“Apenas hemos tenido tiempo para comentar un evento cuando otro lo ha eclipsado ya, en un espiral infinito que cataliza la atención y satura la escena mediática,” dice en su libro Los Ingenieros del Caos Giuliano da Empoli. Repasemos entonces esta última semana de manera aleatoria.
Un monopatín con un dispositivo explosivo parado en la puerta del edificio de un alto jerarca militar ruso, termina con la vida de Igor Kirillov, Teniente General del ejército que alguna vez derrotó a los nazis en la Segunda Guerra mundial. El atentado se lo adjudica la inteligencia ucraniana. La guerra en el corazón de Europa no tiene pinta de amainar. Veremos a partir del 20 de enero cuando asuma Donald Trump qué dirección toman los acontecimientos.
A resultas de esta guerra, la ecuación energética alemana se ha hecho trizas y la tercera economía del mundo y primera de Europa (4% del PBI mundial) está engripada. No es para menos. Alemania importaba hasta el conflicto de Rusia –Ucrania energía rusa a precios muy baratos, dándole una formidable competitividad a la economía germana. No sólo se le dispararon los costos del gas. También, en un hecho hasta el momento cargado de incertidumbre, el gasoducto Nord Stream, que viajaba por el mar del norte desde Rusia a Alemania, fue literalmente pinchado y quedó inoperativo.
A su vez esta recesión inducida por la crisis energética dio lugar a una crisis política, que obligó al Canciller socialdemócrata Olaf Scholz a disolver el parlamento y llamar a elecciones para el 23 de febrero próximo. Es probable que la CDU (la democracia cristiana de Angela Merkel) se haga nuevamente con la presidencia del Bundestag (parlamento alemán).
En Sudamérica, las monedas de los países vecinos de la Argentina no paran de devaluarse, como si se anticiparan a la guerra comercial inminente y buscaran competitividad frente a un dólar que se fortalece. El caso más complejo para nuestro país es el del Real brasileño que ha pasado de costar 4 reales por dólar a valer 6,15 reales por dólar. La fuerte depreciación del Banco Central de Brasil, más tarde o más temprano, meterá presión sobre el peso argentino, tanto por importaciones del país vecino, como por salida de divisas en forma de turismo hacia las playas brasileras. Se espera para esta temporada estival un auténtico aluvión de veraneantes argentos en las tierras del samba y el carnaval.
Entrando de lleno en la Argentina y sus circunstancias y al cumplirse un año de mandato de Javier Milei, resulta interesante por su carácter predictivo la lectura de Los Ingenieros del Caos. Su autor relata con precisión de cirujano cómo nacen estos fenómenos populistas de nuevo cuño enrolados en lo que la ciencia política denomina extrema derecha.
Da Empoli nos cuenta cómo en la Italia del 2008 y 2009, atravesada por la crisis de las hipotecas y con su sistema de partidos pulverizado, un cómico llamado Beppe Grillo arremete contra toda la dirigencia política del país del Dante. Los llama “a casta”. ¿Les suena? Esa “casta política” es ridiculizada e insultada un día sí y otro también por un histriónico Grillo. Pero Grillo no es un verso suelto. Detrás de él hay una figura determinante en el devenir de los acontecimientos. Se trata de Gianroberto Casaleggio, ex ceo de la compañía Olivetti y dueño de una consultora de comunicación. Convence a Beppe Grillo de fundar una suerte de plataforma llamada Movimiento 5 Estrellas, pero lo persuade de algo mucho más determinante. Le dice que el futuro de la política y su diseminación será a través de internet. Le habla de usar Facebook (no existían ni WhatsApp, ni Telegram, ni Instagram y mucho menos Tik Tok), pero la matriz iba a ser la misma. Había que crear perfiles de Facebook. “Estamos tratando de crear avatares en la vida real”, proclamaba Gianroberto Casaleggio. Para él, el hecho de que la clase dirigente del Movimiento 5 estrellas estuviera formada por personajes improbables, sin ninguna experiencia ni habilidad probada, representaba una doble ventaja. En primer lugar, se trataba de avatares que podían controlarse fácilmente y, llegado el caso reemplazarse. En segundo lugar, su ignorancia, su gramática aproximativa y sus frecuentes meteduras de pata que deleitaban tanto a periodistas como a adversarios políticos los humanizaban y hacían que los avatares de Casaleggio se percibieran como más próximos al público y más alejados de la casta.
Cualquier coincidencia con el Gordo Dan y/o Lilia Lemoine… ¿Es pura casualidad?
En otro párrafo de Los Ingenieros del Caos, su autor nos dice: “los defectos de los líderes populistas se transforman, a ojos de sus electores, en cualidades. Su inexperiencia sería la prueba de que no pertenecen al círculo corrupto de las élites y su inexperiencia se percibe como garantía de su autenticidad. Las tensiones que se producen a nivel internacional serían un ejemplo de su independencia y la fake news, que nutren su propaganda, el símbolo de su libertad de espíritu.” ¿Recuerdan el debate Milei-Massa?
Sin spoilear, porque no es una novela, en el libro hay muchísimas similitudes entre el huracán Milei y los movimientos novedosos que están surcando el escenario político mundial.
El “León” es parte de un dispositivo internacional.