Firma ahí, Javier, y no hace falta que leas

La frase pertenece a un diplomático muy experimentado. Pidió reserva de su identidad y dijo: “Eso no es un acuerdo”. Después añadió: “Parece un documento escrito por una de las partes y la otra simplemente firmó al pie”. Se refería al convenio marco anunciado por la Casa Blanca para que productos estadounidenses, industriales y agropecuarios, puedan invadir libremente la Argentina. Qué buscan Trump y Milei.

Mientras Pablo Quirno, el canciller designado por Su Excelencia Javier Milei, esperaba en Washington el capítulo argentino de la política de promoción de productos estadounidenses en América latina para endosarlo, el martes 11 de noviembre una asistencia ávida de datos se reunió para escuchar las reflexiones sobre el último QMonitor. Producido por la consultora QSocial, se trata de un estudio cuantitativo y cualitativo sobre el humor social, la economía, la política e incluso la visión sobre Donald Trump. Esta vez, la curiosidad tenía un componente adicional, porque todavía es tema de análisis la causa del triunfo libertario en las legislativas nacionales del 26 de octubre.

Una parte de la explicación está contenida en una nota de María Fernanda Ruiz en este mismo número de Y ahora qué. Opina que el peronismo no tuvo estrategia pero, peor todavía, que no tiene conciencia del problema que es carecer de una estrategia de campaña.

El texto completo del monitor puede descargarse en PDF. Vale la pena pegarle una leída.

Durante el encuentro el director de QSocial y de Y ahora qué, Rafael Prieto, dejó algunos elementos:

*La gente percibió que un desborde financiero podía tener consecuencias políticas y personales.

*La percepción de un escenario caótico pudo haber provocado miedo y temor por la eventual inestabilidad cambiaria futura.

*El Gobierno trabajó ese miedo.

*Trató de instalar, y en parte lo logró, que el problema era el supuesto “riesgo kuka” y no el impacto real de las inconsistencias de su programa económico.

*También operó para acentuar el miedo a “volver al pasado”.

En ese contexto, mezcla de realidad, percepción y operación ex profeso, funcionó la amenaza de Donald Trump con el tándem clásico palo/zanahoria. Dijo que la Argentina se estaba muriendo, y que se moriría si no ganaba Milei. En el QMonitor no aparece una simpatía mayoritaria por Donald Trump. Sí la preocupación por la estabilidad, aun en la crisis y en la miseria de amplios sectores, e incluso un nivel de esperanza que supo estimular el equipo de campaña de Su Excelencia.

Allí influyó el presunto salvataje de Scott Bessent sobre la Argentina. Visto como tabla de salvación por parte del electorado, o al menos como medio de supervivencia para no estar todavía peor o morir, fue el antecedente político de lo que el jueves 13 de noviembre el Gobierno presentó como un acuerdo con los Estados Unidos.

No fue la única presentación dirigida a la política interna. También lo hizo el gobierno de Trump. Las razones de fondo las explica en esta edición Enrique Aschieri. El USTR, sigla en inglés del ministerio de Comercio Exterior norteamericano, quiso ser directo como hacen los estadounidenses cuando hablan de plata. Tuiteó cuatro posteos iguales, para los cuatro países a los que presentó como destino del prometido aumento de las exportaciones. Uno para El Salvador, otro para Guatemala, otro para Ecuador y otro para la Argentina. Con todo respeto para los otros tres pueblos, no es irreal señalar que la Argentina fue parte de una cadena de montaje a pesar de ser el segundo país de América del Sur, junto con Brasil, y figurar entre los tres más importantes de América latina si se incluye a México. No es una cuestión de mayor o menor vanidad nacional sino de observar que, para Washington, la Argentina es a la vez una pieza geopolítica y un blanco comercial antes que un aliado de privilegio. También lo es a su manera El Salvador, por la cercanía de Nayib Bukele con Trump y por la política de cercenamiento de los derechos humanos. Y lo es Ecuador, dolarizado a gusto de los grandes fondos y de los carteles narco y convertido luego del período de Rafael Correa en un santuario violento del crimen organizado.

Esto dice el tuit del USTR bajo el título de “La Argentina bajará las barreras no arancelarias para los exportadores de los Estados Unidos”:

*El cambio de régimen de propiedad intelectual favorecerá “a los innovadores y creadores americanos”.

*La Argentina aceptará la importación de vehículos construidos según los estándares de los Estados Unidos.

*El Estado argentino simplificará los procesos para importar productos de los Estados Unidos como la carne, derivados de la carne y productos porcinos.

*Aceptará la Argentina las certificaciones de la Administración de Comida y Drogas (farmacéuticas) y las autorizaciones dadas para insumos médicos y remedios.

*Se compromete a permitir el acceso para aves de corral y ciertos quesos y cortes de carne.

