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Por qué a Milei le encanta defender lo indefendible

El Presidente regaló a su gabinete el libro provocador de un economista ignoto. Su equipo inundó las redes con la fotito mientras se discutían el presupuesto y la ley laboral. Sería frívolo tomar esos movimientos literalmente: vienen de la tradición ultraderechista del Tea Party y apuntan a señalar intransigencia en el uso del poder.

El proverbio inglés se aplica a estudiantes, graduados e incluso periodistas: en caso de duda cachenlolibro. Cualquiera que se espante por la grafía debe saber que se escribe así, sin las eses del plural. Y quien se espante por los libros que lee y recomienda Su Excelencia, el Presidente Javier Milei, deberá aplicar el proverbio si quiere entender algo.

Reivindicar lo asqueroso

Su Excelencia hizo posar a todo su gabinete con el regalo que le hizo a cada uno antes de navidad. La obra se llama “Defendiendo lo indefendible” y el autor es Walter Block. ¿No lo conocen? No se sientan mal: nadie lo conoce. Se trata de un autor libertario que estira los argumentos hasta el absurdo. La lógica implícita sería que, si puede defender lo aparentemente indefendible, podría defender lo que a primera vista es defendible.

Block, que hoy tiene 84 años, escribió dos versiones. Su Excelencia regaló la primera, editada en su original en inglés en 1976, pero existe “Defendiendo lo indefendible II”.

Las dos versiones, uno y dos, tienen en común una ristra de reivindicaciones que a cualquiera podrían resultarle asquerosas. Anuncia Mr. Block que “los individuos analizados son generalmente considerados malas personas, y las funciones que desempeñan, perniciosas”. Sin embargo, su tesis ante ellos tiene tres patas:

*”No son culpables de conducta violenta”.

*”En la práctica totalidad de los casos, benefician a la sociedad”.

*”Si prohibimos sus actividades, redunda en nuestro perjuicio”.

Así, desfilan el narcotraficante, el chantajista, el difamador, el calumniador, el policía corrupto, el blanqueador de dinero que no trabaja para el gobierno, el avaro, el prestamista, el acaparador, el importador, el especulador, el minero de superficie, el patrón cerdo, el esquirol y el que contrata niños. También el tiburón financiero, el fumador, el traficante de órganos, el polígamo, el sexista, el voyeur, el homófobo, el propagador de estereotipos y el vendedor de bebés.

Atención a los prólogos

El que busque morbo puede echarle una mirada a cualquiera de las dos versiones. El que busque entender la cabeza de Su Excelencia, que después de todo es el Presidente de la Nación votado en 2023, tendrá ventajas si, en cambio, no le presta atención a las provocaciones de Mr. Block sino a los prólogos.

El prólogo del primer libro lo escribió Murray Rothbard, el economista de la Escuela Austríaca que Su Excelencia reivindica como si fuera un genio a lo Da Vinci.

Cuando se refiere a que los especímenes de la lista de Mr. Block son héroes, Rothbard lo explica de esta manera: “Su status heroico, según el parecer de Walter, deriva exclusivamente de las injustas restricciones que otra gente les ha ido imponiendo”. Y agrega: “La curiosa paradoja de este libro es que solo si se siguieran sus consejos, y los hombres y mujeres descritos en sus páginas dejaran de ser sometidos al escarnio y a la coacción de la ley, ya no serían héroes”. Por lo tanto, si a usted “no le gusta la idea de que un usurero sea héroe, debe saber que la única manera de privarle de este estatus es rompiendo las cadenas que les han sido puestas por gente mal informada”.

Para el prólogo del tomo dos, Mr. Block consiguió nada menos que a Ron Paul. Una suerte, porque es todavía más transparente que Rothbard: “Mucha gente apoya la aplicación del axioma de la no agresión a la conducta privada. Lo que nos distingue a los libertarios de los conservadores modernos y los liberales, ¡es que aplicamos al Estado el axioma de la no agresión!”. Para que quede más claro, un caso de agresión, según Paul, es la regulación que establece un salario mínimo. Dice el prologuista: “Al ilegalizar el pago por trabajo de una cantidad menor a la dictada por el Estado, expulsa del mercado laboral a todos aquellos que se hallen en los peldaños más bajos de las escaleras del ingreso y la experiencia”.

De allí a la reivindicación del esclavismo en versión reciclada sólo habría un paso que, seguramente, Ron Paul no tendría problemas en dar. No es cualquier persona. Con 90 años hoy, cuando escribió ese prólogo era diputado del Congreso de los Estados Unidos por el Estado de Texas. Médico, fue cirujano entre 1963 y 1968, en la guerra de Vietnam. Como congresista participó de las comisiones de Servicios Financieros y de Política Monetaria, donde criticó todo tipo de regulación. Incluso promovió la disolución de la FED, la Reserva Federal, equivalente norteamericano de un banco central.

Inspirador del Tea Party

Ron Paul fue importante también por su sello político-intelectual. Como doctrinario ultraliberal, es considerado el padre inspirador del Tea Party, el grupo político ultraconservador nacido en 2007 que enarboló las ideas de la restricción del gasto fiscal, la limitación de las funciones del Estado y el libre mercado. Justamente en ese 2007 Ron Paul se presentó, sin éxito, como precandidato republicano a la presidencia. Pocos años después, en 2009, Paul y el Tea Party se opondrían a cualquier forma de solución estatal de la gigantesca crisis de 2008, generada por la financierización sin límites del negocio inmobilidario y la explosión de la burbuja especulativa.

El MAGA de Donald Trump, la consigna de Make America Great Again, recoge el legado del Tea Party, que combatió todo atisbo de política social como el sistema de protección de salud conocido como Obamacare. Pragmático, Trump ni habla del Tea Party. Simplemente robó su agenda.

En cuando a Milei, conviene tener cuidado con la literalidad. Más allá de lo que piense de la explotación laboral infantil o del comercio de órganos, lo que inspira su política tanto en la forma como el fondo es la destrucción. Por ejemplo, la pulverización de la industria y la aniquilación de las leyes sociales y laborales que puedan equilibrar una cancha por naturaleza inclinada. El regalo del libro a su gabinete, y la difusión posterior, entrañan un mensaje doble. Primera parte: “El principal agresor es el Estado cuando mitiga las desigualdades”. Segunda parte: “Soy capaz de cualquier cosa”.

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