El comercio internacional se concentra en 10 países. Eso define los contornos del campo de batalla de Trump. Las materias primas, que estuvieron a buen precio en las últimas dos décadas y media debido a la entrada de China, ahora, por efecto del nuevo presidente de EE.UU., parecen tender a una baja pronunciada. Problemas serios para la periferia exportadora. El debate sobre si la riqueza de recursos naturales puede servir como base para el desarrollo, cuando los libertarios proclaman que hay un Paraíso esperándonos en esa dirección.
Cuando era POTUS número 45, Donald Trump puso en marcha una gran guerra comercial. Acaba de prometer firmemente que la continuará sin cortapisas ahora que asumió como President of The United States número 47. Ya es una guerra por 30,5 billones de dólares. Son datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) acerca del comercio mundial de bienes y servicios comerciales de 2023. Es el total de lo que exporta el planeta. O, si se quiere ver desde la vereda de enfrente, lo que los países compran al exterior. El total de sus importaciones. Un cuarto de esas exportaciones son servicios. Tres cuartos, mercancías, combo conformado por manufacturas, combustibles y petróleo, materias primas minerales y alimenticias.
En el 2023, el PBI mundial fue de 106 billones de dólares, según datos del Banco Mundial. Manifestar que, en consecuencia, el comercio mundial significa un tercio del producto mundial no está mal como expresión, pero tomado al pie de la letra, puede llevar a errarle al vizcachazo. En efecto, como se supone que las exportaciones mundiales son iguales a las importaciones mundiales –más allá de las discrepancias estadísticas, por diferentes razones que no vienen a cuento, tan comunes y corrientes en este caso- su resultado anual es cero. Lo que importa un país lo exporta otro y viceversa. El sector externo en sí mismo de manera directa es neutral respecto del crecimiento del producto bruto mundial.
De manera que un bajón en el comercio mundial como consecuencia del empeño del POTUS 47 para hacer de nuevo grande su terruño tiene un efecto indirecto en el crecimiento mundial. Repercute sobre el gasto interno de los países al destinar menos fondos –o retirar los ya colocados, para hacerlos rendir en otra parte- del sector exportador. A su vez, estos importarían menos.
El 50 por ciento de las exportaciones mundiales la explican diez países enlistados de mayor a menor: China, Estados Unidos, Alemania, Países Bajos, Japón, Italia, Francia, Corea del Sur, México y Hong Kong (China). Este pelotón se mantiene invariante desde hace al menos dos décadas. De un año a otro, entre ese decanato de países algunos suben y otros bajan, pero no hay cambios mayores.
Si se consideran los otros diez países que le siguen, -entre los cuales está Canadá, el Reino Unido, España, la India, Suiza, pero no la Argentina- esos 20 países ahora estarían explicando alrededor del 75 por ciento del comercio mundial que se lleva a cabo anualmente. Argentina anda debajo de los primeros 50 países, que explican el 90 por ciento del comercio mundial (exportaciones e importaciones).
A partir de estos números se podría inferir que el POTUS 47 estaría enfrascado en una pelea comercial entre elefantes –con los chinos encabezando la manada a derrotar-, entre otras cosas porque en esta liza no hay bichos de otra envergadura que no sea la paquidérmica. Pero, entonces, ¿en que afecta a las hormigas esa disputa de elefantes, encima con el gran retador mucho más prominente que el resto?
Los vulnerables
“Los productos agrícolas, energéticos y mineros constituyen la base del comercio mundial, pero una dependencia excesiva puede dejar una economía vulnerable y una población en situación de pobreza, sobre todo en los países en desarrollo. Las materias primas, desde los cereales en nuestras comidas hasta el algodón en nuestra ropa y el cobre en nuestros dispositivos electrónicos, son la base del comercio mundial. Cuando estas materias primas representan el 60 por ciento o más de los ingresos por exportación de mercancías de un país, se considera que éste es ‘dependiente de los productos primarios’. Aunque esta dependencia es una preocupación mundial, afecta sobre todo a los países en desarrollo”, alerta la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development), o en español, CNUCYD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo).
La UNCTAD enlistó a los países dependientes de las materias primas -productos que explican no más del 14 por ciento de todo el comercio mundial anual- y encontró que solo el 13 por ciento de las economías avanzadas, como Australia y Noruega, figuran en la lista, en contraste al alarmante 85 por ciento de los países menos desarrollados. De los 195 países miembros de la organización, 95 se clasifican como países en desarrollo dependientes de los productos primarios.
La UNCTAD perfila ciertos rasgos poco o nada edificantes de los países de fuerte dependencia de los productos primarios e infiere sus consecuencias para el desarrollo. Tal ejercicio es a considerar no sólo para trazar un escorzo de cuánto los agrava la guerra comercial en ciernes -si es que finalmente se desata- sino porque es el Paraíso al que invita a poblar en el futuro cercano el oficialismo libertario a la sociedad civil argentina. El Paraíso de Materias Primas (MP).
