La abstracción anarco-capitalista

El mercado, como Dios, estaría en todas partes. Es mundial. Por lo tanto se presume que está al alcance de la mano si los burócratas no se entrometen con intenciones nefastas.

No sólo estamos en medio de un ampliado campo de batalla ideológica sin cuartel sino que buena parte de las fuerzas en juego, no sólo locales, se empeñan en establecer el debate según los términos de su conveniencia. Y con armas non sanctas, sepámoslo.

La masa informativa es un magma. Su coherencia no es evidente, pero la tiene, aunque no se parece a una lógica del discurso racionalista moderno sino a la imposición de imágenes sensibles, aún formuladas en palabras que evocan ideas pero que no las exponen, y mucho menos las someten a análisis crítico. Coherencia en cuanto operación, muchas veces reñida con la lógica.

Intentemos ver dónde estamos parados hoy, aunque sea mirando por el ojo de la cerradura. 

Por un lado, una porción enorme de la población, aunque ya no en las mismas proporciones del resultado electoral, sigue sosteniendo que lo que había no se “aguantaba más”. Y eso es cierto para ellos. Por eso votaron como lo hicieron. 

Ese núcleo duro de prejuicio está bastante intacto, aunque no tiene certezas sólidas y se encuentra corroído por un cierto espíritu de venganza sobre los desposeídos a los que, una vez más, se les señala que deberán sufrir para que el conjunto renazca, lo cual no contiene ni un átomo de verdad, porque los procesos virtuosos surgen de esfuerzos compartidos tanto en la concepción como en los trabajos para llevarlos a cabo. 

Cuando se intenta analizar las opciones que hoy se ofrecen a la política nacional desde el intercambio silvestre con pocas dosis de espontaneidad, surge casi de inmediato lo que en la gestión anterior se resumía en el “¡Ah, pero Macri!”, con lo cual había que bancarse a Alberto y sus eluciones sucesivas por las razones o sinrazones que fuesen, desenfocado de una línea estratégica nacional y de la necesaria acumulación de fuerzas que se requiere para ampliar la base de sustentación de la comunidad argentina. 

Eso tiene su correlato, desde la margen de enfrente, en la denostación automática de Cristina Kirchner e inmediatamente detrás el paquete estigmatizado completo: los sindicatos, los movimiento sociales, el peronismo, los políticos e industriales prebendarios, y también los gobernadores feudales, la corrupción sistemática, y un larguísimo y agotador etcétera. 

Ese mecanismo automático de reproches mutuos, que dibuja un adversario eterno e irreductible, bloquea todo debate, que es la fase política anterior al diálogo y la búsqueda de coincidencias, una vez establecidas las diferencias, para que la mejora en la vida social pueda ser encaminada.

Está funcionando a pleno con Milei. Para sus votantes aparece como un salvador, incluso cuando es absolutamente curioso que las características de su gestión no se parezcan casi en nada a una línea de administración que pueda llamarse plan. 

Más bien se trata de medidas aisladas que estarían inspiradas en una línea desreguladora a ultranza montada sobre el prejuicio de que las regulaciones son malas en sí mismas y el Estado que las dicta una verdadera plaga opresiva. La premisa indemostrada es que el mercado se autorregula, lo que no impide que siga vigente aunque la experiencia universal muestra que los mercados se potencian cuando se ordenan, muchas veces de modo compulsivo.

La presunta operatividad de los “mercados libres” es una falsa y gruesa simplificación, pero el votante de Milei, trabajado desde mucho antes por la certeza de que aparato estatal es un obstáculo para el mejor desempeño económico del protagonista individual en sus intercambios económicos, cree a pie juntillas en que, desregulado, le irá mejor. 

Así encapsulado, ese compatriota no está buscando ninguna verdad, porque la sabe de antemano y ha depositado su fe en una intervención revolucionaria y regresiva que eliminará las trabas que experimenta, o supone que existen, para que florezca la economía. 

Los indicadores que se proponen para demostrar la sospechosa y súbita prosperidad que anuncia el gobierno (por ejemplo haber bajado el déficit en enero pisando pagos y aplanando salarios y dejando caer jubilaciones) nada tienen que ver con una economía que requiere, entre otras cosas, disponibilidad y cálculo de recursos, condiciones ambientales y geográficas, infraestructuras adecuadas, financiamiento compatible con una rentabilidad razonable, disponibilidad de equipamiento y mano de obra adecuada y, eso sí, un mercado real y concreto en condiciones de consumir. 

