El justificado barullo sobre la frase del Presidente contra CFK sirvió también para cubrir, por ejemplo, el insulto a Pichetto y la crítica a la vice Villarruel. Por qué un grupo de personalidades utiliza los agravios a la memoria de Ginés Gonzáles García para agregar más causales de juicio político.
Nadie puede tomar en serio al país que se perciba, según uno de los máximos voceros del empresariado, como la derivación del Titanic, aquel transatlántico suntuoso que tropezó en su primer viaje con un iceberg inesperado y constató, en medio del desastre, que no había botes salvavidas para todos (Daniel Funes de Rioja, presidente de la Unión Industrial Argentina, dixit a raíz del quebranto de gran parte de sus asociados). Con esa metáfora quiso calmar a los empresarios que por la recesión y las importaciones a mansalva dispuestas por el gobierno ven severamente comprometido su futuro; empresarios que seguramente no creyeron delicado recordarle al presidente de la UIA que el diseñador del Titanic, Thomas Andrews Jr., falleció durante el naufragio, junto a varios millonarios que iban a bordo como Benjamín Guggenhein y su amante, o John Jacob Astor IV.
¿Cómo tomar en serio al país donde ceden la tribuna, durante el tradicional “Coloquio IDEA 2024” (ciclo con seis décadas de antigüedad) a Federico Sturzenegger, titular del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, para que exhiba su inveterada vocación helenística? “No nos pidan bajar impuestos porque si el gasto se mantiene igual, el impuesto a alguien se lo tengo que cobrar”, había dicho el ministro. Y ante la perplejidad de muchos de sus contertulios, tradujo: «Me están pidiendo: “Bajame a mí y subile a otro”. Ustedes tienen que pedir que bajemos el gasto, porque es un impuesto que cobramos a la sociedad. Destierren, tachen lo de pedir bajar impuestos, que es pedir privilegios para un sector; y aliéntennos en ese ejercicio de baja del gasto…» Hubo aplausos, por supuesto, coronando el sinceramiento ministerial respecto de la falta de políticas en su área más allá del ajuste perpetuo, y la intención de perfeccionar dicho ajuste a la sans-façon, de modo que el recorte convulsivo de gastos públicos resulte de propuestas elevadas por los empresarios allí reunidos.
En otro orden el ministro Sturzenegger, jugando con creciente entusiasmo el papel de pícaro lleno de humoradas, apeló a su ignota vocación helenística para referirse a la desregulación, no sin antes citar a Juan Bautista Alberdi, quien habría sentenciado “¿Qué les dice la riqueza a las leyes para reproducirse y acrecentarse? Les pide lo mismo que Diógenes le pedía a Alejandro Magno: no me hagas sombra, o sea déjate de embromar, no me rompas las pelotas.” Un chiste doblemente desafortunado, como se verá. Los participantes del Coloquio IDEA 2024 ensayaron risotadas y aplaudieron a rabiar, sin percatarse de que ellos (empresarios y altos ejecutivos) podrían simbolizar la versión contemporánea de la riqueza, al tiempo que las leyes podrían asimilarse al emperador (Alejandro Magno). El problema viene con la continuidad del cuento, porque allí no habría impedimento para sostener la analogía entre el Estado y Alejandro Magno, pero se requeriría que Diógenes estuviera podrido en guita, que fuera un cínico apócrifo y se paseara con harapos por las salas del Coloquio IDEA 2024, abandonando la vocación por la humildad en todos los órdenes, y la creencia de que hace falta despojarse de las tentaciones burguesas para lograr la independencia íntima y la verdadera libertad.
A su turno el presidente Javier Milei pronunció un largo discurso que no aportó novedades respecto de los anteriores, salvo cuando dijo algo que inmediatamente fue asociado con una de sus fuentes de inspiración determinantes, Carlos Menem. Como se recordará, la campaña del riojano giró entorno de las ideas de promover “el salariazo” y “la revolución productiva”, pero apenas llegado al poder quedaron archivadas para mejor oportunidad, y se implementó un profundo ciclo neoliberal ortodoxo. Después se atribuyó a Menem una suerte de confesión: “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, seguramente no me votaba nadie.” Con Milei no habrá necesidad de atribuirle confesiones por el estilo porque durante la campaña puso énfasis en varios puntos que a primera vista no parecían atractivos para el electorado común, y que llevados a la práctica resultaron tener destinatarios ajenos a “la casta”, incluidos muchísimos de quienes lo votaron. Y lo que dijo Milei en Mar del Plata vendría a ratificar lo anterior: “Era importante hacer el ajuste durante las vacaciones, para que la gente no se enterara tanto de lo que estaba ocurriendo.”
