Al tiempo que el presidente Javier Milei incrementa la intensidad de sus discursos de odio y su autopercepción mesiánica, importantes reacciones desde la política y desde otros ámbitos muestran síntomas de hartazgo.
Es recomendable no incurrir en la invención de falsas antinomias, ni utilizarlas en la confrontación política para manipular a la opinión pública y ganar adhesiones. Parece claro que alcanza y sobra con las que existen, aunque algunas novedosas debidas a temperamentos especialmente efusivos puedan resultar, además, tentadoras y de gran utilidad para desviar la mirada colectiva de los problemas de fondo y perfeccionar los mecanismos para la postración nacional.
Pero las falsas antinomias, parafraseando a Hamlet, también se inscriben en el devenir dialéctico de todo lo que existe entre el cielo y la tierra, y no dejan de ser interesantes y productivas, como cuando se asegura desde el poder que la Argentina da sus primeros pasos firmes e irreversibles hacia la prosperidad, conforme abandona definitivamente al populismo.
Esta falsa antinomia, que arranca de la contraposición de dos malentendidos, el devenir de la prosperidad de un país cuando abandona y desmantela su condición nacional y el populismo, algo difuso y con clara propensión al comunismo, recorre casi todo el discurso de quien ahora ocupa la Presidencia de la Nación, haciendo de los improperios, insultos y agravios su principal línea argumental.
Recientemente en Mendoza, durante una disertación en el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas, el presidente Milei se permitió gesticular al mejor estilo capocómico y hacer públicamente ademanes procaces que aludían a la masturbación. En esa ocasión exhibió su acostumbrado enojo volcánico por “los pifiadores seriales”, por los economistas que son Legión como el endemoniado bíblico y cuestionan no sólo la infalibilidad de sus medidas de gobierno sino también su capacidad de cálculo para diagnosticar los problemas preexistentes y los resultados a la vista.
Cada vez se extiende a un ámbito mayor lo que escribió el periodista Sebastián Lacunza en elDiarioAr.com: “Es difícil entusiasmarse con un Gobierno que apalea a jubilados para no aumentarles unos miles de pesos o manda a científicos a testear sus investigaciones en el mercado, mientras decreta fondos oscuros para la SIDE, y cuyo presidente, probado plagiador, usa tono erudito para arrojar cifras a las que llega con razonamientos primitivos (17.000%, 15 puntos del PBI, el más grande de la historia…)”
Por su parte Cristina Fernández de Kirchner había difundido en las redes un documento bajo el título “Es la economía bimonetaria, estúpido”, en el cual un jactancioso Javier Milei, cumplidos nueve meses de gobierno, debía asimilar que “una vez más y como siempre, la realidad se impone sobre las teorías extravagantes, los discursos incendiarios y las frases marketineras”. Además la ex presidenta y ex vicepresidenta agregaba que “el ultralibertario que en campaña prometía eliminar la intervención y el control del Estado sobre la vida de los argentinos hoy, en el gobierno, no sólo interviene y controla, sino que además decide tres de los cuatro precios fundamentales de la economía”, o sea, el precio del dólar a través de la tablita de crawling-peg del 2% mensual, el precio del dinero a través de una tasa de interés de referencia “ultra negativa” y el del trabajo, poniendo un tope a los acuerdos salariales; solamente liberó los precios de casi todos los bienes y servicios.
Desde el título del documento, una variación ad libitum de la frase nacida en el comité de campaña electoral de Bill Clinton en 1992 para enfrentar al presidente George H. W. Bush padre (the economy, stupid), queda claro que a Cristina le importa destacar tanto el eje de la cuestión, la economía, como la índole del presunto destinatario principal, la estupidez. Para Cristina Fernández de Kirchner “si a esta forma de administrar los cuatro precios de la economía le sumamos el ajuste fiscal de Milei –que es inconsistente e insostenible porque lo logra a partir del no pago de deudas exigibles para la administración central y del retiro del Estado de las funciones imprescindibles para la subsistencia misma del país como Nación–, se produce un combo letal. Luego el documento abre un abanico de críticas que van desde la severa inflación en el marco de una profunda recesión económica y el avance del narco en las barriadas populares donde se retira el Estado, hasta la represión a los jubilados y otras manifestaciones de descontento, así como también las dificultades del país para recaudar dólares ante el calendario de vencimientos a corto y mediano plazo.
