El triunfo de Morena analizado por el historiador Ariel Rodríguez Kuri. Académico de El Colegio de México, explica cuál fue la novedad en la comunicación de Andrés Manuel López Obrador con el pueblo, qué papel jugaron la ayuda social y el aumento del salario mínimo y cómo encara el Movimiento de Regeneración Nacional las relaciones con los Estados Unidos. Y ahora qué? le pidió al autor de La Semana de Su Excelencia que además de seguir a Milei buscase explicaciones sobre México y sobre la ultraderecha europea. Aquí va el primero de los temas.
Todos los días a las siete en punto, desde que asumió en 2018 Andrés Manuel López Obrador se presenta ante los periodistas. Son sus Mañaneras, las conferencias de prensa que se convirtieron en un signo de su presidencia. Ese nivel de comunicación política tiñó la gestión y favoreció el triunfo de la candidata del Morena Claudia Sheinbaum, de 61 años, física, ex jefa de gobierno de la ciudad de México, que el domingo 2 de junio obtuvo el 59 por ciento de los votos a la Presidencia y ganó en 31 de los 32 Estados.
–Saltar a los medios para dirigirse directamente a los interesados es la mayor revolución política de AMLO. –dice el historiador Ariel Rodríguez Kuri–. La revolución de la Cuarta Transformación hay que leerla en términos de comunicación política. Es un enorme capital.
–¿Qué comunicó?
–Supo comunicar la esperanza. Y logró el hecho inaudito de traspasar toda su popularidad. AMLO tiene el 60 por ciento. Claudia sacó casi el 60 por ciento de los votos. Es difícil llegar a esa popularidad después de seis años de gobierno, y más difícil aún es trasladarla.
–Y a su vez, uno podría pensar que la candidata también aportó a ese caudal.
–Por supuesto. Y a contracorriente de los medios. En México los medios y los comentaristas son anti AMLO. La radio satura a los públicos con mensajes en contra a un nivel que llega a ser abrumador. Sin embargo hay una manera en que el mensaje llega. Hay un punto de quiebre. Y llegó.
–¿Cuál fue la clave, si es que hay una?
–Nombro varias. Por ejemplo, método y disciplina. AMLO sólo dejó de ir a una mañanera con la veda electoral, porque es lo que corresponde, y una vez que se enfermó.
–¿Y los políticos acaso no son disciplinados?
–No todos. Una conferencia de prensa diaria significa un esfuerzo tremendo para un político. Incluso logístico. Pero además, AMLO tenía que estar dispuesto a sostener su palabra y su argumentación ante problemas arduos que se le planteaban cotidianamente en las Mañaneras: el crecimiento, por un lado, y por otro lado la delincuencia. Hay un implícito fundamental: AMLO hizo compinche al público de una manera que en México tiene mucha significación. La Cuarta Transformación que él enunció viene después de la independencia, de la guerra y de la revolución. Fueron momentos muy cruentos. Guerras civiles incluso.
–¿Qué sería lo implícito de Andrés Manuel?
–Lo implícito es que la Cuarta Transformación es épica y justiciera pero es pacífica en términos políticos. En un país asolado por la violencia criminal tiene mucho sentido decir que el cambio puede ser pacífico. Por eso los números de Claudia expresa una lucha de clases muy sensata. La gente con educación primaria la votó por más del
60 por ciento. En los universitarios fue 40 contra 40, con ventaja para la otra candidata, Xótchitl Gálvez. En el resto de la clase media en general ganó Claudia.
–Bordeó el 60 por ciento de los votos en un sistema electoral que no tiene ballotage.
–Exacto. Por eso me niego a hablar de polarización, como hacen algunos analistas. No fue 51 a 49. Cuando la diferencia es de casi treinta puntos entre la primera y la segunda lo que hay es un consenso social expresado de manera contundente.
–No quiero “argentinizar” a México pero veo que la crítica de los opositores más furibundos a la ayuda social por parte del Estado a los más vulnerables es igual allí que aquí. La diferencia es que allí ganó Claudia y aquí Javier Milei.
–Es que la ayuda social no fue antipopular. La hipótesis que me gusta más es que AMLO y Claudia lograron presentarse como los que defienden derechos. Y los derechos están en la Constitución. No hay que olvidarse nunca de que en México la Constitución tiene una característica muy especial, justamente porque es hija de una revolución popular. No solo es la ley de leyes. Es un programa político. No importa si se cumple de inmediato. Es una promesa. Un compromiso de justicia. El fenómeno interesante es que las personas lo interpretan así, y entonces piensan en términos de derechos y no de dádivas. Hay un asunto de dignificación del sujeto. Permite que el pobre, el que tiene un hijo discapacitado, salga a la calle no avergonzado de la dádiva sino con la dignidad de quien ejerce un derecho que la historia le debía. Es una ayuda que les cuesta a unos en beneficio de otros.
–¿Cómo se traduce en votos?
