Milei relacionó la capacidad adquisitiva de los salarios con la muerte. Por algo será. Felipe Solá y su definición sobre el ministro Caputo: “Es el verdugo”. Qué es el hambre para cada persona. Los comedores sin alimentos y los galpones oficiales llenos, con alimentos que no se entregan. Scioli, el tránsfuga que quiere jibarizar los Juegos Evita.
Quedará para el doctor Sigmund (Austria, 1856-Londres, 1939) reencarnarse y analizar los dichos de Su Excelencia el Presidente, pero nada impide describir los discursos y los hechos. Fue el propio Javier Milei quien estableció la relación entre el sueldo que no alcanza y la muerte. Su Excelencia viene repitiendo que los salarios le están ganando a la inflación con su estilo habitual: si hay que inventar un fantasma, bienvenida sea la cifra, en este caso el número de la supuesta hiperinflación del 17 mil por ciento que, se supone, evitó. Pero si hay que hacer propaganda, las frases de Su Excelencia carecen de números. Raro en un economista. No tanto en un publicitario/Presidente. El punto es que un día los periodistas lo consultaron sobre la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. “Si la gente no llegara a fin de mes estaría muerta”, dijo Su Excelencia. Interesante. Aunque él no haya explicado el vínculo entre una cosa y otra, dejó la puerta abierta para hacer preguntas. ¿O sea que la muerte es una probabilidad de quienes no llegan a fin de mes? ¿Hasta qué porcentaje llega esa probabilidad en caso de que efectivamente alguien no pueda completar sus necesidades básicas? Y esas necesidades, ¿cuáles serían según el criterio de Su Excelencia? ¿O el principio de que el Estado es criminal por naturaleza excluye esos cálculos? La muerte, eventualmente, ¿podría suceder por hambre? En ese caso, habría que discutir los conceptos, porque el derecho a la soberanía alimentaria no sólo se basa en comer sino en la nutrición de calidad. Lo recordó aquí mismo Marisa Graham, la defensora de las infancias que eligió el Congreso y sigue en funciones. El Gobierno no informa sobre la calidad de la nutrición promedio de argentinas y argentinos. Tampoco hay información sobre el menú, las calorías, las proteínas y los minerales de los sectores vulnerados de la población. Sin embargo, aunque Su Excelencia, la ministra de Capital Humano Sandra Pettovello y el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, no incluyan el tema en sus declaraciones, el testimonio en los comedores comunitarios es que cada vez más gente se acerca porque ese alimento que recibe es el único del día. En 2002, Lula hizo campaña electoral en Brasil prometiendo que los brasileños tendrían tres comidas diarias, y no una sola o dos como hasta ese momento. Ganó las elecciones, asumió el 1ª de enero de 2003, lo cumplió y fue reelegido en 2006 para un nuevo mandato. En 2019 Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner dijeron que combatir el hambre sería su prioridad. El entonces Presidente incluso armó una mesa, que muy pronto se diluyó. Conviene releer El hambre, un gran libro de Martín Caparrós. Desde su misma presentación queda planteado el problema central: “Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, más presente en nuestras vidas que el hambre y, al mismo tiempo, para muchos de nosotros, nada más lejano que el hambre verdadera”. Agrega Caparrós: “Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en –digamos– ocho horas, en ese lapso se habrán nuerto de hambre unas ocho mil personas. Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado. O sea que, probablemente, usted prefiera no leer este libro. Quizás yo haría lo msmo. Es mejor, en general, no saber quiénes son, ni cómo ni por qué. (Pero usted sí leyó este breve párrafo en medio minuto; sepa que en ese tiempo sólo se murieron de hambre entre ocho y diez personas en el mundo, y respire aliviado”. Los alimentos guardados en depósitos oficiales a la espera de una supuesta auditoría mientras en los comedores faltan insumos, podrían formar parte de un nuevo capítulo si el tocayo Caparrós reedita su libro.
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En un reportaje que concedió el jueves 30 de mayo al programa QR, el ex gobernador y ex canciller Felipe Solá dijo que la política de Su Excelencia tiene un alto componente de crueldad. No sólo habló de Milei. Al mencionar al ministro de Economía, Luis Caputo, lo describió así: “A Caputo le tienen que poner la capucha porque es el verdugo. Lo único que sabe que sabe es cortar, cortar y cortar. Le tienen que agarrar la mano para que no baje el hacha. Si no corta y le importa un rábano de todo. Y eso le parece a Milei extraordinario, un Premio Nobel, lo que fuera…”.
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La palabra “tránsfuga”, según la Real Academia Española, tiene una acepción que es la siguiente: “Persona que abandona una organización política, empresarial o de otro género, para pasarse a otra generalmente contraria”. No es un insulto sino una descripción, y le cabe perfectamente al secretario de Deportes y Turismo de Su Excelencia. En 1993, cuando Carlos Menem le propuso entrar a la política desde el deporte y ser candidato a diputado nacional, dos peronistas le dieron un curso rápido. Uno le enseñó la Marcha peronista, versión Hugo del Carril. Y se la tomaba para estar seguro de que la aprendiera. Otro le enseñó en un día palabras del peronismo y frases de Juan Perón. Después el tránsfuga hizo su camino que lo paseó por el menemismo, el duhaldismo, el kirchnerismo, la vicepresidencia, la gobernación de la provincia de Buenos Aires, la candidatura a la Presidencia en 2015, la embajada en Brasil en 2019, el área de Industria por un instante, la vuelta a la embajada y, tras la derrota de Unión por la Patria, la Secretaría de Deportes de Su Excelencia, bajo la batuta de su amigo Guillermo Francos. Una de sus últimas expresiones consistió en decir que Su Excelencia merece el Premio Nobel de Economía. Error por ignorancia, más allá del contenido. Según precisó el ex director del Banco Central Arnaldo Bocco, el Nobel de Economía no se entrega por haber ejercido una determinada gestión pública sino por una contribución teórica. O sea que Su Excelencia pudo haber sido candidato al Nobel antes de la Presidencia, cuando desplegaba sus bastos conocimientos en la tele, pero no podría serlo por el plan que está aplicando. No es un tema de contenido sino de protocolo del Nobel. Scioli no sólo puso todo su entusiasmo en el elogio. También se mimetizó en la pasión por el recorte de fondos y la batalla por los cambios de nombre. Como en 1955, con la Libertadora, cuando un decreto prohibió hasta nombrar a Eva Perón y a Juan Perón, su equipo de Deportes, donde revista el ex intendente de La Plata Julio Garro, impulsó el cambio de denominación. Los Juegos Evita pasarían a llamarse “Juegos Deportivos Nacionales”. No era todo. También propuso achicarlos en disciplinas, en cantidad de deportistas inscriptos, en un parate para jubilados y discapacitados y en el corte de fondos para que las provincias puedan estimular la participación, porque no podrían solventar estadía y gastos de viaje, que por otra parte nunca fueron lujuriosos. La reacción fue tan fuerte en las provincias, sobre todo la de Buenos Aires, donde el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque, hasta participó de los Juegos en 1991, y tan fuerte en los clubes de todo el país, que el ala transfuguista frenó la embestida y comenzó a negociar. Es verdad que la popularidad de Su Excelencia sigue firme en las encuestas, en especial por el componente de esperanza, que como bien se sabe es lo último que se pierde, pero sería necio miniminizar cada retroceso del Gobierno. Sería irreal dejar de ver que se debe a un fenómeno tan sencillo como despreciado: el suicidio colectivo tiene sus límites, y en buena medida esos límites se nutren de valores de justicia social que de ningún modo se evaporaron del todo.