La política económica actual del gobierno libertario es analizada comparando sus acciones con una alegoría. Trata sobre una tribu primitiva que experimenta el pase desde una economía colectiva hacia la privatización. Las políticas violetas están desconectadas de la realidad económica y son contraproducentes ni bien se toman en cuenta las tendencias históricas del capitalismo, incluyendo el papel del proteccionismo de Donald Trump.
Revisar las tendencias de largo plazo de la acumulación a escala global y enhebralas con algunos datos de la coyuntura propia y ajena, pone en evidencia que el gobierno cárdeno de libertarios a la violeta, encabezado por el hermano de la Karina, de cara al mundo tal cual es, está más desubicado que el Dante en la hinchada de Nueva Chicago.
Solo comulga con su credo reaccionario su teología spenceriana. Actúan en consecuencia, hasta que la sociedad civil los deje, lo cual no se huele muy distante. Esto más que por aciertos ajenos, parece que sería la consecuencia de la propia orfandad intelectual y política. La realidad es un hueso duro de roer e imposible de evadir.
Haríamos bien en plantear la hipótesis, frente a una clase dirigente muy conservadora-poco popular, qué hubieran hecho si la Karina y su hermanito no confirmaran con su rutilante protagonismo histórico, que este país todos los días es un milagro. Control de daños no es lo mismo, ni siquiera se le parece, a dejar atrás a marcha forzada el subdesarrollo y todas sus lacras asociadas.
De todas formas, el comportamiento cárdeno remite a una mezcla de Lazarus Morell, Kurz, Benjamín Otálora informada por Brodie. A la pesadilla del Celta. Joseph Conrad y Jorge Luis Borges se lo perdieron. El peruano Amarga Loza, en fin.
Ya que estamos en ficciones, una que refleje el comportamiento del capitalismo realmente existente, abre paso para examinar lo que se dice y lo que resulta del proteccionismo de Donald Trump, el POTUS 47 y su escalada anti migratoria. También, acerca de la puñalada que acaba de asestar en el corazón libertario argentino el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent. Mal muchacho.
La tribu
Había una vez una tribu primitiva organizada colectivamente alrededor de la caza con tramperas. Era su actividad principal. Era conocida como la tribu de los Hecha la ley, hecha la trampa (los Hecha, para abreviar). El consejo de ancianos de los Hecha decide que la tribu cace menos para que quede un excedente de tiempo y materiales para hacer más tramperas. Eso elevaría la productividad y podrían cazar más en el futuro. En términos más afines al análisis económico corriente, se diría que los ancianos al decidir la reasignación de los cazadores de sus tareas habituales y ponerlos a construir más tramperas, abogaron por disminuir el consumo de la tribu, aumentar la inversión. En otras palabras, bajó la producción de bienes de consumo y, en simultáneo, aumentó de la producción de medios de producción.
Como casi nunca las cosas salen de una, la cantidad de nuevas tramperas realizadas por los cazadores reasignados resultó menor a la esperada. Así que los ancianos sin que peligrase la dieta de la tribu, -los Hecha tienen fama de glotones- ponen más cazadores a hacer tramperas y así cumplir con las metas que se habían propuesto. A raíz de esa movida, se genera un nuevo aumento de la inversión (producción del sector I) acompañada de una nueva disminución del consumo (producción del sector II).
Ahora sí, con la cantidad de acuerdo a lo previsto de nuevas tramperas, el consejo de ancianos decide que los cazadores reasignados a la construcción de tramperas regresen a sus tareas habituales. La inversión disminuye y el consumo aumenta.
La inversión permanece siempre y en todos los casos en una relación inversamente proporcional al consumo improductivo, lo que resulta conforme con la naturaleza de estas dos magnitudes, en la medida en que son los dos únicos componentes de una magnitud total dada, constituida por el potencial social de la producción (hoy diríamos producto bruto) y que, por consiguiente, sólo pueden variar en razón inversa una respecto de otra.
De resultas, la economía de nuestra tribu de los Hecha se encuentra en un equilibrio permanente e indestructible. El sector ( I ) no se desarrolla independientemente del sector ( II ), pero además posee otra característica todavía más notable: se desarrolla proporcionalmente a la regresión de este último. La tribu de los Hecha no sólo no puede, sino que también debe, hacer variar los dos sectores en función decreciente uno respecto del otro. Ésta constituye la misma condición necesaria de su equilibrio.
