El modelo peruano de los libertarios, un país donde muchos no tienen heladera

La supuesta «seriedad macroeconómica» en Perú, que suele proponer como modelo Luis Caputo, ha llevado a un aumento significativo de la pobreza y la informalidad, contrastando con la narrativa promovida por los libertarios argentinos. El gobierno encabezado por el hermano de la Karina se enfrasca en ignorar y distorsionar datos para justificar políticas de austeridad que perjudican a la población, particularmente a los jubilados y trabajadores.

Los olvidos lucen estar en la orden del día de las penas argentinas. Puestos al sol, los verosímiles indicios de las traiciones de la memoria sugieren que éstas no son inocuas. Las que aguardan agazapadas bajo el poncho, tampoco.

Es notable: los libertarios recalcan que la buena performance del Perú en materia inflacionaria es para envidiar. Los libertarios a la violeta no tienen dudas acerca de que el modelo de seriedad macroeconómica peruana debe ser imitado para que las épocas de alta inflación devengan en un ingrato recuerdo. Un pasado ominoso que no volverá. Para que aquí se reproduzca la experiencia incaica, habría que imitar el compromiso de esa clase dirigente que estableció como innegociable la independencia del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Desde 2006 ejerce la presidencia de esa institución Julio Velarde Flores. En octubre de 2021 fue ratificado para continuar presidiendo el Directorio del BCRP por un cuarto período consecutivo, hasta el 2026.

Algunos datos de la vida cotidiana de los peruanos que los libertarios –quizás movidos por su afán en pos de la seriedad macroeconómica- pasan de largo o se olvidan de poner sobre el tapete sugieren que “seriedad macroeconómica” es un eufemismo para evitar el poco y nada electoral objetivo de aumentar la población pobre y estabilizar la pobreza. Es que “no hay plata” para otra cosa. La gente y sus ambiciones son eminentemente inflacionarias.

En el Perú de estos días, el 42 por ciento de sus habitantes carece de heladera. Sí, de algo tan elemental que apenas falta en el 6 por ciento de los hogares argentinos. De acuerdo a cifras recientes del Banco Mundial “siete de cada 10 peruanos viven en situación de pobreza o en riesgo de caer en la pobreza. De esos siete, tres son pobres y cuatro tienen riesgo elevado de caer en la pobreza ante una enfermedad, un desastre de origen natural o por la pérdida de empleo (…) En los hogares pobres se gana menos de 120 dólares por mes, una cifra muy inferior a los 200 dólares para la canasta básica, es decir, para que los hogares peruanos satisfagan sus necesidades básicas (…). Tres de cada cuatro trabajadores son empleados informales y muy vulnerables ante las crisis”. Según el diario El Comercio de Lima, únicamente el 22 por ciento de los hogares pobres en Perú están equipados con heladera.

Perú tiene una población actual de 32 millones y medio de almas. La población crece a razón de 160 mil peruanos por año. Emigran 32.000 peruanos por año en promedio. Esta cifra hay que contextualizarla. El informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) peruano con los datos de la Superintendencia Nacional de Migraciones (SNM), estimó que entre 1990 y 2020, un total de 3.309.635 peruanos emigraron y se radicaron en el exterior. Como suele suceder con los flujos migratorios que se mueven por oleadas, hubo una en el primer semestre de 2023, en la que se estima (siempre de acuerdo a datos de la SNM) que emigraron para no volver 415.393 peruanos.

Encontrarles virtudes a esta “seriedad macroeconómica”, a la “independencia” del Banco Central de Reserva del Perú, es una hazaña poco común, muy propia de los libertarios a la violeta. El debate público y publicado no debería ignorar o deliberadamente olvidar estos datos de una penosa realidad que se nos propone como gran objetivo nacional.

La guerra cárdena

Las crónicas de la heroica guerra de los cárdenos contra el sucio trapo rojo dan fe de otras penas, otros olvidos. El lunes por la noche la fundación Faro -presidida por el ideólogo ultraderechista Agustín Laje- convocó a una cena en el Yacht Club de Puerto Madero, cuyo principal orador fue el hermano de la Karina.

