Escasez de condición humana

El fantasma de Herbert Spencer estuvo en la Fest libertaria en Córdoba como principal pero desapercibido animador. La interpretación libertaria de la escasez como primera ley económica contrasta con las visiones de la economía clásica. La retórica libertaria de la “destrucción” del sistema incluye su antifeminismo y sus políticas pro natalidad inspiradas en un cerrado nativismo.

El martes 22 de julio por la noche se celebró en la ciudad de Córdoba el evento político libertario a la violeta “La Derecha Fest”. Cerró la lista de oradores –que además de dirigentes de esa fuerza política, incluyó a varios pastores evangelistas y un representante del POTUS 47- el hermano de la Karina, que encabeza el gobierno de los libertarios a la violeta.

Los que precedieron en la palabra al hermano de la Karina pronunciaron sus encendidas alocuciones con un notable sesgo hacia la violencia política, el antifeminismo y las políticas pro natalidad como freno a la inmigración. Esas filípicas articularon su floreo alrededor de conceptos de “guerra” hacia el adversario político, de “no odiar lo suficiente a los periodistas”, de dar “golpes cívico electorales”.

La parafernalia de insultos, tal parece, es un tan inevitable como destemplado adefesio de esa vocación por hacer de la Argentina el más encumbrado laboratorio de las ideas de Herbert Spencer. Como pontificó la Karina en las redes sociales: “No llegamos hasta acá para adaptarnos ni para negociar con los restos del viejo sistema. Vinimos a destruirlo”. El “Jefe” es el “Jefe” y lo que moteja como “los restos del viejo sistema” resulta que se trata de la integración nacional –social y geográfica, donde todos y cada uno importan- de esa Argentina que fue y no ha sido, pero que no parece resignarse.

Este apetito por la destrucción tiene su público global que le da la bienvenida. El historiador escocés conservador acérrimo Niall Ferguson, invita a que “todos debemos desearle suerte al Loco. No solo Latinoamérica podría beneficiarse de una historia de éxito libertario. El mundo entero la necesita”.

Según Ferguson el éxito de la experiencia libertaria es deseable en tanto frena la predisposición hacia el totalitarismo de las sociedades que experimentan inflaciones grandes.

La realidad, luce exactamente en dirección opuesta a lo que perfila Ferguson. La ejemplifica la respuesta a la pregunta retórica que lanzó uno de los oradores de la Fest sobre qué hacer con “nuestros enemigos”: “exterminarlos políticamente”. Carl von Clausewitz reflexionó que “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.

La tarea de vestir con piel de cordero al licántropo, porque aún no es la hora señalada, configura una tosca maniobra de relaciones públicas. De paso, deja la ambigua sensación de que el afamado y astuto Ferguson o bien está mirando otro canal, o bien es un cínico a prueba de balas.

O de Federico Sturzenegger. El ministro de Desregulación el jueves 24 dio una charla en la Exposición Rural de Palermo en la que convocó a “votar a La Libertad Avanza así después en diciembre podemos sacar las leyes y no estamos sujetos [al] sistema judicial” que en su opinión “resulta ser el último reducto de la casta”.

«Estoy estudiando qué ha hecho la Revolución Francesa con el sistema judicial, porque tenían un sistema judicial que trataba distinto a los nobles que a la gente común», se permitió bromear con nada menos que la guillotina. Matizó la amenaza a pura sonrisa socarrona planteando que buscan la alternativa “de avanzar sin usar todos los métodos de la Revolución Francesa”. No aclaró cuales métodos sí, cuales métodos no.

Dos parásitos dos

Con todo, entre el desmán resalta una sentencia vociferada en la Fest por el hermano de la Karina, que al calibrar su alcance, se delinea una clave importante del sentir libertario acerca de cómo funcionan las cosas en este mundo spenceriano. También explica esa inclinación a tratar a los palazos a los protagonistas de la comedia humana.

