La historia del lugarteniente de Tony Valverde Valeriano, alias Pequeño J., Martín Ozorio es un caso en sí mismo. Logró estudiar para enfermero y tenía un buen trabajo en el Hospital Italiano, pero apostó todos sus ahorros a la criptomoneda $Libra, la que promovió por la red X Javier Milei. Se arruinó y se afilió a la mafia.
Éstas no son ambulancias tradicionales aunque su finalidad es la misma. Pero estas dos llevan en una puerta la cara de Ernesto Che Guevara, y en la otra está la del cura Mujica. En la parte de atrás se incluyó, en 2020, el rostro de Evo Morales.
No son ambulancias estatales. Pertenecen a la Corriente Villera, un grupo de militantes de izquierda que entre otras cosas negoció con la mafia narco que domina la villa 1-11-14 la posibilidad de introducir este tipo de vehículos en el lugar, ese barrio del Bajo Flores donde solo ingresa la policía si es un contingente grande y están armados hasta los dientes.
La mayor parte de los pobladores de la villa son bolivianos, aunque hay muchos paraguayos y algunos peruanos. Peruano es precisamente quien se hace llamar “el señor Ávila” como en la telenovela narco. Es dueño de vidas y haciendas en una de las barriadas más pobres del Buenos Aires, que debe su nombre al mapeo militar que se le dio en la dictadura de Jorge Rafael Videla.
“Ávila” aceptó las ambulancias del grupo de izquierda cuando los negociadores le dijeron: “Piense que el herido o el enfermo podría ser su hijo”. Realmente, Mr. Hyde viene, de tarde en tarde, acompañado del Dr. Jeckyll.
Ingresé ahí precisamente en una de las ambulancias. Fui hasta un restaurante boliviano. Fricasé como corresponde. La señora me reconoció y engordé un par de kilos ese día. Vino una de sus amigas, comerciante de frutas y verduras de al lado, y después de saludarme preguntó cómo había podido entrar hasta el centro de la villa con el celular en el bolsillo de mi camisa. Mi anfitriona respondió: “Es que ha entrado en la ambulancia”. Y agregó que además “está con los del consulado boliviano, porque están recarnetizando a los compatriotas”.
Medio segundo después mi móvil estaba en el bolsillo de mi pantalón.
La fusión de las villas
Cuando la villa 1 se unió con la 11 y la 14 nació el nombre de este barrio que tiene más de 40 mil habitantes. Surgió en los años 30 del siglo pasado y hasta ese lugar acudieron familias de las provincias de la Argentina que migraban hasta la capital. Con los años acogió a los migrantes de países vecinos. Los cabecitas negras fueron remplazados por cabezas aún más negras y cuerpos más cobrizos.
El nombre real de la zona es “Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli”, por un cura que en los años ‘70 hizo mucho por llevar a los jóvenes por la senda de la Iglesia y que incluso construyó una humilde parroquia de dos aguas cuyas paredes son de botellas para dejar pasar la luz.
Ahí el por entonces obispo argentino Jorge Bergoglio daría una de sus últimas misas antes de partir al Vaticano con el destino papal que luego conoceríamos.
Pero el padre Ricciadelli parece haber perdido la batalla. Bueno, una parte de ella. Hoy en la villa mandan los narcos, la mayoría manejados por peruanos, cuyos mandos en muchos casos fueron miembros de Sendero Luminoso.
Y los narcos tienen a su ejército de jóvenes con ellos. Unos son sicarios, otros manejan bandas menores como la del Pequeño J., y ellas a la prostitución, aunque tengan 15 años.
Poca cocaína circula en la villa. Claro que la hay, sobre todo peruana que pasando por Bolivia llegó a Buenos Aires, pero ésta sirve para vender en otros barrios de mayor poder adquisitivo.
En la 1-11-14 lo que abunda es “paco”, sulfato base de cocaína, mucho más barato y mucho más adictivo y peligroso.
¿Cuánto debe temer a la justicia dentro del propio barrio el Pequeño J. que mandó a torturar, matar y filmar a tres chiquillas, como para no aceptar ser extraditado a Buenos Aires y preferir las cárceles peruanas, que ya es decir?
Por lo menos Fuerte Apache sacó un Tévez. Acá se juega fútbol pero los cazadores de talentos no visitan el barrio.
La historia del lugarteniente de Tony Valverde Valeriano, alias Pequeño J., Martín Ozorio es un caso en sí mismo. Logró estudiar para enfermero y tenía un buen trabajo en el Hospital Italiano, pero apostó todos sus ahorros a la criptomoneda $Libra, la que promovió por la red X Javier Milei. Se arruinó y se afilió a la mafia para conseguir dinero para pagar sus deudas y también para mantener a su familia. Una frase cruel diría “viva la libertad carajo”.
Fricasé del bueno
Pero tampoco podemos estigmatizar a la villa, allá todo el que vive adentro corre poco riesgo. Y la mayoría de los pobladores hacen negocios legales, aun informales. Tiene sus propias leyes y su propio Estado. Que también fue resultado de la negociación entre los mandos del señor “Ávila”, los líderes comunitarios y la propia Iglesia Católica.
Me dicen que en las últimas elecciones el 80 por ciento votó por el peronismo. No lo sé, pero lo creo y, eso sí, puedo confirmar que ahí comí uno de los mejores fricasés en mi vida.