónclaves el vocero presidencial (con rango, etcétera) Manuel Adorni, quien ya creía estar en un lugar en fuga, de alguna manera inexistente hasta su renominación, apto para realizar el truco porque la gente es olvidadiza y porque, parafraseando a John Stuart Mill, “no hay nada general, excepto nombres”.

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