La segunda semana de Harris


Trump perdió el centro de la escena y anda gritando para que lo escuchen. La demócrata, suave y sonriente, empieza a instalarse.

Ya está el meme en el que un señor alarmado corre a dar la novedad: “¡Trump ya eligió su estrategia electoral! ¡Sorpresa! ¡Se puso racista!”. No es por gracioso que circula, sino por su exactitud absoluta. Sin mayor idea de qué hacer con Kamala Harris, Donald Trump se puso racista y reaccionario. Simple y a los gritos, como hace él.

Ya es clarísimo que Joe Biden tomó por sorpresa al republicano cuando se bajó y la ungió a Harris como candidata. Curiosamente, su partido no había preparado materiales de campaña contra la vicepresidente, o al menos nada sutil. Harris tiene un punto débil, un agujero ideológico a defender, que es su carrera como fiscal de distrito en California. Es el lado que no le gusta al ala progresista de su partido, que la acusa de meter demasiados negros y latinos presos con demasiada facilidad.

Pero Trump y sus MAGA boys no está explotando esto, sino lo más superficial y fácil, que Harris es hija de un jamaiquino negro y de una india del subcontinente. O sea, el color de su piel, la forma de su cara. Trump, incontenible, en cada aparición pública la llama Kamála y no Kámala, como se dice en inglés, para hacerla parecer extranjera, rara. (En castellano, y en hindi, se dice nomás Kamala).

Con su habitual impunidad frente al rigor, el ex presidente y candidato afirma que Harris es la persona más extremista jamás conocida, y que si fuera electa “nos quedamos sin país”. ¿En qué sería extremista la demócrata? En su posición hacia el aborto y los inmigrantes, ya que no quiere prohibir el uno y deportar a los otros.

Harris no es, por supuesto, una extremista, que el sistema partidario norteamericano se ocupa de filtrar con exactitud. Es como si Bernie Sanders fuera el extremo tolerable, y a lo más que llegó fue a ser un influyente senador que mantiene honestos a los demás y les grita cuando se olvidan de los sindicatos y el bolsillo de la gente. A la izquierda de Sanders queda la ONG o el renaciente Partido Comunista, tan de moda entre los chicos.

Nada de esto le preocupa a Trump, que nunca deja que los hechos se interpongan en un buen discurso. El relato MAGA sigue en pie: Biden es el peor presidente de la historia, un peligro para el país que no podría sobrevivir otros cuatro años de tanto desastre demócrata. Agregar a Harris como extremista, inútil, mujer, socialista, abortera y sospechosa de extranjería es un paso fácil.

Quien sospeche que esto es exagerado no tiene más que buscar la aparición de Trump de esta semana en algo llamado la Asociación Nacional de Periodistas Negros. Esta semana, la Asociación tenía su convención anual y, para asombro general, lo invitaron a Trump a un reportaje abierto. Para más asombro todavía, el candidato aceptó. El momento culminante fue cuando el periodista que lo entrevistaba, negro, le preguntó qué opinaba de que su opositora fuera negra. Ante una platea de profesionales negros, Trump mandó: “Ahora es negra… yo la conozco de hace años y siempre se presentaba como descendiente de indios… ¿De golpe se hizo negra?”.

Los micrófonos, se nota, eran buenos, porque se siente una especie de exhalación colectiva de los presentes. Trump siguió como si nada, el colega en el escenario estaba como en shock.

Que un candidato conteste eso ante la típica pregunta “fácil”, esa que permite editorializar sobre qué sociedad abierta y libre que tenemos, blablablá, indica claramente que los republicanos dejaron de lado su estrategia de recuperar las minorías. Sin dar detalles, que eso te ata en tecnicismos molestos, los republicanos MAGA están dejando en claro tres promesas de campaña: deportaciones masivas de ilegales “como nunca se han visto”; aborto recontraprohibido en todo rincón del país donde gobierne un republicano; guerra comercial y política a China. Simplemente, guerra a los latinos, a las mujeres y a los asiáticos, más un palo a los negros de Black Lives Matter, largamente definidos como subversivos.

Los demócratas abandonaron la vaguedad de señalar que esta elección puede ser el final de la democracia norteamericana. Biden vive inaugurando fábricas que repatrian industria y empleos al país, esta semana se hizo fotografiar con los rehenes rescatados de Rusia y con Harris, y, muy importante, no anda hablando de guerra con nadie. También lanzó un proyecto para reformar la Corte Suprema, ponerles una edad de retiro a sus miembros, y poner el derecho al aborto en la constitución. Es notable lo enfocado y relajado que se lo ve, ahora que no es candidato…

Con lo que la segunda semana de Harris candidata la sigue teniendo con la iniciativa. Los votantes se andan olvidando del atentado a Trump, los diarios ya publican notas simpáticas sobre qué bien se viste Harris, y se está instalando una sensación de que en una de esas ella le podría ganar a él.

Las encuestas volvieron al empate técnico entre los dos partidos.

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