Las mujeres que dirigen comedores populares aún no se llaman así, pero podría faltar poco. Tampoco las Madres de Plaza de Mayo fueron fundadas como tales. Surgieron de una falta (la falta de sus hijos) tal como estas madres surgen de otra falta: la falta de alimento. Qué hizo, entretanto, Su Excelencia el Presidente Milei otra vez en España, y por qué tanto entusiasmo con la serpiente cascabel de Gadsdsen.
Demuestra Su Excelencia, en los hechos, que conoce bien los rituales. Incluso cuando es dudoso que corresponda hacerlo, como en el discurso del Día la Bandera en Rosario, termina los discursos con su grito de guerra repetido tres veces. El “Vivalalibertácarajo” resuena fuerte, aquí y en los países que visita, con especial predilección por España para reunirse con sus amigos neofranquistas. Si adora los símbolos quizás sepa, también, que hay una institución con unos cuantos años de antigüedad, oficio y experiencia capaz de inventar ritos y hacerlos perdurar en el tiempo. Eso ocurre desde el día en que un tal Pedro pidió una piedra para edificar su iglesia. Aplica a la Iglesia católica en general y a los cientos de miles de iglesias desparramadas por el mundo. Como la de Caacupé, en La Matanza, donde el miércoles 19 de junio el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea Quintana, presidió una misa con los obispos del Gran Buenos Aires y les puso una banda a mujeres que cocinan en comedores comunitarios. La banda decía “Madres de la Patria”.
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¿Conocerá Su Excelencia el origen de las Madres de Plaza de Mayo? La pregunta va más allá de lo sabido, que es el hábito de insultar a los organismos de derechos humanos por parte de Su Excelencia el Presidente Javier Milei y su segunda, la vice Victoria Villarruel. Es una pregunta por el conocimiento histórico, una materia que parece serle especialmente árida. El 20 de junio, sin ir más lejos, reinterpretó la Revolución de Mayo. Dijo que cuando Manuel Belgrano “llevó su insignia a las batallas subsiguientes al camino hacia el Alto Perú” lo hizo sin esperar “la autorización de nada” e “hizo lo que sabía correcto”. Y agregó Su Excelencia: “Algo que se ha convertido en una sana costumbre en el interior del país, cuando las imposiciones y exigencias de las políticas de Buenos Aires son excesivas e infundadas”. Aquí no hay discusión ideológica ni revisionismo o liberalismo que valgan. No es cuestión de interpretaciones. Es un hecho incontrastable que el proyecto encarnado en Belgrano fue, justamente, imponer en el centro y el norte las políticas de Buenos Aires, o sea la Revolución de Mayo. Y cuando un ex virrey llamado Santiago de Liniers se opuso, fue fusilado en Córdoba. Era la nueva legitimidad contra la vieja, teñida del espíritu virreinal de Lima que descendía hacia el sur por el Alto Perú, la actual Bolivia. Los presidentes suelen tener poco tiempo para la lectura, sobre todo si dedican sus pocos ratos de ocio a al libertario marginal Murray Rothbard, pero hay gente que puede hacerlo por ellos. En el mismo sentido alguien podría contarle a Su Excelencia la tradición simbólica de la Iglesia católica, e incluso la historia de las Madres de Plaza de Mayo. Que no fueron, en su inicio, una institución con ese nombre, sino madres sueltas. Que empezaron a caminar alrededor de la pirámide de Mayo por necesidad, acicateadas por el odioso “circulen” de las fuerzas represivas. Y que un día se pusieron en la cabeza el pañuelo blanco como parábola de un pañal. Que simbolizaba con precisión lo que a esas madres les faltaban: sus hijos, sus hijas.
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En los comedores comunitarios que tanto irritan a la ministra preferida de Su Excelencia, Sandra Pettovello, la de Capital Humano, miles de mujeres en todo el país ponen en el centro de su vida las ollas. Y en las ollas, como sucedía con las madres antes de ser Madres, está lo que falta en la sociedad hoy, además de ingreso y, cada vez más, trabajo: alimento. La Iglesia las llamó “Madres de la Patria”. Quizás hayan nacido, sin advertirlo, porque para ellas vale más la acción que cualquier título, las madres de la olla. Son las que saben que a la noche la comida ya no alcanza. Las que se enteraron antes que nadie de que, para la mayoría de quienes van a sus ollas, esa comida es la única comida del día. Las que tienen conciencia perfecta de que los chicos comen poco y mal. Y no porque elijan la comida chatarra (no lo hacen, es imposible de pagar una hamburguesa con un piso de cinco mil pesos) sino porque carecen de proteínas en los primeros tres años y después crecen sin lácteos, sin carne o sin lentejas, de enorme valor nutricional pero mucho más caras que un fideíto. Las madres de la olla llegan al comedor, muchas veces instalado en la cocina de su propia casa, sabiendo todo: la cadena de violencias de los barrios populares, la aparición sólo intermitente del Estado nacional e incluso la ilusión, todavía presente en muchos de los que hacen cola para comer, en el Presidente que votaron a ver si todo revienta y cambia de una buena vez.
