Lágrimas de Milei

Milei viene azuzando el miedo a una época decadente que debe quedar atrás. Pero esta semana siguió de largo, y ahora corre peligro de ser él quien despierte temor. Los líderes mesiánicos o que quieren aspirar a serlo no comprenden que la sociedad puede generar por sí misma sus propios sentimientos de orgullo colectivo.

Son muchos y andan por todos lados. Un mundo. Hasta Su Excelencia Javier Milei tiene a mano un egresado de la Universidad de Buenos Aires. Entre los pocos que ve cara a cara todos los días está, efectivamente, Luis Caputo, el ministro de Economía. El mismo que la pasa mal cuando compra zapatillas en los Estados Unidos y se cruza con otra egresada de la UBA. Caputo salió de ese antro y parece haber soportado con estoicismo el adoctrinamiento colectivista de la Licenciatura en Economía. Esta semana le respondió un tuit a Gustavo Lazzari, que se presenta a sí mismo como “economista” y “liberal posta”, además de “hincha de Chicago”. Con el apodo tuitero de Lacha, escribió: “He visto marchas pavotas, pero como la del 23/4 por la universidad… ninguna. 1) No está en riesgo. 2) El presupuesto aumentó. 3) Marchar contra una auditoría es como hacerle un berrinche al médico clínico. Mejor saber que tenés 229 de colesterol para largar los postres”. Respondió el economista no adoctrinado: “Lacha querido, la política es un negocio para muchos, no un servicio público”. Y siguió: “El berrinche es el mismo que el de otros sectores que ven afectado ‘su negocio’. Todo lo que dice el Presidente es cierto. La gente es prioridad mil para algunos políticos. El Estado son todas ‘cajas’, y si querés combatir eso te dicen que ‘no entendés el juego político’. Pero si la gente sigue apoyando lo vamos a poder cambiar. Sin duda. Gracias por bancar, aún criticando cuando te parece que es necesario”. Corresponde aclarar que el acento ortográfico en el “aún” es equivocado, porque en ese caso es sinónimo de “inclusive”, pero la grafía es original del autor. Corresponde aclarar que quien juega al outsider fue ministro de Finanzas de Mauricio Macri y presidente del Banco Central. Corresponde aclarar que la persona que habla de cajas fue mesadinerista y antiguo empleado de la banca internacional en el JP Morgan y en el Deutsche Bank. Pero como “todo lo que dice el Presidente es cierto”, Caputo se puso a tono con el primer tuit de Su Excelencia tras la marcha que reunió el 23 de abril a por lo menos un millón y medio de personas. Salieron a la calle en todo el país en defensa de la universidad pública. O sea, en defensa propia. Su Excelencia aprovechó la inteligencia artificial para construir y postear en X la imagen de un león bebiendo de una taza que dice “Lágrimas de zurdos”. Es decir que Caputo le escapó al adoctrinamiento, pero quienes poblaron las calles cayeron en la trampa de la ley 1420 (primera etapa de la educación pública y gratuita, en 1884), de la Reforma Universitaria de 1918 que rompió el modelo aristrocrático, de Juan Perón que hizo gratuita la universidad y del surgimiento de miles de graduados que se convirtieron en primera generación de profesionales. Julio Argentino Roca, Domingo Faustino Sarmiento, Hipólito Yrigoyen, Deodoro Roca, el propio Perón y grandes figuras como Risieri Frondizi o Manuel Sadosky, echados por los bastones largos de Juan Carlos Onganía en 1966, vendrían a ser los ideológos de tanto zurdo suelto.

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Tal como lo viene analizando Y ahora qué? desde su primera edición, en enero de 2024, Su Excelencia aprovecha cualquier situación para polarizar, para señalar que libra un combate contra los políticos y la casta, una categoría que va desde los diputados a una empleada de atención al público de Anses. Para utilizar al enemigo de palanca y tumbarlo con su propia fuerza. Para atacar desde su investidura y desde su red de mercenarios en las redes. La reacción adversa de los conductores de La Nación Más, esta misma semana, pareció indicar que Su Excelencia se sobregiró. Le criticaron la presunta torpeza: según ellos se enfrentó con reclamos genuinos e, incluso, con una parte de sus propios votantes. Y de inmediato le señalaron el camino de salida. Primero, debía frenar el ataque y el insulto. Luego debía concentrarse en dos elementos: la presencia en Plaza de Mayo de los dirigentes sindicales, que según sus consejeros televisivos no deberían ir a una manifestación por la educación pública, y la palabra “auditoría”, que sería el clínico de Laucha querido. Algunos de los consejeros fueron dirigentes universitarios de la Unión del Centro Democrático. Saben perfectamente no sólo que las universidades públicas tienen complejos sistemas de auditoría interna con profesionales idóneos, y que firmaron convenios con la Auditoría General de la Nación. También conocen que el cogobierno de docentes, graduados y estudiantes se basa en la existencia de mayorías y minorías, y que la política universitaria no es un juego de niños sino un gran aprendizaje en las luchas por el poder. No hay omertá. No hay pacto mafioso. No hay silencio. Hay diversidad, contradicción, pelea y negociación, como en la vida misma cuando no rige el fascismo. Y no sólo los universitarios tienen a mano otros universitarios. Sobre todo están orgullosos de los universitarios quienes no lo son, porque les faltan años o porque los años ya les pasaron por delante. Por eso la universidad, como antes el tejido industrial, no se encierra en las facultades sino que forma un mundo.

