El más grande escritor israelí vivo, David Grossman, conmocionó a su país y al mundo con una frase sobre Gaza: “Con mucho dolor debo aceptar que lo que está sucediendo ante mis ojos es genocidio”. El cambio es tajante, porque hace 20 años lo negaba.
“Durante muchos años, me negué a usar esa palabra: genocidio. Pero ahora no puedo evitarlo, después de lo que he leído en los diarios, las imágenes que he visto y después de hablar con personas que estuvieron allí. (…) Quiero hablar como alguien que hizo todo lo posible para evitar llamar a Israel un Estado genocida. Y ahora, con inmenso dolor y con el corazón roto, debo aceptar que lo que está sucediendo ante mis ojos es un genocidio.” Así habló ante la periodista Francesa Caferri, del diario italiano “La Repubblica”, el candidato permanente a Nobel de Literatura David Grossman.
Israelí nacido en 1954, hace casi veinte años, Grossman estuvo de visita en Buenos Aires para la presentación de su libro “Presencias Ausentes” en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Silvina Friera lo entrevistó para Página/12 y publicó la nota el 12 de mayo de 2006. Grossman le contó que había discutido tres horas con José Saramago en Jerusalén porque el escritor portugués insistía en comparar al genocidio nazi con lo que en ese momento ocurría en Palestina. Saramago insistía en llamarlo “genocidio”. Grossman se negaba. “Aún hoy, después de 40 años de violencia, los israelíes no quieren de ninguna manera destruir al pueblo palestino, como los alemanes trataron de matar a todos los judíos”, dijo en ese momento.
Hoy, con dolor y sin que Saramago pueda ser testigo de su cambio, Grossman reconoce que Israel está cometiendo un genocidio.
Sólo en el tiempo que transcurrió entre que la periodista de La Repubblica y él acordaron encontrarse y el momento de la entrevista, Israel asesinó a 103 palestinos: cuarenta y siete, mientras pedían comida; siete, murieron de hambre, y el resto a causa de los bombardeos. Las cifras fueron publicadas por el diario israelí Hareetz. Según la Deutsche Welle, al 6 de agosto de 2025, 60 mil personas habían sido asesinadas en Gaza.
-Comencemos con las cifras. ¿Qué piensa al leer el número de muertos en Gaza? -pregunta Caferri.
-Me vuelve loco -responde Grossman- (…). Es devastador y me genera una absoluta confusión que ya no es solamente moral. Es personal. Me pregunto: ¿cómo llegamos hasta aquí?
David Grossman nació en Jerusalén. Empezó a trabajar en la radio israelí, pero desde 1987 se dedica exclusivamente a la escritura de novelas y ensayos, actividad que compagina con la realización de columnas para “El País” de España. Es considerado uno de los escritores israelíes más universales de su generación. Entre sus libros más importantes figuran “El viento amarillo” (1987), “La sonrisa del cordero” (1988) “Llévame contigo” (2000), “La muerte como forma de vida” (2003), “La vida como juega conmigo” (2019), y “El precio que pagamos” (2024).
Cuando predijo la primera Intifada en su libro “El viento amarillo”, el Primer Ministro de entonces, Yitzhak Shamir, dijo que todo era pura ficción y que los palestinos nunca se levantarían contra los israelíes porque su situación económica era excelente. En 1987, cinco meses después de la aparición del libro, comenzaba la primera Intifada.
La muerte de Uri
Grossman siempre estuvo de acuerdo en una solución negociada con los palestinos incluso a pesar de su tragedia personal: tres meses después de la nota de Silvina Friera, su hijo Uri de 20 años, sargento del Ejército Israelí, cayó en combate contra Hezbollah en el sur del Líbano.
Justo dos días antes de la muerte de su hijo, Grossman había instado al Gobierno israelí a negociar con Hezbollah «antes de que la situación degenere en un abismo». «Tal vez éste es el último momento para entablar un diálogo y salvarnos.”
Junto con Amos Oz y Abraham Yehoshúa, del Movimiento de Intelectuales Israelíes, presentó una iniciativa en la que instaban al Primer Ministro, Ehud Olmert, a aceptar un alto el fuego en lugar de poner en marcha la ofensiva masiva aprobada por el Gobierno para que las tropas se adentraran treinta y dos kilómetros en el sur de Líbano. En esa incursión fue que murió su hijo, alcanzado por un misil de Hezbollah.
«El argumento de que la presencia israelí en el río Litani impedirá el disparo de misiles contra Israel es un engaño», denunciaron entonces los intelectuales. «No hay justificación para seguir provocando daño y derramamiento de sangre a ambas partes», destacaron los tres.
La agresión de Hezbollah contra Israel «ha hecho necesaria una amplia ofensiva militar» de su país para defenderse, argumentaron Amos Oz, Abraham Yehoshúa y David Grossman, que criticaron a las autoridades libanesas por dar apoyo a una «organización criminal que aspira a la destrucción de Israel». Pero señalaron que la muerte de civiles era inaceptable y eso les había llevado a «hacer un llamamiento al Gobierno israelí para que acepte un alto el fuego y use la vía diplomática para dirimir el conflicto”.
Uri se iba de baja en noviembre de 2006 y el 27 de agosto habría cumplido 21 años. Dice Grossman que, por sus valores y por su profundo humanismo, Uri era el “izquierdista” de su batallón. Cuando se fuera de baja, quería estudiar actuación. Todos planes truncados por una guerra que dos días antes su padre había llamado a terminar.
