Al gobierno no parece ni siquiera interesarle la recesión. Quiere seguir con los parámetros macro actuales. Y si revirtiese la actual política también sería un problema. Gracias a la contracción de las importaciones que provocó la recesión, el Gobierno acumuló reservas hasta abril. Luego se estancaron. Si se iniciara una fase de crecimiento, probablemente el incremento de las importaciones que usualmente traen aparejadas la expansión de la inversión y las compras de insumos iniciaría una tensión en poco tiempo.
El dato sobre la caída Producto Interno Bruto (PIB) argentino en el primer trimestre del año, del 5,1% comparado con igual período del 2023, confirma lo que los informes sobre Avance del Nivel de Actividad y el conjunto de la Producción Industrial Manufacturera y la Utilización de la Capacidad Instalada anticipaban: la recesión que atraviesa la economía argentina es muy pronunciada.
Es un hecho que, por sus implicancias, define la coyuntura política. Esta caída del PIB es una consecuencia del ajuste de la producción a la contracción de la demanda, resultante de la devaluación de diciembre, que significó un deterioro en los ingresos para la mayoría de la población.
La recesión se corresponde con un incremento de la pobreza, tanto en términos del volumen de la población que se ubica en esta categoría, como de una caída en el poder de compra disponible una vez satisfechas las necesidades elementales en el caso de las personas que alcanzan este umbral. A su vez, trae aparejado un aumento de la desocupación que retroalimenta el alza de la pobreza que la precede, porque conlleva una pérdida de ingresos para quienes se quedan sin trabajo o acceden a recortes parciales de sus sueldos para conservar su posición.
El mercado interno
Todos los componentes de la Demanda Agregada que se asocian con el mercado interno presentaron un descenso frente al primer trimestre de 2023. El consumo privado cayó un 6,7% y el público, un 5%. La formación de capital cayó en total un 23,4%. Las exportaciones son el único componente que creció, con un 26,1%. Las importaciones, que se vinculan con el consumo interno y restan de la suma del PIB, descendieron un 20,1%.
En lo que respecta a las ramas de actividad, solamente crecieron el agro y la ganadería (10,2%), la pesca (3,2%), y la explotación de minas y canteras (8%). Son sectores insertos en la exportación, por lo que estos resultados son congruentes con la descripción sobre la demanda. Dando cuenta de la contracción del mercado, la actividad comercial mayorista y minorista cayó un 8,7% y la industria manufacturera un 13,7%. Su contribución a la variación total del PIB es de un descenso de 1,14 y 2,16 puntos porcentuales, respectivamente. Es decir que entre ambas totalizan una resta de 3,3 puntos, poco más del 60% de la caída total.
La desocupación
No obstante, el registro del empeoramiento en las condiciones económicas que permiten observar las estadísticas aún no es pleno, lo cual se debe a la periodicidad de los relevamientos. La tasa de desocupación que se desprende de la última Encuesta Permanente de Hogares publicada por el INDEC, correspondiente al primer trimestre del año, marcó una elevación con respecto al cuarto trimestre de 2023 del 5,7% al 7,7%.
Se trata de un salto significativo, de dos puntos. En la comparación con respecto a los primeros trimestres de los años posteriores a la pandemia, que podríamos sugerir que son los más representativos del estado reciente de la economía argentina, se evidencia un deterioro y un quiebre de la tendencia descendente en la tasa de desocupación.
La distancia de la desocupación abierta con los guarismos observables en el inicio de los dos años anteriores es de casi un punto. También cayó la tasa de empleo, que expresa la proporción de la población empleada sobre el total, y la tasa de actividad, que representa la fracción de la población que busca empleo o trabaja.
Los datos parecen preocupantes, pero conviene observar que la tasa de empleo está por encima de su nivel al iniciar 2023, lo que sugiere que para el primer trimestre de 2024 aún no se manifiesta el fenómeno de que una fracción masiva de la población esté desocupada. Debería recordarse que muchas de las paradas de planta de empresas importantes tuvieron lugar entre marzo y abril, por lo que seguramente las mediciones posteriores expongan índices más alarmantes.
