El debate en torno a la obtención de la ciudadanía italiana por parte de los hijos de extranjeros nacidos en suelo italiano, pone en jaque la mayoría de la coalición del gobierno. El trasfondo de la integración de los inmigrantes, y la actual emergencia demográfica y productiva de Italia.
Pasada la semana del ferragosto – día festivo por la Asunción de María, que en Italia se celebra el día 15 de agosto, en medio de las vacaciones de verano –, la política italiana se encendió nuevamente. Los medios se hicieron eco del debate acerca de la obtención de la ciudadanía por parte de los hijos de extranjeros nacidos en el país. Esto surgió a raíz de los dichos del secretario general de Forza Italia y viceministro del Consiglio de Ministros, Antonio Tajani, quien anunció en una entrevista una propuesta de modificación a la legislación correspondiente, en torno al principio ius scholae.
¿Qué es el ius scholae ?
Este principio prevé que la ciudadanía italiana pueda ser solicitada por todo aquel que complete, en el territorio del país, un ciclo escolar. No es la primera vez que la política debate en torno de esta cuestión. En gobiernos anteriores, partidos de la centroizquierda y la izquierda, como Movimento 5 Stelle (M5S), precedido por Giuseppe Conte, y el Partito Democratico, con Elly Shlein a la cabeza, han presentado proyectos legislativos basados en el ius scholae. Un último intento de ley impulsado por estas fuerzas políticas preveía la obtención de la ciudadanía italiana por parte de los hijos de extranjeros nacidos en Italia, o ingresados al país antes de cumplidos los 12 años, que hubieran completado un ciclo escolar de cinco años en el territorio. Actualmente, la legislación italiana se rige sobre la base del ius sanguinis o “derecho de sangre”, y basta que uno de los dos progenitores sea italiano para “heredar” la ciudadanía. Por su parte, los hijos de extranjeros pueden obtenerla “por elección” una vez cumplidos los 18 años, y luego de haber residido legal e ininterrumpidamente en suelo italiano, condiciones que, en la mayoría de los casos, resultan imposibles.
¿Qué propone Forza Italia? En sus últimas declaraciones, Tajani reabrió el debate de la ciudadanía italiana, aun cuando no se encuentra en la agenda del gobierno actual, del cual él y su partido forman parte, junto a Fratelli d’Italia (FdI), de la Primer Ministro Giorgia Meloni, y La Lega, de Matteo Salvini. Forza Italia propone modificar la legislación y colocar al ius scholae como principio rector de la ciudadanía, aunque con modificaciones respecto a los proyectos más “laxos” del M5S y del PD. Por ejemplo, impulsa la necesidad de cumplir con dos ciclos escolares, 10 años en total, en el territorio italiano, previo a la obtención de la ciudadanía. En su concepción los solicitantes no deberían esperar a la mayoría de edad, e incluso se eliminarían circuitos burocráticos que entorpecen actualmente el procedimiento. Al fin de cuentas, ¿por qué un chico que nace, se cría y se educa en Italia, no podría ser italiano, más allá de sus orígenes?
La posición del líder Tajani es clara: quien, a través de la educación italiana, ha adquirido los valores de la cultura, ha aprendido la lengua, y ha desarrollado un “sentimiento de pertenencia” con el país, tiene el derecho a la ciudadanía. También agregó que no importan los orígenes ni el color de piel de una persona para ser italiano y defender al país. Lo demuestran los miles de hijos de extranjeros que conforman las filas del cuerpo de carabinieri y el Ejército (en clara contraposición con los latinoamericanos, que no se comprometen con la realidad italiana, pero gestionan la ciudadanía por un pasaporte).
El debate público hacía semanas giraba en torno a esta temática, en el contexto de los Juegos Olímpicos en París. Italia tiene muchos atletas de segunda generación de inmigrantes que, mediante su inclusión en el sistema educativo y en el deporte nacional, representaron con orgullo y convicción al país. Entonces, ¿qué es ser italiano? ¿Viene dado por herencia o genética, depende del suelo en el cual se nace, o se construye a través de la incorporación de valores y hábitos culturales aprendidos en la escuela?
