La derrota de la izquierda

Desde La Paz, Bolivia

La frase es de una contundencia terrible: “Hemos sido derrotados política y culturalmente”. Y es más terrible aún porque semejante pronóstico proviene del mayor intelectual de la izquierda boliviana, Álvaro García Linera. Ése es el marco de las elecciones presidenciales de este domingo, 17 de agosto.

Cualquiera fuera el resultado de las elecciones, es casi imposible que la izquierda siga gobernando el país como lo viene haciendo desde enero de 2006. La pelea entre Evo Morales y Luis Arce condujo a una división que se pagó con la derrota.

El analista Andrés Portillo considera que se pudo haber ganado. “Andrónico era un candidato a vencer en primera vuelta. Pero la pelea interna y el no haber llevado de compañero de fórmula al cruceño Mario Cronembold hicieron que retrocediera.” Andrónico es Andrónico Rodríguez, el presidente de la Cámara de Senadores, que hubiera sido un posible candidato de consenso. 

La pelea se formó toda vez que Evo Morales, que por ley no puede ser reelecto o por lo menos eso dice el Tribunal Constitucional Plurinacional, no aceptó ceder la candidatura: era él o el desastre. Finalmente, llegó la segunda opción. Más allá de la cantidad de votos nulos que se den en las elecciones (hay un histórico que va desde 5 a 8 %) lo cierto es que el fundador del partido más grande en la Bolivia del siglo XXI termina prácticamente en la marginalidad y, al decir de la derecha, puede ser detenido.

Lo racional sería conseguir en el parlamento el tercio de votos necesarios para evitar, por un lado el juicio de responsabilidades y la condena a Evo, y por otra parte evitar la aprobación de leyes que privaticen la economía boliviana. Y eso sólo es posible votando por Andrónico. No es el mejor candidato. Es el único.

Pero en medio de eso en el seno del evismo se tejen curiosos discursos setenteros de que “ojalá el próximo gobierno sea muy de derecha para que podamos derrotarlo más rápido”. Basta leer un poquito de historia para saber que esto no ocurre así, que una mayor polarización no necesariamente lleva al triunfo de las fuerzas progresistas.

 Es más es posible que te lleve a derrotas históricas con mucha sangre y mucho dolor.

La hora de la autocrítica

Sólo los allegados más fieles a Luis Arce no piensan que su gobierno fue un desastre. Particularmente en la Economía. El propio candidato del oficialismo, el ex ministro de Gobierno Eduardo del Castillo, ha criticado al propio Ejecutivo del que fue parte.

Andrónico también se ha alejado, pero sin lanzar al bebé con el agua sucia. Criticando los errores, sin dejar de ver las virtudes del proceso de cambio que sacó de la miseria a tres millones de bolivianos, es decir a una cuarta parte de la población.

Defendiendo los 20 años del masismo en el poder y hasta el papel de Evo Morales, lo que le ha valido más de una crítica, Andrónico depende del llamado “voto útil de la izquierda”.

Pero, como en la vida, hay derrotas y derrotas. Salir del marco democrático, no tener representación parlamentaria, sería una catástrofe. Resistir desde todos los espacios sería una posibilidad de futuro.

Los indios tienen la palabra

Y ese voto que podría dar a Andrónico la segunda vuelta, o incluso una caída no tan dramática, está en lo que se conoce como el “área rural dispersa” que suma un nada despreciable 23 % y que en su totalidad son comunidades indígenas. En la gran mayoría de los casos su voto en comunitario, es decir la gente vota por lo que la asamblea resuelve. Y, por los informes que conocemos, muchas comunidades han decidido votar por Andrónico y no por el voto nulo.

¿Esto significa una derrota de Evo Morales? Sí y no. Sí porque demuestra que la mayoría apuesta por caminos democráticos y no porque muchos de los votantes lo harán precisamente para que la derecha no tenga dos tercios.

De producirse este fenómeno sería digno de un análisis más profundo de cómo las bases pueden desconocer lo que dicen sus direcciones más politizadas. Pero, claro, de darse eso podemos hablar en la próxima entrega. 

Solo queda resistir

Tras el triunfo de la derecha indudablemente vendrá una época de enfrentamientos entre las fuerzas populares que defenderán sus conquistas y el nuevo gobierno. Tanto Jorge Tuto Quiroga como Samuel Doria Medina han anunciado que una de sus primeras medidas será intervenir en el Chapare, la tierra Evo y cuna del masismo. En el horizonte se perfilan nubarrones de bloqueos y de masacres.

Pero además están sobre la mesa las privatizaciones de empresas como Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Una medida que en la encuesta de la empresa 1825, una de las pocas que no están ligadas a la derecha, tendría el beneplácito del 64 % de los consultados.

Es decir, han quedado atrás el tiempo de la nacionalización apoyada por más del 80 % de la población. Sucesivos fracasos en encontrar nuevos pozos petroleros y gasíferos además de la falta de hidrocarburos en las estaciones de servicio han conducido a que se imponga la idea de que el Estado es incompetente y mal administrador. Por ahí va la derrota cultural de la que habla García Linera.

Juan Carlos Guarachi, máximo dirigente de la Central Obrera Boliviana, sostiene que “como trabajadores y población mayoritaria no permitiremos el ingreso de la derecha fascista ni que los politiqueros pretendan nuevamente saquear nuestras riquezas naturales, para ello debemos preparar y organizar la resistencia popular para defender todas las conquistas sociales de los trabajadores y el pueblo”. 

La fuerza o la debilidad de esta resistencia perfilará los límites de acción del nuevo gobierno.

Pero la gran batalla seguirá en el campo económico. Ya se ha adelantado que se elevará el precio de la gasolina y el diesel a precio internacional al mismo tiempo que el dólar oficial estaría en una banda que va de los 12 a los 15 bolivianos por dólar.

Por lo pronto, la bola ya está rodando, y a diferencia de la ruleta aún hay tiempo para hacer apuestas.

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