Lo que hace un argentino cuando es hecha la ley, es hacer la trampa. Las tarifas de Donald Trump argentinizaron de inmediato a los norteamericanos, que son virtuosos sólo bajo el ojo escrutador de la Ley. Los medios de por allá se están haciendo un picnic con las tretas de los importadores, que leyeron en detalle las nuevas leyes y descubrieron los huecos.
El Gran País del Norte, como se decía en la guerra fría, parece serio, se muestra serio, se dice serio, pero bastó un presidente como el Donald para mostrar y demostrar lo que tantos saben y los turistas no ven. Son tan chantas como cualquiera.
Si no, veamos el caso de un ligerito que agarró la Aduana importando camisas de Bangladesh, uno de tantos países asiáticos que provee mano de obra esclava para las textiles de EEUU. El ligerito declaró una partida de camisas de algodón a diez dólares cada una y pagó puntualmente la nueva tarifa de importación del 29,7 por ciento, agregando 2,97 dólares por pieza. Pero alguno abrió un paquete, tocó una camisa y percibió fácilmente que no eran de algodón, eran de poliéster, que paga un impuesto del 42 por ciento. El vivillo se estaba ahorrando 1,23 dólares por pieza, que parece poco hasta que contás los containers y containers de camisas que traía.
Otra, muy de estos tiempos de presidencia imperial, es el perdón de Trump a Paul Walczak, un simple y silvestre evasor impositivo. Walczak es uno de esos yankees con cara de vendedor, siempre de traje y con una sonrisa dientuda. Es administrador de una enorme empresa de hogares de la tercera edad, rubro en crecimiento en Estados Unidos, y se distrajo a la hora de pagar impuestos. Tanto que el IRS, la Afip de allá, le hizo juicio y lo estaba por mandar preso, que es lo que te pasa cuando te distraés al norte del Río Grande. Cuando Trump ganó las elecciones, pero antes de que asuma, el evasor le mandó una carta pidiendo que lo perdone, lo que te exime de prisión. La carta describía del modo más beneficiente sus pecados, pero sobre todo hablaba de su mamá, Elizabeth Fago.
Resulta que la señora Fago es una activista republicana de las buenas, que recaudó millones para la campaña del Donald y puso un milloncito propio para una famosa cena de recaudación. ¿Adivinen qué hizo el presidente esta semana? Firmó un perdón pleno, que exime al joven Paul de ver una celda por dentro.
El ego del Donald también se está poniendo argentino, o quizá tercermundista en general. Hay que ver una foto del Despacho Oval de la Casa Blanca para quedarse parpadeando de tanto oro: molduras de oro, marcos de oro, piezas de oro. Trump, por si le preguntan, dice que es oro, oro de verdad, oro a la hoja, porque “nadie nunca pudo hacer una pintura que parezca realmente oro y entonces usamos oro de verdad”. El despacho parece cada vez más la sala que usaba Muammar Khadaffi en sus tiempos de gran dictador.
Trump hasta puso un retrato suyo en algún rincón, la famosa “foto de prontuario” de la revista Time, como hizo su copia falopa, nuestro Javier Milei… en fin, pensar que en otros tiempos imitábamos a la nobleza europea.
Hablando de Europa y sus maneras, Trump va a tener un desfile militar con todo, algo que no pudo hacer en su primer gobierno. En julio de 2017, el Donald fue invitado al Día de la Bastilla, fecha nacional francesa, que se festeja con un enorme desfile militar en el que Francia juega a que todavía es una superpotencia militar. El norteamericano se quedó fascinado con los aviones sobrevolando con humo azul, blanco y rojo, también sus colores nacionales, y tanto tanque y soldado marcando el paso, estandartes al viento. Para el año siguiente, también en julio, quiso tener su propio desfile para el Día de la Independencia, pero no hubo caso: los militares se negaron terminantemente porque eso era un “gesto político”.
Las cosas cambian, y el Pentágono está ahora en manos de uniformados más complacientes, contentos de ver un trillón de dólares para ellos en el nuevo presupuesto que acaba de pasar por Diputados. El 14 de junio es el 250 aniversario de las fuerzas armadas, porque ese día de 1775 el Congreso Continental votó darle a George Washington un comando formal. Para festejarlo, va a haber en la capital un desfile con 28 super tanques Abrams, 6700 soldados, cincuenta helicópteros, 34 caballos, dos mulas y, curiosamente, un perro.
Cosas de la vida: el 14 de junio es también el cumpleaños de Donald Trump.
Jueces que van, jueces que vienen
Donde el Donald se comió un sapo fue con esto de tomarse atribuciones que le corresponden al Congreso, aquello de que un decreto no puede modificar una ley. Trump sabe que los republicanos que tienen una mayoría en ambas cámaras, ínfima pero mayoría al fin, no le van a hacer lío, pero la justicia es otra cosa. El tema de las tarifas de importación ya generó decenas de juicios, pero este jueves hubo un fallo cortante.