Dijo el hermano de la Karina que “la primera ley de la economía es la escasez, no hay de todo para todos. Y la segunda es que la primera ley de la política es ignorar la primera ley de la economía. Y vaya que de esto los populistas saben, o acaso a semanas atrás no votaron un gasto de 17 mil millones de dólares y la bruta traidora (en directa alusión a la vicepresidente, Victoria Villarruel) dijo que lo iba a financiar con 30 (millones de dólares)”. El primer mandatario se refería a la propuesta de la “bruta traidora”, que sugirió informalmente que en vez de vetar leyes de reparación social reasigne los fondos del servicio secreto y de los viajes oficiales al exterior.

En consecuencia, el libertario interpretó: “Esto le abre el juego al segundo parásito, que es la idea de los derechos sociales. Busca generar expectativas ilimitadas en la gente, sosteniendo que cada necesidad es un derecho y que todos los derechos requieren intervención estatal y gasto público. El problema está que para cumplir con semejante disparate habría que cumplir la primera ley de la economía, que es la ley de la escasez”.

Eso le sirvió para justificar que “el veto ya entró, sale próximamente”, en referencia al freno a la declaración de emergencia del Hospital Garrahan, el aumento de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad votadas hace unas semanas por el Congreso de la nación.

La ley primera

La Karina y su hermano se ve que tienen vocación por leyes cardinales. “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera”, recomienda Martín Fierro. Como en el asunto de la escasez, la siguen a pie juntillas. “Se viene a defender con uñas y dientes las ideas del Presidente. Y en esa batalla, la lealtad no es una opción: es una condición”, destacó la Karina en un mensaje de X.

Puso en caja a los descarriados trolls que protagonizan las grandes batallas en las redes sociales. La tropa contestaría se queja amargamente porque no ligó ningún lugar en las listas de candidatos para las elecciones bonaerenses de septiembre. La Karina los dejó de garpe y con un indisimulable garbo de boludos importantes.

Esa exhortación a la lealtad para la vida puede tener otras jerarquizaciones. La “bruta traidora”, por ejemplo, posiblemente vea un halo de identificación en la vuelta de tuerca redentora y ambigua que Jorge Luis Borges le da a la perfidia en las “Tres versiones de Judas”. O con tinte más político, observe una justificación de su comportamiento en lo plasmado en el ensayo de unos cuantos años atrás de Denis Jeambar e Yves Roucaute titulado precisamente “El elogio de la traición”.

Estos ensayistas franceses sostienen que la “traición” es propia y necesaria en la vida democrática moderna dado que necesita de un gran grado de flexibilidad y adaptabilidad que todo cuerpo político que se precie debe tener para encarar la realidad. En otras palabras, el rasgo clave de la vida actual es que en la modernidad todo lo solido se desvanece más rápido que inmediatamente.

La escasez ni siquiera es la primera ley

Pero en ese torbellino donde nada importa, hay cosas que no cambian. Una, que los seres humanos y los países son explotables por otros seres humanos y otros países.

Otra viene proporcionada por el propio Niall Ferguson, para no ahorrar contradicciones en su abnegada admiración por el hermano de la Karina. El historiador escocés tuiteó que “Hay mucha verdad” en el párrafo que transcribe de una nota de opinión de Ha Joon Chang en el Financial Times, en el que el coreano sostiene que “la economía actual se asemeja a la teología católica de la Europa medieval: una doctrina rígida custodiada por un sacerdocio moderno que afirma poseer la única verdad. Se rechaza a los disidentes (…) La economía neoclásica se ha convertido en la Aeroflot de las ideas”.

El hermano de la Karina critica fuerte a los neoclásicos, como postura política, en tanto estos circunspectos melindrosos no se atreven al extremismo pro-mercado –en realidad, puro spencerismo- que profesa y predica. En términos de análisis económico el hermano de la Karina es un neoclásicos cualunque.

Y eso se comprueba en una tercera cosa que no cambia: que sigan jodiendo con que la primera ley de la economía es la escasez, cuando ni siquiera tiene pertinencia en la madre del borrego: la lucha de clases.

Lo de la escasez como ley primera es así para el marginalismo y el enfoque de la economía neoclásica. Para la escuela clásica no, en tanto explicación de por qué los precios son lo que son. Tal parteaguas tiene profundas y connotadas consecuencias para ejercer los destinos del Estado y la sociedad civil.

