Politólogo, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales del Frente Amplio, 46 años, exdiputado, Pablo Álvarez cuenta cómo hizo el FA para reconectarse con la sociedad después de 15 años de gobierno y una derrota, la de 2019, hasta llegar al triunfo en segunda vuelta por 51,13 por ciento de Yamandú Orsi contra el 47,20 por ciento de Álvaro Delgado. Cómo fue el proceso de balance y autocrítica. La construcción del programa. El gobierno y la política.
Pablo Álvarez atiende el celular desde el otro lado del charco y no duda al escuchar la pregunta sobre cuáles fueron las claves de la victoria del Frente Amplio:
–Te ahorro la historia de los 53 años de Frente, que sería tema de otra conversación, y larga. Pero esos 53 años para nosotros se fue haciendo carne de que la unidad política tiene un valor estratégico y no sólo táctico. La clave actualizada es la derrota de 2019. Las derrotas siempre son huérfanas y multiplican las culpas.
–Sobre todo las culpas ajenas, ¿no?
–Sí, claro. Primero las del otro. Supongo que conocerás esa frase de qué es la autocrítica para la izquierda: la crítica que yo te hago a vos. No se conjuga la primera persona del plural.
–¿Y en 2019 pasó lo contrario?
–Sí. Después de la derrota conjugamos las respuestas. Hicimos un proceso de discusión que incluyó el balance de 15 años de gobierno y el por qué de la derrota. La discusión tuvo carácter congresal. Los tres documentos pasaron por 500 comités de base. El congreso suele tener entre mil y mil trescientos y discute y aprueba. La discusión llevó meses, y fue en medio de la pandemia.
–El riesgo es que la autocrítica sea golpearse el pecho y declararse culpable.
–No pasó, porque también hubo balance de lo que hicimos dentro y fuera del gobierno. Una conclusión fue el debilitamiento del como Frente fuerza política en los 15 años de gobierno. Hubo diferentes etapas, pero no un fortalecimiento en ese sentido. También se produjo un debilitamiento de los vínculos entre las bases políticas y sociales del Frente y sus aliados históricos: el movimiento sindical, el estudiantil, el cooperativo y el feminista. La separación existe, aunque haya vínculos. Otro tema fue el mediático.
–¿Qué analizaron en esa cuestión?
–Que estando en el Gobierno no pudimos responder a la avanzada mediática. Por desequilibrio, pero también porque no pudimos procesar temas como el reclamo de seguridad. Sigo: políticas sociales.
–¿Igual que en la Argentina? ¿Choriplaneros y esas cosas?
–En todos lados es lo mismo. Cuando asumió el FA la gente creía que la solución de la pobreza era un problema de política pública. Después, pasó a decir que salir de la pobreza sólo era una cuestión de esfuerzo personal: “Yo me esfuerzo y el resto es una manga de vagos”. y el resto son vagos.
–Ok. ¿Y qué hicieron con el balance?
–Lo primero fue el cambio de dirección. Se eligió a Fernando Pereira, que antes fue 20 años presidente de la PIT-CNT.
–La CGT nuestra.
–Sí. Eso ya era un guiño, y le dio dinamismo a nuestra política. A partir de esa conducción el paso siguiente fue “El Frente Amplio te escucha”, en todos los departamentos. Nos ofrecimos a reunirnos con quien quisiera. Con personas y organizaciones amigas, y con las que no lo eran. La obligación era sólo escuchar.
–¿Sin discusión?
–Sin discusión. Recogimos valoraciones de todo tipo. También positivas, por supuesto. Sistematizamos la información. Después pudimos pasar a otra etapa, “El Frente Amplio dialoga”. Eso ya fue un intercambio. Y luego comenzamos el proceso de elaboración programática. Fue un proceso que llevó alrededor de dos años. En el Frente hay una comisión de programa que funciona de manera permanente, con diferentes unidades temáticas. El borrador pasó a ser discutido por todo el Frente Amplio. A eso le agregamos lo que habíamos escuchado de la gente. El resultado fue que nos reconectamos. Y obviamente seguimos haciendo política desde la oposición. Promovimos la derogación de 153 artículos de urgencia elevados por el presidente Lacalle Pou, y perdimos por poco. Debo decir que quienes levantaron el humor colectivo fueron los de la izquierda social más que nosotros, en la izquierda política. Aunque perdimos, como nos fue muy bien nos tonificamos entre nosotros y al mismo tiempo tanto el gobierno como el resto de la sociedad nos empezó a mirar con más respeto.
