La guerra comercial anda del brazo con el crimen y el vicio

Tras el anuncio de aranceles de Trump los libertarios creen que zafan. Los gobiernos de los países afectados –o sea todos- ladran mucho y muerden casi nada. Los mercados siguen mal. Las multinacionales localizadas en la periferia que venden toda su producción al centro son las más afectadas. Hacerle pagar al resto el gasto público que se recorta es una peligrosísima maniobra que tan bien denunciara Lord Keynes.

Donald Trump, President of the United States número 47, POTUS 47, comenzó la nueva partida en el ajedrez global – con blancas- moviendo el peón de los aranceles aduaneros. Contrariados, el mundo y los mercados desarman y sangran. Gritan que no se las van a ver negras, pero sin presentar batalla. 

Un repaso de los datos primarios de la economía mundial, aunados con la observación del impacto que tendría en el crecimiento la movida del POTUS 47, dan cuenta del agravamiento de una contradicción clave. Está relacionado con el atavismo irracional de bajar el gasto público. 

El espectro de Keynes no logra encontrar a alguien que mande a freír buñuelos al dubitativo y lenteja del remedo de Hamlet para que haga lo que tiene que hacer. Así es como vuelve la burra al trigo con esto de los aranceles. 

La guerra de las rosas

La escena comienza con un sonriente POTUS 47 el miércoles 3 de abril a las 16 horas (tiempo de Washington, 17 horas en CABA), coincidiendo el cierre de la bolsa de valores en Wall Street. El lugar: el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca. 

El discurso articulado por medio del uso de filminas y láminas confirmó lo que se venía anticipando con distinto grado de certeza y dudas, dada la propensión a las verónicas del POTUS 47. Anunció un arancel mínimo del 10 por ciento para todos los exportadores a los Estados Unidos, además de tasas recíprocas más altas para los países que, según él, mantienen barreras comerciales injustas para los productos estadounidenses. 

«Recíproco. Eso significa que ellos nos lo hacen a nosotros y nosotros a ellos. Muy simple», dijo Trump. Aunque la reciprocidad no será exacta: el presidente dijo que los Estados Unidos impondrían solo la mitad de lo que otros países gravan las importaciones estadounidenses, pero que la cifra reducida a la mitad incluiría «la tasa combinada de todos sus aranceles, barreras no monetarias y otras formas de fraude».

Rusia está exenta de los aranceles recíprocos. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aclaró que ello se debe a que las sanciones existentes «impiden cualquier comercio significativo». También Canadá y México quedaron fuera de los aranceles «recíprocos». Sí están sujetos a aranceles sobre acero y automóviles: Trump también confirmó la imposición de gravámenes del 25% a los automóviles y repuestos fabricados en el extranjero. Pero no estarán sujetos a aranceles los productos que cumplen con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) (alrededor del 38% de las importaciones de Canadá y el 50% de las de México). 

Todos los países de Sudamérica están alcanzados por el arancel del 10 por ciento. La excepción incluye dos países, Venezuela y Nicaragua, con aranceles del 15 por ciento y del 18 por ciento, respectivamente.

Un cable de la agencia Bloomberg dice que “hace casi 100 años, Estados Unidos promulgó una ley arancelaria que desencadenó una guerra comercial mundial y prolongó y profundizó la Gran Depresión”. La historia rima pero no se repite, según la conocida observación atribuida al escritor Mark Twain. 

El cable de Bloomberg cita a Douglas Irwin, historiador económico del Dartmouth College, afirmando que tanto el aumento previsto de los aranceles como el volumen del comercio afectado, se espera supere lo ocurrido en 1930. “Será mucho mayor que la Ley Smoot-Hawley”, en su opinión. Irwin señala que “las importaciones representan una proporción del PBI mucho mayor ahora que a principios de la década de 1930, por mucha diferencia”.

Nosotros y ellos

Según la AmCham, la cámara de comercio norteamericana, veníamos pagando en promedio un arancel del 1,2 por ciento para exportar hacia los Estados Unidos. Las importaciones desde los Estados Unidos pagaban a la aduana argentina en promedio 6,4 por ciento. Sobre alimentos argentinos corría un arancel del 4,5. El 10 por ciento se suma y, para entrar a los Estados Unidos, hay que erogar 14,4 por ciento de tarifa aduanera. El 10 por ciento de arancel se aplica sobre un poco más del 50 por ciento de las exportaciones argentinas. El acero y el aluminio de la Argentina seguirán pagando el arancel del 25 por ciento, sin variaciones al alza. 