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Entretanto, muy lejos en cuerpo y alma de Caacupé, Su Excelencia sigue fortaleciendo su ligazón con los centros ultraliberales de la extrema derecha mundial. Recibió una distinción de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Que no es sólo la figura más ácida contra el presidente del gobierno Pedro Sánchez sino una dirigente importante del Partido Popular. Conviene recordar que el PP de la región madrileña es el más volcado a la ultraderecha de toda España, y el más a fin a los franquistas de Vox, cuya Facha Fest ya animó Milei. La distinción fue aprovechada por Díaz Ayuso para molestar a Sánchez pero terminó perturbando al Rey Felipe, que no recibió a Su Excelencia. Es decir que el Presidente argentino no pudo encontrarse con el jefe del Reino de España. En cambio fue aclamado con alborozo entre los ultraliberales del Instituto Juan de Mariana. Un premiado anterior a Milei fue Mario Vargas Llosa, ese prodigio de la disociación entre la novela anticolonialista como “El sueño del celta” y la reivindicación del pensamiento colonialista europeo. Otro premiado fue Alberto Benegas Lynch hijo, el mismo que hizo concederle a Su Excelencia, cuando todavía no lo era, un doctorado honoris causa en la marginal Eseade, Escuela de Economía y Administración de Empresas. Un instituto terciario fundado por el mismo Benegas Lynch durante la dictadura, en 1978. Que sean marginales desde el punto de vista académico, porque la Escuela Austríaca no es reivindicada ni siquiera por los ortodoxos como Milton Friedman, no significa que sean marginales políticamente. Todos esos centros, aquí y en España, y también en México o los Estados Unidos, alimentan y a la vez son alimentados por la internacional negra que funciona de hecho, como una red de ayuda mutua con la pluma, la palabra y la moneda.
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Como Su Excelencia aquí, que hizo carrera empresaria en uno de los grupos que más concesiones obtuvo del Estado, Aeropuertos Argentina 2000 de Eduardo Eurnekian, sus amigos españoles pregonan la doctrina del estatismo diabólico y viven de sus favores. En España elDiario.es publicó una nota del periodista Antonio Vélez sobre Fernando Monera, el empresario que organizó la cena del Instituto Juan de Mariana para Milei el viernes 21 de junio. Sorteó antes 56 ejemplares de “El camino del libertario”, el último libro de Su Excelencia, que firmó las diez primeras copias para valorizarlas. Dice Vélez sobre Monera: “El meollo de sus negocios viene de Open Sistemas, consultora tecnológica con sede en Madrid en la que Monera es consejero delegado y tiene el 50 por ciento a través de su sociedad Terminus Vision SL, según el Registro Mercantil”. E informa luego: “Con contratos millonarios de la Administración, Open Sistemas aparece entre las seis mil empresas que más ayudas públicas recibieron en España en 2021, según el Ministerio de Hacienda. Desde 2020, ha cobrado 1,75 millones de subsidios, incluyendo 117.380,3 euros de la Consejería de Economía de la Comunidad de Madrid”. Allí, en la Comunidad de Díaz Ayuso, fue directivo otro animador del instituto, Manuel Llamas, que concedió a Monera fondos para “acciones formativas de cualificación y recualificación”. Otra fuente estatal de recursos fueron los andaluces de Vox y el Metro de Madrid, la Agencia Tributaria y Naciones Unidas. Entre los clientes privados están Orange, Santander, BBVA, Siemens, Inditex, NTT Data, Microsof, Iberdrola, Google y Telefónica. Según Vélez, Manera es otro gran lector de Rothbard y, como Milei, usa X para tuitear que “el impuesto es un robo legalizado” y que habría que despedir a tres millones de empleados públicos.
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Su Excelencia recibió en el Instituto Juan de Mariana una distinción que tiene como símbolo la bandera de Gadsdsen. Sobre fondo amarillo se ve una víbora cascabel dispuesta a morder. La leyenda dice Don’t tread on me. No me pisotees. La usó por primera vez el general Christopher Gadsdsen en 1775, durante la guerra de la independencia de las trece colonias inglesas en América del Norte, inspirado por una idea de Benjamin Franklin. Decía Franklin que la cascabel nunca ataca primero pero que una vez en lucha no se rinde y tiene una mordedura mortal. Hoy usan la serpiente de Gadsdsen varios cuerpos militares, pero en política sólo una agrupación, el Tea Party, ese grupo de conservadores ultraderechistas que la hizo suya en 2009. Nutrido por representantes y senadores, el Tea Party está financiado, entre otros, por un viejo conocido de los argentinos: Paul Singer, el fundador de Elliot Management Corporation que condujo la guerra de los fondos buitre contra la Argentina. Muchos libertarios ya venían usando en los actos pins con la bandera de Gadsdsen, que portaron en enero de 2021 las hordas desesperadas por tomar el Capitolio, el Congreso de los Estados Unidos. No lo lograron, pero jugaron fuerte. Uno de los resultados fue cuatro muertes y, como señal, la vocación de saltearse la Constitución. Fenómeno barrial, diría Su Excelencia.