Si gobierna la ultraderecha quedan a la intemperie las vidas y los bienes de las grandes mayorías, como lo probó la reciente tragedia en España, que pudo ser objeto de un abordaje con mayor solvencia política y menos consecuencias irreparables. Ahora llegó el turno de los reproches mutuos, pero con la ultraderecha en el poder lo cierto es que el negacionismo, apuntando a la comunidad científica, incrementa notablemente el desamparo de la gente de a pie.
Hace unos días la DANA (expresión actual abreviada para referirse a la Depresión Aislada en Niveles Altos), que en España asoló a la Comunidad Valenciana y también agravió zonas de Castilla-La Mancha, Andalucía, Cataluña y Aragón, costó hasta el momento alrededor de 250 víctimas fatales. A las intensas lluvias otoñales en la costa mediterránea de la Península antes se las denominaba “gota fría”, un fenómeno meteorológico caracterizado por una estructura compleja y de gran virulencia. Probablemente cuando retrocedan las aguas y se remuevan el lodo, los escombros y muchísimos automotores que fueron arrastrados por las corrientes, haya que lamentar un número superior de muertos.
Quien vea las imágenes de los efectos que arrojó esta DANA en las zonas pobladas más expuestas a su violencia no podrá menos que pensarlas propias de un escenario bélico después de un bombardeo. Pero no derivaron de aquello que Clausewitz consideraba la continuación de la política por otros medios, o sea del curso de una guerra, sino de un fenómeno absolutamente natural con grandes efectos dañinos para quienes estuvieron en su radio de influencia. Y en tanto fenómeno natural requiere que sea mínimamente puesto bajo la lupa del pensamiento crítico, porque hay los que casi no pueden ser pronosticados (etimológicamente: conocidos de antemano) aunque sí detectados apenas sucedidos y convertidos en señales de alarma para ciudades y pueblos, mientras otros son francamente predecibles y con la casi certeza de cuándo y dónde van a suceder.
Entre los primeros, son paradigmáticos los terremotos, aunque gracias a los avances tecnológicos el estudio de los movimientos sísmicos adquirió creciente eficacia, como en aquellas regiones donde se realiza la explotación de hidrocarburos apelando a técnicas de fracking. Allí cuando las estaciones sísmicas detectan un temblor, rápidamente analizan los datos en procura de fijar la magnitud y el epicentro, y proceden a comunicar un alerta. Pero nótese que el temblor ya sucedió, y por más velozmente que sea informada su magnitud y epicentro, sus características y las posibles derivaciones, todos esos datos remitidos son ex post –lo cual, dicho sea de paso, no pudo pasar inadvertido para el arte contemporáneo, habida cuenta de la angustia provocada por la inestabilidad sísmica de ciertas regiones; sirva de ejemplo esa gran película dirigida por Robert Altman, Short cuts, basada en un puñado de relatos breves de Raymond Carver que transcurren en la ciudad de Los Ángeles, desplegada sobre la falla de San Andrés y bajo la presencia amenazante del Big One, el gran terremoto final.
En el otro extremo, los fenómenos meteorológicos como la DANA que asoló a Valencia son enteramente pronosticables, casi con la certeza de que habrán de suceder, y que por sus características habilitarán la posibilidad de que se formulen las alertas debidas ex ante, con la intención de prevenir los daños consiguientes. Como los huracanes y ciclones tropicales, hasta pueden ser detectadas y seguidas satelitalmente, de manera que los países de la región tomen los recaudos necesarios. Y a diferencia de lo que sucede en el caso de los terremotos, donde la política generalmente sólo juega un papel preponderante ex post, cuando el movimiento (y la eventual catástrofe) ya se produjo, allí la política juega un papel fundamental tanto ex ante, o sea cuando se requiere la presencia estatal para tomar todas las medidas preventivas posibles, como también ex post, cuando hace falta que concurra en auxilio de los damnificados.
