Alexandre Dézé, profesor en Montpellier: “La extrema derecha comparte la preocupación por la inmigración, la seguridad y el Islam”

Alexandre Dézé —profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Montpellier e investigador en el CEPEL (Centro de Estudios Políticos y Sociales)— traza un diagnóstico fino sobre la actualidad del partido de Marine Le Pen y su lugar en el sistema político francés. Experto en extrema derecha, partidos y comunicación política, Dézé describe cómo Agrupación Nacional ha mantenido una estructura ideológica coherente mientras actualizaba su envoltorio retórico.

Desde hace años, Francia convive con una extrema derecha que dejó de ser marginal para instalarse en el corazón del juego político. A fuerza de una estrategia de “normalización” cuidadosamente planificada, Marine Le Pen logró reconfigurar la imagen del viejo Frente Nacional —fundado por su padre, Jean-Marie Le Pen— sin alterar los núcleos duros de su programa: inmigración, inseguridad y rechazo al islam. La rebautizada Agrupación Nacional ha ganado legitimidad electoral y, en las últimas legislativas, se convirtió en la fuerza más votada. Sin embargo, su acceso al poder aún enfrenta el cerrojo simbólico del “frente republicano”. En esta charla con Y ahora qué?, Alexandre Dézé analiza la relación tensa que la extrema derecha francesa mantiene con el sistema republicano, su inserción en un fenómeno global de nacional‑soberanismo, y el carácter instrumental con el que otros partidos han retomado sus propuestas —con un resultado paradójico: cuanto más se mimetizan con la extrema derecha, más la fortalecen. 

–El Frente Nacional (FN) cambia de nombre en 2018: Agrupación Nacional (Rassemblement national, RN). ¿Se trata sólo de un cambio de etiqueta o hay algo más profundo que responde a una estrategia o base partidaria?

–Ambas cosas a la vez. Adoptar el nombre de Agrupación Nacional es un cambio simbólico importante. El Frente Nacional había sido creado en 1972 y se había impuesto en el juego político francés con ese nombre, muy identificable para la opinión pública. El cambio se inscribe en la estrategia de normalización instaurada por Marine Le Pen. Ella busca construir una ruptura visible con el pasado para mostrar que la Agrupación Nacional es un partido diferente. Si bien la nueva denominación es significativa, también refleja una continuidad política con el Frente Nacional.

–¿En qué sentido?

–El nombre Agrupación Nacional ya formaba parte de la historia del partido: había sido utilizado por el Frente Nacional en las elecciones legislativas de 1986, bajo el cual se presentaron sus candidatos. En definitiva, se trata de un cambio importante, pero que se inscribe en una forma de continuidad.

–Dentro de esa continuidad, ¿qué cambios se detectan en el plano económico, político y social?

–Hay que recordar que el Frente Nacional no esperó a convertirse en Agrupación Nacional para cambiar. En el ámbito económico, el partido defendía posiciones bastante liberales en la década de 1980, antes de dar un giro social en la década de 1990. Hoy en día, su programa económico se inspira cada vez más en la “política de la oferta” (es decir, favorable a las empresas) de Emmanuel Macron. Del mismo modo, Marine Le Pen ha hecho evolucionar las posiciones del partido sobre Europa. Ya no desea la salida del euro sino una reforma de las instituciones, la creación de una Alianza Europea de Naciones, soberanas en el ámbito social, fiscal e internacional, entre otros. Pero eso no es lo esencial, ya que lo que interesa a los votantes del RN no es esa parte del programa sino sus posiciones sobre la inmigración y la inseguridad. Y, desde ese punto de vista, el partido no ha cambiado, lo que le confiere una gran fuerza y una gran coherencia programática.

–¿Observa diferencias entre Jean-Marie Le Pen y Marine Le Pen según sus modelos de liderazgo, estilos o sensibilidad ideológica?