En Estados Unidos hay una entidad casi secreta, el tribunal de comercio exterior, que unificó varias demandas de estados y de empresas en un paquete. Todos pedían lo mismo, que la corte, de tres jueces, dijera si Trump tenía la autoridad para decretar tarifas aquí y allá, por la libre.
Los abogados del gobierno explicaron con paciencia que el Donald se basaba en el Acta de Poderes Económicos de Emergencia de 1977, una criatura de Jimmy Carter parida en medio de los boycotts petroleros de la época. La ley permite a un presidente decretar embargos y sanciones financieras sin pasar por el Congreso, pero no menciona las tarifas de importación. En un fallo largo y complicado, este miércoles el tribunal dijo que no hay ninguna emergencia visible y que Trump no tiene “autoridad total y sin límites” para decretar impuestos de ningún tipo, y declaró ilegales a muchas, pero no todas, las tarifas ya anunciadas. La lógica del tribunal es que un presidente puede ordenar sanciones impositivas puntuales, como arma de castigo, pero no puede decretar impuestos “amplios” a la importación. Por ejemplo, las tarifas a China podrían pasar, pero no las de bloques enteros como Europa, México o Canadá. Es demasiado parecido a un impuesto, que sólo el Congreso puede ordenar.
Trump, como siempre hace, despotricó contra “tres tipos que no votó nadie” que se meten en política. Y el jueves consiguió un juez federal que suspendiera el fallo del tribunal. La Bolsa había subido a la mañana, y volvió a caerse a la tarde.
Mientras tanto, en el mundo
Hace tres años y pico, cuando empezó la guerra en Ucrania, algún nabo rezongó que esto pasaba porque Alemania apenas tenía trescientos tanques. Muchos se agarraron la cabeza, pensando que si la solución a los problemas de Europa es que se rearme Alemania, realmente tenemos un problemazo… pero tres años después es exactamente lo que está pasando. El canciller Friedrich Merz recibió esta semana a Volodimir Zelensky en Berlín y le prometió que va a suplirle todas las armas que necesite.
Es una consecuencia del mutis por el foro de Washington que la Wehrmacht vuelva a pisar firme en suelo europeo. Los rusos están presionando con todo y, por fin, adaptando sus tácticas y armas a la realidad del frente. Los ucranianos habían refinado sus sistemas de interferencia para descontrolar los drones del enemigo. Los rusos respondieron con drones controlados con cables, inmunes a todo ruido electrónico.
Y con barreras de misiles que golpean cada vez más ciudades y pueblos en Ucrania. Es tan fuerte la ofensiva que hasta Trump tuvo que reaccionar y dijo que Vladimir Putin “está jugando con fuego” y que lo que hace es “horrible, horrible”. Por supuesto, no pasó nada más: no hubo una bala más para Kiev, ni una sanción más para Moscú.
Las negociaciones comerciales con China siguen en el mismo limbo que la semana pasada, con funcionarios filtrando que esto se destraba sólo si el presidente Xi Jinping y el Donald hablan el tema, por zoom o en persona. Pekín no afloja y parece tomar la pérdida del mercado norteamericano como una fase más en su desarrollo, un sapo que puede subir el desempleo y bajar los salarios reales, pero mover al país a un rol más global con mercados más diversos. Xi no se preocupa por el frente interno, que sabe manejar y reprimir con soltura.
Trump sigue agresivo con China, y esta semana su canciller, Marco Rubio, emitió una orden a todas sus embajadas para que no acepten más ciudadanos chinos en ningún programa de estudio o intercambio. En Estados Unidos hay un millón de estudiantes extranjeros a nivel universitario, y algo así como la cuarta parte son chinos. Algunos de estos programas tienen un siglo en funcionamiento, pero con China todo cambió en 1949, con el triunfo de Mao. En aquellos bueno viejos tiempos, la idea era que si uno educaba a la elite de un país, se ganaba un poder “blando”, una simpatía importante de funcionarios que recordaban con nostalgia sus tiempos de estudiante. Y que hablaban tu idioma
Para Trump y sus minions, esto es poco menos que espionaje industrial, con chinos malandras aprendiendo lo que EEUU tiene de ventaja. Nadie piensa en aquellas ingenuidades humanistas de hace cien años, nadie se acuerda de que estos estudiantes extranjeros pagan y bien por sus cursos.
Y el viernes por la tarde, el sudafricano Elon Musk anunciaba que se iba de su extraño rol semi oficial, semi privado, de motosierra presupuestaria. Musk lo había deslizado con un texto en su red X, diciendo que estaba en desacuerdo con el nuevo presupuesto, que infla inmensamente el déficit fiscal. Es casi cómico, porque se supone que sus propios recortes iban a balancear ese déficit… Lo que no dijo el potentado es que lo están fritando por todos lados porque para el gobierno ya estaba empezando a ser un problema y no una ventaja. Este viernes, el New York Times publicó una nota contando cuántas drogas toma por día el multi multi, que son muchas. La nota citaba fuentes anónimas que lo habían visto pastillear durante la campaña electoral.