Carlos Paz fue presidente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el INTA, entre 2008 y 2009, y además tiene la experiencia de haber trabajado como profesional del organismo durante 40 años. Aquí explica las razones para mantener y desarrollar este organismo que empezó a funcionar con Frondizi y pasó por todo tipo de gobiernos, y critica la sinrazón de achicarlo.
Dice Carlos Paz, ex presidente del INTA, que es mentira que se resista a cambiar.
–Conozco bien el organismo –explica– porque fui empleado del INTA 40 años y miembro del consejo directivo. Sé que la gente viene con preconcepto pero cuando se mete en la institución y ve la forma de trabajar, la apertura y la horizontalidad de las decisiones, termina dándose cuenta de que el INTA es valioso.
–No es la postura del Gobierno nacional.
–Ahí veo un encarnizamiento. Al Gobierno incluso le molesta que el consejo directivo en pleno, donde está la Mesa de Enlace sentada, haya un respeto por el INTA, una institución sobre cuya seriedad histórica nadie dudó.
–¿Cuál sería el objetivo del Gobierno?
–El criterio es de achique y encontraron un escollo. No tienen un plan.
–¿El INTA sí lo tiene?
—El INTA desde la década del ‘90, con la presidencia de Félix Cirio, viene manejando planes estratégicos de largo plazo con revisiones cada cuatro años. Cirio ingresó como presidente a fines de 1989 después de la intervención de Raúl Alfonsín. Venía de una escuela europea y generó el primer PLANTA, plan tecnológico argentino. Después, con una segunda reforma interna a partir de 2003, con la presidencia de Carlos Cheppi, reemplazan el PLANTA por los planes estratégicos institucionales. El último se hizo en 2016, ya con la presidencia de Mauricio Macri, para el período 2015-2030.
–¿Cómo se llegaba a elaborar esos planes?
–Todos los estamentos colaboran, desde los consejos directivos y las direcciones regionales y los consejos regionales. Muchas veces eso se ha hecho con participación de sectores externos. Referentes de la universidad del Conicet y técnicos del exterior. El
primer PLANTA es de 1990. Son 35 años.
–¿La estructura del INTA es flexible para planificar y funcionar?
–El consejo directivo tiene cinco miembros por el Estado, las cuatro de la Mesa de Enlace y la asociación Crea, que se dedica a la experimentación regional. Quiero subrayar que, en cuanto al resto, el INTA concursa todos los cargos profesionales, incluso los del personal de apoyo. Se concursa también el director nacional. En esos concursos no participan sólo los pares sino miembros de los consejos regionales y de los organismos científicos, que vienen del Conicet y las universidades. Y las dos corrientes tradicionales, tanto agronomía como veterinaria, están representados como parte de los cinco.
El presidente y el vice deben ser ingenieros agrónomos o veterinarios. Luego hay ingenieros zootecnistas y expertos en administración agraria, especializaciones en continuo desarrollo.
–Y están los centros.
–Sí, el INTA maneja los centros de Castelar y los de Córdoba, donde hay becarios conjuntos Conicet-INTA. Hay investigación de clima, agua, biología, microbiología.
Y por otro lado está la transferencia de tecnología al sector por parte de los centros regionales. La historia ya es larga. El INTA fue creado en 1956 y empezó a funcionar con Arturo Frondizi en 1958. ¿El país quiere perder tantos años de investigación rural, básicamente aplicada, la extensión rural por 350 agencias y el fomento agrario?
Después de la primera gran discusión de diciembre, con la venta de un edificio, desde el Gobierno pidieron una propuesta de achicamiento de estructura y personal. El consejo directivo había recibido una propuesta de la Secretaria de Agricultura que eliminaba las agencias de extensión en el interior.
–Adiós visión nacional completa.