En 2024 la Argentina tuvo un modesto superávit comercial respecto de Estados Unidos de 228 millones de dólares a causa de haber exportado por 6.454 millones de dólares e importado por 6.226 millones de dólares. La oferta exportable de mayor a menor la constituyeron aceites crudos y petróleo; oro para uso no monetario, aluminio sin alear, naftas excluidas para petroquímica; vinos, excluidos espumosos, aleaciones de aluminio; carne bovina deshuesada, miel natural, cueros y pieles curtidos, maderas, uva, productos de la pesca, limón, maní, productos farmacéuticos, azúcar, litio, porotos y tabaco.

El gobierno de los libertarios dice que pueden negociar y bajar el arancel vigente del 10 por ciento a valor nulo, es decir, 0 por ciento, para 50 productos. De esos, 10 significan el 80% de las ventas a los Estados Unidos. Se tienen fe, en una negociación que según entienden se llevará a cabo “por etapas”.

Las que andan realmente preocupadas por los alcances de esta negociación son las empresas farmacéuticas argentinas, cuya entidad gremial empresaria es Cilfa. Temen que los libertarios en la negociación comercial en ciernes los entreguen como moneda de cambio a los intereses de los laboratorios multinacionales, agrupados en Caeme. Hay un borrador de decreto redactado por el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, puesto a consideración del ministro de Salud, Mario Lugones. 

Sturzenegger quiere derogar los límites impuestos a las patentes de los medicamentos, lo que va a favor de las multinacionales del sector de los Estados Unidos y contra el interés de los laboratorios nacionales, que se verían obligados a pagar por mucho tiempo los costos del patentamiento. Esto es histórico. Por esta legislación protectora de los laboratorios nacionales, éstos florecieron como en ningún otro país de la región, donde los norteamericanos impusieron los intereses de sus gigantescos laboratorios farmacéuticos. 

El cálculo del arancel

Las tasas del 10 por ciento son a países con déficit con Estados Unidos o con muy bajo superávit. Las tasas más altas se aplican a los países con mayor superávit comercial con Estados Unidos: del 20 por ciento para la UE, 24 por ciento para Japón, 26 por ciento a Corea del Sur, 27 por ciento para India, 30 por ciento Sudáfrica, 46 por ciento para Vietnam y el 54 por ciento para China, entre los más más afectados. Aparecen ridiculeces como la de la vainilla, de la que la paupérrima isla de Madagascar es casi productora exclusiva y se le aplicó un arancel del 47 por ciento. Las muy modestas economías de Lesoto, Myanmar y Nauru, que de amenaza estratégica no pueden tener absolutamente nada y que malviven de exportar a los Estados Unidos, deben afrontar nuevos aranceles que se acercan al 50 por ciento. 

El cálculo de los aranceles recibió todo tipo de críticas que se podrían resumir en el calificativo de chapucería. Valga el transitado ejemplo chino, cálculo extensible a todos los otros países. En 2024, Estados Unidos tuvo un déficit comercial de 295.400 millones de dólares con China. Importó productos chinos por valor de 438.900 millones de dólares. Los 295.400 millones de dólares de déficit divididos por 438.900 millones de dólares de importaciones dan 67 por ciento. Ese resultado se lo divide por dos y da 34 por ciento. Luego se le suma el 20 por ciento de aranceles vigentes y se llega al 54 por ciento de ahora. 

“Estos cálculos excluyen convenientemente el comercio de servicios -como el turismo, la educación y los servicios empresariales-, en el que Estados Unidos mantiene un superávit con la mayoría de sus socios comerciales”, consigna Eswar Prasad, en Foreign Affairs. ¡Otra que las del Mago del Kremlin la del equipo de Trump!

Los aranceles del 10% entrarán en vigor el 5 de abril, seguidos de los aranceles «recíprocos» adicionales el 9 de abril. En el ínterin los países pueden contratacar, poniendo en vigencia aranceles igualmente elevados a las importaciones estadounidenses. “Mi consejo a todos los países ahora mismo es que no tomen represalias”, advirtió el secretario del Tesoro, Scott Bessent, en Fox News. “Si toman represalias, habrá una escalada. Si no lo hacen, éste es el punto álgido”. Sugirió que, si bien la Casa Blanca estaba dispuesta a negociar, Trump no tenía prisa por hacerlo. «No recomendaría a ningún país que entrara en pánico», declaró a Bloomberg Television. «No intentaría tomar represalias, porque mientras no se tomen represalias, éste es el límite superior de la cifra».