La privatización
Los Hecha andaban con despelotes políticos. Frustrados, autorizan en una asamblea popular, que deja en el aire al consejo de ancianos, a que unos empresarios privados se hagan cargo de todas sus actividades económicas, privatizándolas.
La función fundamental se invierte: ningún empresario privado incrementará la producción de tramperas justo en el momento en que baja el consumo de liebres y perdices, ni restringirá esta producción en el preciso instante en que aumente el consumo de liebres y perdices, situación está última en la que todos son felices.
Dentro de las incitaciones que impulsan a quienes tienen a su cargo ahora la decisión económica, la inversión es directamente proporcional al consumo, lo que es materialmente imposible ya que las dos magnitudes son las componentes de una magnitud dada (el producto bruto) y no puede, en el corto plazo, ni aumentar ni disminuir simultáneamente. Pueden si hacerlo en el largo plazo, porque un aumento de la inversión en el día de hoy puede conducir a un aumento del consumo final en el segundo semestre (recelosos de los brotes verdes abstenerse), pero en el período en que los empresarios toman las decisiones las dos magnitudes son, objetivamente, inversamente proporcionales entre sí. Pero, objetivamente, los productores independientes sólo pueden tratarlas como si fueran directamente proporcionales.
Salir del atolladero
¿Cómo sucede que, pese a esta contradicción fundamental, el sistema de la economía de mercado no se ha encontrado nunca completamente bloqueado? Esto se debe a que la producción efectiva es constantemente inferior a la producción potencial y puede por lo tanto variar independientemente de esta última.
Son estas variaciones, este “ciclo” entre un cénit y un nadir, en el subempleo del potencial, esta movilización y desmovilización de la reserva, que hacen posible la variación simultánea en la misma dirección de estos dos componentes asegurando así el equilibrio coyuntural sobre la base misma de un desequilibrio estructural.
A su vez, la inversión esta desafiada por una contradicción permanente entre sus estímulos y sus medios. Mientras los primeros, que dependen de la ampliación del mercado están en lo más alto, los segundos, que dependen de la tasa de beneficio, están en lo más bajo, y viceversa. El sistema no alcanza a superar esta contradicción más que durante el período de ascenso, donde la movilización de la reserva de los factores permite el crecimiento paralelo de los beneficios y de la masa de salarios sin incrementar proporcionalmente sus tasas.
Alcanzado el punto donde no va más, el sistema debería entonces para salir, o mantener la expansión del consumo sin crecimiento del empleo, o sea modificando la tasa de remuneración de los factores, o pasar a la reproducción ampliada intensiva disociando el sector de los medios de producción del de los bienes de consumo. La competencia impide a los empresarios hacer lo uno o lo otro, a saber, aumentar los salarios, o perseguir su expansión sin aumentarlos, en consecuencia: la crisis estalla.
En el corto plazo, entonces, esta contradicción conduce a crisis cíclicas y de esto tenemos una buena ilustración hoy en día en los esfuerzos desesperados de los cárdenos de promover directamente la inversión a fin de cebar la bomba sin crecimiento inflacionista del consumo. Naturalmente, no lo logran. Tratar de estimular la inversión sin aumentar el consumo al mismo tiempo constituye una suerte de cuadratura del círculo para el modo de producción capitalista. Queda claro que, cualesquiera fueren las incitaciones financieras, desgravaciones fiscales, subsidios a la tasa de interés, etc., RIGI y tutti quanti, jamás podrán impulsar a un hombre de negocios a invertir porque una parte del potencial actual de la producción está sin uso, dado el insuficiente nivel de consumo.
Le encontraron la vuelta
Este proceso, a largo plazo, conduce, bastante rápido, a la formación de un capital excedente buscando oportunidades de inversión en el extranjero y al mismo tiempo a la marginación de la mayoría de la población y al bloqueo. Cabe consignar con de ese modo se expandió el capitalismo a lo largo de la historia, siempre teniendo como eje una gran ciudad que fungía como centro financiero.
Lo cierto es que el crecimiento del sector ( I ) en la economía de mercado no puede ir muy lejos sin un crecimiento más o menos paralelo del sector ( II ). El problema crucial de la economía de mercado, entonces no estriba en la resistencia subjetiva de sus protagonistas a aumentar los salarios, sino en la incapacidad objetiva del sistema de desarrollarse en profundidad sin aumentarlos.
Esta era precisamente la situación que predominaba en los países industrializados hasta mediados de 1870. Una ley inviolable del modo de producción capitalista impedía siempre y en todas partes la expansión más allá de un cierto umbral, si el consumo improductivo, esto es los salarios, no era previamente aumentados.