–El votante se siente dignificado. México es un país con sistema jubilatorio débil y con sindicalismo débil. El Estado benefactor es poco benefactor. Hubo ayuda en los años ’90, pero estaba focalizada. Para niños o mujeres en ciertas circunstancias. AMLO universalizó esa ayuda. Cualquier persona tiene derecho a ayuda de adulto mayor. Son 75 dólares por bimestre. Tiene un efecto multiplicador. Libera a los hijos de dinero para su propia actividad. Tiene la capacidad de distender el ambiente financiero familiar.
–¿Cómo jugó electoralmente el tema del salario?
–Fue fundamental. El salario mínimo subió casi un 210 por ciento. Cuando AMLO asumió estaba en 88 pesos mexicanos. Hoy, en 248. Se rompió el gran mito de que el salario es inflacionario. No hubo inflación alta. Estamos hablando de 360 dólares de mínimo para 20 millones de personas. Hablamos también de la unidad que sirve para recalcular el salario contractual. El consumo privado de pequeños consumidores aumentó, cosa que no pasaba antes porque el salario mínimo venía hundiéndose desde 1982. El tabú era la supuesta relación con la productividad.
AMLO pensó a la inversa: entendió que el salario mínimo es la base de un contrato social. Antes se había inventado que sólo se puede crecer por un boom de exportaciones sin pensar que Japón, por ejemplo, tiene un bestial mercado interno, y China lo mismo. Corea del Sur, igual.
–¿Y la violencia?
–No la minimizo de ninguna manera. Igual, sepamos que si ves los medios parecería que este país está en guerra civil. Pero hay zonas y corredores.
–Bien. Tanto AMLO como Claudia son muy cuidadosos cuando hablan de las relaciones con los Estados Unidos.
–México es un país enorme, pero muy poblado. En México no hay ni humus, ni agua ni Patagonia. Los gringos no pueden cerrar la frontera Es porosa. De aquí para allá y de allí para aquí. La izquierda entendió tempranamente que la relación con EEUU es una maldición y una bendición al mismo tiempo. No solo por los 40 millones de paisanos. Es un reto de gobernabilidad. Es una gran experiencia para la izquierda latinoamericana. No ignoramos que allí está la demanda de drogas y la oferta de armas. Pero mientras hablan de cerrar la frontera hablan de tres nuevos puentes internacionales. La franja del lado estadounidense, esos tres mil kilómetros largos, son una economía de por sí. Quien se perjudicaría con un cierre total es el sudoeste. Texas y California. Así como México está atado a los Estados Unidos, a la inversa ocurre lo mismo. Algunos aquí se enojaban cuando AMLO palmeaba a Donald Trump. Pero es que tenía que jugar la carta de que Trump puede regresar. Hay que lidiar con los dos. Con Donald Trump y con Joe Biden. Los dos tienen un límite objetivo. Con Gaza, Ucrania y la disputa con China difícilmente los estadounidenses hagan un issue del caso mexicano. Ya bastantes problemas tienen en el mundo. Y México necesita concentrase en sus problemas. Seguir mejorando. Hay cinco millones de pobres menos. Y bajó dramáticamente bajó la pobreza laboral. Esto es muy importante. En términos morales, que el trabajo no te permita salir de la pobreza es un fracaso estrepitoso. Es una tragedia mayor. Es la economía. Quizás esto tenga que ver también con este nuevo consenso. La dignificación de lo que la gente sabe hacer, que es trabajar. Estar orgulloso de vivir del trabajo. La gran hipocresía de la derecha es que no quiere pagar el trabajo para que el que trabajador se sienta orgulloso. No habla de salario sino de inflación, competencia internacional, productividad.
–Ariel, vuelvo a las Mañaneras. Serán un gran documento para los historiadores.
–Sí, y para los que quieran estudiar el fenómeno. No es el balcón. Es otro tipo de comunicación. Tira la agenda del día. Incluso los de oposición la publicitan cuando dicen que no están de acuerdo. A AMLO eso le vale gorro. Le sirve la enorme reproducción, tanto de fans como de detractores. Dejó de lado el estilo gerencial. Es como si dijera: “Me eligieron para gobernar. Voy a dar la cara en las buenas y en las malas”. Y nadie está obligado a escucharlo. Se presenta todos los días a las siete de la mañana. Lo puedes seguir si estás haciendo el desayuno. Después en el noticiario dirán que habló tonterías. Pero te enteras, y sin que el Presidente compita con tu fútbol y tus novelas. Conozco detractores acérrimos que no se perdieron una mañanera. ¿Masoquista? No, hay que enterarse. AMLO pontifica, pero lo hace en estilo tropical, que es el de Tabasco. Tiene su sentido del humor. Lanza pocas ideas y es muy sistemático. Y no hay quién lo iguale en el manejo de los tiempos.
Bien merecido el triunfo de MORENA
Muy certero su análisis, no me ha tocado ver una descripción más objetiva del efecto de las mañaneras.