Le precedieron en la palabra al primogénito obediente de la benjamina que manda (no confundir con Mauricio) varios conspicuos especímenes de la cáfila de libertarios a la violeta. Uno de ellos, el humorista Diego Recalde, jugó con las palabras y bromeó acerca de la UBA, resignificando la sigla como la “Unidad Básica Argentina”. Según el cómico se trata de un antro zurdo en el que a los desprevenidos alumnos “les meten en la cabeza el virus recurriendo a autores como Gramsci, Butler, Marx, Horkheimer y Simone de Beauvoir para que la sangre roja se vuelva más roja”. Drácula, de parabienes.

Se ve que Recalde ignora u olvidó que la izquierda no es un lugar cómodo para un buen número de egresados de ciencias sociales de la UBA. Ni siquiera esos egresados detentan una posición política sensata impulsora del desarrollo capitalista. Que históricamente estén atravesados por una franja morada, denuncia que son parte esencial del carácter afirmativo de la cultura para reproducir el subdesarrollo y justificar el derrape en el conservadurismo más impopular, conforme se ha materializado en el sentido común actual. Esto no exime de inopia a la clase dirigente. Nada más recuerda como andamos por casa. A la Karina lo que es de la Karina y a los claustros lo que es de los claustros.

Jacobo Timerman decía que su criatura el diario “La Opinión” era un diario porteño, para los porteños, por los porteños y que por eso era en lo cultural de izquierda, en lo político centrista y en la economía si-sale-seca-gano-yo-y-si-sale-cara-perdés-vos. O sea: liberal. Cincuenta y cuatro años después de la primera edición, y cuarenta y ocho de la última, entre las cosas que no se fueron de los cien barrios permanece esa congoja izquierdista porteña de esa “inmensa minoría” de los que sufren que el liberalismo que sienten en sus corazones se ejerza a cara descubierta y encima se denuncie la cultura woke. ¡Qué horror! Por cierto, la UBA no está en Dublín, no está en Dakar o en Yokohama. Es tan porteña como el bandoneón de Astor Piazzola.

La medida de la envidia

El ideólogo ultraderechista cárdeno, Agustín Laje, dedicó parte de su discurso a reseñar la “investigación de opinión pública” que llevaron a cabo en Faro, financiada con aportes que los empresarios hicieron a la fundación libertaria. “Allí medimos la envidia, el resentimiento, el respeto por las normas y leyes, los hábitos buenos como la higiene, el cuidado personal, el orden en el hogar, en el espacio laboral, la laboriosidad y después la ideología política”, consignó Laje. El alto objetivo analítico y estratégico que los animó dio sus frutos y “por sus frutos los conoceréis”: “El resultado es que los peores hábitos los tiene la gente de izquierda y los mejores la gente de derecha. Nosotros somos los que no tenemos envidia”. Lombroso diría que Laje no parece tan, pero tan pelotudo. Pero hasta Lombroso y sus infalibles perfiles antropológicos pueden fallar. Abstenerse de chistes fáciles de Lombroso con la lideresa cárdena. No hay que perder la elegancia, aunque haya ganas incontenibles.

Se observa de este relato que las manos limpias y las uñas pulidas son clave para emprender guerras sucias, ésas del tipo en que la “burra traidora” no quiere que nadie olvide su “justa causa”, particularmente cuando el sucio trapo rojo amenaza para flamear victorioso sobre la debacle y desazón de la familia argentina. Menos mal que están los libertarios para defendernos. Es irónico y paradójico que todos estos cárdenos son tan nativistas y defensores de la familia como ajenos a la descendencia que no tienen. Thor, Conan y demás miembros connotados de la primera jauría argentina no cuentan.

El hermano de la Karina, en su discurso de cierre del noble ambigú de los acicalados, no se privó de señalar -en consonancia con Recalde- que “esta gente son zombies. El partido del Estado lleva décadas de ventaja y de inocular parásitos. Son comunistas, como el enano soviético de Kicillof”.

