Se vende barato lo que se exporta porque se es pobre. No se es pobre porque lo que se exporta, al ser un bien primario, se vende barato. Es el salario el que una vez definido por la lucha política de un país, determina los precios de toda la economía. El salario es un precio político establecido con antelación a todos los demás precios en cada nación.
En cuanta discusión que se dé sobre la estrategia para impulsar y sostener el averiado crecimiento argentino nunca falta quien tira al ruedo la necesidad de exportar con más valor agregado. El heraldo de turno rezuma, para ampliar, que no es lo mismo exportar trigo “que no tiene valor agregado, que harina o mucho mejor que fideos secos suntuosamente envasados, por el gran valor agregado que tienen”. Luego, eligiendo en el bestiario nacional al monstruo que más le horroriza, culpa a su deletéreo accionar de ser la causa de que nunca el país –increíblemente- haya optado por un expediente que -sin mayores dificultades- nos saca de la pobreza y nos hace a todos bastante más prósperos.
Esa forma de razonar ignora el verdadero significado que tiene el indicador valor agregado. No es un simple –aunque muy extendido- desliz. El uso amañado del concepto valor agregado no se debe a un ejercicio generalizada de deshonestidad intelectual. Desvaríos de esa magnitud no existen por razones conspiranoicas. Obedece a una mirada conservadora, aunque popular, sobre la acumulación de capital donde serían el tipo de bien final y su precio los que determinan el salario de los operarios que lo producen. Si los argentinos en promedio son pobres, es porque producen bienes baratos (con poco valor agregado). Si los australianos o dinamarqueses son ricos es porque venden al mundo productos que son caros. Hay que producir bienes caros, y entonces los salarios irán para arriba. Ahora, si lo que venden al mundo (oferta exportable en la jerga) australianos y dinamarqueses es mucho más primarizado que lo que exporta la Argentina, no les produce ninguna incomodidad. No van a arrojar por la borda un buen eslogan por cuestiones atinentes a la realidad.
La masa de distraídos nacionales, imponente hasta el asombro, parece no haber caído en la cuenta de que en todo momento están tomando posición en cómo la economía forma los precios. Resulta curiosa la incuria, dado que los que se afilian al club de exportar con más valor agregado suelen ser muy críticos, y por buenas razones, de la corriente con más adeptos en el análisis económico: la neoclásica, usualmente librecambista. No obstante, la teoría de los precios del club de exportar con más valor agregado es bien neoclásica. Según este enfoque son los precios los que determinan los salarios. Bajos precios, bajos salarios, siendo lo contrario cierto, según los neoclásicos.
La productividad juega un papel pero no es determinante en el sentido de la causalidad. Digamos que tiene un papel bastante indecoroso. Porque explicar las diferencias en el nivel de vida por las productividades de lo que se exporta, pasa de largo olímpicamente que un país del tipo próspero que exporta zapallos a otro pobre que para pagar esos zapallos importados le vende peines no pueden ser comparados por la productividad.
Los tipos de incoherencias descriptos –unos pocos entre unos cuantos más- son parte, poco importa si voluntaria o involuntaria, de las cover actions para reforzar la exhortación a exportar con más valor agregado y así evitar el marcado costo político de meter las manos en el pegajoso y denso barro de la lucha política por la distribución del ingreso. ¿Para qué? Es innecesario, casi un vicio, un vástago putativo del “proletarios del mundo uníos”. Al fin y al cabo, elegir los productos correctos por sí mismo eleva los salarios dicen de los más convencidos.
Hacia este tipo de país de maravilla ni el profusamente imaginativo pasaporte de Alicia le permite a esta inglesita atravesar el espejo. La cruda verdad es que es un mundo habitado por las morsas más glotonas que ni las valvas de las ostras te dejan. De manera que la verdad de la milanesa es la contraria: es el salario el que una vez definido por la lucha política de un país, determina los precios de toda la economía. El recorrido hacia un mejor entendimiento de lo afirmado comienza en lo que implica verdaderamente el concepto de valor agregado.
Hora de definiciones
Para no perder ninguna escena clave de la película hay dos cuestiones a tratar. Una, el uso correcto de la definición de valor agregado. El uso correcto de la categoría valor agregado sirve para correr el velo y ver en vivo y en directo el problema político que estaba pretendiendo tapar, no sin gran éxito.
Para la tarea de la definición correcta de valor agregado es cuestión de acudir a los conceptos del Indec, algo simplificados de sus usos como instrumentos técnicos de medición, pero que no mellan su alcance conceptual.
