La coalición de gobierno de Alemania enfrenta una política que la ha llevado a adelantar las elecciones del Parlamento para febrero del 2025. Esto se suma a la actual recesión económica, a las presiones por parte de los representantes de la Unión Europea y a la acechanza de la extrema derecha.
El pasado 6 de noviembre, apenas 24 horas después del triunfo de Donald Trump en las presidenciales de los Estados Unidos, los medios europeos se hicieron eco de la ruptura de la coalición semáforo que gobierna en Alemania desde septiembre del 2021. El canciller Olaf Scholz anunció el despido de su ahora ex ministro de Finanzas y líder del Partido Democrático Libre (FDP), Christian Lindner. Con la expulsión de la coalición gobernante de los amarillos, color con el cual se reconoce al FDP, Scholz queda ahora al mando de un gobierno de minoría parlamentaria, conformado por su fuerza, el Partido Socialdemócrata (SPD, Los rojos), y Die Grünen (Los Verdes).
Lo que sigue ahora en el calendario electoral alemán es en primer lugar el voto de confianza al cual debe someterse Scholz en el Bundestag (Parlamento), fijado para el próximo 16 de diciembre. Éste es un procedimiento establecido por la misma Constitución ante una situación de gobierno de minoría, a través del cual el gobierno solicita apoyo al Parlamento para aprobar el conjunto de sus políticas. Las medidas económicas están en el centro del debate. Es de esperarse que el líder del SDP no alcance los votos de la mayoría. Esto allana el camino para un adelanto de las elecciones, previstas originalmente para septiembre del 2025 (previa disolución del Parlamento. El presidente, Frank-Walter Steinmeier, es quien tiene la potestad de hacerlo. Esto generó un tira y afloje entre los partidos políticos respecto de las posibles fechas de elecciones anticipadas que involucró no solo a las tres fuerzas de la ahora ex coalición semáforo sino también al principal partido opositor, la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Ésta confluye en el Bundestag con la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) y se perfila como posible ganador según las últimas encuestas. El clima político alemán se tensa aún más si se considera la poca aprobación con que cuenta el mandato de Scholz y la recesión económica que aqueja al país desde hace años. Ejemplo de esto es Volkswagen, gigante automovilístico y corazón de la industria alemana, que planea cerrar por primera vez en su historia plantas en el país e impulsa recortes de sueldos. Todo esto ocurre en un contexto internacional signado por la escalada de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Finalmente, y luego de un acuerdo entre el SPD y la unión CDU/CSU, la fecha estipulada para el adelanto de las elecciones será el 23 de febrero del 2025. Todavía debe ser aún aprobada por el presidente alemán. Éstas son las primeras elecciones que se dan en la Unión Europea desde el retorno del republicano a la Casa Blanca. Si bien la unión de los cristianos encabeza la intención de votos hoy en día, el partido radical de derecha Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en inglés) le pisa los talones. Esta fuerza salió primera en las elecciones regionales de Sajonia y de Turingia de este año, superó el piso del treinta por ciento de votos y obtuvo un muy buen desempeño en las elecciones parlamentarias europeas de junio de este año. ¿Se romperá finalmente el cordón sanitario y se incluirá a un partido de ideología nacionalsocialista en una futura coalición de gobierno? Por ahora es difícil pensarlo, pero la realidad es que estas elecciones anticipadas en Alemania podrían marcar un rumbo de la política de la UE en un nuevo contexto internacional.
Endeudamiento
Si bien el enuncio del despido de Lindner de la cartera de Finanzas sorprendió a muchos, la realidad es que las tensiones entre el FDP y el SDP por un lado, y los Verdes por el otro, no es novedad para los alemanes quienes están acostumbrados además a las filtraciones de las peleas en el gobierno, siempre “filtradas” por los medios de comunicación locales. Las internas se evidenciaron a mitad de año en el marco del debate por el presupuesto del 2025, negociación que duró semanas debido a la impostura de los liberales conservadores que insistían en hacer cumplir las normas constitucionales. Estas normas rigen el déficit cero con el objetivo de apalancar la economía alemana. En tanto, las fuerzas de la actual coalición minoritaria mantenían una postura de flexibilización ante los límites a la deuda que establece la Constitución, sobre todo desde el inicio del conflicto en territorio ucraniano, y el encarecimiento de los hidrocarburos rusos.
Mientras que Lindner abogaba por una política económica de recorte de gastos, como la quita de subsidios y de ayuda social, la desregulación de las políticas verdes, y la reducción de impuestos a empresas, la coalición de Scholz proponía superar las restricciones al endeudamiento del país, ante la situación de “emergencia” derivada de la guerra. Lo que el gobierno necesitaba era suficiente capacidad de maniobra para la inversión y el financiamiento en la ayuda destinada a Ucrania, así como para el salvataje a puestos de empleo (en Volkswagen, sobre todo), subvención a los precios energéticos y el sostenimiento de las políticas ecológicas.
