El arte independiza su mensaje de las circunstancias de tiempo y lugar en que es creado. Tiene un cometido universal y eterno en la medida que es aprehendido en cada época y releído en la búsqueda de la verdad. Un poema de Dylan Thomas que habla de los muertos de la Primera Guerra es útil para destapar también miserias actuales.
Un poema de Dylan Thomas recientemente publicado en la obra completa del vate galés, mediante una impactante traducción local de Patricia Ogan Rivadavia y Esteban Moore, se refiere a los muertos de la Primera Guerra Mundial de un modo que trasciende su época y nos inspira repensar hoy la criminalidad de la guerra que, pese a todo el daño que provoca, no logra exterminar a la especie humana. La vida insiste en reproducirse y buscar realizarse en plenitud.
Reproducimos aquí Y la muerte no tendrá dominio, tomado de Poesía Completa, editado por El cuenco de plata en su colección Extraterritorial, págs. 110 y 111 de esta presentación bilingüe, una joya de la literatura universal.
Y la muerte no tendrá dominio.
los muertos desnudos serán uno
con el hombre del viento y la luna del oeste;
cuando sus huesos queden limpios y los huesos limpios ya no estén,
ellos tendrán estrellas en los codos y a sus pies;
aunque enloquezcan serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar emergerán;
aunque los amantes se pierdan, el amor no se perderá;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen bajo recodos del mar,
no morirán en el viento;
retorciéndose en el potro, cuando los tendones cedan,
amarrados a una rueda no se quebrarán;
la fe se partirá en dos en sus manos,
y los males del unicornio los atravesarán;
aunque amputen todos sus miembros, no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Ya en sus oídos las gaviotas no podrán gritar,
ni las olas romper estruendosas en las playas;
donde una flor se voló nunca más podrá una flor
alzarse al soplido de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
sus cabezas golpearán contra las malvas,
forzarán al sol a entrar hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
El horror de la matanza paraliza, desquicia, subleva y, también, da lugar a justificaciones inadmisibles que se presentan impúdicamente y nos dejan atónitos. Callar, tan sabio a veces, en este caso es una forma de complicidad.
No obstante creemos que, cuando todo parece cerrado a los ojos de la verdad y la justicia, siempre hay un camino posible de defensa de la condición humana esencial, que tiene que ver con el respeto y su libertad (verdadera, no manoseada y degradada a eslóganes para justificar las peores políticas de inequidad).
Tenemos presente la exitosa frase de Theodor W. Adorno, respecto de que tras los horrores del holocausto («No puede haber poesía después de Auschwitz») es imposible concebir al mundo de modo angelical, con una mirada idealizada del género. Pero también es necesario reivindicar la herramienta poética para denunciar lo que está cancelado o prohibido para describir la realidad afrentosa e inaceptable.
Es lo que hizo Dylan Thomas (1914-1953) en su breve paso por este mundo: destapar las miserias y contradicciones que conviven en el corazón humano imponiendo a la conciencia su ordenamiento o, si se quiere, las condiciones de su florecimiento.
El seductor paradigma clásico de que la verdad y la belleza van juntas es realmente hermoso, y deseable, pero bastante inalcanzable en los términos de la civilización contemporánea. En todo caso, requieren un giro no trillado para reencontrarse, quizás atravesando a pecho desnudo los campos mezquinos poblados de asesinos establecidos para ir desembarazándose de la maldad hacia un destino mejor, porvenir hasta ahora lejano pero irrenunciable mediante una sabia y solidaria construcción colectiva.
Maravillados por las hazañas de la tecnología, no vemos su costado siniestro cuando se aplica a ampliar y perpetuar el dominio de unos seres sobre otros. Allí radica esa ingenuidad inadmisible que vemos a diario, que intenta convencer acerca de que todo lo que hoy es imperfecto tiene una solución técnica. La tiene, por cierto, pero desde una perspectiva que reencuentre en el centro del progreso al ser humano y su insustituible libertad concreta y real. Las matanzas en Gaza son también una “solución técnica”, pero ajenas a cualquier forma de piedad y respeto a nuestros semejantes.