La escasez que enunció el hermano de la Karina no tiene nada que ver con que los recursos sean finitos. Lo segundo no lleva a lo primero. Se entiende mejor cuando se descula el origen del fervor marginalista-neoclásico por la poquedad, que está en su abordaje de los precios y se lo confronta con la visión de los clásicos.

Para los economistas clásicos, los precios de las mercancías gravitan en torno del precio o costo de producción, es decir de un valor objetivo que expresa la oferta de los productores. En la vereda de enfrente, la escuela marginalista, postulan que los precios dependen fundamentalmente de la demanda y por consiguiente del valor subjetivo que tienen las mercancías para los consumidores. La utilidad que cada consumidor siente por cada bien o servicio es la que determina el precio al cual está dispuesto a comprarlos. Finalmente ese precio se ajusta a su disponibilidad en una suerte de economía del juicio final donde las mercancías no se reproducen.

Para la visión marginalista-neoclásica cualquier precio, desde el de los clavos, hasta el del caviar, el del dinero o el salario, se forman donde se corta la oferta con la demanda. No puede haber ningún bicho sin precio. Por ejemplo, el Estado tiene uno que se lo inventaron, sino no habría “demanda” de gasto público. La oferta viene dada por los impuestos. Son ingeniosos. Con la moneda lo vienen intentando desde al menos hace un siglo, sin suerte.

La demanda es los bienes y servicios que desean los consumidores y la oferta es la producción de esos bienes y servicios tasados de acuerdo a su escasez relativa. Verdad, lo que talla es la demanda del consumidor. Si quieren mucho y hay poco los precios suben y viceversa.

Por otro lado, para los neoclásicos y los marginalistas los precios de los factores son precios como los otros, por lo tanto, variables dependientes, determinadas por una parte por la demanda de los consumidores, o sea, por las necesidades sociales, y por la otra por las productividades marginales de los factores. En otras palabras: por su escasez relativa.

Si fuera así, Argentina tendría que haber tenido más salario para toda la economía que renta de la tierra que los Estados Unidos y Canadá. La relación entre trabajadores y hectáreas cultivables era muy poca acá frente a la de los otros dos países. Sin embargo, los salarios de allá eran y son terriblemente más altos que los paupérrimos de acá.

Esta desmentida histórica ya es un primer fuerte indicio de que los precios no se fijan por los abundante o escaso de un factor de producción o de un bien. Si aceptáramos que la abundancia o la escasez relativas importan para la determinación de los precios, estamos obligados a convalidar esto conduce al óptimo social, en la que todo está en equilibrio, porque es la mirada del productor individual la que hace el cálculo y la sociedad no dispone de ningún otra forma de saber qué es más, qué es menos y qué corresponde comprar o dejar de comprar.

Precio de los factores

Este análisis es incuestionable mientras no se refute la hipótesis inherente en la que se funda relacionada a los precios de los factores. Pero desde el momento en que se la rechace, el abordaje neoclásico deviene infructuoso y fuente de graves errores de enfoque y acción. Por ejemplo, la monserga de la flexibilización laboral.

Como puntualiza Arghiri Emmanuel al establecer que “la tasa de remuneración de los factores y especialmente del principal, de la fuerza de trabajo, es una variable independiente – un dato para cada época y cada país, según los términos mismos de Marx, un dato extraeconómico, ya sea puramente biológico según los antiguos clásicos o moral e histórico según Marx, comprendiendo con ese término la lucha de clases y la relación de fuerzas del momento-, entonces la construcción marginalista se desmorona, pues no existe ninguna razón teórica para que el salario predeterminado en esta forma sea compatible con la combinación óptima de la demanda de los consumidores del momento y de las cantidades disponibles de los factores del mismo momento. En términos matemáticos, con la predeterminación del salario tenemos una ecuación de más con relación al número de incógnitas, o una incógnita de menos con relación al número de ecuaciones y el problema marginalista se vuelve insoluble”.

Debe considerarse que la escasez en que tanto hacían hincapié los clásicos, no llevaba a explicar teóricamente los precios, sino que los precios ya determinados llevaban a la escasez y al lúgubre equilibrio del ajuste demográfico.

Los clásicos eran muy pesimistas respecto del futuro del capitalismo enancados en su ley de la tendencia a la baja de la tasa de beneficio, por efecto del aumento de los costos de subsistencia de los trabajadores y por lo tanto de los salarios.