Los enculados

La apuesta de Trump y su equipo es a la negociación en donde se cambie menos arancel –y restricción voluntaria de exportaciones- por más inversión en los Estados Unidos. Con indudable buena fe el POTUS 47 en la mise en scène en el Jardín de las Rosas del miércoles caracterizó de «gentil» a su arrolladora serie de aranceles sobre unos 60 países.

Al menos en la retórica de la coyuntura no es el temperamento que predomina. En los hechos, no tanto. Ladran, pero muerden poco. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, calificó los aranceles como «un duro golpe para la economía mundial» y advirtió que estaba preparando «contramedidas para proteger nuestros intereses y nuestras empresas si las negociaciones fracasan». La UE declaró el jueves que impondría contramedidas si las negociaciones con la Casa Blanca no prosperan. China se hizo eco del enfoque europeo, amenazando con contramedidas si Estados Unidos no cede. Y procedió en consecuencia. Estableció -con vigencia a partir del 10 de abril-, el mismo arancel “recíproco” de Trump del 34 por ciento, que se suma a los aranceles del 10-15 por ciento sobre importaciones agropecuarias. 

Otros países se mostraron más cautelosos. India afirmó que respondería con «mesura», mientras que Australia no opondrá ninguna contraofensiva. El Reino Unido elaboró una lista de posibles productos estadounidenses que podría gravar, pero aún no ha tomado medidas específicas. 

El presidente francés, Emmanuel Macron, instó a las empresas europeas a pausar sus planes de inversión en Estados Unidos. «¿Cuál sería el mensaje de que grandes actores europeos inviertan miles de millones en la economía estadounidense al mismo tiempo que nos perjudican?», se preguntó retórico.

A todo esto, el jueves en Bruselas se llevó a cabo una cumbre de la OTAN, que quedó totalmente opacada por la cuestión arancelaria. Se la convocó con la idea de reverdecer los laureles de la unidad y el entendimiento en el plano militar. Cerrar las heridas de Ucrania, que le dicen. Por lo que se ve, el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio y su equipo hacen gala de un sentido del humor muy particular. Las expresiones de buena voluntad de Rubio apenas matizaron la consternación europea por las nuevas gabelas. La ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, sostuvo que la seguridad económica estaba vinculada a la “seguridad general”. El mensaje del conclave fue que sin una no podría haber la otra, y los aranceles de Trump rompían la primera.

Los mercados

El día después siguió el baile con la más fea en el plano bursátil. Una caída libre es técnicamente un tipo de liberación: las 500 mayores empresas de los Estados unidos que cotizan en la bolsa perdieron el jueves 3 un valor combinado de aproximadamente 2,5 billones de dólares. Es el crudo dato del índice S&P 500. La desaceleración del crecimiento global por temores a las guerras comerciales y un potencial repunte de la inflación desataron la debacle.

Prácticamente todo se desplomó y el viernes los futuros del S&P 500 siguieron cuesta abajo. Las acciones en Asia y Europa también bajaron. Los mercados financieros reaccionan. Los futuros del S&P y del NASDAQ cayeron un 3,5% y un 4,5%, respectivamente. Mientras tanto, los futuros del cobre en Nueva York experimentan la caída más pronunciada, desplomándose hasta un 4%, mientras que el petróleo crudo cayó más del 3%. Dr. Cooper (como le dicen al cobre en jerga) en baja implica recesión en puerta.

El S&P 500 cayó casi un 5 %, su mayor caída en un solo día desde 2020, con más del 80 % de sus empresas cerrando en números rojos. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años cayó fuerte por debajo del 4 % ante la preocupación de que las medidas de represalia hundieran la economía en una recesión.

El Russell 2000, de pequeña capitalización, cayó más del 6 %, lo que elevó sus pérdidas a aproximadamente el 23 % desde su máximo de noviembre de 2024, convirtiéndose en el primer índice bursátil importante de los Estados Unidos en entrar en territorio bajista o de “corrección”, como se dice en jerga cuando declina más del 10 por ciento.

Las acciones de Novo Nordisk, el fabricante danés de los medicamentos para bajar de peso Ozempic y Wegovy, el viernes cayeron drásticamente en Copenhague, una señal inequívoca de de cómo los aranceles de Trump podrían afectar drásticamente las cadenas globales de producción de las que se valen las empresas.

Las empresas que contratan más mano de obra fuera de los Estados unidos fueron las más afectadas, y experimentaron las mayores liquidaciones. Más de un billón de dólares de las pérdidas del 3 las generaron Apple, Amazon, Nvidia, Meta, Microsoft, Alphabet y Tesla. La mayoría de los productos de Apple vendidos en los Estados Unidos se fabrican en China. Nvidia obtiene sus nuevos chips de Taiwán, que recibió un arancel del 32 por ciento (los semiconductores están exentos, pero los dispositivos importados que alimentan no).

