El largo adiós de Evo

Morales no tiene mucho tiempo para disponer de una sigla bajo cuyo paraguas pueda ir a las elecciones, pero tiene aún menos posibilidades de ser habilitado. Una crónica sobre Caín y Abel.

Hace días que llueve sobre La Paz. Varios ríos de los 364 que cruzan la urbe se han desbordado y varios barrios se anegaron. Incluso hay viviendas que se han desplomado sobre una urbanización. Pero en medio de la precipitación pluvial en la calle Casimiro Corrales un nutrido grupo de personas pasean bailando un zapato marrón. Es el “calzado de la victoria”. Pertenecería al diputado Rolando Cuellar, quien hace algunas horas comandó el operativo de los seguidores del presidente Luis Arce para la toma de la sede nacional del Movimiento al Socialismo de la calle Corrales.

Retomado el local, los seguidos de Evo Morales enarbolan el zapato-trofeo mientras con evidente exageración el parlamentario muestra una herida en uno de sus dedos señalando que por ella ha perdido “cinco litros de sangre”.

En tiempos normales la declaración, el zapato y otras deliciosas anécdotas serían objeto de burla, pero ahora son metáforas de la tragedia del que fuera el partido más grande de la historia de Bolivia. En medio de las nubes se ven claramente los rostros de Caìn y Abel. Solo el primero sonríe.

El 2009 Emilio Rodríguez Pari, de profesión agrónomo, fundó el Frente Para la Victoria (FPV), un partido que participó en distintas elecciones con candidatos variopintos. Ahora está en el tire y afloje para ver si el evismo lo usa como sigla para ir a las elecciones de agosto.

Cuando hace algunas semanas Evo pidió a sus militantes renunciar al MAS no tomó en cuenta dos aspectos: 1) Del millón de militantes sólo renunciarían unos pocos miles, 2) el Frente para la Victoria buscaría imponer su cuota de poder, es decir su cupo de senadores y diputados. Todo ello ha desencadenado que el exmandatario ordene a los suyos no inscribirse todavía en el FPV.

El Tribunal Supremo Electoral también ha aceptado una denuncia en contra de la sigla pues en las últimas elecciones no obtuvo el 3 % necesario para seguir siendo legal.

Morales no tiene mucho tiempo para disponer de una sigla bajo cuyo paraguas pueda ir a las elecciones, pero tiene aún menos posibilidades de ser habilitado. Sus estrategas piensan en una jugada judicial: si Evo es inhabilitado también por el Tribunal Supremo Electoral, presentarían un amparo constitucional a un juez en el Chapare que ordene su participación.

Si esto ocurre las elecciones podrían postergarse incluso hasta 3 años, pues el caso debería ser tratado primero por el Tribunal Constitucional Departamental (en este caso Cochabamba) y finalmente con Tribunal Constitucional Plurinacional, el mismo que ya lo ha inhabilitado en el pasado.

Pero con el dólar que fluctúa entre 14 y 15 bolivianos y con colas para cargar gasolina de hasta 16 horas, es difícil que el gobierno de Luis Arce pueda sostenerse tres años más.

Ahí viene la otra parte del plan evista: forzar la renuncia de Arce y de David Choquehuanca y encumbrar en la presidencia al actual presidente del senado Andrónico Rodríguez, que de esta manera ya no podría ser el candidato de la izquierda boliviana. Evo siente que se le abrirían de nuevo las puertas.

Todo esto el oficialismo lo sabe, y prepara su propia movida de fichas en el ajedrez político.

Como se ve el adiós de Evo Morales es largo, tal vez demasiado frente a lo que esperaban sus enemigos.

Mientras tanto la derecha continúa con su plan de unidad para lo que convocará a una encuesta nacional a ver quién sería el mejor candidato. La disputa se reduciría a Samuel Doria Medina (empresario, ex ministro de Jaime Paz y candidato a la vicepresidencia por la fallida fórmula de Jeanine Añez) y Jorge Tuto Quiroga (expresidente de la por entonces República y posteriormente presidente de ella).

Ambos son neoliberales. Sin embargo, hay diferencias de matices: Doria Medina es un socialdemócrata (de hecho es vicepresidente de la internacional de esa línea) y Quiroga es de una derecha ligada a la dictadura de Hugo Banzer. Pero a la hora de la hora ambos prometen lo mismo: privatizar las empresas públicas y traer inversión extranjera.

Es difícil que se unan pero …

Mientras tanto también es difícil la unidad en el masismo, a menos que, al entender del analista Andrés Portillo, Evo Morales y Luis Arce coincidieran en que Andrónico Rodríguez es la garantía de que podrán seguir en el país sin ser perseguidos políticos. La frase del actual presidente del Senado (“si la derecha gana iremos presos”) es muy lúcida. Ya lo dijo Walter Benjamin: “Si el enemigo vence, ni siquiera los muertos estarán seguros”.

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