En la diatriba del primogénito contra los opositores resonó esto: “Los que hoy tanto reclaman por las jubilaciones son los mismos que en su momento vetaron y decían que era una ley de quiebra del Estado. Y dejaron jubilaciones de 80 dólares, hoy arriba de 320 dólares, o sea se multiplicaron por cuatro. O había salarios de 300 dólares cuando hoy son de 1100 dólares. Y ahora vienen a decir que no se llega a fin de mes”.

Aunque sin estipular fechas es difícil que el pollo fume, con esos datos incompletos se puede aseverar que el hermano de la benjamina se olvidó olímpicamente de recordar que los precios también subieron en dólares de suerte tal de que los dólares del salario promedio de antes compraban dos canastas básicas totales y los de hoy no alanzan a una.

Lo mismo para las jubilaciones, si se incluye además –cosa que el hermano de la Karina también olvidó- todos los beneficios en materia de subsidios a los servicios públicos y lista de medicamentos gratis que el recio gobierno libertario cortó de raíz. ¡Superávit fiscal o muerte! ¡Viva la Patria!

Quizás se tenga un poco más de precisión sobre este curioso olvido presidencial de dolarizar los ingresos pero no los precios, considerando los resultados del nonato trabajo de la consultora ExQuanti, hechos con los micro datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), dados a conocer por el INDEC el viernes 1 de agosto.

El hermano de la Karina nos recuerda que a la fecha sacaron a 11 millones de argentinos de la pobreza. Se olvida de evidenciar que son 11 millones menos del pico del primer trimestre de 2024, generado por su política cuando llevaba cuatro meses al lado de la principal oficina de Balcarce 50.

ExQuanti con los citados microdatos refiere que la pobreza total en el primer trimestre de 2025 supera en 23,12 por ciento a la del último trimestre de 2017. Entonces, Macri había ganado las elecciones de medio término y frenado el gasto público. Siguió una crisis cambiaria y de deuda externa –generada por el obtuso manejo de la política económica de funcionarios como Toto Caputo y Federico Sturzenegger, que estaban en abierta contradicción entre sí- cuyos efectos deletéreos están muy lejos de haberse apaciguado. Martín Fierro en su vuelta payaba que “sepan que olvidar lo malo / también es tener memoria”. No aplica a este caso.

En el estudio de ExQuanti se estima que respecto del último trimestre de 2017 y el primero de 2025 los jubilados son 49,16 por ciento más pobres. También los trabajadores formales resultan 27,57 por ciento más pobres, los jóvenes, un 18,85 por ciento y adolescentes y los niños un 16,89 por ciento. En el primer trimestre de 2025 entre los jóvenes que concurren a la universidad el 21,62 por ciento es pobre. En el último trimestre de 2017 el 15,93 era pobre. De esto resulta que los estudiantes que son pobres en el primer trimestre de 2025 superan en 35,74 por ciento a los estudiantes pobres del primer trimestre de 2017.

Neoclásicos sin saberlo

La tentación a sospechar que la teoría neoclásica produce además de análisis económicos fulerones, amnesias selectivas no lo desmiente las filípicas que el hermano de la Karina les dedica de vez en cuando. Friedrich Hayek uno de los próceres de la escuela austriaca, despotricaba contra la formalización matemática muy de los neoclásicos.

Eso no era óbice como, para que de forma cualitativa -junto a sus discípulos- usara en gran forma la teoría marginalista del valor y la distribución. Esto es que los precios relativos, incluidos los factores de producción, están determinados por la oferta y la demanda y la importancia de los precios como mecanismo para la asignación de recursos. Que el dinero se rige por la oferta y la demanda y el gasto del Estado también. Y si no tienen precios –porque no los tienen- tratan de hacer como si lo tuvieron, sin ningún éxito a la vista, salvo el de convencer a todo el mundo que le encontraron el pelo al huevo. Resonante triunfo en el plano de la opinión pública. Aunque no todos los que acuden al análisis neoclásico son liberales o cárdenos, los liberales y los cárdenos son neoclásicos sin saberlo. En el caso de la hermano de la Karina, siempre en la senda de los sobre tonos, encima execrándolos.

