La erosión es un proceso lento. Muy lento. Pero indetenible. ¿También en política? Y si también es indetenible en política, ¿cuánto tardarán las rocas violetas en ser arena? El pronóstico exacto de tiempo resulta tan difícil como datar el día en que la erosión comenzó para Su Excelencia. Pero siempre hay catalizadores. Villarruel y Mondino, el daño de astillas del mismo palo. Y la impiedad exhibicionista con los discapacitados.
Como todo Presidente, Javier Milei dobló la apuesta tras las diferencias públicas de su vice Victoria Villarruel sobre el maltrato a los jubilados y la agresión a las personas con discapacidad. No bajó de “bruta” y “traidora”. Amante de las frases simplotas, la historia no es precisamente el fuerte de Su Excelencia. Si lo fuera, sabría dos cosas:
*Que, efectivamente, tener conflictos con un o una vice no tumba a un Presidente.
*Y que, a la vez, ningún Presidente se fortalece después de un conflicto con su vice.
Sin adjudicar culpas a unos o a otros, aunque las hayan tenido, basta con recordar qué sucedió con Fernando de la Rúa después del encontronazo con Carlos Chacho Álvarez en 2000, con Cristina Fernández de Kirchner luego del voto no positivo de Julio Cobos en 2008 y con Alberto Fernández mientras acumulaba fricciones con CFK durante cuatro años enteros, entre 2019 y 2023.
Acaso los conflictos entre Presidente y Vice sean un síntoma. Más allá de los factores personales y las disputas de poder, reflejan el agrietamiento de la alianza original que llevó a la fórmula al gobierno.
Y desde ese punto, cuando el choque queda expuesto, se abre una fisura que siempre es más seria que un ataque opositor, salvo cuando éste es masivo y articulado. Eso pasa porque el problema viene de adentro. El peor escenario.
No acusar el golpe, negar fragilidad y doblar la apuesta ya no es táctica sino estrategia en el caso de los libertarios.
Por eso en materia de elecciones 2025 Su Excelencia avaló al Jefe Karina y no al empleado estatal en negro Santiago Caputo. El asesor no reclama la correspondiente relación de dependencia a pesar de su demostrable continuidad, y tampoco denuncia la falta de aportes patronales, pero pide más espacio. En temas de estrategia hoy no lo tiene. Él quería negociar con los gobernadores y no enfrentarlos en sus provincias con listas de color violeta. Sería la forma, en su opinión, de garantizar un Congreso más friendly después del 26 de octubre. En cambio, el Jefe juega a todo o nada al 2027, no al 2025. Para la hermana de Su Excelencia y presidenta de La Libertad Avanza, el avance que se haga este año sería un escalón hacia las presidenciales.
Cualquiera podrá preguntarse cómo asegurará Su Excelencia la famosa gobernabilidad en sus últimos dos años. Cómo lo hará si antes provocó a los gobernadores que hasta ahora solían acompañar sus políticas más importantes, como la Ley Bases, o lo ayudaban a blindar sus vetos.
La respuesta no es sencilla, pero a 20 meses de gobierno de ultraderecha ya hay indicios que ofrece la historia reciente.
Lo más importante es la vocación autoritaria, demostrada en la práctica desde el primer momento con el megahípersuperdecreto 70 de 2023, verdadero programa y base real de sustento de los actos de gobierno de Su Excelencia.
Lo segundo es la represión estatal, porque no es cierto que Su Excelencia primero odia y después actúa. El odio se corporizó desde el primer día de Gobierno en medidas concretas. Milei no hizo más que ponerle melodía insultante a esa armonía arreglada por él mismo y por Guillermo Francos, Luis Caputo, Patricia Bullrich y Federico Sturzenegger.
Lo tercero es el exhibicionismo de la impiedad. Mensaje: un gobierno que arremete contra un lugar santo como el Garrahan está dispuesto a todo. Otro mensaje: un gobierno que quita atención a los discapacitados y castiga en la calle a sus familiares cuando protestan, no tiene límites. Peor: no quiere tenerlos. Más aún: su objetivo es mostrar que no los tiene.
A los 90 años un tal Súlim Granovsky, padre de un periodista de nombre Martín, se puso a investigar el genocidio armenio. Él nació en un conventillo de Barracas, entre judíos y tanos, en 1924. Su mamá, Paulina, le contaba de chico que en Odessa, cuando llegaban los días de pogrom, los armenios guardaban a los vecinos judíos en sus casas. Súlim, entonces, escribió un libro que publicó Ediciones Continente en 2014: “El genocidio silenciado. Holocausto del pueblo armenio”. Dijo que era una forma de agradecimiento a aquellos armenios solidarios. Y después siguió investigando hasta publicar, en 2016, también en Continente, “Los otros genocidios de Hitler”.
Los otros eran, luego de los judíos, los homosexuales, los Testigos de Jehová, los dirigentes políticos, los intelectuales y los gitanos. Y luego venían dos categorías: los que el nazismo llamaba “débiles mentales” y los discapacitados físicos.
