Ni las cifras económicas más duras de la recesión, la inflación o la pérdida del trabajo en la Argentina de Javier Milei pueden causar tanto espanto como enterarse del sufrimiento infantil. El informe que acaba de difundir Unicef fue un golpe al corazón. «Cada día, un millón de niñas y niños se van a la cama sin cenar en el país», dijo la entidad de Naciones Unidas que vela por la protección a los menores. Una mujer le había reprochado a Milei la caída en ingresos populares, cuando salía de un acto en La Rural, en mayo. El Presidente le respondió: «Si la gente no llegara a fin de mes se moriría en la calle. Si no llegara a fin de mes ya se hubiera muerto y eso no está pasando». Lo que sí parece estar pasando es que «más de siete millones de chicas y chicos viven en la pobreza», señaló Unicef.
¿Probó acostarse sin comer? Y no por hacer una dieta o por cansancio. Por falta de comida. El hambre no espera. Duele en el estómago. Duele en el alma. Produce angustia. Y no se puede hacer una milanesa con la desregulación. O cocinarse un puchero de superávit fiscal. O un caldito sin emisión monetaria. Los éxitos que el Gobierno adjudica a su modelo no figuran en el menú.
¿Qué le pasa a un ser humano cuando deja de comer? La ciencia médica enseña que el organismo «empieza a agotar la fuente de glucógeno». Cae el nivel de azúcar en sangre. Causa «mal humor, falta de concentración y reduce la capacidad cognitiva». Con el tiempo, aparece la desnutrición. Se agravan los síntomas físicos y mentales. Morirse de hambre no es una frase hecha si lo sufre un bebé, una niña, un niño, o un adolescente.
La heladera roncadora
Al lanzar la campaña «El hambre no tiene un final feliz», Unicef difundió un spot. De noche, en las penumbras de una habitación, una madre acaba de llevar a la cama a su hijo pequeño. El niño le pregunta: «¿Pero por qué nos acostamos sin comer? La mujer le responde: “¿Viste que nosotros tenemos que dormir de noche? Bueno, la heladera también”. El niño no está convencido del cuentito piadoso de la madre. La mujer le pide que escuche el sonido de la heladera, que «está roncando». El chiquito le pregunta: «¿Mañana va a estar despierta?». «Si, mañana sí», responde la mujer mientras lo abraza. Se abraza a una ilusión.
No es aventurado decir que el reporte casi pasó de largo como un tren que no para en una estación. Medios dominantes estuvieron entretenidos con los besos que se prodigó con Milei la señora Amalia Josefina Trombetta, más conocida como ‘Yuyito’ González. Claro que otras intimidades colmaron también las pantallas de TV y las pantallitas de celulares. Como la denuncia por violencia de género de la exprimera dama Fabiola Yañez contra el expresidente Alberto Fernández.
Alejados del show de los medios, Unicef ensayó una explicación: «El aumento de los precios y el estancamiento económico desde hace más de una década han incidido en la capacidad de generación de ingresos de millones de hogares».
La organización, que se financia con donaciones y está en 190 países, dijo que la cifra de infantes a la cama sin alimento «se eleva a un millón y medio si se incluyen aquellos que se saltean alguna comida durante el día».
«En el caso de las personas adultas que viven en esos hogares y que se saltean alguna comida, el número se eleva a 4,5 millones, en muchos casos porque priorizan que sus hijos o hijas puedan alimentarse», evaluó Unicef.
De carne éramos
El organismo ha relevado que «unos 10 millones de chicas y chicos en Argentina comen menos carne y lácteos en comparación al año pasado por falta de dinero». El fenómeno se entiende, según el informe, «en un contexto en el que, además, los ingresos de casi la mitad de los hogares con niñas y niños no alcanzan para cubrir gastos básicos de alimentación, salud y educación».
En un discurso este año, en un foro de la Institución Hoover, en Stanford, Estados Unidos, dijo Milei: «¿Ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir? Va a llegar un momento que se va a morir de hambre, con lo cual, o sea, e’cir, digamos, va a decidir de alguna manera para no morirse». Tomada dentro o fuera de contexto, la frase presidencial es tan clara como el agua clara.
Tan transparente, como el análisis de Unicef: «La pobreza afecta especialmente a las personas que viven en hogares con menor acceso educativo, a los hogares monomarentales, con jefatura femenina o cuando están situados en un barrio popular».
El hambre no es juego
Por más juegos de palabras que se haga con el hambre y los juegos, las estadísticas de la entidad se clavan como dardos: «Casi 2 de cada 3 niños entre los seis meses y los dos años de edad no reciben alimentos que potencien un crecimiento rápido de sus cuerpos y sus cerebros. Esta situación puede perjudicar su desarrollo cerebral, interferir con su aprendizaje, debilitar su sistema inmunológico y aumentar el riesgo de infección y, en muchos casos, de muerte».
