El Presidente presentó un libro en el Luna Park, negó el hambre que soporta gran parte de la población, echó a su jefe de Gabinete y lo reemplazó por el que fuera ministro de Interior. Ya viajaba a los Estados Unidos cuando el nuevo jefe de Gabinete dijo que al Presidente la política argentina “se le hace complicada, porque no la entiende”. No hay sólo el desenvolvimiento simultáneo de varias crisis superpuestas, sino el comienzo de las reacciones sociales, las internas desenfrenadas en el oficialismo y las dificultades para mantener la adhesión emocional a un discurso pretendidamente espontáneo y hegemónico que destila odio.
El 22 de mayo del 24 se realizó la estrafalaria presentación de un libro de teoría económica en el Luna Park, estadio con 8.400 espectadores de capacidad que abrió sus puertas en 1931 para dar cabida inicialmente a contiendas pugilísticas y otras actividades deportivas. El Luna, declarado Monumento Histórico Nacional en 2007, poco después de su inauguración acogería encuentros políticos de gran trascendencia, diversas presentaciones artísticas y recitales con figuras estelares de todos los ámbitos. Pero la creciente hibridez de contenidos, por no decir la intensa curaduría expandida que al menos como intento ahora está de moda proponerse, alcanzó el 22 de mayo del 24 una cumbre difícil de imaginar en el pasado reciente. Hasta no hace mucho tiempo, que un autor decidiera presentar su libro en el Luna Park devendría no solamente una extravagancia sino también una clara manifestación de optimismo exagerado, cuando no de megalomanía flagrante, máxime tratándose de un libro de teoría económica y, bien visto, de un ladrillo con más de 350 páginas. Que el autor decidiera amenizar el acto con algo de música se inscribiría dentro de los usos y costumbres, pero no tanto si programara el tema Panic show de La Renga, cantada y bailada con frenesí por él, en algunos pasajes a dúo con Ana Tamagno y con el acompañamiento instrumental de un grupito de libertarios afines liderados por el diputado nacional Alberto Bertie Benegas Lynch, y con la participación de su hermano Joaquín y el periodista, músico, biógrafo y divulgador Marcelo Duclos.
El autor del libro motivo de la presentación, acusado por algunos de plagiario y por otros de falsario de antecedentes académicos, incrementó la originalidad del acto por ser el Presidente de la Nación en ejercicio, tomar la palabra después de cantar, y referirse a su obra sin reparar en la aridez del tema para la mayoría de los asistentes que, sin embargo, suspiraban, lagrimeaban, ponían los ojos en blanco y batían palmas cada vez que Milei mencionaba apellidos de economistas como Barro (Robert, no confundir con el barro de la historia), Sollow (también Robert), Phelps (Edmund S.), Cass (David) o Koopmans (Tjalling). Por supuesto que fueron evocados tipos que vivieron a la derecha de la derecha de la política, como uno de los padres del anarcocapitalismo, Murray Newton Rothbard, quien fue vivado por el público tan intensamente como cuando Milei lanzó una apología de los monopolios, entusiasmo que en su momento hizo que los festejantes acusaran retrospectiva y ridículamente a uno de los principales enemigos de la libertad (después de Marx) gritando “Keynes, sos un ladrón”.