Si algo tuvo el nazismo fue la obsesión por dotar al genocidio, y a cada uno de los genocidios particulares, de una justificación.
Escribe mi viejo que los discapacitados, para el nazismo, “eran un costo indeseado que entorpecía el sostenimiento de los recursos que demandaba la guerra, con el agravante de que sus trastornos no los habilitaban tampoco para los trabajos forzados en los campos de concentración”.
Este criterio incluía la muerte para los niños con secuelas de poliomielitis. Su destino era “la muerte por altas dosis de luminal o en las cámaras de gas”.
Otro párrafo: “Los adultos en sillas de ruedas, con bastones o muletas, no podían aspirar a tratamientos de rehabilitación ni a la internación en establecimientos para su recuperación parcial o total. La eutanasia resolvía el problema”. Es que, para el nazismo, “los discapacitados físicos eran improductivos, constituían una carga para los presupuestos estatales, ocupaban las camas de los hospitales y no tenía sentido alojarlos en un campo de concentración”.
El médico privado de Adolf Hitler, Theo Morell, “explicaba que 50 mil discapacitados le costaban al Estado unos 200 millones anuales”, y también justificaba vaciar los hogares para ancianos discapacitados y hacerlos parte de la solución final.
Aclaración para los penalistas de Su Excelencia: mi papá ya no vive (murió el 29 de enero de 2023, veinte días después de cumplir 99) y estas citas no responden a la certeza de que el actual gobierno esté siguiendo los pasos de Hitler. Simplemente resulta difícil encontrar en la historia –sin llegar a Esparta, claro– antecedentes concretos de un maltrato tan sistemático y despiadado a las personas con discapacidad y a sus familias.
Puntos débiles como la indignación provocada por la política hacia los discapacitados habilitan incluso vendettas de quienes fueron astillas del mismo palo. Igual que Villarruel, Diana Mondino no quedó muy conforme de su salida de la Cancillería. Y no porque estuviera sustancialmente en desacuerdo con Su Excelencia. Por ejemplo, era canciller cuando Milei anunció que la Argentina no se sumaría a los Brics ampliados, en rigor su primera movida diplomática.
Conviene mirar una y otra vez el diálogo, tan viralizado en estos días, de Mondino con el periodista británico-estadounidense Mehdi Raza Hasan, un progresista que la entrevistó para la cadena Al-Jazeera pero está muy ligado a los equipos de investigación del sitio The Intercept. Esos equipos fueron los que difundieron las filtraciones de la Justicia brasileña que terminaron demostrando las graves fallas, en el caso Lula, del juez Sergio Moro y el fiscal Deltan Dallagnol.
La parte más jugosa es ésta:
Hasan: ¿Cree que Javier Milei debería haber tuiteado un enlace a una criptomoneda?
Mondino: No, no debería haber tuiteado eso.
Hasan: ¿Por qué cree que lo hizo?
Mondino: Creo que alguien se lo contó. Pensó que era una buena idea.
Hasan: Alguien ganó dinero con esto. Doscientos cincuenta millones de dólares. Desaparecieron.
Mondino: Exactamente, exactamente. Así que hay dos posibilidades. O no es muy inteligente o es una especie de corrupto. Elija usted. No sé.
Hasan: Wow, es la primera vez esta noche que Diana Mondino dice: “Es corrupto o es estúpido”.
Mondino: No.
Hasan: Es lo que usted dijo.
Más tarde la vocera real de Su Excelencia, Lilia Lemoine, sugirió que Mondino estaba buscando una candidatura en Córdoba.
Es posible que sea cierto. Mondino viene de la Fundación Mediterránea y tiene excelente relación con Juan Schiaretti, el exgobernador de Córdoba que casi con seguridad será primer candidato a diputado nacional por Provincias Unidas, la nueva agrupación ligada a los gobernadores, entre ellos a Martín Llaryora.
Pero lo más interesante no es lo que dijo Lemoine sino lo que escribió en Letra P el siempre agudo Marcelo Falak. El comienzo: “Hay –había– tres tabúes en la Argentina de Javier Milei, de los que el Gobierno no habla y de los que, por diferentes vías, consiguió que tampoco hablara el Círculo Rojo Político: la corrupción, el estado emocional del Presidente y la relación con sus perros, y la propensión al pago de impuestos en un gabinete que sirve a un proyecto anarcocapitalista explícitamente elogioso de la evasión”.
Conclusión de Falak: “En una sorpresiva y sorprendente intervención mediática, la excanciller Diana Mondino liberó todos esos demonios en un solo movimiento”.
Tal vez el violeta sea (y siga siendo, vaya uno a saber) un color de moda. Pero cada vez brilla menos.
Muy buen arts.Redactado con conocimiento y estilo.En estos tiempos la honestidad escasea por estos lares.
Bienvenida una brisa fresca , siembra esperanzas en este lodazal.
Saludos
Cacho