De hecho, transcurridos tres cuartos del siglo XIX el sistema capitalista parecía estar condenado a saturarse a un nivel de desarrollo relativamente bajo. Pero el sistema no se iba dejar abandonar a sí mismo, así como así. La democracia parlamentaria que se expandió como práctica política a fines del siglo XIX, en los países ahora llamado desarrollados, tenía como una de sus lógicas basales aceptar las demandas de los trabajadores por mejores niveles de vida. Por primera vez en la historia humana los salarios sobrepasaron los valores correspondientes al nivel de subsistencia.
Los capitales ingleses daban vuelta por el mundo en ferrocarril y puertos perfeccionado el proceso de la igualación a escala internacional de la tasa de ganancia. Al incorporar a la periferia deshacía el dilema entre los bajos salarios acompañados por una rarefacción de las ventas y las oportunidades de inversión versus los altos salarios que determinaban unas tasas de ganancia inaceptables.
Para el economista greco francés Arghiri Emmanuel “Tal resultado fue obtenido haciéndole pagar a los países pobres los sobre-salarios de los países ricos (…) Los países ricos fueron capaces de aumentar sus salarios sin tronchar sus beneficios, simplemente porque los primeros eran nacionales y los segundos internacionales. Siguen necesitando la periferia pero no más en carácter de exutorio como era antes de la mutación de marras, sino como un recurso suplementario, no para verter el desbordamiento de su propia plusvalía y evitar así la saturación, sino para drenar a su favor una parte de la plusvalía generada localmente en los países pobres”.
Los límites
De este proceso infiere Emmanuel que “Los países centrales necesitan insertar a la periferia en el pool mundial de plusvalía a fin de diluir los efectos adversos del aumento de sus salarios y hacer que este aumento amplíe sus mercados internos sin reducir significativamente la tasa de beneficio, por lo tanto, sin mermar significativamente el excedente disponible para la acumulación.
Dicho de otra manera: lograr que el aumento del consumo improductivo estimule su voluntad sin restringir su poder de inversión. En resumen: disfrutar de los altos salarios en el país y de los bajos salarios en los otros países”.
Como todas las cosas, el proceso tiene un límite. Y lo puso el proteccionismo de Trump. Las multinacionales norteamericanas lo quisieron sobrepasar con China. El POTUS 47 expresa al sentimiento conservador que sospechaba –con razón- que, si no le ponían freno a esa descomedida expansión multinacional –innecesaria, por otra parte-, los trabajadores norteamericanos o bien las seguían como inmigrantes, o bien entraban como personal doméstico de los gatos gordos que se quedaban en los estados unidos a disfrutar de sus enormes beneficios, o iban a parar a la cola de la olla popular, cuyo guiso se haría con ingredientes chinos por cuestión de baratura. Tomá pa’vo y dale a Braulio.
Dentro de la lógica conservadora del POTUS 47 se explica la irracional e inhumana política anti migratoria. Como por sus sistemas de creencias de conservadores populares están -hasta el momento- inhibidos de subir los salarios vía intervención estatal, hacen blanco en los negros de la periferia que emigran a los Estados Unidos y que –en soterrada opinión conservadora popular- permiten al capital pagar salarios de morondanga, reñidos y negadores del american dream. Afuera, entonces, los morochos. Siempre hay boludos que creen que es por ideología y no por plata el asunto. La ideología en todo caso, tan encantadoramente wasp, posibilita que las deportaciones se hagan con ganas, con convicción y sin culpa.
Mientras tanto, la bolsa de valores sigue batiendo récords al alza, y los detractores de Trump esperando que los aranceles no funcionen y se revele su carácter nocivo. La desorientación de sus detractores es notable. De corriente sugieren que los inversores se están equivocando y que la bolsa no es representativa de la economía norteamericana.
El consultor Ian Harnett (Financial Times 04/09/2025) trata de sacar lecciones de los años 1920 y 1930 sobre aranceles y mercados para fundamentar porque “Hoy en día, los inversores podrían ser demasiado complacientes con los riesgos para las ganancias que suponen un crecimiento más lento y una inflación más alta”.
Harnett puntualiza que “Los aranceles Smoot-Hawley de 1930 y su papel en la depresión estadounidense han sido ampliamente debatidos. Menos conocidos son la Ley de Aranceles de Emergencia de 1921 (que incrementó los aranceles sobre los productos agrícolas) y los Aranceles Fordney-McCumber de 1922 (que afectaron a una gama más amplia de productos). Como resultado de estas medidas, el arancel promedio sobre los bienes sujetos a derechos fue del 38 por ciento. Si bien es difícil demostrar una relación causal, las ganancias del S&P cayeron un 61 por ciento en 1921 y las acciones estadounidenses cayeron un 44 por ciento desde sus máximos de finales de 1919”. El arancel promedio de Trump hoy anda en el 18 por ciento.
