El general que no fue heroico

Desde Porto Alegre, Brasil.

Freire Gomes fue uno de los partícipes del golpe contra Lula mientras era jefe del Ejército, todavía con Bolsonaro de Presidente. Es cierto que reveló un encuentro durante el que Bolsonaro exhibió su plan golpista, pero lo hizo dentro de un acuerdo para que las Fuerzas Armadas no quedasen implicadas.

Los medios adoptaron la versión distraída del heroísmo de los militares, ahora elogiados como salvadores de la democracia.

Esta versión ridícula llegó a ser editorializada, y estandariza el enfoque sesgado de analistas y columnistas en televisión, periódicos, portales y redes sociales. Incluso, desafortunadamente, comparten ese enfoque algunos medios de comunicación contrahegemónicos.

En un editorial tan ridícula como una reunión de consorcio (Marx y Freire Gomes, 19/3), Folha de São Paulo invocó a Karl Marx para elogiar al general Marco Freire Gomes como uno de esos “grandes hombres, los genios, los héroes que hacen la historia».

Para este diario, que colaboró con la dictadura de 21 años instalada con el golpe de Estado del 31 de marzo de 1964, el ex comandante del Ejército “tuvo valentía y un papel decisivo en la preservación de la democracia en el país. La actuación es digna de quedar registrada en los futuros libros de historia”, señaló con orgullo. Freire Gomes reveló ante la Justicia que el entonces presidente Jair Bolsonaro lo reunió a él y a los jefes de la Aeronáutica y la Marina para explicarles su plan golpista.

La postura editorial de Folha es sólo un síntoma del perjudicial acuerdo construido entre el gobierno de Lula, la Procuración y el Supremo Tribunal Federal con la conducción de las Fuerzas Armadas para delimitar la responsabilidad de los ataques a la democracia a Bolsonaro y a un puñado de oficiales desechables y, en consecuencia, preservar la institución militar.

El ministro de Defensa y portavoz de los cuarteles, Múcio Monteiro, celebra el éxito de la estrategia de distracción: “ahora la sospecha tiene nombre”. 

Para consolidar esta versión salvacionista sobre los villanos uniformados que han transcurrido los últimos años acosando a la democracia, tanto los medios de comunicación como el Poder Judicial repiten el infame método lavajatista: una vez definido el objetivo estratégico de la “narrativa”, siguen el itinerario hasta alcanzar el objetivo.

Las declaraciones dadas por los ex comandantes Freire Gomes, del Ejército, y Baptista Júnior, de la Fuerza Aérea, son más bien acuerdos de culpabilidad combinados para corroborar los elementos que conducen a la versión de los hechos que se pretende oficializar. Muy fiel al estilo Lava Jato.

Las justificaciones de esos funcionarios no resisten ni siquiera el más mínimo escrutinio. Las contradicciones entre sus testimonios y la realidad deberían al menos ser tomadas en cuenta por el procurador y el Supremo Tribunal Federal, pero providencialmente son dejadas de lado.

Ni siquiera es necesario decir mucho sobre la implicación personal de los dos comandantes en la conspiración. Todo está abundantemente descrito y documentado.

El general Freire Gomes, por ejemplo, hoy considerado un legalista, mientras comandó el Ejército encabezó una institución comprometida con la mecánica del golpe, que fue una directriz institucional de la dirección de las tres Fuerzas.

Basta recordar que el general Freire Gomes, así como el almirante Almir Garnier y el brigadier Baptista Júnior, también se insubordinaron y abandonaron el puesto de mando del Ejército para no tener que saludar a quien había sido soberanamente elegido por el pueblo brasileño para ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas: el  Presidente Lula.

Y fue el general Freire Gomes quien, en su penúltimo día al frente del Ejército, el 29 de diciembre de 2022, impidió que el campamento de la familia militar con otros delincuentes en el Cuartel General del Ejército fuera desmantelado, para dejar la bomba armada que explotó el 8 de enero de 2023.

La versión del heroísmo del general es una ilusión que falsifica la historia.

El autoengaño oficial sobre los acontecimientos ofende el derecho del pueblo brasileño a la memoria, la verdad y la justicia, y mantiene a la débil democracia brasileña en una amenaza permanente de repetidos golpes de estado y rupturas institucionales por parte de los mismos actores de siempre.

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