El comercio minorista se vio muy afectado porque las empresas estadounidenses fabrican una gran cantidad de productos en China y Vietnam. Nike, que fabrica la mitad de su calzado en esos países, cayó casi un 15 por ciento. Las acciones de VF Corp, empresa matriz de The North Face y Vans, cayeron más del 25 por ciento. Otras empresas que perdieron aproximadamente un 10 por ciento más incluyen: Target, Dollar Tree, Lululemon, American Eagle, Starbucks, Dell, HP, Mattel y Hasbro. En resumen, setenta y cuatro empresas del S&P 500 se desplomaron al menos un 10 por ciento el jueves, según el recuento de Deutsche Bank.

Powell

El viernes Wall Street esperaba las declaraciones de Jay Powell -el presidente de la Reserva Federal. A las 11:25 a. m., hora del este. Hasta esa hora los mercados seguían a los tumbos. Los operadores se preguntaban si Powell seguiría considerando “transitorios” los efectos negativos de los aranceles sobre la inflación y el crecimiento. 

A la hora señalada Powell advirtió que los aranceles de Trump impulsarán la inflación y desacelerarán el crecimiento. “Hemos subrayado que será muy difícil evaluar los posibles efectos económicos de unos aranceles más elevados hasta que haya una mayor certeza sobre los detalles, como qué se gravará, a qué nivel y durante cuánto tiempo, y el alcance de las represalias de nuestros socios comerciales. Aunque la incertidumbre sigue siendo elevada, ahora está quedando claro que los aumentos de los aranceles serán significativamente mayores de lo esperado. Lo mismo puede decirse de los efectos económicos, que incluirán una mayor inflación y un crecimiento más lento”, calibró Powell.

Minutos antes de que Powell comenzará a pronunciar su alocución Trump posteo en su red social Truth, que “Este sería un momento PERFECTO para que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, recorte los tipos de interés. Siempre llega ‘tarde’, pero ahora podría cambiar su imagen, y rápidamente (…) ¡BAJA LOS TIPOS DE INTERÉS, JEROME, Y DEJA DE JUGAR A LA POLÍTICA!”. 

Powell no le dio cabida a la presión de Trump en su discurso al señalar que “Nuestra obligación es mantener bien ancladas las expectativas de inflación a largo plazo y asegurarnos de que un aumento puntual del nivel de precios no se convierta en un problema de inflación permanente”. Los operadores de los mercados mayormente creen que no habrá variaciones en la tasa de interés, conforme se desprende del comportamiento en los mercados futuros.

El marasmo bursátil financiero continúo el viernes. Trump impertérrito, subrayó que “jamás cambiaría mis políticas”. Trump restó importancia al caos bursátil confiando en que «Los mercados van a experimentar un auge, las acciones van a experimentar un auge, el país va a experimentar un auge», según declaró antes de un vuelo a Florida, donde uno de sus clubes de golf alberga el torneo LIV Golf Miami. Dijo que estaba dispuesto a cerrar tratos, pero solo si las ofertas eran «fenomenales».

Toque de distinción 

Lo prometido es deuda, y cumplió. Los trabajadores que el miércoles inundaron bulliciosos el rosedal –entre otros los Teamsters, el emblemático sindicato de camioneros del legendario Jimmy Hoffa- apoyaban así la meta de Trump con esta medida draconiana para el resto de los países: relocalizar la manufactura en Estados Unidos. Trump afirmó que estaba poniendo fin a las estafas a los estadounidenses y que «los empleos y las fábricas volverán con fuerza a nuestro país».

No sólo eso. No falta ocasión en que Trump y su equipo expresen el objetivo de sustituir los impuestos sobre el ingreso u otros impuestos con lo recaudado con los nuevos, definitivamente altos, aranceles o tarifas aduaneras. O más con los pies en la tierra que con la recaudación de la aduana se financien las reducciones de impuestos que se están tramitando en el Congreso.

En Fox News, Peter Navarro, uno de los principales impulsores de la política arancelaria, sugirió que los gravámenes a las importaciones de automóviles deberían generar 100.000 millones de dólares anuales para el gobierno federal. Más significativamente, estimó que los aranceles generalizados generarían 600.000 millones de dólares anuales.