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A tal punto la marcha fue masiva, políticamente plural y socialmente pluriclasista que los adoradores habituales de Su Excelencia, esta vez críticos de su reacción zopenca, llegaron a comparar la protesta con las manifestaciones contra la resolución 125 en 2008. No es una comparación tonta: más allá de los números, las distintas vertientes de oposición al peronismo lograron utilizar los errores del gobierno en su favor, y agruparon, en algunos casos para siempre, franjas de la clase media en pueblos y ciudades. Azuzaron con viveza el miedo a perder la propiedad, toda propiedad, aun de kioskeros de Lincoln o peluqueros de La Carlota. Un absurdo, pero así es la política. Así funciona el temor. Su Excelencia lo venía utilizando con habilidad. En su caso, azuzando el miedo a una época decadente que debe quedar atrás. Pero esta semana siguió de largo, y ahora corre peligro de ser él quien despierte temor. No es matemático, claro. Depende de si se empecina o si da marcha atrás, lo diga o no lo diga de manera explícita. Y depende, a la vez, de la habilidad de las distintas fuerzas políticas que participaron de las protestas, en especial de un sector de la Unión Cívica Radical y del peronismo y sus aliados. Dicen que Napoleón aconsejaba permitir que, cuando el enemigo se equivocaba, nadie interrumpiera su camino. Simétricamente, Su Excelencia recibiría una gran ayuda indirecta si, en lugar de dejar que la sociedad saboree su orgullo colectivo, una parte de la dirigencia política reclamase centralidad. No estaría siendo el momento, o sea digamos. Es más perspicaz, por ejemplo, la reacción del exdirector de la TV pública, Claudio Martínez, que este sábado 27 de abril comenzará en Radio Provincia, de 15 a 16, un programa que llamó “Laboratorio de ideas” y presenta como “un compromiso con el mundo de la ciencia y las universidades, tan atacado en este momento”.

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Su Excelencia sabe insuflar pasión. O al menos siempre intenta hacerlo. El lunes 22, al final de su discurso místico sobre el déficit fiscal, asunto que en esta edición analiza Guido Aschieri, incluyó una felicitación al pueblo argentino. Así buscó hacerlo partícipe de la maravillosa hazaña basada en el recorte de fondos públicos. Buscó partícipes necesarios, podría decir un penalista. Raro, porque serían partícipes necesarios también de su suicidio, pero it is what it is. Ese lunes los judíos de todo el mundo comenzaban el festejo de Pesaj, la pascua judía que recuerda el camino de la libertad de un pueblo desde la esclavitud en Egipto. En un párrafo final que pasó inadvertido, Su Excelencia mencionó el camino del pueblo argentino hacia la tierra prometida, o sea un Estado sin déficit. No hizo un saludo a la comunidad judía, cosa muy normal en otros presidentes, sino que consolidó su imagen como el Presidente más confesional desde Onganía. Sí, el mismo de la Noche de los Bastones largos contra los científicos y la universidad autónoma y de calidad, que un día consagró la Argentina a la Virgen de Luján. Entre los judíos no comunitarios ni organizados del país, que son la mayoría, empieza a aparecer un tema de conversación: el riesgo de que la sobreactuación confesional judía de Su Excelencia, unida al ajuste brutal y brutalista, termine despertando rasgos populares antisemitas que hoy son sólo marginales.

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Los líderes mesiánicos o quienes aspiran a serlo suelen creer que tienen el monopolio de la transmisión de sentimientos hacia las masas. Y, sobre todo, que las masas son incapaces de llegar a sentimientos fuertes por sí mismas. Si Su Excelencia se hubiera disfrazado el martes 23 de Batman, el Guasón o lo que fuese, y hubiera salido a las calles, habría palpado el sentimiento dominante. No era de odio ni de vendetta ni de rencor. Lo que podía palparse en la calle, por la creatividad de los carteles individuales, verdaderos memes andantes, en las sonrisas, en las caras satisfechas, era, y perdone Su Excelencia lo que sigue, un orgullo colectivo. Un sentido de pertenencia común. Una aspiración. Y el deseo de no caer.

Su Excelencia aprovechó en la campaña electoral el miedo a una caída mayor tanto en las clases medias como en enormes sectores populares. Pero el miedo a caerse no es lo mismo que el deseo de evitar la caída. Lo primero oprime la voluntad. Lo segundo la estimula. Eso pasó el 23.

Un comentario sobre «Lágrimas de Milei»

  1. Parece haber una marca en común entre los mesiánicos, una ceguera total frente al espejo, su egocentrismo es tan fuerte que no consiguen ver la mediocridad reflejada frente a ellos.

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