Por real y concreto queremos decir cercano, porque para la abstracción anarcocapitalista el mercado es… ¡mundial! Como Dios, está en todas partes. Por lo tanto se presume que está al alcance de la mano si los burócratas no se entrometen con intenciones nefastas. Suposiciones que funcionan sobre todo en la cabeza de quienes no están directamente implicados en las actividades productivas reales y concretas. 

El huevo en otra parte

Lo que se está tratando de describir aquí es que no tenemos un debate abierto sobre objetivos de expansión de la actividad, lo cual concierne al empleo y al nivel salarial que determina la capacidad de consumo de la población. En su lugar hay un enunciado liberador que debiera funcionar más o menos automáticamente una vez retiradas las regulaciones y subsidios, herramientas a las que no renuncia ninguna economía del mundo, aun las que se proclaman esencialmente liberales. Lo que sucede en muchos sectores es la retracción de la actividad. 

Más aún: no tenemos, en realidad un verdadero debate. Porque ello supondría exponer argumentos y réplicas. Significaría articular un despliegue conceptual que pueda transformarse en el camino en medidas de estímulo para la elevación de la calidad de vida de la población, algo que empieza por la elemental inserción en los circuitos de trabajo y de consumo. 

En su lugar, tenemos un conjunto de reproches sobre aquello que funciona mal, de lo que abundan los ejemplos, y no sólo por trabas de burocratización y/o corrupción. Frente a ello aparecen las restricciones al gasto (“no hay plata”) y medidas desreguladoras que tienen como efecto inmediato la progresiva paralización de la actividades, lo cual ya está siendo registrado por las mediciones sectoriales, tanto en el campo como en las industrias urbanas.

Todo ello operado sobre una muy fuerte reducción de los ingresos fijos, y consecuentemente del consumo primario. En nombre del mercado, se degradan y entorpecen los intercambios. Aun pasando por una fase de achicamiento de stocks para bajar su costo financiero, se hace esperar la llegada de nuevos bienes y servicios en oferta que, de haber un contexto expansivo, motorizarían la producción. El registro socialmente más dañino está en la caída del consumo de alimentos y  en los servicios de salud, con su correlato (de efectos a más largo plazo) sobre el sistema educativo y la formación de trabajadores aptos para desempeñarse en tareas variadas.

De esto no se habla, porque todavía estamos en la burbuja de que lo anterior debía ser cambiado del modo que fuese, no importa cómo, en la presunción de que lo que vendría no sería peor sino necesariamente mejor. 

Con su histrionismo, Javier Milei patea la pelota para adelante, dando cada día un nuevo tema no central del cual hablar y, sobre todo, no pensar o revisar las insensateces que aparecen todo tiempo. Al parecer funciona, por lo menos en la esfera mediática, porque no se habla de necesidades, tanto sociales como desafíos para quebrar la inercia en que estamos: “estanflación” (parálisis progresiva combinada con altos índices inflacionarios), fenómeno complejo y a la vez característico de la situación económico-social argentina de un tiempo a esta parte. 

No es un hecho nuevo. 

Lo nuevo, en todo caso, es que incluso sin medidas que apunten a resolver este desafío, la cristalización del debate en otro punto, el que mira al pasado, parece funcionar como respuesta aceptada por el sector social (transversal, pero no tanto) que apoya al gobierno y todavía le concede una expectativa favorable.

Agenda, opciones, ¿prioridades?

Tendríamos que estar analizando, por ejemplo, con la mayor amplitud de miras posible, cómo alentar las organizaciones de la economía popular para que muten de la ayuda mutua a la producción para el mercado nacional. 

Para ello, las ayudas sociales deberían aplicarse con sintonía fina tanto a estas organizaciones como al tejido más amplio y diverso de las pymes para que incorporen trabajadores que potencien su actividad. De esto, nada. Sólo se mantienen, en caída libre respecto de su capacidad de compra, las prestaciones asistenciales existentes. 

