El fotógrafo que lucía como un mendigo, y su respuesta. Y las historias forman narrativas que son una mezcla de explicación de lo que pasa con sueños de lo que quisiéramos que pase.
Uno. La discusión subió de tono.
Él: moreno, vestido de poncho y calzando ojotas, rasgos claramente quechuas. El del frente: moreno, quechua, vestido con uniforme de seguridad de la Universidad de San Marcos en Lima y botas de combate.
Él argumenta que dentro de la sala donde se exhiben las fotos ganadoras del concurso de fotografía de las comunidades serranas está la suya, y que además obtuvo el primer premio. El otro no da su brazo a torcer: así “vestido como mendigo” no se puede entrar.
Finalmente, el campesino entra después de que los organizadores así lo demandaran, y se encuentra con la prensa. Una periodista le pregunta “¿por qué toma fotografías?” Y él, sereno, con la cara de una cultura milenaria le dice: “porque mis fotografías llegan adonde a mí no me dejan entrar”.
Dos. La gala de los premios Platino. Ahí están los más más de la industria audiovisual iberoamericana. Y en la entrega hay un número especial dedicado a la canción del año: Bella Ciao. Todos corean y hasta bailan. Es el efecto de la disruptiva Casa de Papel ¿Sabrá esa gente tan elegante que ésta es la canción de los guerrilleros antifascistas del norte de Italia durante la segunda Guerra Mundial?
Tres. Al maestro le preguntan para qué sirve la literatura. Y él replica: ¿para qué sirve el amanecer? Y responde: los dos anuncian la llegada de la luz.
Con razón los fascistas dicen que cuando se habla de la palabra cultura ellos sacan el revólver. Si lo sabremos nosotros.
Pero la cultura resiste. En medio del hormigón de la dictadura se abre paso como las flores que salen de los huecos que el asfalto deja.
Y se resemantizan, adquieren nuevos significados, nuevas formas. Y es que las historias son plastilina forjada por manos callosas. Esas manos hacen que su amor convierta en barro en arte.
Esas historias forman narrativas que son una mezcla de explicación de lo que pasa con sueños de lo que quisiéramos que pase.
Que esas historias sean construidas por los que nada tienen pero a los que tanto temen, es, por una parte, la prueba más grande de que la cultura se cultiva en los arrabales, pero además de que es garantía de supervivencia.
Y no importa lo que hagan los de arriba. No, la cultura sigue filtrándose. Y los de abajo hacen cine con celulares y escriben poemas en las calles peleando para sobrevivir. Para que sus fotos, sus canciones y el amanecer lleguen donde, a veces, ellos no podrán llegar.