El país atraviesa momentos cotidianos de agitación enriquecidos por la incontinencia verbal de sus máximos dirigentes. Crecen las movilizaciones populares contra políticas libertarias que agravian, en el marco de la supuesta existencia de “curros” pavorosos, a los movimientos sociales, o a todo cuanto tenga que ver con los derechos humanos, o con la educación pública, o en materia de derechos laborales. La creciente reacción popular todavía no conmovió al gran caudal electoral que en la segunda vuelta puso a los hermanos Milei en la Casa Rosada, y la devaluación destemplada del principio y la inflación posterior parecieron, como si ellos fueran herméticos, asimilables por quienes esperaban todavía que La Libertad Avanza diera una batalla frontal contra “la casta”. Pero la batalla terminó antes de empezar, y algo más fuerte que la pólvora mojada se puso a debilitar tanto entusiasmo: los cuadros tarifarios para arriba, la persistencia inflacionaria y la totalidad de los indicadores económicos a la baja, la crueldad con los jubilados y el enfrentamiento con la educación pública, por más déficit fiscal cero no negociable que se quiera, preludiaron la gradual caída de la imagen positiva del gobierno libertario.
Entonces Milei lo hizo de nuevo. En un diálogo televisivo con un periodista amigable que jugaba correctamente su papel (revoloteando y carente de aguijones, como cualquiera de las moscas de Machado musicalizadas por Serrat, “que ni labráis como abejas, ni brilláis cual mariposas, pequeñitas, revoltosas”), Milei lo hizo de nuevo, y bien. Era un juego, y el presidente lanzó un reguero de improperios a diestra y siniestra, como de costumbre. Pero hubo un hiato en el diálogo porque el periodista comentó que “el gobierno parece querer polarizar con Cristina”, cuando ésta disputa una interna en el Partido Justicialista con Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, a lo cual Milei lanzó una réplica con palabras que sonaron inoportunas. Dijo: “No es un problema para mí, es un problema de la oposición. Es un problema de la oposición. Ahora, y también hay una parte de morbo, en que me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro.” Seguidamente, abrió grandes los ojos y miró fijo hacia un punto de fuga con seguridad vedado para el común de los mortales.
Lo había hecho de nuevo, y bien. Esas palabras provocaron la reacción de su principal destinataria, Cristina Fernández de Kirchner, reacción que contó inmediatamente con la aprobación de la virtual totalidad del peronismo, al margen de la interna, y con la de un amplio abanico de fuerzas políticas democráticas. Pero Milei lo había hecho de nuevo, y bien, porque el justificado barullo que esas palabras provocaron sirvió también para cubrir otros pasajes de la entrevista grabada en la Casa Rosada y difundida el domingo por la noche. Además de referirse al senador Miguel Ángel Pichetto, titular del bloque Encuentro Federal, de quien dijo que con su discurso negativo en torno del respaldo al veto de la Ley de Financiamiento de las Jubilaciones había brindado “la imagen repugnante, más rastrera y miserable de la política”, también tomó distancia de su vicepresidente Victoria Villarruel por haber reivindicado a la ex presidente María Estela Martínez de Perón, inaugurando un busto y una foto de en el Senado, y visitándola en España. Dijo Milei que no le parecía “razonable hacer una reivindicación de alguien que creó a la Triple A” y que durante su gobierno se firmó el “decreto de aniquilamiento, cuando en realidad las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad venían combatiendo a la guerrilla desde el año 69 con otros instrumentos”.
También Milei abordó la cuestión de la motosierra (que no parará jamás, según él) y de las universidades, verdaderas “vacas sagradas” que lejos de cerrarlas o desfinanciarlas, aseguró, su gobierno pretende auditarlas para que los políticos, como hicieron con los planes sociales, no roben los recursos a ellas asignados. Y así arrancó una semana aciaga para el oficialismo, debiendo asimilar las tensiones por el reciente reemplazo del renunciado secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo (ocupará su puesto María Tettamanti), a título de ejemplo, o el nombramiento de un nuevo vicecanciller (Eduardo Bustamante), o por la continuidad de la resistencia universitaria, o por las movilizaciones de los trabajadores de la AFIP en respuesta a los anuncios de disolver el organismo y convertirlo en una Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCO). Y como las reacciones del presidente Milei son inesperadas, hasta Mauricio Macri creyó necesario advertir: «A veces es demasiado frontal y violento para algunos, “los viejos meados” que creemos en otros tipos de formas. Pero la gente votó a alguien sabiendo que tenía una psicología especial.» Palabras que remiten sin solución de continuidad a cualquiera de las variantes del viejo refrán que dice: “Con amigos como vos, ¿para qué quiero enemigos?”
