La discusión de los aranceles

Donald Trump toma la decisión de pelear por la hegemonía global de su país, que tambalea como una casilla de madera ocupada por termitas, apelando a una política arancelaria absurda, que imagina cambios instantáneos en la vida de miles de millones de personas, aceptados por todas, solo por el hecho de dificultar el acceso al mercado interno norteamericano. Enrique Martínez toma el tema y argentiniza la discusión.

Podríamos analizar cómo llegó la primera potencia mundial a la condición de abrumador deudor internacional y en esa tarea, podríamos exponer las debilidades del capitalismo cuando el poder financiero se independiza primero y comanda después las políticas productivas. 

Nos interesa hoy, sin embargo, algo más cercano a nuestro pago chico: el efecto de aquella política, mal interpretada, sobre nuestro endeble arsenal de propuestas productivas.

En un ámbito local donde también la cultura de las finanzas se ha instalado en el centro de la escena, se discute los aranceles de Trump dándole la jerarquía de política productiva. Se plantea todo como una equivalencia casi exacta al desarrollismo de Arturo Frondizi en 1958, que concretó un acuerdo con el FMI y promovió las inversiones externas para atender una demanda de mercado interna sólida y a la vez insatisfecha, que había dejado el peronismo, y utilizó como un elemento central aranceles de importación mayores al 100%, manera de seducir a los capitales por llegar.

Aún hoy, no queda claro el efecto de aquel programa.

Para mi visión, en verdad, constituyó el cimiento de un edificio neocolonial, en que filiales de corporaciones multinacionales se hicieron dueñas del abastecimiento local y cuyo giro de utilidades, regalías y servicios financieros al exterior terminó siendo la causa de nuestra insuficiencia crónica de divisas, la deuda externa creciente y la especulación financiera comiéndonos los huesos, como opción a la producción de bienes. 

Es decir: la protección arancelaria sin más, sirvió para que quienes dispusieron del capital, la tecnología, el conocimiento de los canales comerciales, se hicieran dueños de nuestros bolsillos.

Por la recíproca: la protección arancelaria es clave para el desarrollo nacional, pero debe ser acompañada de una adecuada disponibilidad de capital para los potenciales emprendedores locales; de la generación de ciencia y tecnología de modo intenso; de la construcción de infraestructura y sistemas de abastecimiento bien planificados. De lo contrario, un país periférico e inerme se convierte en un país dependiente, subordinado a las decisiones de corporaciones internacionales.

Como aclaración menor, pero necesaria, es evidente que la desprotección elegida por el absurdo gobierno de Javier Milei es autodestructiva. Esta decisión no entra siquiera en el radar de medidas que estamos analizando. 

¿Y a un país central como Estados Unidos le sirve el aumento de aranceles?

En el actual escenario mundial, claramente no. La emergente potencia industrial (China) aplicará políticas simétricas a las que Trump decidió, solo para ese país, a la vez que estimula el desarrollo de África y Asia, como acuerdo caso por caso e inexorablemente saldrá ganadora de una guerra comercial en los términos planteados.

La lógica imperial ciega que representa Trump deberá comprender, con el sufrimiento de millones de norteamericanos en medio, que a la hegemonía le debe suceder la cooperación. 

China aparece en la escena como una potencia tecnológica sin precedentes, con una población que tiene un ingreso per cápita mucho menor a la de sus grandes compradores y a la cual el gobierno chino le está dedicando un esfuerzo enorme de equiparación. Esa paradoja no tiene antecedentes en la historia mundial. Tampoco hay ejemplos de tan rápida utilización del conocimiento aplicado para beneficio colectivo.

Estados Unidos no tiene líderes que hayan mostrado capacidad de entender a quien los está superando. Eso es lo que debemos profundizar, como escenario global y sus efectos sobre Argentina.

Para empezar, necesitamos evitar los simplismos. Es suicida adherir a las políticas de Trump. Es doblemente suicida no tener política alguna, más que una pretendida eficiencia en la administración de nuestra condición neocolonial.

Se comenzará a recuperar el sentido de país independiente cuando hagamos carne que nos salvamos entre todos o no se salva nadie. Y eso vale para el país y para el mundo entero.

Un comentario sobre «La discusión de los aranceles»

  1. Los aranceles es una herramienta poderosa para el desarrollo productivo de un país.
    Deben ser aplicados con sumo cálculo de beneficio, pero en obviedad deberían ser muy bajos para materias primas e insumos con menor valor agregado en cadenas de amor y no disponibles en el país y aumentarlos muy prudentemente en los productos finales .

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