El economista coreano Ha-Joon Chang anduvo conferenciando por estos pagos en marzo pasado. Tiene una audiencia global a partir del éxito de dos de sus ensayos: Pateando la escalera y 23 cosas que no te dicen del capitalismo, en los que le saca la careta a los países desarrollados que predican en la periferia el librecambio para esconder como los palanqueó el proteccionismo y las políticas industriales.

En una columna reciente de Chang en el Financial Times (25/0772025) titulada: “Cómo la enseñanza de la economía se convirtió en el Aeroflot de las ideas” el coreano sostiene que la economía neoclásica que es la que se enseña en las universidades le está fallando a los estudiantes al ignorar los mayores desafíos sociales, políticos y ecológicos que enfrenta el mundo hoy.

Describe Chang: “El predominio de la economía neoclásica en nuestros currículos universitarios ha creado un mundo donde se nos dice que no hay alternativa: solo ajustes técnicos a un sistema fundamentalmente justo, racional y eficiente. Pero esto es ficción. La economía actual se asemeja a la teología católica de la Europa medieval: una doctrina rígida custodiada por un sacerdocio moderno que afirma poseer la única verdad. Se rechaza a los disidentes. A quienes no son economistas se les dice que ‘piensen como economistas’ o que no piensen en absoluto. Esto no es educación. Es adoctrinamiento”.

“Las consecuencias de una mala enseñanza de la economía no se detienen en las puertas de la universidad. Se extienden al mundo. Conforman nuestras políticas, nuestros salarios y nuestro clima. La economía, tal como se ha practicado durante los últimos 40 años, ha sido perjudicial para muchas personas. Y, sin embargo, nuestro mundo no solo se niega a aprender de este daño, sino que parece decidido a repetirlo hasta la destrucción económica y ambiental”, consigna Chang con cierto regusto amargo.

En esos desangelados rasgos el economista coreano encuentra las razones de que “La economía neoclásica se ha convertido en el Aeroflot de las ideas. Un amigo recuerda que, tras pedir una comida vegetariana en un vuelo con la aerolínea soviética en la década de 1980, le dijeron: “No, no puedes. Todos son iguales en Aeroflot. Es una aerolínea socialista. No hay trato especial”. La misma lógica se aplica a los departamentos de economía actuales: eres libre de elegir, siempre que sea pollo neoclásico”.

La clase dirigente argentina parece no tener idea donde es que reside su enemigo íntimo. Grandes liderazgos, como por ejemplo el de Raúl Alfonsín, se perdieron en el tiempo y el espacio porque sus intelectuales orgánicos del área eran todos, y siguen siendo los que aún viven, obstinada y tercamente redomados neoclásicos. Los radicales y peronistas con sentido popular siguen sin enterarse de esta situación que tanto los perjudica.

No te olvides de mí, porque sé que te puedo estimular

Y se ve que esa preeminencia neoclásica urbi et orbi hace estragos en la memoria. El editor senior y columnista de la revista norteamericana Politico, Michael Schaffer, escribió (04/08/2025) acerca de que “La serie de despidos federales de Trump beneficia al menos a una actividad. La purga de empleados gubernamentales por parte de la Casa Blanca probablemente resultará en una ola de casos legales”. Los bufetes de abogados laboralistas, un rubro muy pequeño perdido entre los pliegues de la paquidérmica actividad legal de los Estados Unidos, están por hacer su histórico agosto.

Mordaz, Schaffer repara en que “No es un buen momento para buscar trabajo en Washington a medida que la administración de Donald Trump intensifica los despidos masivos de servidores públicos, a menos que seas un abogado que defiende a servidores públicos contra despidos masivos (…) En ese caso, el mercado laboral está al rojo vivo: las vacantes para abogados laborales han aumentado entre cuatro y cinco veces en comparación con el primer semestre de 2024”.