Robert Malthus, Robert Torrens, David Ricardo, J. S. Mill, fueron categóricos: a medida que la sociedad progresa, una desproporción se crea y se acentúa en los valores relativos de los productos manufacturados y de las materias prima; los precios de las primeras disminuyen constantemente y los precios de las segundas se elevan sin cesar.

Como en esa época las mujeres en promedio tenían siete embarazos en su vida fértil, cuando había buenas cosechas y salarios más altos sobrevivían más de los dos vástagos habituales y eso volvía escasos los alimentos y había que ajustar bajando la población, mediante diferentes mecanismos fuera del control humano.

Los Campanelli son un buen ejemplo de lo sucedido en la Argentina y ahora no ocurre más. Los campesinos italianos inmigraron con esa impronta cultural de siete hijos. Y se encontraron con el salario argentino y el sistema de salud público. Resultado: familias enormes, hoy impensadas en ese número.

Cambia, todo cambia

Desde el tercer cuarto del siglo XIX las cosas empezaron a cambiar en Inglaterra y en el mundo. Bajo la presión de una importación cada vez mayor de alimentos a bajo precio, la renta en los países añejos -de nuevo, sobre todo en Inglaterra con su libre comercio- comienza a bajar y, al mismo tiempo, el precio de las subsistencias disminuye. El salario nominal aún aumenta un poco desde 1870 y los trabajadores ganan a costa de los terratenientes. No se registró ningún cambio significativo en la tasa de ganancia hasta alrededor de 1900 y, después de una cierta recuperación al comienzo de nuestro siglo, llegamos a la guerra y a la Gran Depresión.

La impresión que emerge cuando se sobrevuela este período es que la teoría clásica encontró en la historia tanto su justificación como sus límites. John Maynard Keynes, quien no ocultaba su admiración por Malthus, en sus primeros escritos atribuyó la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa a la superpoblación y a la competencia global por los alimentos.

El economista contemporáneo, cuyo pensamiento está moldeado por una situación en la que renta de la tierra ha devenido en una cantidad insignificante, encuentra muy difícil imaginar esta otra situación en la que entre un cuarto y un tercio del ingreso nacional fluía hacia los bolsillos de los terratenientes, y a veces puede manifestar su impaciencia frente a esta «obsesión» de los clásicos.

No debe olvidar, sin embargo, que la cuasi-abolición de la renta de la tierra hoy es más institucional que económica, y debe preguntarse si esta abolición no es, después de todo, alguna cosa por la que en la situación actual la tasa “normal” de ganancia aparentemente excede a la de la segunda mitad del siglo diecinueve.

La Sociedad Rural aguarda con ansias indisimulables que la visita y el discurso del hermano de la Karina en la tradicional exposición sea un pasadizo a ese añorado siglo XIX.

Los clásicos subestimaron seriamente el cambio tecnológico que elevó muy fuerte la productividad del agro. Pero le dieron un norte preciso a la política exterior del Imperio, que le da un margen a la teoría ricardiana-maltusiana de la baja de la tasa de beneficio. Ricardo en una carta a Malthus, le refiere que “Si con cada acumulación de capital pudiéramos agregar una porción de tierra nueva y fértil a nuestra isla, las ganancias no bajarían jamás”.

Las llanuras de California, Argentina y Australia no fueron transportadas a Inglaterra, pero se pusieron a su servicio mediante el envío de sus productos, y el resultado fue el mismo.

Malthus nació en 1766 y señala el geógrafo Oliver Cussen de Berkeley que “Cuando se publicó la primera edición del Ensayo sobre el principio de población en 1798, había poco más de diez millones de personas en Gran Bretaña y la esperanza de vida era inferior a cuarenta años (…) En 1750, alrededor de 12,5 millones de personas vivían bajo dominio británico. Cuando Malthus falleció en 1834, esa cifra era de al menos 200 millones, aproximadamente una cuarta parte de la población mundial”.

