Un fantasma recorre la Argentina: el de Alberto Fujimori. Que se convierta en realidad depende de si la sociedad le pone algún límite a la política represiva y autoritaria del Presidente.
Si no hubiera elecciones este año quizás el desgaste de Su Excelencia Javier Milei sería mayor, porque paradójicamente las elecciones podrían darle aire o interrumpir, vía polarización, el proceso de desencanto, que no es mayoritario pero avanza. Sin embargo la única verdad es la realidad, decían Hegel, Frigerio y Perón. Hay votación. Votaciones. El 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires y el 26 de octubre en todo el país.
Para que la cuestión no quede como un ataque de mandriles a Su Excelencia y al peruano modélico, Fujimori se enfrentó en 1990 para la presidencia de Perú con Mario Vargas Llosa, que ya era un señor de derechas. Ganó Fujimori y en 1992 se dio un autogolpe. Disolvió el Congreso e intervino el Poder Judicial.
En 1997 Vargas Llosa reveló que la nacionalidad peruana fue un fraude, y que la constancia la tenía la Marina de Guerra, informante del escritor. El candidato no había nacido en Perú, como manda la Constitución, sino en Japón. Según Vargas Llosa, los padres, inmigrantes de la isla de Kawachi, “le fraguaron la nacionalidad”.
Pero según el maravilloso escritor de “El sueño del celta”, y el soso ultraliberal que murió admirando a Milton Friedman, “el crimen mayor que ha cometido Fujimori no es haber nacido en Kawachi ni adulterado documentos públicos, sino haber destruido, confabulado con su consejero Vladimiro Montesinos y el general Nicolás Hermoza, un proceso democrático que desde 1980 había comenzado a integrar a civiles y militares”.
Montesinos, jefe del espionaje de Fujimori, habría sido el encargado de hacer desaparecer los papeles que ponían en duda la nacionalidad constitucionalmente necesaria para la candidatura.
Tras el autogolpe, Fujimori gobernó hasta el 2000. Fue reelegido en 1995 y en el 2000, pero huyó a Japón para evitar una sentencia por crímenes de lesa humanidad. Detenido en Chile en 2005, fue extraditado a Perú, donde la Justicia lo condenó a 25 años de prisión por graves violaciones a los derechos humanos. El entonces presidente Pedro Kuczynski lo indultó. Fujimori estaba dispuesto a participar de las elecciones de 2026, pero murió en 2024.
Si algún sabio de quienes lo rodean recomienda a Su Excelencia entablar una demanda, queda aclarado que esta nota no dice que el señor Presidente esté cometiendo crímenes de lesa humanidad. Ya hay bastante con los insultos, el reposteo de imágenes fraguadas, el escándalo $Libra, las amenazas al Congreso, el uso excesivo de los DNU de dudosa constitucionalidad como el 70/2023, la conversión de los jubilados en un blanco para demostrar que el superávit fiscal es un principio supremo, el desmonte de la salud, el desamparo a los discapacitados y la liquidación de la obra pública.
La fujimorización no es ni siquiera un pronóstico. Estas Fuerzas Armadas no tienen ni el peso estatal ni la intención de intervención política de las peruanas de 1992. Tampoco se parecen a las de Brasil, que en 2022 tramaron un golpe contra Lula y el asesinato del presidente que asumiría el 1° de enero de 2023.
Y aunque hay un antecedente finalmente fracasado, pero antecedente al fin, que es la captura del Capitolio por partidarios de Donald Trump, la fujimorización no deja de ser un fantasma. Una sombra que se alimenta de las convocatorias paraestatales a que unos tanques hagan explotar el Congreso y de los llamados a formar milicias. De paso, y apelando otra vez a Brasil, ¿Eduardo Bolsonaro les habrá contado a sus amigos argentinos cómo funcionan las milicias en Río de Janeiro?
La sombra surge también del maltrato a la sociedad por parte de Su Excelencia y de quien parece estar haciendo méritos para llevarle la manzana al maestro Javier: el ministro de Economía Luis Caputo.