Pero los motivos de preocupación del presidente Milei van por otros carriles, como la constatación de que a sus opositores “les duele que yo sea hoy uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra”, sitial que compartiría con Donald Trump. También lo distrae, como repitió la semana pasada en el III Encuentro de Foro de Madrid-Río de la Plata organizado con la Fundación Disenso y su amigo Santiago de Abascal, líder del partido de ultraderecha español Vox, estar haciendo “el mejor gobierno de la historia argentina”, pero sin lograr el reconocimiento merecido. En esa ocasión Milei volvió sobre uno de sus temas preferidos, el estar rodeado de críticos que en verdad son ratas, y chapaleando en las pantanosas aguas autorrefenciales se preguntó: “¿Qué visión puede tener una rata respecto de un gigante?”
Con cada intervención pública Milei perfecciona una suerte de cosmovisión imaginaria. La que otrora fuera “la casta” parece menos elocuente ahora que el denominado “partido del Estado”, por ejemplo, donde hay políticos, contratistas, empresarios prebendarios, periodistas y medios de comunicación, sindicalistas corruptos, y administradores de la asistencia social de los más vulnerables convertidos en gerentes de la pobreza. Y a los artistas, que fueran oportuna y reiteradamente injuriados, agregó ahora a “los supuestos científicos e intelectuales, que creen tener una titulación académica que los vuelve seres superiores, y por ende todos tenemos que subsidiarles la vocación; si tan útiles creen que son sus investigaciones, los invito a salir al mercado, como cualquier hijo del vecino, y que investiguen y que publiquen un libro y vean si la gente se interesa o no, en lugar de esconderse canallescamente detrás de la fuerza coactiva del Estado”.
Y esto del final colmó la paciencia de Alberto Kornblihtt, un biólogo molecular egresado de la UBA, docente, miembro del directorio del Conicet, director del Instituto de Fisiología, Biología molecular y Neurociencia del Conicet-UBA, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU. (fundada por Abraham Lincoln), de la Academia Nacional de Ciencias de Francia (fundada por Jean-Baptiste Colbert), de la Academia Brasileña de Ciencias, de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina con sede en Córdoba (fundada por Domingo F. Sarmiento), y de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, entre otras instituciones. “Todos estos laureles los conseguí trabajando en el país –aseguró Kornblihtt–. No estudié ni trabajé en el extranjero (salvo por tres años de postdoctorado en Inglaterra) sino en instituciones públicas, desde la primaria hasta el doctorado. La producción científica reconocida es la hecha en Argentina, habiendo dirigido 21 tesis doctorales aquí.” El científico de renombre internacional reaccionó ante los últimos agravios de Milei y le respondió públicamente: “Se ha terminado el tiempo de la contemplación” –dijo, y agregó que Milei es un “bruto” y que “su brutalidad es el instrumento para imponer su programa de explotación y miseria”.
También le recordó a Milei algunos de los aportes de la ciencia financiada por el Estado en materia digital, en materia agraria con la producción de una variedad de trigo resistente a la sequía, en temas vinculados a la aeronavegación y agregó que sin su asistencia “el cáncer, que seguramente tendrá, lo mataría en un santiamén”. En este punto Kornblihtt agregó, a modo de conclusión: “Y puedo seguir, pero ya no hay nada que hacer con el bruto. Nos ha tomado como chivos expiatorios de los males que aquejan a nuestro pueblo. Tal como los nazis hicieron con los judíos, los gitanos, los homosexuales, los comunistas y los discapacitados, nos considera población sobrante y quiere eliminarnos del mapa, para lo cual debe convencer al resto de la población de que la culpa de sus penares es nuestra.”
En otro orden, Kornblihtt aseguró que mientras Milei reparte discursos de odio para justificar su plan económico “crece la pobreza, la indigencia, los jubilados son apaleados, se deja de comprar remedios para poder comer, los ricos son eximidos de impuestos a los bienes personales y la basura de Adorni explica que no hay que temerle a la represión”. Y con o sin temor a la represión, lo cierto fue que el miércoles 11 de septiembre el gobierno desplegó más de setecientos efectivos para dispersar a los jubilados que se movilizaron hacia el Congreso. Hubo palazos, gas pimienta y balas de goma, mientras en Diputados no se lograba rechazar el veto presidencial de la Ley para corregir la fórmula de movilidad de los más viejos, la cual hubiera implicado un aumento inmediato de sus haberes equivalente a tres kilogramos mensuales de carne picada.
Siempre Landaburu excelente. Un gran aporte al pensamiento