Un nuevo escalón
Sorprendentemente, al gobierno no parece ni siquiera interesarle revertir este curso de acción. Por el contrario, las autoridades manifiestan permanentemente la intención de continuar con la configuración macroeconómica actual, que condujo a la contracción abrupta de los salarios y la actividad, cuya magnitud se morigera frente al primer trimestre, pero no se revierte.
Y si se revirtiese, sería un problema. Gracias a la contracción de las importaciones que provocó la recesión, el gobierno acumuló reservas hasta abril. Luego se estancaron. Si se iniciara una fase de crecimiento, probablemente el incremento de las importaciones que usualmente traen aparejadas la expansión de la inversión y las compras de insumos iniciaría una tensión en poco tiempo.
Parte de la reducción en la acumulación de reservas se debe a la falta de liquidación de las cosechas de soja y maíz, que los productores elijen retener a la espera de mejores condiciones para la exportación mientras financian sus operaciones endeudándose.
Curiosamente, esta semana el Banco Central dispuso no renovar una regulación vigente desde septiembre de 2022, que establece que para los productores de soja que mantengan un stock que supere en un 5% a su producción solamente pueden acceder a créditos con una tasa de interés mínima equivalente al 120% de la tasa de política monetaria. Es decir que se relajan los castigos sobre la reticencia a exportar, precisamente cuando son más necesarios.
Por otro lado, la baja de la tasa de interés fomenta el alza de los dólares paralelos, que también obra en detrimento de la compra de divisas por parte del Banco Central, al alentar el direccionamiento de la oferta hacia el mercado ilegal. Es algo que remarca el Fondo Monetario Internacional, que insiste en que el gobierno argentino debería revisar su política monetaria.
Son indicios de que, si bien finaliza una primera fase de la recesión en la que tuvieron lugar impulsos iniciales que ahora amainan, en poco tiempo comenzará una segunda en la que se profundizarán los efectos de la primera, y no parece que las autoridades nacionales estén en condiciones de evitarla. Menos aún de modificar la trayectoria de las cosas.
La oposición mantiene una pasividad frente a estos datos que llaman la atención. Todavía no existe ninguna fuerza política que se proponga aglutinar la diáspora de sectores perjudicados en pos de impulsar un programa diferente e inhibir el desarrollo del actual, con sus consecuencias para la población argentina. Ya es tiempo. La amenaza de una recesión más profunda significa que se alcanzaría un nuevo escalón en la degradación de la situación económica, y un mayor grado de enrarecimiento social. Es un escenario ante el cuál la negligencia y la falta de respuestas pueden resultar muy peligrosos.
Milei no la ve
El Presidente Javier Milei, con su estilo habitual, no solamente niega las dificultades con las que tendrá que lidiar si realmente pretende que se altere la evolución de la economía. Por el contrario, insistió en que la sanción final de la Ley de Bases en Diputados representa la conclusión de la primera fase del programa de gobierno, que habilitará una segunda fase de cambio de régimen monetario y levantamiento de las restricciones cambiarias, y una tercera de crecimiento galopante.
Una descripción tan pueril del desarrollo de cualquier política económica es por sí misma grave, y se vuelve peor cuando contrasta estridentemente con el análisis objetivo de la realidad. Esta negación frívola de lo evidente anticipa una debacle. Al revés de lo que suele decir Milei sobre sus detractores, el que no la ve es él. Ni cuadrada.
Una última curiosidad para resaltar es que varios de los opositores no kirchneristas que acompañaron la Ley de Bases en la Cámara de Diputados enfatizaron que en esa instancia se da un voto de confianza, pero que los supuestos beneficios de la política económica todavía están por verse, y que se harán presentes en el futuro para garantizar que se extiendan al conjunto de la nación. ¿Les hace falta que las consecuencias de decisiones dañinas que ellos habilitan con su acompañamiento se concreten, para tomar conciencia de lo que ocurre? ¿Son incapaces de prever para prevenir? ¿Ellos tampoco la ven?