En el maremágnum de banalidades, cortinas de humo y fuegos artificiales en que está sumida la información a diario, apareció por ahí una perlita: el verdadero numero de la pobreza en Argentina es de 73,3%. Lo publicó en las redes un estudio de CELAG, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, con la firma de Alfredo Serrano Mancilla y Mariana Dondo.
Plantean los investigadores que «la pobreza se puede observar por todas partes: en las calles, en los hogares, en los supermercados, en las fábricas, en las tiendas, en los hospitales, en las escuelas. La clase media apenas existe y la clase pobre es la mayoritaria».
¿De dónde surge el 73,3%? La pobreza, según datos del Observatorio de la Universidad Católica, alcanza al 55%. Un 20,3% de ese guarismo corresponde a indigentes. El último dato oficial de la Encuesta de Hogares se remonta al segundo semestre de 2023 y la establece en 41,7%. Mancilla y Dondo sostienen que las cifras «ignoran a los hogares que cuentan con ingresos muy próximos al umbral» de ingresos. Contabilizados estos hogares, que representan casi 20 puntos más, se infiere que son «casi pobres» y el padecimiento es más profundo de lo que se supone.
Hay niños, niñas y adolescentes que en la Argentina de Milei se van a la cama «castigados» por una política. Sería injusto no mencionar el caso de la ministra del extravagante ministerio de Capital Humano, con conducido por Sandra Pettovello, una superprotegida de Milei. La ministra se rehúsa a entregar toneladas de alimentos depositados en galpones oficiales. También acumula fallos judiciales en contra por su proceder. Uno de sus argumentos fue que primero había que auditar e inspeccionar a los comedores y merenderos, cuya existencia, incluso, puso en duda.
En primera fila entre los indignados con Pettovello está Francisco «Paco» Olveira, miembro de los Curas en Opción por los Pobres, quien le escribió una carta en la que califica sus medidas de «insensibles, inútiles e ineficientes». Olveira dijo a la prensa que «cuando no les queda más remedio, porque ya se les vence, reparten un poquito, pero no hay ni siquiera una política alimentaria».
Marisa Graham, Defensora de Niños, Niñas y Adolescentes de la Nación, dijo en una entrevista con Y Ahora Qué? que no se oponía a las auditorías. Pero aclaró que se vulnera un derecho cuando se impide una ingesta «por lo menos diaria».
Graham admitió que el gobierno aumentó la Asignación Universal por Hijo, las asignaciones familiares de trabajadores y la tarjeta Alimentar, pero que la inflación se devoró pronto las mejoras. El índice de alza de precios minoristas acumula en lo que va del año un 87%. A la cuenta se suma el 25,5% provocado por el sablazo devaluador mileísta luego de asumir.
Claudio Altamirano, educador, escritor y documentalista, dijo en la Tecla Ñ que «las políticas actuales han fracasado en proteger a los sectores más vulnerables, incluyendo a los niños, niñas y adolescentes. En menos de un año, seis millones de personas han caído en la pobreza, sumergiendo a la infancia en un contexto de carencias y desesperanza. La inseguridad alimentaria es uno de los síntomas más devastadores de esta crisis».
¿400 millones?
El cuadro de situación alimentario se entiende mejor a la luz de otros guarismos negativos. Unas 140.000 asalariados formales perdieron su empleo en los cinco primeros meses del año. La caía de la economía este año ha sido proyectada en 3,6% por la CEPAL, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Pero en la dimensión desconocida de los números que baraja Milei aparece uno de los tantos mitos difundidos por ese ente protagónico que se autodenomina «mercados». El economista anarconeoliberalcapitalista se apropió de una frase que supieron usar expresidentes como Mauricio Macri y Alberto Fernández: «Argentina produce alimentos para 400 millones de seres humanos». En un tuit en 2018, el líder de la Libertad Avanza Carajo dijo que el país «podría dar alimentos gratis para 5 poblaciones argentinas».
La credibilidad de semejante alarde, reiterado como una letanía en foros empresarios, fue despedazada por instituciones como la CEPEA, el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación. La base de la falsedad es que Argentina produce, en su mayoría, alimentos para animales. Lo real es que se cubriría la alimentación saludable de unos 27 millones de personas. No tuvieron suerte de figurar entre ellas los niños y niñas encuestados por Unicef.
En la multitudinaria marcha de los sindicatos y las organizaciones sociales, el 7 de agosto, desde el santuario de San Cayetano a la Plaza de Mayo, una consigna simple resumió el sufrimiento: «La peor forma de violencia es el hambre».