- Valor Agregado Bruto a precios básicos: comprende: a) remuneración de los asalariados; b) remuneración de los cuentapropistas; c) márgenes de ganancia de las empresas de cualquier sector; d) el desgate de la maquinaria y edificios, vg: las amortizaciones; e) otros impuestos netos de subsidios a la producción.
- Producto Interno Bruto: comprende: a) Valor Agregado Bruto a precios básicos; b) Impuesto al Valor Agregado no deducible; c) impuesto a las importaciones; d) impuestos netos de subsidios a los productos.
Como se puede observar Valor Agregado Bruto (VAB) y Producto Interno Bruto (PIB) son lo mismo. En el Indec los diferencian con “precios básicos” por el tratamiento de los impuestos -particularmente el IVA- y los subsidios. De forma más general, en el lenguaje de los manuales digamos, los impuestos indirectos (el IVA) son excluidos del “PBI a costo de factor”, y sumados en el “PBI a precios de mercado”. Lo mismo para el Valor Agregado.
Al definir factor de producción a cualquier derecho establecido al nivel de un primer reparto del producto económico de la sociedad (tal el caso del salario y la ganancia), se ve que los impuestos indirectos, como el IVA e Ingresos Brutos, representan un servicio productivo. La empresa no puede producir ni funcionar sin pagarlos, y el hecho de que esto sea así a causa del Príncipe, no cambia en absoluto las cosas. A su vez, éstos no son más ficticios que algunos royalties que cubren situaciones de renta tales como las marcas registradas, fondos de comercio, etc. y los ‘servicios’ que estos remuneran no son, a su vez, más pseudo que los remunerados por los royalties mencionados.
Como, ex post, el Valor Agregado generado por el precio de venta es necesariamente igual a la suma de los costos monetarios de los factores de producción, podemos decir que lo que estos últimos ‘producen’ no es finalmente otra cosa que el Valor Agregado y que la remuneración del factor no es más que una parte de este Valor Agregado ganado por el propietario del factor considerado.
Hay que convenir que es una tara neoclásica la de considerar que los impuestos conllevan una “pérdida de bienestar”. Sin el Estado, sin el orden político y jurídico que proporciona y sostiene, nadie produciría desde clavos hasta pulido de uñas en la escala que es propia del capitalismo moderno. El aporte al Valor Agregado del Estado se lo contabiliza a partir de los salarios que paga. El IVA es la remuneración del factor productivo Estado. Si los salarios para producir zapatos suben el bienestar, ¿por qué pagar IVA lo disminuye? Puro prejuicio ideológico.
De la forma al fondo
Si PIB y VAB son lo mismo, ¿por qué a nadie se le ocurre pontificar que “hay que exportar con más producto bruto”? Porque ipso facto se avisparían de que están diciendo una macana. Se exporta un porcentaje del PIB o del VAB, por lo que la forma correcta, en todo caso, es abogar por exportar un mayor porcentaje de valor agregado.
Cuando se exportan las mieses de trigo se exporta Valor Agregado, que surge de sumar los salarios pagados a los operarios agrícolas, el costo del transporte, las amortizaciones, la ganancia de los agricultores, la renta de la tierra (que al final de la carrera resta de la ganancia de los agricultores) y los impuestos netos de subsidios. Lo mismo con la harina y con los fideos envasados. Los insumos utilizados en esas producciones no entran en la cuenta del VAB o PIB.
Lo más irónico en todo esto es que cuando uno exporta trigo en granos puede exportar más Valor Agregado que cuando exporta fideos envasados suntuosamente. Todo depende del precio (previo) de los salarios y la renta de la tierra. Para hacer la situación un tanto más ridícula, los que propugnan exportar “con más Valor Agregado” suelen preconizar la perentoria necesidad de ser más competitivos. Más competitivos significa: vender fideos más baratos que los proveedores establecidos en el mercado mundial del producto. Menos precio para más Valor Agregado.
Los detalles dan cuenta de lo afirmado acerca del trigo en granos con más Valor Agregado que fideos envasados. Para no poner en juego un ejemplo con números, intuitivamente se toma como punto de partida una situación donde se exporta granos. Los monstruos que impedían agregar valor son derrotados y logramos exportar fideos envasados. Ahora puede pasar que el mayor precio del kilo de fideos secos suntuosamente envasados (y de gran calidad, de acuerdo a lo manifestado por sibaritas reconocidos o influencers como se les dice ahora) que el del kilo de trigo cribado, se deba al packaging de la máquina para producirlo y los costos de mercadeo de esa marca de fideos que el mercado mundial de otra forma no conoce.