–Sobre todo en un país grande y con distintas condiciones agroecológicas y distintas producciones. No es lo mismo la producción en Misiones que en Tucumán, o en la Pampa Húmeda que en la Patagonia. Tampoco son lo mismo las chances de asesoría privada. En la Pampa Húmeda hay una cantidad de asesores y técnicos en el sector privado. En otros puntos eso no está presente. En otros lugares la única alternativa está en la oficina del INTA para la transferencia: Misiones, Chaco, Formosa… El 80 por ciento de los productores son pequeños o medianos. Las personas que manejan los destinos del INTA tienen que tener en cuenta esa complejidad. Incluso en la Pampa Húmeda.
–¿Por qué allí?
–En la Pampa Húmeda no es lo mismo la realidad de los productores horticultores de La Plata que llegar a un productor que tiene toda la tecnología para oleaginosas.
Antes eran los portugueses y los italianos y ahora los bolivianos. El 60 por ciento de las hortalizas del Amba son del periurbano propio, para 13 millones de habitantes. Salvo el ajo y el zapallo, que vienen de Mendoza. Ajo y zapallo de Mendoza. Quieren disfrazar el achique hablando de modernización. El INTA tiene muchas cosas para cambiar, pero con análisis concienzudo y con la participación de la propia gente del INTA. Hubo resistencia pero los cambios se aceptaron. Por ejemplo, el cambio que supuso la regionalización y la descentralización del INTA. Otro cambio importante: en 2003 y 2004 empieza a elaborar planes a 15 años con revisión cada cuatro. Otro ejemplo más: con la aparición de la siembra directa el INTA hizo muchos trabajos con los productores y contribuyó a que se superasen las 100 millones de toneladas. Eso si tomamos la agricultura extensiva. Hasta la silobolsas, hoy tan conocidas, se deben al INTA.
–¿Las inventó?
—No. Tuvo la idea de traerlas de Canadá para conservación de forraje. Antes el silaje se hacía en el suelo y el forraje se tapaba con tierra. Hoy la mitad del almacenamiento se hace en las silobolsas. Eso se hizo después para cada cultivo: soja, maíz, trigo y arroz. Podemos hablar de la incidencia de problemas en los cítricos, y no sólo para los grandes productores de limones de Tucumán sino para los pequeños productores. O arroz.
–¿Qué hizo el INTA en arroz?
–Genética de arroz, que se desarrolló en el experimental de Concepción del Uruguay produciendo variedades tomadas incluso por Brasil, que es un gran productor de arroz. También puedo mencionar técnicas para la producción de lana en el sur, como la esquila preparto. El 70 por ciento de los productores son chicos. Gran trabajo en Bariloche y Río Gallegos. O los mapas de suelo de la Argentina, que son una gran contribución del INTA Castelar y de las estaciones experimentales. O en Misiones, la genética de pinos. ¿Cómo se mide con el valor venal de la tierra el mejoramiento de pinos, cuando la Argentina necesita crecer en lo forestal?
–Ya estamos entrando en una WikiINTA.
–Me apasiona. La experimental del Delta produjo los clones híbridos de sauces para la industria de madera y papel. Lo hizo con los carpinteros y con los que hacen papel. En los últimos 15 años hubo inscripciones de sauces en función de las necesidades de la industria. Eso se logró conversando con las empresas y con los pequeños productores para que usaran esos nuevos híbridos. También puedo hablar del desarrollo vitícola de las experimentales de Mendoza, donde se recuperaron las cepas de Malbec gracias a la estación experimental de Luján de Cuyo. También allí la estructura parcelaria es de pequeños productores. Y todavía falta incorporar tecnología en la producción ganadera para aumentar el destete e incrementar un 10 por ciento la producción.
O hablemos de la fruticultura experimental, en Jujuy, con bananas y papaya o maracuyá, o mango. Hay mucho para hacer todavía en el NEA y el NOA. Ni hablar de la importancia de la sanidad vegetal… Ya le dije: me apasiona. Pero porque conozco de qué se trata el INTA.

Interesante. Apoyo la labor del INTA y estoy dispuest a colaborar el lo que sea necesario. Saludos cordiales