Alias Toto, Caputo posteó en X tras la sanción de leyes reparatorias para jubilados y discapacitados en el Congreso: “El periodismo tradicional habla de la ‘derrota’ de ayer con frases como ‘Duro revés para el gobierno’, ‘Golpe autoinfligido’, ‘torpeza política’, etc. Permítanme disentir y decir que lo de ayer es lo mejor que pudo haber pasado”. Al final hay una frase más (“el equilibrio fiscal no se negocia”), tres banderitas argentinas y la sigla TMAP, que los libertarios inventaron para decir que Todo Marcha Acorde al Plan.
Esta edición de Y ahora qué abunda en análisis de la situación política y económica a cargo de Ricardo Auer, Guido Aschieri, Enrique Aschieri y Guillermo Lipis, que sigue investigando qué pasa con la salud pública mirada desde la tierra, no desde las abstracciones. Y vale la pena leer en detalle el artículo de Rafael Prieto. No desdeña los movimientos importantísimos producidos en los últimos tiempos a nivel de los gobernadores, que por primera vez se juntaron en el reclamo de fondos pasando por alto las diferencias políticas, ni la inestabilidad financiera que evidenció/produjo J.P.Morgan cuando tocó el clarín de retirada. Pero subraya la relevancia de prestarle atención rigurosa a una sociedad donde una porción no inferior al 40 por ciento aún sigue pendiente de que Su Excelencia la redima. Socialmente el mileísmo no es un fenómeno agotado.
Dentro de este cuadro inestable, la campaña nacional ya está lanzada. Primero, porque en todo el mundo desde hace por lo menos 20 años los presidentes viven en campaña permanente, en especial si no tienen mayoría parlamentaria propia. Y segundo porque ya están definidos los dos frentes que polarizarán, casi con seguridad, las elecciones bonaerenses: la Alianza La Libertad Avanza (o sea, ALLÁ), y el frente Fuerza Patria que une al peronismo de Axel Kicillof, al de Máximo Kirchner y al de Sergio Massa junto a una decena de aliados.
ALLÁ no dieron vueltas. Los libertarios pusieron el nombre y pondrán el color (violeta) mientras que el PRO de Cristian Ritondo y Diego Santilli hizo de Toto Caputo: manzana para la señorita Karina, que no transigió y no aceptó cambiar el nombre. Acá, en cambio, hay lista conjunta pero todavía la campaña es heterogénea, si es que no lo será, sin el “todavía”, hasta el mismo 7 de septiembre.
El 11 de julio amaneció con dos spots. Uno ya usa la denominación Fuerza Patria. Según pudo saber este medio es de realización brasileña, ámbito de relaciones de Massa, y no se priva ni de los típicos casquitos obreros. Una originalidad total. Es éste: https://www.instagram.com/reel/DL9_tpTMxjx/
El otro spot apunta a marcar el perfil del Movimiento Derecho al Futuro que lidera Kicillof. El primero de la serie está dedicado a la soberanía. Aparece, contrapuesto a ese concepto, Su Excelencia el señor Presidente. El spot consigue sintetizar fragmentos de discursos del gobernador y a la vez muestra su mejor costado: el de la relación con los chicos. Quien haya visto alguna escena sabrá que no es una situación impostada. Así como Kicillof aún no abandonó totalmente el estilo ramificado de la docencia universitaria (un periodista diría que tira pocos títulos), el mano a mano le sale fácil. Se puede ver en: https://www.instagram.com/reel/DL41Q1Usqi9/?igsh=MTMzYzAzczh2end4cg%3D%3D
Intendentes consultados para esta nota dijeron percibir que hay un cambio respecto del Gobierno en el tercer cordón del Gran Buenos Aires, el de los barrios más humildes. “Muchos son hijos o nietos de peronistas pero votaron a Milei en 2023, y hoy están con bronca porque la están pasando mal”, graficó un intendente. “Sienten que del Gobierno nacional los jodieron.”
–¿Y eso quiere decir que irán a votar, y que si van votarán al peronismo?
–No, nada es automático –fue la respuesta–. Pero estamos cerca, hablamos con ellos, sabemos qué les pasa y vamos a trabajar duro de acá a las elecciones.
ALLÁ está definido el proyecto: “kirchnerismo o libertad”. ¿Y acá? ¿Será “jubilados o Milei” y alguna disrupción llamativa?
Por favor, urgente una Lali que sacuda el avispero.