Si ese es el caso, el Valor Agregado que surge (grosso modo) de sumar salarios y ganancia o bien resulta igual que el del trigo en granos, o bien puede ser menor. Es verdad que se necesita más capital para producir fideos. Pero esa ganancia más voluminosa -en los hechos- deben provenir de una caída en los salarios, porque se nos exige ser competitivos. O sea, bajar los precios. La realidad –sin ilusiones– indica que hay que ser una paquidérmica multinacional para poner en el mercado mundial una nueva marca de fideos cara.
Pero vayamos más lejos para darle crédito al caso en que efectivamente el precio al que se logra vender en el mercado mundial aumenta el Valor Agregado, o sea la suma de salarios y ganancia. Si ese mayor precio proviene de mayores salarios y a su vez se está en una situación de superávit comercial (exportaciones mayores a importaciones) se está en presencia de una operación beneficiosa. El mayor precio logrado en el mundo hace que se venda menos. Pero, como el aumento de precios es mayor a la caída de la cantidad vendida, el país gana en los términos del intercambio (precios de las exportaciones / precios importaciones) y en el resultado comercial. ¿Y las ventas que perdió la empresa? Las absorbe el mercado interno por los mayores salarios. Trigo o robots dan lo mismo para alcanzar ese objetivo
Ahora, si ese mayor Valor Agregado lo genera una medida autoritaria como la que dio lugar al shock del petróleo, los enormes fondos que se disponen luego de que operó el aumento del barril de crudo van a parar a las bolsas de los países desarrollados. Irán a comprar acciones de las empresas que les venden a los mercados solventes, puesto que los príncipes ricos reinan sobre súbditos muy pobres que no pueden comprar nada, y entonces no tiene sentido invertir ahí.
Pares y nones
Difícilmente exista un producto de exportación de los países desarrollados que no contenga alguna que otra materia prima proveniente de la periferia. De última, algo esquemáticamente, se puede expresar que lo que se intercambia son productos industriales contra sus propias materias primas: chocolate contra cacao, jabón contra aceite, acero contra mineral de hierro, neumáticos contra caucho.
Como para cada dupla no hay más que una sola demanda en juego, hacer determinar una variación de los precios (más barato bien primario-más caro bien industrial) por una característica cualquiera de la demanda deviene en una proposición ininteligible. Bien visto, el caso no difiere en nada –para extremar la hipótesis y dejar claro el asunto- sí del conjunto del proceso se encarga una sola empresa. Por caso, una que cultiva los campos de cacao en Ghana y fabrica el chocolate en Bélgica u otra que extrae el aceite de palma en Indonesia y fabrica el jabón en Suecia, una tercera que extrae mineral de hierro en la India y funde acero en Alemania y una cuarta empresa que extrae caucho en Indonesia y fabrica neumáticos en Francia.
Debería quedar en claro que si la demanda es determinante para el precio, entonces se debería fijar la misma tasa de salarios a todo lo largo del proceso de fabricación desde el cacao hasta el chocolate, desde el aceite hasta el jabón, desde el mineral de hierro hasta el acero, desde el caucho hasta los neumáticos. ¿Por qué la misma hipotética empresa podría pagar –a calificación laboral igual, o teniendo en cuenta las diferentes calificaciones– 20, 30 o 40 veces más salario en el centro respecto de la periferia? No debería, y así sucede. ¿Por qué? Porque el salario es un precio político, establecido con antelación a todos los demás precios en cada nación. Fue fijado por el resultado de la disputa de las clases y sectores dentro de las fronteras nacionales, impulsadas por las más profundas creencias culturales ¿O por qué se supone que el gorilismo es tan persistente como el peronismo, casi 80 años después de irrumpir ese antagonismo –entonces innominado- en la historia nacional?
Lo cierto es que se vende barato lo que se exporta porque se es pobre y no se es pobre porque lo que se exporta se vende barato porque es un bien primario. El trigo no tiene la extraña propiedad de enriquecer a los norteamericanos y cagarle la vida a los argentinos.
Y si se quisiera fabricar los productos correctos se vería que rápidamente cuando se hacen en la periferia pierden valor ¿O porque se cree que los trajes de primera marca italianos fabricados en Milán cuestan 5.000 dólares y los mismos trajes fabricados en China no llegan a los 100 dólares? Y paralelos similares para las licuadoras y los autos eléctricos y así.
No hay sustituto ni atajos, ni comodidad para la lucha política en pos de la igualdad, de la integración social y geográfica de la nación, ni exportaciones con más valor agregado que no provengan de mayores salarios. Si hasta altura de los argumentos, se sospecha que la denuncia de reprimarización de las exportaciones está muy floja de papeles, es porque se está en el ajo.