–Sí, hay diferencias notables. Jean-Marie Le Pen lideró el partido durante casi cuarenta años y sigue siendo percibido como negacionista y antisemita—lo cual, indudablemente, existió. En cambio, Marine Le Pen condenó explícitamente esas posiciones y puso distancia con el legado ideológico de su padre. El antisemitismo nunca formó parte explícitamente del programa del partido, pero su ilegitimidad se basó en estas controversias. El distanciamiento conflictivo con su propio padre le ha permitido reconstruir la imagen del partido. Además, como mujer joven, divorciada y «moderna», ha construido una nueva imagen del partido en los medios de comunicación. Ha creado la ilusión de una transformación, aunque el fondo del programa siga siendo esencialmente el mismo.

–¿Cuál es la relación de la extrema derecha con el sistema republicano francés?

–Es una relación que podríamos calificar de tensa. El FN/RN es un partido “antisistema”. Según la definición del politólogo italiano Giovanni Sartori, un partido que adhiere a las reglas de funcionamiento del sistema político en el que se desarrolla pero que no comparte sus valores. Por ejemplo, el FN/RN está muy presente en el Parlamento, lo que sería en el sistema argentino la Cámara de Diputados. Pero es uno de los pocos partidos en Francia que defiende un principio anticonstitucional, el de la “preferencia nacional”, que lleva 40 años siendo el eje central de su programa. Se trata de un principio anticonstitucional porque contradice los principios fundamentales que se recogen en el preámbulo de la Constitución. No se puede excluir a los extranjeros en situación regular del beneficio de la protección social. Esto es lo que pretende, en particular, el principio de preferencia nacional, que desea reservarla a los nacionales.

–¿En qué se diferencia Marine Le Pen de Emmanuel Macron, más allá de los principios económicos?

–Ella pertenece a la extrema derecha, lo que no es en absoluto el caso de Macron. Sin embargo, eso no ha impedido que el Gobierno se inspire en algunas propuestas de la Agrupación Nacional para su proyecto de ley sobre inmigración de 2023: restricción del derecho de suelo, endurecimiento del derecho de asilo, facilitación de la expulsión de los inmigrantes ilegales, pero también la introducción de un principio de “preferencia nacional” para las prestaciones sociales. La mayoría de los artículos relativos a estas medidas han sido censurados por el Consejo Constitucional. Sin embargo, varios miembros del gobierno, como el ministro del Interior, Bruno Retailleau, líder de Los Republicanos (LR, partido heredero de la derecha tradicional que hoy apenas alcanza el 5 % de los votos), siguen defendiendo ideas y promoviendo un discurso que viene directamente de la extrema derecha. Sin embargo, como ya han demostrado varios estudios en ciencia política, cuanto más integran los partidos tradicionales estas ideas, más beneficios electorales obtiene la extrema derecha.

–¿Se trata de un fenómeno específicamente francés o es parte de una ola global de nacional-soberanismo (como son el caso de Donald Trump, Victor Orban, Boris Johnson)?

–La extrema derecha no es un fenómeno aislado de Francia. Primero apareció con fuerza en países escandinavos, luego se consolidó en Francia, Italia, Bélgica, Austria… Desde los años 1980 y 1090, entre el 10 y 20 % del electorado ha apoyado partidos similares. En Italia, el Movimiento Social Italiano (MSI), partido neofascista de post-guerra, dio lugar a la Alianza Nacional (AN), que en 1993 participó de la coalición con Forza Italia (FI), de Silvio Berlusconi. También surgieron otros ejemplos, como el FPO (Partido de la Libertad) en Austria. Desde hace unas tres décadas, la extrema derecha forma parte del panorama político en Europa, compartiendo temas como la inmigración, la inseguridad y el islam.

–¿Cuáles son las dinámicas electorales que caracterizan al sistema francés en el caso de la extrema derecha?

–El RN no ha dejado de reforzarse electoralmente, hasta el punto de convertirse, desde este punto de vista, en el primer partido de Francia. Ha quedado a la cabeza en numerosas votaciones en los últimos años. Pero sigue estando aislado políticamente, debido en particular al “frente republicano”, es decir, al acuerdo más bien tácito entre los partidos políticos para impedir que el RN acceda al poder. Esto es lo que frenó su dinámica en las elecciones legislativas de 2024. Aunque se le atribuían más de 200 escaños en la Asamblea Nacional, solo obtuvo algo más de la mitad, lo que ya es mucho. No obstante, estas elecciones también marcaron un cambio importante. Hasta ahora, el partido de extrema derecha había logrado forjar algunas alianzas con la derecha a nivel local, pero nunca a nivel nacional. El año pasado, Eric Ciotti, antiguo líder de Los Republicanos, rompió con su partido y se acercó a Marine Le Pen, formando finalmente una alianza parlamentaria de 146 diputados. Esto lo convierte en un actor clave dentro del Parlamento. Sin embargo, muchos votantes siguen percibiendo al RN como un partido protestatario, sin experiencia gubernamental, ya que nunca ha gobernado ni las regiones ni los departamentos y prácticamente no tiene representación en el Senado. Esto sigue desacreditándolo.