Está faltando a la verdad. Con precisión histórica el S&P comenzó a cotizar en 1923 con 233 corporaciones y como S&P 500 en 1957. Es de suponer que habrá querido referirse al Dow Jones. Es obvio –para Harnett parece que no- que la Primera Guerra Mundial había estropeado la economía ecuménica que se estaba recuperando. Justamente a partir de los aranceles aduaneros del ‘21 y ’22, la bolsa de New York se fue para arriba sin parar hasta 1929 cuando la visitó el ciclo.
Los cárdenos descolgados
Trump sigue a las trompadas con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, por negarse este último a recortar la tasa de interés. En mayo del año que viene vence el mandato de Powell. Fue nombrado al frente de la Fed 2018, por Trump en su primer mandato. La discusión sobre la independencia o no de los bancos centrales está a flor de piel.
Wall Street y la Reserva Federal buscan evidencia de si la guerra comercial de Trump está acelerando la inflación. El miércoles 10 se supo que los precios mayoristas (Índice de Precios al Productor: IPP) bajaron. El IPP cayó un 0,1 por ciento en agosto, tras un aumento revisado a la baja del 0,7 por ciento en julio y muy por debajo de la estimación del Dow Jones de un aumento del 0,3 por ciento. En términos de 12 meses, el IPP general registró un aumento del 2,6 por ciento.
El jueves 11 la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) informó que el índice de precios al consumidor (IPC) subió un 0,4 por ciento entre julio y agosto.
La inflación anual alcanzó el 2,9 por ciento el mes pasado, marcando el aumento más rápido desde enero. El objetivo de la inflación de la Reserva Federal es del 2 por ciento anual. La mayoría de los economistas aún creen que la inflación seguirá aumentando. Trump, tampoco.
Las solicitudes de subsidio por desempleo también están aumentando, la última señal de un mercado laboral más débil. Esto coloca a la Reserva Federal en una situación difícil de cara a la reunión de la próxima semana, donde decidirá sobre un recorte de la tasa de interés.
Los analistas no ven únicamente en la disputa POTUS 47-Powell una pelea por bajar o no la tasa de interés. El secretario del Tesoro, Scott Bessent en una columna publicada el viernes 5 de septiembre en el Wall Street Journal –que resume un paper publicado en paralelo en la revista de ensayos The International Economy- sostiene que “El banco central puso en riesgo su propia independencia al desviarse de su estrecho mandato estatutario”.
Con esto quiere decir que “La Reserva Federal debe cambiar de rumbo. Su conjunto de herramientas estándar se ha vuelto demasiado complejo de gestionar, con fundamentos teóricos inciertos. Las herramientas simples y mensurables, dirigidas a un mandato limitado, son la forma más clara de obtener mejores resultados y salvaguardar la independencia del banco central a lo largo del tiempo”.
Bessent entiende que “Las sucesivas intervenciones durante y después de la crisis financiera de 2008 crearon lo que equivalía a un mecanismo de protección de facto para los propietarios de activos. Este ciclo perjudicial concentró la riqueza nacional entre quienes ya poseían activos. Dentro del sector corporativo, las grandes empresas prosperaron mediante la fijación de deuda barata, mientras que las empresas más pequeñas, dependientes de préstamos a tipo de interés variable, se vieron presionadas por el aumento de la tasa de interés”.
En referencia al comportamiento de la Fed durante la crisis que se desató en 2008, dice que Bessent que “Su búsqueda del efecto riqueza para estimular el crecimiento resultó contraproducente. ‘Una desigualdad sin precedentes es una prueba clara de que el efecto riqueza es demasiado efectivo para los ricos, pero un acelerador de dificultades económicas para todos los demás’, escribió la analista financiera Karen Petrou en su libro ‘El motor de la desigualdad (2021)’”.
El “efecto riqueza” es central en la estrategia del hermano de la Karina que encabeza el gobierno de los libertarios a la violeta. El efecto fue pergeñado por el economista inglés Arthur C. Pigou, contemporáneo y fuerte contradictor de John Maynard Keynes. Pigou abogaba por la deflación puesto que deducía que, si los precios bajan, el dinero en el bolsillo de las personas aumenta su poder de compra. Eso haría que los consumidores se sientan más prósperos, lo que los lleva a aumentar su gasto y todo se va para arriba a causa del “efecto riqueza”. La intervención estatal es absolutamente innecesaria.