Las palabras de Milei en el Luna fueron difundidas de manera literal por el portal “Casa Rosada Presidencia”, quedando fiel registro allí de algunos intentos de ser simpático y gracioso, las vacilaciones y rispideces gramaticales propias del hablar improvisadamente, y varias elucubraciones referidas a la historia nacional y universal que mueven al asombro. La audiencia debió soportar que Milei le arrojara un fárrago de nombres con brevísimas síntesis de sus presuntos aportes, rociados por algunas etiquetas de clásicos como Smith (Adam, el de la mano invisible), hasta ensayar un catálogo laberíntico que no logró disimular que en algunos pasajes al disertante se le cruzaran los cables. Dijo Milei, ninguneando a Ricardo (David) y engrosando a Malthus (Thomas) con ideas del desplazado: “Entonces, ahí, como no podía faltar el aguafiesta y que arruinaba todo y que consideraba a Adam Smith como un loco, o sea, al que la vio lo trataron de loco, entonces inventó la idea de los rendimientos marginales decrecientes. Era una idea bastante simple. Decía: bueno, la gente llega y qué hace, se asienta en el campo más productivo y cuando llega más gente va yendo a campos que son cada vez menos productivos. Y de esa manera aparecen los rendimientos marginales decrecientes. Básicamente, Malthus (sic) lo que quería explicar era una cosa verdaderamente aberrante, que se llamaba ‘la ley de hierro en los salarios’ (sic), que decía que en la medida que el ingreso per cápita subía, la pasión de los sexos guiaba a la gente tener más hijos y, como tenía más hijos y la productividad marginal era decreciente, había un momento donde eso encontraba un equilibrio. Y si la población se extendía más allá de ese lugar, entonces los salarios reales se destruían y la gente se moría de hambre. ¿Y cómo se le ocurrió a Malthus corregir eso? Con control de natalidad, cuyas versiones modernas son los aborteros (sic, sic).” En este punto y sin solución de continuidad Milei recomendó la lectura del Antiguo Testamento, concretamente del libro de Shemot, donde “van a encontrar que ya en esa época era un mecanismo para masacrar poblaciones que estaban usando los egipcios para liquidar a los judíos”, pero no aportó precisiones. Y concluyó: “Y si quieren más, acá en el tiempo, lo que está inspirando toda la agencia asesina de hoy, es el Club de Roma. Cuando se desclasifican los archivos de este hombre Nixon, lo que se encuentra es que, inspirados en todas las predicciones del Club de Roma, que decía que cuando llegáramos al año 2000 no iba a haber lugar para más gente en el planeta y se iba a producir un apagón energético y eso iba a hacer caer la cantidad de producción de alimentos, y nos íbamos a morir y quedar mil millones. Entonces, sugerían impulsar la agenda del aborto. Es decir, lo que se cree tan avanzado con la agenda del aborto, es una agenda que tiene más de tres mil años y es una agenda absolutamente asesina por un par de salames que hicieron mal las cuentas”.
Y siguió el corso. Mientras en el Parlamento titilaba el interés por anular el Decreto 70/2023 y las demoras del tratamiento en el Senado de la Ley Bases también eran funcionales a que continuara funcionando a pleno, Milei visitó la 81º edición de la Exposición Angus de Otoño Indoor en la Rural, convocada por la Asociación Argentina de Angus. A la salida hubo un periodista que le preguntó por qué su gobierno no repartía los alimentos almacenados en galpones, y Milei respondió que “se están repartiendo, lo que pasa que hay gente que curra, que está perdiendo su curro”. El periodista insistió y dijo que “la gente no llega a fin de mes, Presidente”, a lo cual Milei, todavía tributando a su evocación de Malthus (Thomas) en el Luna Park, respondió sin contemplaciones: “Si la gente no llegara a fin de mes, se estaría muriendo en la calle y eso es falso.” Y para que no quedara ni la sombra de una duda, concluyó: “Y bueno, si no llegara a fin de mes, ya se hubiera muerto.”
Poco después habría un festejo del 25 de Mayo, sin Ley Bases pero con los saludos emocionados desde los balcones del Cabildo de la Provincia de Córdoba en brazos de El Jefe, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, su hermana. Allí no hubo un público masivo, pero sí adepto a las ideas de ultraderecha y, por extensión, a Milei y su comitiva. Y como prueba de semejante adhesión casi fanática se dio que aplaudieran a rabiar al Toto Caputo, quien hizo un corazoncito con los dedos para el Presidente y arrojó un besito a las cámaras para sus familiares.
Y está bien que se realicen estas ceremonias propias de un gobierno que hace lo imposible para que la gente, efectivamente, no llegue a fin de mes. Está bien, ¿pero por cuánto tiempo será el Toto Caputo, un ministro de Economía ajustador hasta la crueldad extrema, aplaudido por las masas auto percibidas libertarias? Desde que Milei visitara España, por ejemplo, el sistema de gas en la Argentina estaba en situación de pre emergencia, motivo por el cual hubo que hacer una compra a las apuradas porque las reservas de Gas Natural Licuado (GNL) se agotarían el 29 de mayo. Una pena: la situación fue resultado del puro dogmatismo con que las autoridades, apenas asumieron el Gobierno, encararon la obra pública, paralizándola brutalmente. Faltaba girar los fondos a los contratistas para construir compresores del Gasoducto Néstor Kirchner, y continuar también la reversión del Gasoducto Norte, con lo cual se consolidaría la capacidad de transporte local y los flujos necesarios para acceder al autoabastecimiento gasífero. Pero no lo quisieron las fuerzas del cielo, y el país vio alejarse la posibilidad de exportar gas a Chile, Brasil y Uruguay, de dar vuelta la balanza energética negativa, de mejorar sus cuentas públicas, de mejorar la competitividad industrial de las Provincias y de brindar el fluido a un costo más competitivo, habilitando de paso la posibilidad de que el Estado nacional ahorre subsidios.