El gobierno estadounidense recauda 4,9 billones de dólares al año en ingresos fiscales, por lo que, si Navarro tiene razón, los aranceles añadirían poco menos del 15 por ciento a ese total. Esto superaría los 424 mil millones de dólares que el gobierno recauda anualmente en impuestos corporativos. Los aranceles se convertirían en la tercera fuente de ingresos gubernamentales más importante, después de los impuestos federales sobre el ingreso, que significan poco más del 50 por ciento del total, y los impuestos a la seguridad social sobre los salarios, que representan alrededor del 30 por ciento. 

En 1850 los aranceles aduaneros representaban el 90 por ciento de los ingresos fiscales norteamericanos. Obvio que era la principal fuente de financiación del gobierno estadounidense, como la de la mayoría de los gobiernos del mundo. Eso sí, el gobierno era muchísimo más pequeño en aquella época y necesitaba recaudar mucho menos impuestos. En consecuencia, aun considerando que hay un fuerte recorte del gasto público –aplicación de motosierra mediante-, los aranceles tendrían que ser al menos cinco o seis veces superiores a cualquier medida propuesta hasta ahora para cubrir el gasto anual de Washington. 

Tendrían que ser al menos del 100 por ciento o más, simplemente para reemplazar el impuesto federal sobre los ingresos. Aranceles a esa tasa serían desorbitados y causarían un daño enorme al sistema comercial mundial. Los desahuciados por comercio cero, naturalmente, no pagan aranceles. 

En el pecado no está la virtud

A los que argumentan que los aranceles generalizados ralentizan el crecimiento económico y aumentan los precios para los consumidores, la administración Trump le retruca que los recortes del gasto público y la flexibilización de las regulaciones compensarán parte del impacto potencial. Trump está haciendo una apuesta política: las consecuencias a corto plazo de los aranceles (inflación de precios y posiblemente incluso una recesión) se verán compensadas por los beneficios económicos derivados de las reducciones de impuestos, la desregulación y la expansión de la manufactura. Apuesta a que estos beneficios llegarán antes de las elecciones intermedias de 2026. 

El POTUS 47 padece el síndrome sobre el que alertara Lord John Maynard Keynes en su célebre ensayo “Teoría general…”. En el capítulo 24: “Notas finales sobre la filosofía social a la que podría conducir la teoría general”, señala Lord Keynes que “si bien la ampliación de las funciones del gobierno, implicada en la tarea de armonizar la propensión al consumo y el incentivo a la inversión, parecería a un publicista del siglo XIX o a un financiero estadounidense contemporáneo una tremenda intrusión en el individualismo, yo la defiendo, por el contrario, como el único medio viable para evitar la destrucción total de las formas económicas existentes y como condición para el funcionamiento exitoso de la iniciativa individual”. 

Por lo tanto, “Si las naciones pueden aprender a asegurarse pleno empleo mediante su política interna (y, debemos agregar, si también pueden alcanzar el equilibrio en la tendencia de su población), no será necesario que haya fuerzas económicas importantes calculadas para oponer el interés de un país contra el de sus vecinos.

Aún habría espacio para la división internacional del trabajo y para el crédito internacional en condiciones adecuadas. Pero ya no habría un motivo apremiante por el que un país necesitara imponer sus productos a otro o rechazar las ofertas de su vecino, no porque esto fuera necesario para poder pagar lo que deseaba comprar, sino con el objetivo expreso de alterar el equilibrio de pagos para desarrollar una balanza comercial a su favor.

El comercio internacional dejaría de ser lo que es, es decir, un recurso desesperado para mantener el empleo en el país forzando las ventas en mercados extranjeros y restringiendo las compras, lo cual, si tiene éxito, simplemente trasladará el problema del desempleo al vecino que salga perdiendo en la lucha, para convertirse en un intercambio voluntario y sin obstáculos de bienes y servicios en condiciones de ventaja mutua”.

“La teoría general del empleo, el interés y el dinero”, fue publicada en 1936, en medio de las estribaciones de la crisis del ’30 y del mundo hecho pelota que marchaba ciego a la Segunda Guerra. Ni interna ni externamente sale gratis ese capricho estúpido de no querer pagar impuestos, o querer que los pague otro país, de enunciar tal profunda irracionalidad embelleciendo la cruel y peligrosa motosierra. 

A 89 años de la “Teoría general…” pinta que a lo que de los Borbones de la Restauración decía François-René de Chateaubriand (no habían aprendido ni olvidado nada) se le agrega lo que observaba del rosquero connubio de Talleyrand y Fouché cuando estos dos ex funcionarios de Napoleón arreglaron y entraron al gobierno de los Borbones. “He visto caminar al crimen del brazo del vicio”. ¿Estaremos viendo lo mismo que Chateaubriand?

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