La pérdida de ingresos, que sufren hasta los trabajadores que discuten sus salarios en convenciones colectivas, es mucho mayor en el sector pasivo, el segmento más castigado de lejos por esta gestión que recién empieza y de inmediato muestra ese sesgo contractivo y castigador. El ajuste se hace sobre los sectores más vulnerables, no sobre “la casta política” como se había prometido mediante una consigna tan eficaz como inconsistente. 

La “casta”, con estos birlibirloques, termina siendo tan indefinible como el famoso “círculo rojo” del macrismo, establecido como el enemigo a vencer. Bien abstracto por cierto, aunque simbolizado vagamente por el sector “concentrado” de los grandes grupos económicos existentes. ¿Es el “enemigo” o es un conjunto de intereses al que hay que comprometer en acciones que beneficien al conjunto?

Recordémoslo: la mayoría de los anuncios gubernamentales son acciones beligerantes en el plano mediático. Es el combate contra una supuesta canonjía, o contra un nicho de interés como un fideicomiso, o contra un grupo focalizado como objetivo. No constituye una política amplia, pero permite mantener la iniciativa diaria. 

Discutir o chocar sobre lo que no es resulta así una operación rentable de distracción y manipulación.

La cuestión  a lograr, desde el poder, es no abonar o legitimar la demanda social legítima, para la que hay poca o nula respuesta eficiente. Es otra, una más, huida hacia adelante, como Borges sobre los militares invadiendo las Islas Malvinas para alejarse del estrepitoso fracaso de su sangrienta gestión.

En sentido contrario, los reclamos populares son más constructivos y tienen sentido vertebrador de la comunidad argentina cuando se concentran en las cuestiones esenciales: salario, ocupación, salud, educación, calidad de vida.

Un sesgo convertido en el todo

La rústica gestión monetarista liberal en curso no es un plan en el sentido que atienda al conjunto de la sociedad argentina, potenciando todas sus posibilidades, sino que es un mero procedimiento de ajuste fiscal basado en la caída de los ingresos y baja del gasto público, ambos instrumentos fuertemente potenciados por la inflación. Se supone que con ello impulsa los negocios, o sea, sería promercado, pero en realidad lo achica. Paradoja que sólo se puede disimular tomando arbitrariamente algunos indicadores que muestren reacomodamientos positivos. El ejemplo es la oferta de alquileres, lo cual no quiere decir que haya más gente que resuelva su situación habitacional, claro está.

La inercia del triunfo electoral, que no otorgó mayorías parlamentarias, es lo que aparece como principal eje de atención del gobierno. Acción mediática que posterga soluciones o las atiende a medias, como el anuncio de aumento de pasivos por decreto pero muy por detrás de la inflación, aunque no plantea una política completa. Sólo estímulos para la confrontación. 

¿Gobernar es comunicar? Si así fuera estaríamos muy lejos de las grandes consignas del siglo XIX y el XX: poblar, educar, industrializar. Y faltaría lo esencial: tener algo que trasmitir que pueda tenerse en cuenta el día de mañana.

Un comentario sobre «La abstracción anarco-capitalista»

  1. Todo «verso»…milei es un impostor. Se «hace pasar» por «anarco-capitalista» (‼️) para obtener votos, punto.
    Milei en la práctica de Gestión: pretende ir más lejos que las «condiciones» que el FMI impone!!!
    Es decir hace mejor los deberes que «nadie»(!!!) con la una Institucion Finsnciera de origen E S T A T A L como es el FMI ( ACUERDOS DE BRETTON WOOD 1946 entre ESTADOS NACIONALES de diferentes paises(!!!) Es decir que acepta y subordina a las condiciones financieras que le imprime este organismo ESTATAL para el pago de una Deuda contraída en forma fraudulenta (desde su origenes) y que desde su Gobierno, utilizando los mecanismos del ESTADO «socializa» su pago e imponiendo su cancelación mediante la confiscación coercitiva del Estado al pueblo trabajador argentino, que jamás vio su contraprestación. Y muchos menos se endeudó ( !!!) Entonces en quedó el que «las hace, las paga»?????
    Milei es ESTATISTA con la deuda privada y Socialista con su pago. En definitiva, es un mercanchifle de mierda que vende por TONELADAS DE HUMO IDEOLÓGICO TOTALMENTE FRAUDULENTO.
    2° punto. Alguien me podría decir, para ir a visitar, algún país en el mundo, algún país ANARCOCAPITALISTA??.???……‼️

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