*Implementará prohibiciones a la importación de bienes producidos por “trabajo forzado o esclavo”.

Hasta ahora lo anunciado es un acuerdo marco. O sea que no es, por lo menos aún, un acuerdo. El peronismo ya reclamó que cualquier acuerdo debe pasar por el Congreso porque ésa es la obligación constitucional. También exigió que haya estudios, y que los sectores que pueden resultar afectados opinen.

En medio del silencio generalizado de esos sectores y sus representantes, retumbó la declaración de la Sociedad Rural Argentina. Dice uno de los párrafos: “Sobre el acuerdo en sí, aguardamos que el texto completo refleje un acuerdo equilibrado donde se detallen los compromisos y obligaciones de ambas partes para poder evaluar los posibles efectos, y que tenga como objetivo impulsar el crecimiento a largo plazo, ampliar las oportunidades y crear un entorno transparente y basado en normas para el comercio y la inversión”. Dice el texto que “hasta el momento hemos observado que hay acceso de productos de Estados Unidos a nuestro mercado”. Es un llamado de atención, por cierto acompañado del compromiso de la SRA con “las reformas laboral e impositiva”.

En 2005, los Estados Unidos buscaron concretar la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas. Un Alca. Lo buscaban desde 1994, cuando gobernaba Bill Clinton. Pero 21 años después, en Mar del Plata, los países del Mercosur más Venezuela aprovecharon que las decisiones en las cumbres de las Américas no se votan sino que debe haber consenso, es decir cero bolilla negra, para ponerle una bolilla negra a la formación de un Alca.

Si en 2005 no hubo Alca con las Américas, lo que hay ahora es otro Alca. El intento de formar un Área de Libre Comercio con la Argentina.

Como entonces, hay dos patas en consideración, como mínimo:

La primera es que tiene final cantado la asimetría industrial entre una de las dos mayores economías del mundo y un país de desarrollo intermedio pero empobrecido.

La segunda es que no solamente la Argentina corre el riesgo de acentuar su reprimarización. También pasa a estar en peligro su mismísima producción primaria original, la agrícola y ganadera, ante la competencia abierta de otro país que además de una industria desarrollada también es rico en carnes y granos como Estados Unidos.

Antes de la Cumbre de Mar del Plata Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva ya se habían puesto de acuerdo en que trabarían todo intento por formar un Alca. Uno de los argumentos que manejaron entre ambos fue la convicción compartida de que una invasión industrial barrería incluso con el país más desarrollado de los dos, Brasil, que además era el verdadero mercado apetecido por los estadounidenses.

En el caso argentino el vicecanciller económico, Alfredo Chiaradía, discutió duramente con el USTR y no hubo acuerdo porque los Estados Unidos querían un compromiso de desprotección agrícola argentina. Pero a su vez Chiaradía, un diplomático de carrera acostumbrado a la negociación ruda, quería un compromiso norteamericano de eliminación de todo tipo de subsidios agrícolas a sus productores. Que, como las brujas, no se nombran que los hay los hay.

Lejos de esa posición nacional, Su Excelencia pretende incluir en el envión político de su triunfo electoral el llamado Acuerdo Marco que aceptó Quirno, el descendiente de aquel vecino de Buenos Aires que en el Cabildo Abierto del 22 de mayo votó por la continuidad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

El documento de la Casa Blanca no es la primera jugada, ni será la última, aceptada por Su Excelencia. Siempre conviene recordar que su primera decisión geopolítica, mientras anunciaba el alineamiento con los Estados Unidos e Israel, fue avisarle al grupo Brics que no contaran con la Argentina para sumar al país en la ampliación ya acordada, que entraría en vigencia el 1° de enero de 2024.

A la eventual disponibilidad de bases que aseguren la proyección antártica de los Estados Unidos y el dominio de los pasos australes habrá que agregar una avalancha de productos que pujarán por entrar al mercado argentino. O no pujarán y llegarán con las puertas abiertas.

Como todavía no hay acuerdo formal, las alternativas están abiertas.

Una es que haya un acuerdo formal y pase por el Congreso. Podría trabarse total o parcialmente según el humor parlamentario y político de cada momento.

Otra es que, sin acuerdo formal, el Gobierno trate de utilizar con la avanzada comercial de los Estados Unidos la misma política de hechos consumados que usó con la las emergencias en discapacidad y en financiamiento universitario. Sencillamente: cuando ya no pudo vetar, se abstuvo de aplicar la ley.

Algo de esto último ya está ocurriendo. Así lo testimonia el proyecto de liquidar una parte de las acciones del Estado en Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima, que opera las centrales nucleares de Atucha I, Atucha II y Embalse.

Hemos pasado una agradable semana, pero no ha sido ésta, diría Groucho Marx.

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