Más dependencia de productos primarios implica un menor bienestar humano. En 2021, 29 de los 32 países con puntuaciones bajas en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) eran dependientes de las materias primas. Cuantifica la UNCTAD que “en promedio, las materias primas representaban el 82% de las exportaciones de estos países con IDH bajo”. Por lo visto, se reafirma la tendencia histórica de que subdesarrollo y dependencia de materias primas es una y la misma cosa.
Quizás, los descomunales aumentos de las tarifas de los servicios públicos que impulsó la administración libertaria durante todo 2024 también tengan su razón de ser en el empeño en construir el Paraíso MP. En efecto, la UNCTAD recaba que “en 2020, los 20 países con menor proporción de la población con acceso a la electricidad eran dependientes de los productos primarios. Éstos representaban de media el 82 por ciento de las exportaciones de estos países con IDH bajo”.
Otro rasgo a tener en cuenta es que si el descubrimiento de grandes yacimientos de recursos naturales trae como consecuencia una ingente entrada de capitales, la subsiguiente revaluación de la moneda nacional realimenta esa tendencia hacia las materias primas. Las condiciones macroeconómicas negativas dificultan la rentabilidad de las empresas y, en consecuencia, su contribución a los resultados económicos generales del país.
Para la UNCTAD, esto conlleva baja productividad, volatilidad de los ingresos y una mayor inestabilidad económica y política. No va a ser ni la primera ni la última vez que en estas circunstancias, la disputa por quién se queda con la parte del león de la renta de los recursos naturales impulse a enfrentamientos fratricidas. Las guerras civiles son una lamentable moneda corriente en muchos países en desarrollo dependientes de las materias primas.
Es más, la vulnerabilidad de los países se profundiza cuando hacen su dudoso agosto exportando sólo un par de materias primas o incluso una sola. La UNCTAD apunta que si ese es el caso, “una caída de los precios de las materias primas puede reducir drásticamente los ingresos de exportación, lo que provoca problemas como la reducción de las inversiones públicas, la devaluación de la moneda, el aumento de la deuda pública y un mayor riesgo de insolvencia”. El Paraíso MP tiene su infierno ¿Tendrá su Dante en el Gordo Dan o su Beatriz (Beatrice) en la diputada cosplayer? Lo que es seguro que la vicepresidenta –de momento- no está dispuesta al Gran Rifiuto.
La UNCTAD también afirma que los países en desarrollo dependientes de los productos primarios “representan un asombroso 95 por ciento de los 20 países más vulnerables al cambio climático, lo que amplifica sus retos económicos y sociales”. En tanto, “el aumento de las temperaturas amenaza el crecimiento económico al reducir el rendimiento agropecuario, disminuir la acumulación de capital, disminuir la productividad de los trabajadores y perjudicar la salud de las personas”. Proyecta el organismo de la ONU que “si el cambio climático continúa sin control, de aquí al año 2100 un país típico de bajos ingresos podría sufrir pérdidas económicas equivalentes al 100% de su producto interior bruto (PIB) actual”.
El intríngulis es que para limitar el calentamiento global a 2°C es necesario que vastas reservas -hasta un tercio del petróleo mundial, la mitad del gas natural y el 80% del carbón- han de permanecer sin explotar y eso dejaría a varios países dependientes sin ninguna clase de recursos. Se podría argumentar, con toda lógica y razón, que si la humanidad necesita ese cese de actividades para sobrevivir, entonces se tiene que hacer cargo como un todo de la factura que implica dejar sin alternativas a esos territorios. No es parte de la lógica imperante en las relaciones internacionales.
La UNCTAD alecciona que “romper con la dependencia de las materias primas requiere una fuerte voluntad política, una visión realista del desarrollo a largo plazo y una estrategia de implementación ambiciosa pero razonable”. Se ve que la UNCTAD debe ser una cueva de zurdos peligrosísimos, diría el señor Presidente. Para colmo, subrayan que la carrera por minerales como el cobalto, el litio y el cobre, fundamentales para la energía limpia, podría reforzar la dependencia de las materias primas. Sugieren que para evitar esa eventualidad, los países añadan más valor a los minerales antes de exportarlos y ascender en las cadenas de producción de materias primas. Con razón el factótum del Paraíso PM avisa que “los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad. Zurdos hijos de putas tiemblen”.
Historia reciente
De cara a las características del comercio mundial realmente existente, lo que el POTUS 47 viene prometiendo que hará con China, al menos en materia de comercio exterior, corrobora lo que la intuición ya sugería para los países dependientes de materias primas: se les viene una noche fría. Confirma el punto repasar la historia de las últimas tres décadas de lo acontecido en la economía mundial.