–Respeto a la envergadura política.
–Claro. Te aclaro que cuando te hablé del programa del Frente se trata de un programa político en cualquier caso.
Es de gobierno si se gana y de política si se pierde. Bien. El paso siguiente fue habilitar las precandidaturas. La ventaja de tener un programa, y de haberlo discutido a fondo masivamente, es que cada candidato representa un perfil pero no una disputa programática. Además, Yamandú Orsi ganó la candidatura a presidente con una mayoría sólida pero a Carolina Cosse le fue muy bien. Obtuvo los votos suficientes para no ser evitada. Y así se integró la fórmula que ganó las elecciones presidenciales en primera vuelta y en el balotaje.
–¿Hubo una característica especial en la campaña?
–Pagamos el profesionalismo que pudimos, y también teníamos un Frente Amplio fortalecido, con casi 500 comités y un vínculo social y político. La ciudadanía resolvió en nuestro favor, pero tampoco exigió cambios radicales: no ganamos diez a cero. No hubo escenario de propuestas polarizadas. Evidentemente en Uruguay, aunque las encuestas indiquen que la confianza en la política va decreciendo, la gente defiende la existencia de partidos relativamente arraigados. A pesar de todo. Calculá que nosotros perdimos un vicepresidente.
–Raúl Sendic.
–Sí. Porque uno también comete errores. Los errores nuestros son muchísimo menos relevantes, pero la caja de resonancia de la derecha es muy superior. En otro terreno, la seguridad fue y es un problema, y en parte Lacalle Pou pierde por no haber podido resolverlo. El manejo de la policía de este gobierno no fue bueno.
Entonces hubo una especie de exorcismo sobre nuestra propia gestión. Con Lacalle Pou murió un ministro del Interior y asumió otro que renunció por problemas de corrupción y de la seguridad del presidente. Nosotros teníamos los mejores puntajes en salud, educación y trabajo. En la campaña y ya después, Yamandú dio señales. Designó como prosecretario de la Presidencia a Jorge Díaz, ex juez y ex fiscal, y asociado a esos temas. Te agrego una clave: la derecha había logrado articular el descontento con el antifrentamplismo.
–Como el antipetismo en Brasil o el antiperonismo en la Argentina.
–En todos lados es igual. Pero en esta última etapa el antifrenteamplismo disminuyó. El Frente fue responsable en la oposición y logró demostrar que su propuesta era superior. Parte de la ciudadanía regresó con nosotros. Al mismo tiempo que el antifrenteamplismo, se fue desarrollando cada vez más el sentido de pertenencia al Frente Amplio, más allá del sector al que se pertenezca. Eso permite trasladar experiencias y profundizarlas. Nuestro gobierno no destruyó todo. El Estado fue muy presente y la ciudadanía sigue siendo muy defensora de la cosa pública. A los otros la pandemia no les permitió aplicar profundamente el programa que tenían pensado, pero hicieron ajustes aun en medio del Covid.
–¿Y los más jóvenes? ¿Qué pasa con ellos y con su cabeza?
–Los más jóvenes siguen votando al Frente Amplio. La familia tiene capacidad de trasladar el frenteamplismo. Se agrega que en Uruguay el discurso emprendedor es difícil porque el emprendedorismo tiene menos posibilidades de éxito por la economía real. El individualismo sí cuaja, claro. Y en términos sociales estamos tranquilos. En la periferia de Montevideo llegamos al 70 por ciento de los votos. En el interior las cosas son distintas. Los sectores más pobres tienen relación con los partidos tradicionales. De cualquier manera, con el Frente se abrieron muchas instancias de formación terciaria y eso es reconocido. Lo mismo que entre las mujeres.
Muy interesante, muy bueno.
Realidades diferentes: un país de 3 millones y una prov de 17, no se puede hacer lo mismo: no da la escala. Pero sí es necesario el reencuentro con las bases. Es difícil encontrar una unidad básica y más difícil una q esté abierta. No hay ningún encuentro con algún político. Así estamos