Si bien habituales en esta época del año en las regiones mediterráneas de España, esta vez las lluvias copiosas y las tormentas fueron de tal magnitud que saturaron rápidamente los suelos y generaron crecidas súbitas en torrentes, cauces y ramblas, limitando el tiempo de respuesta de la población, mientras avanzaba una lengua de agua y barro por calles y veredas, incluso donde aún no llovía. Según los expertos estos fenómenos se repetirán con más frecuencia, dado que sigue aumentando la temperatura de las aguas del Mediterráneo con formaciones de nubosidad cada vez más potente, y en consecuencia continuarán las lluvias que ya superan un 12% a las registradas en el pasado cercano. Tragedias como las sucedidas en Valencia, entonces, deberían despejar todo abordaje ideológico del cambio climático, promoviendo que los gobiernos actúen de acuerdo con lo firmado en el Acuerdo de París (2015), y que tiendan a cumplir con los objetivos más amplios de la Agenda 2030 de la ONU –el presidente Javier Milei aseguró en la Asamblea General del organismo, hace un par de meses, que la Argentina no acompañará con su firma el Pacto para el Futuro. Y también planteó su escepticismo respecto de las ideas referidas al abordaje de los desafíos globales actuales y futuros, incluyendo la lucha contra el cambio climático, que salvo algunas excepciones habrán de encarar todos los países. Lo dijo como si de una especie de nueva pandemia se tratara, siguiendo con la línea argumental de sus ideas expuestas anteriormente, también referidas al cambio climático. En efecto, los memoriosos recuerdan todavía que durante el debate presidencial con Myriam Bregman, candidata del Frente de Izquierda y de Trabajadores (Unidad), Milei desmintió que él no creyera en el calentamiento global porque “existe en la historia de la Tierra un ciclo de temperatura, es decir un comportamiento cíclico, y éste es el quinto punto del ciclo”. La diferencia del punto actual con los cuatro anteriores radica, según Milei, en que antes no estaba el ser humano y ahora sí, “por lo tanto todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas, y lo único que buscan con esas políticas es recaudar fondos para financiar vagos, socialistas que escriben papers de cuarta…” También Milei ha dicho en otras ocasiones que “nunca hubo menos temperatura planetaria que ahora”.
En la mañana del martes 29 de octubre, cuando comenzó lo que sería el mayor desastre natural de la historia de España, la Agencia Estatal de Meteorología había decretado el nivel rojo de riesgo extremo de la DANA. A las 11:50 hs. la Confederación Hidrográfica de Júcar, por su parte, daba cuenta de caudalosos desbordes y crecidas, y Emergencias del Estado lanzaba a las 12:20 hs. un alerta hidrológico. Sin embargo a las 13:00 hs. el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón del PP, decía que el temporal se desplazaba hacia la Serranía de Cuenca, que estaba todo bajo control y que a las seis de la tarde habría amainado. No fue una idea feliz porque lejos de amainar las condiciones meteorológicas parecieron endemoniadas.
Mazón desapareció del escenario y para colmo Protección Civil, dependiente de su gobierno, no activó la alerta hasta las 20.00 hs., doce horas después del primer aviso del desastre que continuaba extendiéndose y profundizando sus efectos ruinosos. Cuando Mazón aseguraba que la DANA amainaría en pocas horas, ésta había arrasado gran parte de la provincia; cuando Protección Civil envió un alerta a los teléfonos móviles, ya la gente buscaba refugio, con las aguas fuera de control, en los techos de las viviendas o trepada a los árboles para sustraerse de la furia de torrentes imparables. En verdad, sin ser la única, la falta de difusión en tiempo y forma de la alerta que lanzó a primera hora de la mañana la Agencia Estatal de Meteorología, y la falta de su réplica en todos los niveles de gobierno con la toma de las medidas pertinentes, fue una de las causas principales para que aumentara el número de víctimas fatales. Los entendidos aseguran que debieron adoptarse también otras medidas para conjurar la emergencia, como la inhibición de ciertos comportamientos propios de la vida normal (pero altamente riesgosos), o el no haber evacuado algunas zonas, incluso apelando a las fuerzas de seguridad. Pero la lógica política de la derecha del PP y su maridaje en Valencia con la ultraderecha de VOX, los amigos de Milei, va por otros andariveles. Ahora podrán fogonear un debate distractivo sobre la responsabilidad del gobierno regional o el central a raíz de la falta de medidas oportunas, o de asistencia del gobierno central (socialista) por no remitir los recursos imprescindibles a fin de paliar los sufrimientos de los valencianos, etcétera.
Aunque el compromiso para los envíos de ingentes recursos ya está, y comienza a tramitarse, pese a las manchas de lodo que lucieron los reyes y el presidente socialista Pedro Sánchez luego de su visita a la región. Hubo algunos encolerizados que no pudieron resistir la tentación de tenerlos tan a tiro. Pero hay detalles que permanecen relativamente velados, como que los negacionistas de VOX, asociados al PP, son partidarios de cerrar agencias meteorológicas. Más aun, lo primero que hicieron fue suprimir la Unidad Valenciana de Emergencias, cuya función era acelerar y coordinar la respuesta ante los desastres como el que se acaba de vivir. Según fuentes españolas los técnicos de VOX especialistas en reforma estatal la llamaron “chiringuito”, expresión que bien podría adoptar el ministro argentino Federico Sturzenegger. Allí cesantearon a 187 bomberos temporales… Y algo más: como los extremistas al uso en este primer cuarto del siglo XXI al referirse a las consecuencias económicas de la cuarentena por la pandemia de Covid 19, llegando incluso a plantear que los costos, aun en términos de vidas humanas, hubieran sido inferiores si desoyendo a los mejores médicos sanitaristas se hubiera abreviado la cuarentena, en Valencia las grandes empresas presionaron al gobierno para continuar operando a pleno y con todos los trabajadores desplazándose de aquí para allá, pese a la alerta. En definitiva, queda claro que negar la existencia de ciertas catástrofes naturales es ridículo, tanto como suponer que no se pueden limitar políticamente sus consecuencias.