La reunión del Papa Francisco y el presidente Javier Milei fue motivo de análisis y especulaciones. Hubo gestos de distensión, pero también maniobras publicitarias para torcer el sentido de la visita oficial, que no fue otro que la participación en la ceremonia de canonización de la primera santa argentina.
Hay quienes viven al acecho del menor acontecimiento, por contingente y coyuntural que sea, para desmontarse de creencias y valoraciones que demandan cierto compromiso y perseverancia intelectual. Si venían apreciando en el desempeño del Papa Francisco una impronta progresista en temas verdaderamente trascendentes, el abrazo que le prodigó a Milei el pasado domingo 11 de febrero durante la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, fue para ellos un severo llamado de atención. Al día siguiente, cuando recibió a Milei en audiencia privada durante ¡más de una hora!, la cuestión pasó a castaño oscuro, hasta convertirse rápidamente, para quienes aguardaban un motivo que habilitara cambios urgentes en su mapa político y sus correspondientes preferencias, en algo así como una claudicación de Francisco.
Al revisar con mayor detenimiento la visita presidencial al Vaticano, salta a la vista que Milei recibió gestos papales muy apreciados por cualquier político local tradicional. Por cualquier miembro de “la casta”, por decirlo así. Ruptura del protocolo para salir a su encuentro y abrazarlo, besos con gran parte de su comitiva, y la reunión a solas por un tiempo generoso darían cuenta de ello. Y darían cuenta de la metamorfosis definitiva de Francisco en el universo simbólico mileniano, que pasó de ser “la representación del maligno en la tierra” (en tiempos de campaña, y con las disculpas y aceptación mediantes) a ser “la persona más importante de toda la Argentina” en la actualidad. Y también hay que recordar, nobleza obliga, que cuando Francisco era para Milei la encarnación del maligno, Milei era para Francisco un émulo de una de las peores y nefastas personalidades políticas contemporáneas. Era un peligroso “Adolfito”.
Durante el encuentro a solas del Papa Francisco y el Presidente Milei, el lunes 12, posiblemente resonaran las palabras pronunciadas el día anterior por el Sumo Pontífice durante la ceremonia de canonización de Mama Antula. En esa ocasión la homilía de Francisco fue sobre el pasaje bíblico referido al leproso obligado a vivir fuera de la ciudad. Y dijo que al enfermo abandonado se le hiere aún más con el alejamiento y el rechazo que derivan del miedo al contagio, del prejuicio (pensar que si tiene una enfermedad tan horrible será porque Dios lo está castigando por alguna culpa) y de la falsa religiosidad, dado que en los tiempos a los que se refiere el Evangelio se consideraba que quien tocaba a un muerto se volvía impuro. Poco después Francisco prosiguió: “Hermanos, hermanas, no pensemos que son sólo cosas del pasado. ¡Cuántas personas que sufren encontramos en las aceras de nuestras ciudades! ¡Y cuántos miedos, prejuicios e incoherencias, aun entre los que creen y se profesan cristianos, contribuyen a herirlas aún más!”.
Posiblemente en el encuentro también resonaron las palabras de otros pasajes de la homilía pronunciada en ocasión de la canonización de Mama Antula, y se hayan tocado numerosos temas, pero siempre en el marco de dos concepciones del mundo divergentes: la solidaria, caritativa y universalista propia del cristianismo, y la visión basada en el individualismo metodológico, tributaria de la escuela económica austríaca.
Finalizado el encuentro a solas, circuló una versión interesada que daba cuenta de la bendición del Papa a la política económica que despliega el gobierno de Milei (versión atribuida al propio Milei, según algunas fuentes), y apareció entonces la rápida desmentida del Vaticano al respecto. Incluso cuando el velo de los vaticanólogos, a través del sistema de medios altamente concentrado, urdía tramas con hilos de duración y comparación de tratamientos dados a distintos presidentes y visitantes, hubo esfuerzos de parte del Vaticano para levantar semejante velo y poner a circular la intensa preocupación del Sumo Pontífice por el estado y futuro de los más vulnerables.
La presencia del presidente libertario en Italia despertó considerable interés periodístico. El lunes por la noche, luego del encuentro con el Papa, estuvo en el programa televisivo Quarta Reppublica, donde evocó una vez más la etapa de insultos y juicios lapidarios lanzados contra Francisco. Pero dijo entonces que “el Papa es el argentino más importante, es el líder de los católicos en el mundo” y que dada la entidad de la Iglesia en el mundo y en la Argentina “representa una institución muy importante sobre todo en un país como Argentina, que tiene tantas raíces católicas; en consecuencia, tuve que reconsiderar algunas posturas y, a partir de ese momento, comenzamos a construir un vínculo positivo”. Siempre pintoresco, durante la entrevista Milei se definió, aunque sin aportar mayores precisiones, como “un católico” que también “practica un poco el judaísmo”.
O sea que posiblemente mejore el trato, al menos en el plano de la comunicación pública, entre el presidente Javier Milei y su equipo, y el Papa Francisco. Pero hay puntos que siguen siendo inconciliables, como los referidos a ciertas problemáticas globales. Sobresale al respecto la cuestión referida al cambio climático. No hace mucho, en octubre de 2023, en el Sínodo de obispos el Papa difundió una exhortación apostólica que se incorpora, por su carácter, a la encíclica Laudato si de 2015. Se refiere al riesgo de que la humanidad destruya su hábitat de forma definitiva, y por lo tanto se destruya a sí misma. Esta advertencia sale al cruce, con fundamento científico, de los negacionistas que al estilo de los libertarios dan la espalda a lo que es a todas luces evidente. Y talar bosques sin regulación alguna, quitar impulso a la incorporación de energías alternativas o avanzar sobre los glaciares constituyen diferencias insalvables.