Los dichos de Tajani han generado un tsunami en la política local, y sobre todo en el gobierno, que ve peligrar las negociaciones al tavolo della maggioranza, cónclave entre Meloni, Tajani y Salvini. La Lega, de Matteo Salvini, ha sido la primera fuerza en posicionarse contraria a cualquier intento de modificar la legislación, tildó a Tajani de “pro-inmigración”, y lo acusó de aliado de la sinistra italiana. En FdI, sin embargo, son más cautos. Más allá de su negativa a poner en la mesa el presente tema, cabe destacar la postura de Meloni quien, hace años y como representante de la oposición por entonces, se mostró favorable a otorgar la ciudadanía a hijos de extranjeros que hayan completado el ciclo educativo obligatorio establecido por ley, que en Italia es de 10 años. En aquel momento, Meloni abría el debate en torno al ius scholae, y con ello, de una legislación que se base en la formación del ciudadano a través del sistema educativo.
Ahora bien, la polémica en torno a la obtención de la ciudadanía se relaciona estrechamente con otros problemas que enfrenta Italia (y, podríamos decir, la mayoría de los países de Europa Occidental). Por un lado, y como se mencionó en este medio, la llegada masiva de inmigrantes y el problema aún no resuelto de cómo integrarlos en la sociedad. Por eso los dichos de Tajani abren la puerta a otro debate, que tiene que ver con la fuerza de trabajo que las segundas y terceras generaciones de inmigrantes aportarían a la economía italiana. Desde Forza Italia no temen hablar de un programa de “integración controlada y seria” que contribuya al crecimiento productivo y económico del país, en un contexto actual caracterizado por la caída abrupta de la tasa de natalidad, el envejecimiento cada vez más acelerado de su población, y, en paralelo, la gran emigración de jóvenes italianos hacia otros mercados europeos. Italia es, actualmente, el país con menor tasa de natalidad de la Unión Europea. En 2022 se registraron menos de 400.000 nacimientos, el índice más bajo desde su unificación, en 1861. Por otro lado, la población italiana envejece a un ritmo acelerado (está, nuevamente, a la cabeza de sus pares europeos), y las previsiones aseguran que la población no crecerá en las próximas décadas. Meloni, en más de una oportunidad, advirtió acerca de estas tendencias demográficas, que sitúan al país en una verdadera emergencia social y económica. Italia “está destinada a desaparecer”, dijo la Primer Ministro, como le gusta que la llamen, sin el femenino en la denominación de su cargo, quien ya en el gobierno impulsó medidas de promoción de la natalidad en las familias, y cuidado de la tercera edad. Por último, Italia enfrenta otro problema, y es la masiva emigración de jóvenes hacia otros mercados, reduciendo significativamente el porcentaje de población productiva en el país. ¿Cómo y quiénes financiarán el sistema de pensiones, jubilaciones, asistencia social, y el sistema sanitario de Italia?
En este contexto, la bomba que ha arrojado Tajani en el núcleo del gobierno italiano con el proyecto de modificación de la legislación de la ciudadanía, y la consecuente necesidad de integrar a los inmigrantes, pareciera no tener que ver (tanto) con un factor humanitario ni social. La recomposición económica y el crecimiento productivo de Italia dependen, hoy por hoy, de un reequilibrio del declive demográfico. Hasta tanto las parejas italianas no se reproduzcan, los inmigrantes parecieran ser la solución, y lo sabe todo el arco de la destra italiana, que no le teme al pragmatismo por sobre las discusiones ideológicas (salvo el payaso de Salvini.) Para terminar, un último comentario: el giro “moderado” en los discursos de Tajani apuntan a otro objetivo, y es, correr hacia el centro del espectro político a Forza Italia. El centro es, hoy por hoy, y hace años, un lugar “desierto” dado el progresivo corrimiento hacia los extremos de los restantes partidos (fenómeno que se repite en una gran cantidad de países europeos). Tajani siempre lo destaca: el partido de Berlusconi nace como un partido de centrodestra, que se mantendrá leal a sus alianzas con el gobierno nacional, pero buscará puntos de “equilibrio” entre este último y la izquierda italiana. Parece que el tablero político en Italia también está cambiando.