Fue importante el debate en torno al uso de los recursos. En el 2023 la coalición semáforo decidió redirigir los fondos “sobrantes” de un préstamo de 60 mil millones de euros otorgados por la UE cuyo objetivo principal era aplacar los efectos de la crisis del Covid-19. La misma Justicia alemana sentenció como inconstitucional la reutilización de mencionado excedente –el gobierno lo destinó a un fondo para proyectos verdes-. Fueron Lindner y su partido quienes criticaron desde adentro el incumplimiento de las normas del préstamo.
Internas
Hasta el martes 12 de noviembre cuando Scholz anunció el efectivo adelanto de las elecciones del Bundestag, la política alemana fue el escenario de roscas partidarias y hasta de un supuesto complot por parte de del FDP para hacer eclosionar definitivamente la coalición semáforo. El gobierno está en su peor momento desde que asumió, y es probable que Lindner haya tensado al máximo las ya débiles relaciones con los socialdemócratas y los verdes para retirarse de una coalición que acumula casi el 80% del descontento de la población sobre todo en materia económica. Para los liberales, es mejor no quedar pegado. El FDP no llegó al cinco por ciento necesario para ocupar escaños en el Parlamento. El líder de la CDU, Friedrich Merz, ha instado también al Canciller alemán a adelantar las elecciones ya que el clima de opinión y de intención de voto lo muestran como ganador. Por su parte, el AfD podría experimentar cierto repunte en apoyos después de la victoria de Trump. Se puede esperar cierto “empoderamiento” de los discursos extremistas a nivel internacional, y es una tendencia en auge en el propio continente europeo. Las presiones sobre Scholz para someterse al voto de confianza no provenían solo de la política local. Los representantes de la Unión Europea, en el marco de la Cumbre Política Europea que se celebró el 7 y 8 de noviembre en Budapest, expresaron su preocupación ante la situación alemana, e instaron al Canciller encontrar una solución pronta a la crisis política del país. Una Europa fuerte, necesita una Alemania también robusta: ni una, ni la otra.
La eterna dependencia
Un último comentario acerca de la situación actual de Alemania, en el nuevo contexto internacional. Alemania supo ser, por años, el motor económico e industrial de una Unión Europea en constante crecimiento y de apertura al mundo, y fue Angela Merkel, como líder de la CDU, quien comandó por 16 años consecutivos al país, y con ello, al bloque. En el último tiempo el apellido Merkel a resonado en los medios europeos, pero la otrora mejor estadista de occidente se ha convertido en la principal causa de la crisis que afronta su país. Se pueden mencionar dos de sus medidas cuyos efectos se evidencian en la actualidad, que son, el cierre definitivo de las plantas nucleares en su territorio, decisión tomada luego de la catástrofe en la ciudad japones de Fukushima en el 2011, y el refuerzo de las relaciones bilaterales históricas, y sobre todo comerciales, con la Rusia de Vladimir Putin. La economía alemana pasó de depender en gran medida de su energía nuclear (abastecimiento que llegó a representar hasta el 26% de la matriz energética del país), a los hidrocarburos rusos. El inicio del conflicto en territorio ucraniano dejó al descubierto esta sujeción energética: fue el gas barato la que hizo a Alemania el motor del bloque. Con ello, la energía rusa se transformó también en una herramienta de presión política. No es casualidad, entonces, que el todavía canciller alemán reciba críticas por parte de sus pares europeos, quienes lo acusan de ralentizar la toma de decisiones para el envío de ayuda a Ucrania, o directamente, de negarse a proporcionar armamento, como con el caso de los misiles de largo alcance TAURUS que funcionarían como “disuasorios” para acelerar una negociación con Rusia (esto, en la mente se Zelensky). Cabe destacar que, en las últimas semanas, el canciller alemán llamó a Vladimir Putin, la primera vez en los más de 1000 días que lleva el conflicto en Ucrania, para poner sobre la mesa una posible negociación y cese al fuego. No tuvo éxito, ya que el Kremlin sólo acepta una paz a cambio de tierras ucranianas. Por último, el reciente triunfo de Trump tensa aún más el tablero internacional, ya que Alemania espera los embates de una política comercial proteccionista, las amenazas al corte de financiamiento por parte de los EEUU a la defensa de la UE, a lo cual se suma, la dependencia en innovación y en materia energética que la economía alemana sufre por parte de China.