En los primeros años del siglo XXI, la economía mundial se ha caracterizado por un auge de la demanda y los precios de las materias primas, en particular el petróleo, el gas y los metales, pero también los productos agropecuarios. Esta demanda ha estado acompañada de un aumento de las inversiones en la exploración minera y la expansión de las tierras de cultivo en todo el mundo.
Si bien esta búsqueda no es un fenómeno nuevo, la ola de inversiones que tuvieron lugar en este episodio contrasta marcadamente con las olas anteriores porque la mayor parte del crecimiento de la demanda ha provenido del Sur global. No fue para menos dado el aumento de los precios de las materias primas en ese lapso. De acuerdo a datos oficiales y privados, el año 2002 se afamó como el inicio de este auge en los precios.
Entre 2002 y 2006, los precios mundiales de minerales y metales no combustibles aumentaron un 220 por ciento, y los precios del petróleo crudo aumentaron un 158 por ciento. Antes de 2002, la mayoría de estos productos habían experimentado una caída de precios. Los precios de los productos primarios bajaron en 2008 durante la crisis financiera, pero comenzaron a subir de nuevo en 2009.
En 2005, China por sí sola representó el 29 por ciento, el 66 por ciento y el 25 por ciento del crecimiento de la demanda mundial de petróleo, cobre y níquel, respectivamente, de acuerdo a datos de la UNCTAD. Esta coyuntura en los patrones de la demanda mundial reavivó el debate existente entre periodistas, responsables de políticas, académicos y activistas sobre los costos y beneficios económicos, sociales y ambientales de los enfoques basados en las materias primas para el desarrollo en los países ricos en recursos, pero con énfasis en la nueva dinámica del comercio Sur-Sur y la inversión en estos elementos.
Los medios de comunicación centraron el debate sobre el comercio Sur-Sur de materias primas en la búsqueda de materias primas por parte de China en el Sur global y, sobre todo, en África. La historia está dividida entre quienes ven las inversiones de China en las naciones ricas en recursos como parte de una solución beneficiosa para todos y como impulso para el crecimiento económico tanto de China como en los países productores de materias primas, y los que ven las nuevas inversiones como un juego de suma cero que causará un deterioro de las condiciones económicas y políticas en los países ricos en recursos naturales, al tiempo que impulsará el ascenso de China a una posición de poder en la economía mundial.
Eso hasta Trump y Biden. Al bregar ambos porque las multinacionales norteamericanas frenen, y reviertan, tanto de alentar el desarrollo en China -en función de los altos beneficios por los bajos salarios- como de impulsar la malaria en su propio país, el mercado de las materias primas sufrirá un golpe fuerte: el correspondiente al que iba para sostener a la fuerza de trabajo china. El otro porcentaje –el necesario para abastecer los mercados de los países desarrollados- seguirá siendo demandado, porque es necesario para producir.
Sin embargo, independientemente de qué lado se tome en este debate, hay otra cuestión más fundamental que aún está por resolverse sobre el destino del Sur rico en recursos naturales. Se trata de la cuestión de si la riqueza de recursos naturales puede servir como base para el desarrollo económico en cualquier condición, ya sea inversión china, asistencia occidental o desarrollo dirigido por el Estado. Incluso, ahora que todo hace presumir que la entrada de China posibilitó términos de intercambio para la periferia más altos y en alza, raro respecto de los habituales bajos y en declive, y que su freno y reversión –Trump mediante- dejará a la periferia culo para arriba. Asunto particularmente importante, estratégicamente importante, dado el Paraíso MP del oficialismo libertario.
A guisa de criterio rector, siguiendo a Fernand Braudel, vale consignar que: “(…) a ojos del historiador la permanencia más importante es probablemente la insistencia con que toda sociedad permanece jerarquizada, o si se quiere, escalonada, o si se prefiere todavía, una sociedad que debe comprenderse en vertical (…). Entonces, sin desigualdades, ¿no hay sociedad viva? (…). Uno tiene derecho a retroceder ante esa idea triste como la muerte. Pero tacharla de <<reaccionaria>> no sirve para nada. El problema consiste en saber si es justa, si conviene tenerla en cuenta, si conviene adaptarse al obstáculo para, de ser posible, contornearlo. En cualquier caso, no suspenderéis la lucha de clases de hoy para mañana; no pondréis horizontal la sociedad obstinadamente escalonada en la que vivimos. La lucha de clases puede adormecerse, pero es como el fuego bajo la ceniza, nunca se apaga. Un peligro muy seguro. También una salvaguardia. ¿Qué no pasaría si la sociedad fuera obediente in eternum?”.
Si zafamos del Paraíso MP libertario a manos del infierno del desarrollo será entonces porque la muchachada comprendió que triunfara toda unida, marchando en una misma dirección, con un mismo sentido.