No es para menos. Se “ha proyectado una pérdida plurianual de 40.000 empleos, una quinta parte de los 200.000 puestos federales que actualmente se ubican dentro de los límites de Washington D.C.”, consigna Schaffer.

Noam Scheiber, columnista y editor de The New York Times el 03/08/2025 tituló su nota: “Se acabó el bull market para los economistas. Es una señal ominosa para la economía”. Explica Scheiber que “Durante décadas, obtener un doctorado en economía era un camino casi infalible hacia una carrera lucrativa. Incluso cuando quienes poseían títulos avanzados en historia, inglés o antropología tenían dificultades para encontrar un empleo remunerado. La popularidad de la economía como carrera de grado generó numerosas plazas docentes con permanencia, mientras que las agencias gubernamentales captaban a economistas con doctorado en gran cantidad. Quienes buscaban salarios aún mayores podían recurrir a empresas tecnológicas, Wall Street y consultoras, que elevaban el precio de los economistas como si fueran una criptomoneda a medida”.

Scheiber alerta que “Esos días de gloria parecen estar llegando a su fin. Las universidades y las organizaciones sin fines de lucro han reducido las contrataciones ante la disminución de los presupuestos estatales y los recortes en la financiación federal. Al mismo tiempo, la administración Trump ha despedido a economistas gubernamentales y congelado la contratación de nuevos (…) La disminución de las nóminas gubernamentales y la financiación federal para universidades y organizaciones sin fines de lucro es un problema grave, ya que sustentan entre el doble y el triple de empleos para graduados universitarios que para quienes no tienen título. En algunos casos, los trabajadores con doctorado están desplazando a otros con maestría o licenciatura”.

Qué gran ironía. Lo que ahora discuten en la justicia por los despidos se hizo políticamente viable por la prédica de los economistas que se olvidaron de Keynes a manos del más vulgar análisis neoclásico. Volvieron respetable la actual irracionalidad del POTUS 47 en este rubro, que los perjudica en vivo y en directo. Están tragando la peor dosis de su propia amarga medicina, la que empezaron a hacer correr a principio de los ’70, expresando que el keynesianismo estaba muerto, aunque estaba funcionando mejor que nunca.

John Maynard Keynes dio las razones por las cuales el déficit presupuestario podría ser utilizado para inyectar a la economía un poder de compra adicional y así aumentar el nivel de producto y el empleo.

Los reaccionarios sostienen que el déficit fiscal daña la economía a través de mayores tasas de interés y de mayores tasas de inflación. Aducen que la política fiscal tendrá un efecto mucho más atenuado del que suponen sus defensores, o incluso ningún efecto. Pero, si la adopción de las medidas fiscales adecuadas beneficiara a la economía, los gobiernos son incapaces de diseñar las medidas adecuadas o de implementarlas en el momento oportuno.

El paroxismo de esta negación de aumentar el gasto dice que si los gobiernos recortan los impuestos o aumentan el gasto, los consumidores aumentarán su ahorro (porque esperan impuestos más altos en el futuro) para compensar por completo el estímulo. Respaldan su teoría suponiendo que eso pasa y entonces lo mejor es bajar el gasto para estimular la economía.

Un disparate de los grandes, que en los Estados Unidos lo están sufriendo los otrora prósperos economistas que difunden esas estúpidas ideas. Acá, entre nosotros, la sufren los menos aventajados. Los profetas del gobierno cárdeno, empezando por el hermano de la Karina, han convencido a la sociedad civil y a buena parte de la clase política que el déficit fiscal es malo porque se emite dinero para financiarlo y ese aumento de la masa monetaria lleva a más inflación. No hay teoría sensata o buena teoría que respalde semejante estupidez.

La extraviada clase dirigente argentina prefiere volar en Aeroflot. La Argentina quiere dejar de ser una pasajera en tránsito perpetuo. Quiere dormir y estar despierta y sentirse mucho mejor. Para eso debe recordar –y no olvidar- que hay que estimular el gasto a marcha forzada.

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