Afortunadamente llegó a Escobar el buque metanero Cool Rider y el Presidente pudo subir al avión que lo conduciría de nuevo a los EE.UU. algo más tranquilo, aunque a último momento la propietaria de la carga del CoolRider, Petrobras, reculó por problemas con el pago. Claro que el mundo no se detiene por semejantes minucias y Milei tuvo tiempo todavía de pedir la renuncia del jefe de Gabinete, Nicolás Posse, de quien se rumoreó que habría espiado a varios altísimos funcionarios, y nombrar al ex ministro de Interior Guillermo Francos en su reemplazo, pero no sin antes dejar firmado el Decreto 465/2024 que establece que a partir del 1º de junio arrancará la larga marcha hasta que los usuarios de la energía (excepto los sectores más vulnerables) deban pagarla a valor de mercado completo, o sea sin subsidios. Respecto del gas, entonces, finalizará sin pena ni gloria la pequeña tregua que duró el mes de mayo y apuntaba, según el Toto dijo en su momento, a bajar la inflación y era viable “porque estamos cómodos en lo fiscal”, lo que posibilitaba “no cargar más con gastos de momento a la clase media”.
Así las cosas, y para matizar algo más el cuadro general, corresponde consignar que el flamante titular de la Jefatura de Gabinete lanzó en su primer contacto con la prensa, cuando estrenaba su nuevo cargo, una primicia ajada (que hay un sillón ministerial esperando a Federico Sturzenegger) y su versión de los motivos que lo habían llevado a tocar el cielo con las manos: “El presidente me elige a mí porque se da cuenta de que con la política argentina a él se le hace complicado, porque no la entiende, porque tiene diferencias.” Referidas al presidente de la Nación, a la máxima instancia política del país, y que por añadidura recién acababa de nombrarlo en el más alto nivel jerárquico del Poder Ejecutivo, no parecieron palabras felices.
Lo reseñado muy parcialmente hasta aquí, apenas algo de lo acontecido en un arco temporal que va desde el 22 de mayo hasta una semana después, demuestra no sólo el desenvolvimiento simultáneo de varias crisis superpuestas, sino el comienzo de las reacciones sociales, las internas desenfrenadas en el oficialismo y las dificultades para mantener la adhesión emocional a un discurso pretendidamente espontáneo y hegemónico que destila odio, descalificación, mentiras y combates imaginarios para encubrir negocios reales. Pero refutarlo, aunque vaya perdiendo cierta consistencia, no es ni será tarea simple, y habrá con seguridad que hacerlo en las calles, en las fábricas, en los talleres, en las oficinas, en las aulas, en los gremios, en las reuniones con amigos y apelando a todas las tecnologías de la información y la comunicación posibles. En estos momentos frente a la gente, frente a las mayorías nacionales, se despliega una suerte de gigantesca obra de teatro burgués, de “arte” que apunta, como diría el gran dramaturgo alemán Bertolt Brecht, directamente a la sensibilidad sin mediación de reflexión racional alguna para que sus representaciones se vuelvan familiares y manipulen la conciencia del espectador sin que se dé cuenta. Como es sabido, Brecht inicialmente planteó entonces la necesidad de apelar a “una técnica de distanciar lo familiar” para lograr un efecto de extrañeza, un divorcio entre sujeto y objeto, un punto de vista lúcido intentando anular la identificación con los personajes y la confusión consiguiente. Y si Brecht hubiera sido testigo de Milei representando sus performances con un perro muerto y otros vivos y parlantes, una hermana funcionando como una suerte de Moisés, una furia vengativa contra el Estado, el peronismo y el bienestar, una deriva religiosa incomprensible con instancias vivaces como la motosierra o el canto rockero, hubiera dictaminado que cumplía con el mandato teatral burgués de promover la identificación partiendo de un efecto hipnótico, de emocionar a la gente, de producir su catarsis y generarle piedad y temor.
Tal vez para refutar ese discurso que se replica hasta el cansancio en todos los medios de comunicación hegemónicos no sirva debatirlo en los mismos términos (dándole entidad y habilitando, en consecuencia, la identificación) sino resignificarlo, siguiendo a Brecht, aplicándole distintas técnicas de distanciamiento o de extrañamiento para que los destinatarios generen y dimanen pensamiento crítico. El discurso de Milei y cuanto lo rodea es una ilusión altisonante y contagiosa, teatral, y la refutación para desocultar la verdad debería romper esa ilusión apelando a técnicas de extrañamiento para que la comunidad, al no poder identificarse con su verborragia y la de sus cómplices, tome conciencia de los mecanismos que la oprimen.