Este mundo de sensaciones fue demolido por el propio Keynes. El par polaco de Keynes, el economista Michail Kalecki, además de sostener que Pigou se olvidaba de que lo que es activo financiero en un agente es pasivo en otro, de manera que las deudas si los precios caen se hacen impagables, observaba que lo que Pigou quería entonces y el hermano de la Karina quiere ahora resulta inalcanzable y contraproducente.
“Si en la posición inicial el stock de oro es pequeño en comparación con la riqueza nacional –señala Kalecki-, se requerirá una enorme caída en la tasa de salarios y en los precios para alcanzar el punto en el cual el ahorro del ingreso de pleno empleo es cero. El ajuste requerido aumentaría catastróficamente el valor real de las deudas, y consecuentemente llevaría a la bancarrota de las ventas mayoristas y a una ´crisis de confianza´. El ajuste probablemente nunca sería llevado hasta el final: si los trabajadores persistieron en su juego de competencia irrestricta, el gobierno podría introducir un freno al salario bajo la presión de los empleadores”. Cambie oro por activos financieros y ¡Voilá! La Argentina libertaria tiene a su trono rendido –hecho mierda, bah- un León.
Para colmo el politólogo Jonathan Levy (PS 12/09/2025) reseña dos muy recientes ensayos sobre la inflación: “Inflación. Una guía para usuarios y perdedores” de Mark Blyth y Niccolò Fraccaroli, y “La inflación es algo más que dinero”, de Brian Griffiths, el primero heterodoxo, el segundo muy ortodoxo, en los que “A pesar de sus diferencias, Griffiths, Blyth y Fraccaroli están de acuerdo en una cosa: con el aumento de la deuda pública y las inminentes perturbaciones de la producción provocadas por el clima, es más probable que el próximo régimen macroeconómico sea inflacionista que deflacionista. Lo que suceda dependerá tanto de la política como de las ideas. Si estos libros sirven de indicación, la próxima batalla contra la inflación no se parecerá en nada a la anterior”.
En principio ninguno de estos autores cree que el banco central pueda controlar la cantidad de dinero. “Uno de los argumentos que Blyth y Fraccaroli rechazan de plano es que la causa fundamental de la inflación sea siempre un aumento de la oferta monetaria impulsado por el gasto público”, consigna Levy.
“Las sociedades inflacionistas, advierte Griffiths, pierden su orientación moral: los ciudadanos exigen cada vez más a sus gobiernos, que responden imprimiendo dinero, alimentando más inflación y erosionando aún más la confianza (…) Griffiths también señala la lección que aprendieron los bancos centrales en la década de 1980, cuando, en línea con la doctrina monetarista, intentaron controlar la oferta monetaria agregada. Medir -y no digamos gestionar- la cantidad total de dinero resultó imposible, en parte porque los bancos privados crean dinero “endógenamente” cada vez que ofrecen préstamos. Así pues, en realidad, la oferta monetaria puede seguir a la demanda, no a la oferta decretada por el gobierno (…) Reconociendo esto, los bancos centrales abandonaron el uso de agregados monetarios y en su lugar confiaron en ajustar los tipos de interés a corto plazo como una forma indirecta de controlar los precios. Griffiths admite que el monetarismo no puede reducirse a “una relación cuantitativa precisa”. Citando a Friedrich von Hayek, admite que aunque la teoría cuantitativa del dinero es cierta, no debe tomarse ‘literalmente’”, destaca Levy.
Los libertarios a la violeta con una visión del capitalismo que se asimila al funcionamiento de la tribu de los Hecha. Los libertarios a la violeta sienten un efecto riqueza que empobrece, rompiendo las marcas del oxímoron más enjundioso. Los libertarios a la violeta abrazan una teoría monetaria que está para el olvido. Los libertarios aguardan como aguardaba su destino Kurz. Los libertarios a la violeta fuman “pensativos cigarrillos” como los que pitaba Morrell atrapado, protagonizando su historia universal de la infamia. Los libertarios a la violeta son ladrados por el fiel bulldog del Celta. Los libertarios a la violeta se ven venir a los aterrados Yahoos comandados por Otálora, siempre encabezando lo que no debe. Brodie se dispone a redactar un nuevo informe, asesorado esta vez por esos dos escurridizos de Quibono y Ettu.