La lucha política

Que la determinación del salario es por la relación de fuerza política lo tiene muy claro el gobierno que encabeza el hermano de la Karina, aunque versea con la oferta y la demanda y el amañado uso de escasez por parte de los neoclásicos. Objetivamente está muy empeñado en bajar el poder de compra del salario promedio argentino, mediante un férreo control de las paritarias. Es más, aguarda obtener un gran resultado en las elecciones legislativas bonaerenses y las posteriores nacionales para ir a fondo con una despiadada reforma laboral. Versean en marginalismo y escriben en prosa política bien clásica, incluso marxista. ¡Un horror!

Tampoco su faro que lo guía: el del gobierno del POTUS 47, se anda con chiquitas en cuestiones laborales. Ni bien asumió, Trump le puso un palo en la rueda a la National Labor Relations Board (NLRB: Junta Nacional de Relaciones Laborales). En este organismo clave de arbitraje de las relaciones laborales, dio de baja en su primera semana en el cargo en enero a una directora de origen demócrata, sin nombrar reemplazante y empelotó su funcionamiento.

Así, no se puede conseguir el quórum de tres miembros necesario para emitir decisiones, incluidas las relacionadas con la negociación colectiva y si las empresas deben reconocer los votos sindicales. La junta ha estado prácticamente inactiva. La NLRB ha emitido seis decisiones desde que Trump asumió su segundo mandato, en comparación con 60 durante el mismo semestre de 2024.

Por estos días la NLRB está de nuevo en el redil con los nombramientos que acaba de hacer el POTUS 47 de dos nuevos miembros de la junta, con impecables credenciales reaccionarias. Tendría así mayoría republicana, pero estos nombramientos aún necesitan la confirmación del Senado. El objetivo en esta renovación de autoridades es el de deshacer los importantes avances a favor de los trabajadores impulsados por el gobierno del predecesor Joe Biden.

Trygve Haavelmo

Hay dos cosas para decir de esta situación en la que se entrevera el veto y la controversia en torno al análisis económico. Una que el hermano de la Karina, dada su anti keynesianismo militante rechaza la teoría del multiplicador del consumo. Un aumento de un peso en el gasto público genera un aumento superior en el producto bruto, por lo que ese cuento de que “no hay plata” es un monumento a Herbert Spencer.

No quieren que haya plata porque eso posibilita que sobrevivan los más débiles. Verdad, la idea de la integración nacional los disgusta profundamente.

Es que aún si se supusiera que el efecto multiplicador no es tan amplio que prácticamente se autofinancia, los vulnerables podrían ser atendidos usando el singular multiplicador pergeñado por el economista noruego Trygve Haavelmo que fue premiado con el Nobel en 1989.

El multiplicador de Haavelmo da uno. Se aumenta el gasto y se aumentan los impuestos en igual magnitud. Para la banda de los libertarios a la violeta el aumento del gasto público financiado con impuestos es neutro o pésimo pues no expande nada al extraer con impuestos lo que se inyecta con gasto para solaz de la casta.

Haavelmo, retruca que un aumento del gasto público financiado con el correspondiente equilibrio fiscal, sí produce efectos multiplicadores. El ingreso disponible seguirá siendo el mismo y la demanda no flaquearía. Los resultados no son tan impactantes como si se incurriera en déficit fiscal, pero resultan prominentes y no llevan a endeudarse ni a regulaciones extravagantes.

De esto resulta que el presupuesto equilibrado vía Haavelmo es una afrenta inaceptable para una política cuyo objetivo central es que sobreviva el más fuerte. Quién es el más fuerte y quién no, lo determina la Karina. Como lo plasmó el “Jefe” en X: “La Libertad Avanza (…) Es una declaración de principios. Una expresión clara de quiénes están dispuestos a dar la pelea”.

Y como remachó el hermano de la Karina en el Foro de Davos en enero de 2024: “El mercado es un mecanismo de cooperación social donde se intercambian voluntariamente derechos de propiedad. Por lo tanto, dada esa definición, hablar de falla del mercado es un oxímoron. No existe falla de mercado”. De resultas, el capitalismo es el “único sistema moralmente deseable”. Le falto aclarar: “el capitalismo según mi hermana y yo”, pero son detalles. Lo importante es honrar la memoria de Herbert Spencer, convirtiendo sus enseñanzas en políticas de Estado.


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