A pesar de la muerte de Uri, Grossman no dejó de bregar por la paz. Mientras vivieron Amos Oz y Abraham Yehoshuá, lo acompañaron. Nunca dejó de ser uno de los intelectuales israelíes más comprometidos con el derecho de los palestinos a tener un Estado viable.
“Recordar cuán humano es el otro”
A Grossman le interesa bucear en el interior de los otros, trata de comprender al otro desde su interior, especialmente en una situación de guerra y peligro.
“La función de la literatura es volver a recordar cuán humano es el otro. Soy una persona de diálogo en mi vida y en mi literatura porque no las puedo pensar por separado.” En la misma nota que dio a Página/12 dijo que en sus novelas no puede sustraerse a la realidad en la que vive y en la que nació, si bien la literatura se nutre de la imaginación. “Soy como un iceberg: solo una décima parte está sobre la superficie del agua y la restante debajo. Pero no soy frío.”
Intentando comprender al otro en una situación límite, fue que predijo el levantamiento popular palestino. “El viento amarillo” fue una serie de coberturas sobre los territorios ocupados de Cisjordania.
En el libro que presentó en Buenos Aires en 2006, “Presencias ausentes” recabó testimonios de palestinos que vivían en Israel para analizar el deseo y la necesidad histórica de compartir un territorio común sin violencia.
Y hoy sigue tratando de entender al otro. A los otros, los gazatíes.
Una avalancha
¿Qué pasó con Grossman en estos veinte años? Casi todos los testigos de sus posiciones políticas en los inicios del siglo XXI están muertos: los que lo acompañaron y los que lo criticaron. En “La Repubblica” siguió diciendo respecto de la expresión “genocidio palestino”: “El solo hecho de pronunciar esa palabra – genocidio – en referencia a Israel, al pueblo judío, el hecho de que se pueda hacer esa asociación, debería bastar para darnos cuenta de que algo muy, muy malo nos está sucediendo”. “Quiero hablar como un ser humano que nació en medio de este conflicto. Mi vida entera ha sido devastada por la ocupación y por la guerra. Quiero hablar como alguien que hizo todo lo posible para evitar llamar a Israel un Estado genocida. (…) Genocidio. Esta palabra es una avalancha: una vez que la pronuncias, no hace más que crecer. Y trae aún más destrucción y sufrimiento (…) Hablo por mí mismo y por quienes he visto durante años en las manifestaciones semanales. Tenemos el corazón bien puesto, aunque late en una realidad despiadada”.
La disputa con Saramago
En marzo de 2002 Saramago, fue muy criticado por la izquierda israelí en una visita que realizó a Jerusalén. Mantuvo un fuerte cruce con Grossman, quien afirmó que había sido “horrible” y “escandalosa” la comparación que había hecho Saramago entre las acciones del Gobierno israelí y lo que hicieron los nazis en Auschwitz.
“Podrían habernos ayudado a recobrar nuestra cordura”, dijo Grossman después del encuentro. “Es evidente que en este conflicto ambos bandos han perdido el control de la situación. (…) Necesitamos ayuda de gente de afuera. (…) Saramago ha perdido la capacidad de contribuir a la racionalidad.” Grossman agregó que la decepción había sido tanto más grande debido a la estima con la que ha contado Saramago entre los lectores israelíes. Al menos cuatro de sus libros han sido traducidos al hebreo y su novela “Todos los nombres” encabezaba la lista de los libros más vendidos en Israel en 2002. «El pueblo judío ya no merece simpatía por los sufrimientos que pasó”, sostuvo el Nobel portugués, «pues está aplicando a los palestinos los mismos abusos de los que fue víctima y cometiendo los mismos crímenes».
Saramago no se mostró arrepentido de sus declaraciones en ese momento. Dijo que “si los israelíes así lo prefieren, se limitaría a comentar que lo que le está haciendo Israel a los palestinos es ‘un crimen contra la Humanidad’”. En un viaje posterior a Brasil en 2003 siguió con las duras críticas al Estado de Israel. “Vivir a costas del Holocausto queriendo que se perdone todo lo que hacen en nombre de lo que sufrieron, parece un poco abusivo. Parece que no aprendieron nada con el sufrimiento de sus padres y abuelos. (…) Israel está haciendo perder el capital de compasión, de admiración y de respeto que el pueblo judío merecía por los sufrimientos que pasó. Ya no son dignos de ese capital.» Saramago sabía mucho de política internacional y no dudaba en expresar sus opiniones, aun frente a los más progresistas escritores israelíes.
En el reportaje que Grossman diera a Página/12 en 2006, retomó la controversia que lo había llevado a distanciarse de José Saramago en 2002. “Fui el único escritor israelí que se encontró con Saramago, y tuvimos una difícil discusión de casi tres horas en Jerusalén. Traté de explicarle que Israel conquistó los territorios, no desde una ideología nazi para destruir al pueblo palestino, sino porque en 1967 varios estados árabes le habían declarado la guerra. Esta conquista de territorios fue la consecuencia de que los estados árabes fueran derrotados. (…) De ninguna manera Israel quiere destruir al pueblo palestino, como los alemanes trataron de hacer con los judíos. Por lo tanto, esta comparación es una combinación de ignorancia y de maldad. Una declaración de ese tipo cierra toda posibilidad de diálogo, y es una gran pena porque Saramago fue muy popular como escritor en Israel.”