En esta situación parece que hay poco margen para internas e internismos. Y parece que si hay dudas respecto de la urgencia, basta con evocar una de las últimas intervenciones públicas del Presidente en el Tech Forum realizado en el Hotel Libertador, donde a raíz de la muy reciente muerte de quien fuera ministro de Salud durante la pandemia, Ginés García González, dijo: “En el día de ayer dejó este mundo ese ser siniestro que fue el impresentable y repugnante ministro de Salud que tuvimos, cómplice de la cuarentena cavernícola más grande de la historia, y que además fue el responsable junto al ex presidente Alberto Fernández de la muerte de 100.000 argentinos porque si Argentina hubiera hecho las cosas como un país mediocre, hubiera habido 30.000 muertos; sin embargo nosotros pasamos los 130.000. Por lo tanto digamos, a pesar de que murió y a la gente le gusta manifestar…Parece que los muertos se vuelven buenos, no, pero este era un hijo de remil puta y será recordado como un hijo de puta.”
En definitiva, no apagado todavía el eco de estas últimas declaraciones circuló un documento para recolectar adherentes a efectos de acompañar una presentación complementaria y ampliatoria del pedido de enjuiciamiento y remoción del presidente Milei por “mal desempeño y comisión de delitos en el ejercicio de la función pública”. Esta iniciativa, antes oportunamente presentada en el Congreso por Adolfo Perez Esquivel, Raúl Eugenio Zaffaroni, Carlos Rozanski, Eduardo Barcesat, Alberto Kornblihtt, Adrián Paenza, Alicia Castro, Atilio Alberto Borón, Cristina Banegas, Dora Barrancos, Francisco «Paco» Olveira, Héctor Recalde, Liliana Hendel, María Cristina Perceval, María Eva Koutsovitis y Taty Almeida, entre muchas otras destacadas personalidades, incorporaría ahora los nuevos adherentes. El primer punto de la presentación no casualmente se refiere al fallecimiento del Ginés González García, y reproduce lo que dijo Milei en el Tech Forum Argentina. Luego habla de las palabras presidenciales del 20 de octubre, respecto del ataúd para el kirchnerismo conteniendo también a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y asegura que “más allá de la lógica indignación y dolor que la observación de las imágenes presidenciales referidas produce en la ciudadanía, caben algunas breves reflexiones acerca de la implicancia de sus dichos”.
Según el documento, en el comportamiento de quien hoy es presidente de la Nación queda clara una demostración de la incitación a la violencia con la que se expresa desde hace años, y anima una larga lista de dichos y hechos que fueron alertando acerca de la personalidad y agresividad de Milei. Recuerda un episodio que data de 2018 en la ciudad de Metán, Provincia de Salta, donde agredió a una periodista durante una conferencia, episodio que arrojó como resultado que el magistrado interviniente resolviera: “Ordenar al señor Javier Gerardo Milei abstenerse de ejercer actos de violencia física o psíquica, como así también de proferir insultos, palabras agraviantes y realizar amenazas descalificantes contra la señora Teresita Frías.” También prohibió que Milei participara en calidad de disertante o panelista de cualquier charla o reunión pública que efectúen las organizaciones estatales y no estatales en la ciudad de San José de Metán, bajo apercibimiento de ley”. El magistrado ordenó además “pericias psicológicas de las que nunca se supo su contenido y resultado”.
También son numerosas las causales que motivan el pedido de juicio político que, dicho sea de paso, no es el único. Los dichos presidenciales, según los impulsores de la iniciativa, están prohibidos en las convenciones incorporadas en el art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, especialmente en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas (art. 20), así como en la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la mujer y Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer “Convención de Belem do Pará”. En igual sentido, violan entre otros, los arts. 211, 212 y 149 bis del código penal. También es destacable la pretensión de los impulsores de la iniciativa, que no es otra que “quienes legislan, determinen a lo largo del procedimiento previsto en la Constitución Nacional, si un individuo con el nivel de violencia explícito que evidencia Javier Milei, puede continuar en el cargo que desempeña”.