Tan complejo es este desafío que estamos dando combate desigual frente a advenedizos que se han apropiado descaradamente de la escena al invocar valores sagrados sin mérito alguno en su entronización y se permiten hablar en su nombre. Injuria a la inteligencia y a los más nobles sentimientos que pueden y deben inspirar nuestra conducta social y política.
Comunican por saturación y fragmentación sobre un terreno dominado por la ignorancia y confusiones varias deliberadas. Por absurdo que parezca esto es hoy lo predominante en la política argentina y mundial. Sería absurdo pensar, y contradice toda lógica, que se trata de algo definitivo y deberíamos resignarnos a la situación actual, tan vergonzosa.
La inercia no ayuda, ciertamente. Bajar los brazos es dejarles el campo llano a los demonios de la rapiña. Pero eso es inadmisible.
Dónde y cómo resistir para encarar una vida auténtica es la cuestión. Y allí es donde reivindicamos al valor y la utilidad de la poesía, al nombrar y poner a la luz lo que no puede ser asumido en relaciones de fuerza determinadas y que sin embargo existe aún en tiempos adversidad.
Así los poetas serían los modernos oráculos (según el RAE, personas cuya opinión se estima mucho por su gran sabiduría). Por algo grandes intelectuales y personalidades relevantes han reivindicado a quienes se animan a mirar distinto, y escribirlo, como seres únicos que abren con sus palabras dimensiones insospechadas de la conciencia y los sentimientos. Por lo tanto no ingresan en las trapisondas del poder. Es más, con frecuencia lo enfrentan, aún sin proponérselo.
Agradecemos pues a los poetas su existencia. Cuando su obra brilla nos abre dimensiones de esperanza y motiva a seguir trabajando por una comunidad organizada, donde cada cual pueda ser una persona íntegra y el conjunto no muestre manchas de indiferencia o impiedad hacia nuestros semejantes.
Y es oportuno también ahora un homenaje a Jorge Aulicino, poeta y traductor, que nos dejó esta semana.
Teniendo en cuenta esta ausencia va el poema quizás más conocido de Dylan Thomas, también en la traducción única de Ogan y Moore. Si habláramos de un homenaje, tal vez Jorge esbozaría una sonrisa torva:
No entres mansamente en esa noche bondadosa
No entres mansamente en esa noche bondadosa,
la vejez debe quemar, bramar al fin del día;
y la muerte de la luz desafía, desafía.
Aunque los sabios, al final, saben que la oscuridad es justa,
sus palabras no son relámpagos, entonces,
no entran mansamente en esa noche bondadosa.
Los hombres buenos, que en su saludo final exclaman
que brillantes podrían haber danzado sus frágiles actos en una verde bahía
y la muerte de la luz, desafían, desafían.
Hombres salvajes que atraparon y cantaron al sol en su huida
y lloraron su partida, demasiado tarde entienden,
no entran mansamente en esa noche bondadosa.
Hombres serios, cerca de la muerte, que ven con vista enceguecedora
que ojos ciegos podrían arder como meteoros de alegría,
y la muerte de la luz, desafían, desafían.
Y tú, mi padre, allí en la penosa altura
Maldice, bendíceme ahora con tus fieras lágrimas, te ruego.
No entres mansamente en esa noche bondadosa.
A la muerte de la luz, desafía, desafía.
Para los interesados sobre la traducción en general y la de Dylan Thomas en particular, se adjuntan videos de la presentación de la obra comentada. Abrir aquí: https://drive.google.com/drive/folders/13qSHzNLDEGpMn6Q1C3a9-v7HlRr1R7mh?usp=drive_link

Es una vergüenza que se esté matando a la población de Gaza de hambre y que los intereses políticos y económicos.lo estén permitiendo porque les interesa. La población civil de todo el mundo tendríamos que manifestarnos y exigir que esto se termine.
Excelente el poema y también el libro en general.Te felicito por el talento y el nivel de erudición de Patricia y vos.