–¿Quiénes son, desde un punto de vista electoral, los votantes del partido?

–El electorado del FN/RN ha cambiado con el tiempo y se ha diversificado. No existe un perfil tipo. Antes eran principalmente los hombres quienes votaban a este partido. Su discurso radical, tradicional y virilista era más rechazado por las mujeres. Hoy en día, son tantas las mujeres que lo apoyan como los hombres. Se trata de un electorado compuesto principalmente por obreros y asalariados, pero el partido también consigue captar a una proporción cada vez mayor de ejecutivos y funcionarios. A pesar de todo, el nivel de estudios sigue siendo una de las variables más predictivas del voto a este partido. Cuanto menor es el nivel de estudios, más probabilidades hay de votar al RN. La geografía del voto también es muy diversa. Los dos grandes bastiones del partido se encuentran en el norte y el sudeste de Francia. En el norte, el voto se concentra en una antigua zona industrializada (en particular, la cuenca minera) compuesta por un electorado mayoritariamente popular y precarizado. En el sur, este electorado precarizado se mezcla con un electorado más acomodado, compuesto por jubilados, categorías socio-profesionales superiores y autónomos (comerciantes, artesanos, profesiones liberales), pero también por repatriados de la Argelia francesa. 

–¿Y geográficamente?

–Lo que se observa es una progresiva ruralización del voto al FN/RN. El voto aumenta cuanto más se aleja del centro de las ciudades. Afecta a la población agrícola, pero también a aquellas personas que ya no disponen de los medios suficientes para vivir en la ciudad (gentrificación). Este sentimiento de degradación, a menudo reforzado por una sensación de abandono, también favorece el voto al FN/RN. Por ejemplo, tiende a ser más fuerte en los pueblos donde ya no hay servicios públicos ni comerciantes.

–¿Cómo influye la política internacional (Ucrania, conflicto israelo-palestino) en la percepción pública del partido? ¿Ha afectado a su legitimidad?

–Es difícil de medir, pero no tengo la impresión de que los vínculos (políticos, ideológicos y financieros) entre el RN y Rusia, que son muy conocidos, hayan afectado a la imagen del partido. Por ejemplo, Marine Le Pen volvió a recibir el apoyo oficial del Kremlin durante las elecciones legislativas de 2024. Y, sin embargo, los resultados del partido nunca han sido tan buenos. Lo mismo ocurre con el conflicto entre Israel y Palestina. En marzo de 2025, Jordan Bardella fue invitado a Israel por el gobierno de Benjamin Netanyahu. Bardella estrechó la mano de Benjamin Netanyahu e incluso visitó Yad Vashem, el instituto internacional para la memoria del Holocausto. Todo ello contribuye a borrar el estigma antisemita del partido. Después del 7 de octubre de 2023, la posición del RN es muy contraria a Palestina, contraria incluso a su reconocimiento como Estado. Y utiliza su condena de Hamas como un elemento más de su propia postura contra el islamismo, contra el terrorismo islámico. Pero es difícil evaluar las consecuencias de esta posición en la percepción del electorado del partido. Y para esto, sería importante determinar cómo el conflicto israelo-palestino pesa en el debate político francés. En Francia este debate está muy atravesado por la cuestión del avance del antisemitismo. Y hoy, por un fenómeno improbable de reversión o giro de estigmas, es la extrema izquierda que aparece como antisemita porque es pro-Palestina. No hay que omitir, además, que algunos referentes de esa extrema izquierda han emitido opiniones por demás ambiguas en relación al antisemitismo. 

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