La media sanción de la denominada “Ley Bases”, pese al exitismo que exhibió el gobierno, era previsible y no garantiza que en el Senado se complete el trámite legislativo. Además de un régimen de inversiones que deja afuera a los proveedores nacionales pequeños y medianos, hay un sutil hilo conductor que pasa por un teólogo, un psiquiatra y filósofo, y una antología de Borges y Bioy Casares que desemboca en la compleja situación nacional.
En el debate por la media sanción que finalmente obtuvo en Diputados la denominada “Ley Bases” se dieron varios discursos altisonantes y cómodamente instalados en el ridículo. El más notable fue animado por el jefe del bloque de la Unión Cívica Radical, el cordobés Rodrigo De Loredo, quien aseguró con verba inflamada que venía, escoltado por sus correligionarios, a conceder al gobierno las herramientas que pedía, pero a quitarle las excusas. O sea, te doy esto que implica mayor sostén legal a un ajuste regresivo y una extranjerización y concentración económica sin precedentes, haciendo por añadidura caso omiso de que orilla un suicidio institucional de parte del Parlamento, pero a cambio te dejo sin excusas para no llevarlo a cabo.
Pese a lo anterior los argentinos en general y los radicales en particular, sin embargo, pueden dormir tranquilos: De Loredo advirtió que con los otros miembros de la bancada van a “estar observando” el uso que haga el Poder Ejecutivo de las herramientas de gobernabilidad a sancionar. Y concluyó: “Este bloque de la Unión Cívica Radical viene a decirle al Gobierno que le da una cosa y que le quita otra. Le da las herramientas que reclama y le viene a quitar las excusas con las que gana tiempo. Sepa el pueblo argentino que este bloque da el número para que el gobierno tenga las herramientas y que la sociedad después de un ajuste sin gestión pueda ver la luz al final del túnel. La suerte está echada y no hay más excusas.” O sea que el diputado expuso una línea argumental accidentada y con tramos llenos de sonido y de furia, pero vacíos de significado, mientras afuera del recinto los “mercados” celebraban como si participaran de un banquete en el Cielo de los ricos, al tiempo que los excluidos sufrían las consecuencias. Y el hecho, elocuente de por sí, requiere algo más de atención.
Como es sabido Emanuel Swedenborg (1688/1772) fue un eminente científico y teólogo sueco, inventor de muchas cosas, creyente y divulgador del segundo regreso de Jesucristo. Consideraba que su teología, gracias a que levantaba el velo de opacidad que habría distanciado a los fieles del verdadero cristianismo, era el camino virtuoso para regresar a las fuentes. Curioso destino el suyo: de intelectual de primerísima línea según los parámetros de la época, involucionó en plena madurez hasta una fase espiritual desbordante de sueños raros, visiones y experiencias místicas. Entonces, a raíz de que Jesucristo le diera vía libre para ir y venir al Cielo y al Infierno cuando lo considerara necesario, accedió a conocimientos extraordinarios, habida cuenta de que en esos lugares mantuvo largas conversaciones con ángeles, espíritus y demonios. Supo así que ya no hacía falta aguardar el Juicio Final, entre otras cosas, dado que éste habría ocurrido completo durante el año 1757, como luego escribiría en sus numerosos libros divinamente inspirados.
Swedenborg planteó también la existencia de un espacio donde ubicar el despliegue del Juicio Final, un lugar de tránsito obligatorio que denominó Mundo de los Espíritus, situado entre el Cielo y el Infierno, y por donde debería pasar cada uno a fin de tomar el rumbo hacia el cual sería merecedor de acuerdo al uso en vida del libre albedrío. Para muchos de sus seguidores, que los tuvo y los tiene, a partir de 1757 florece el mejor Swedenborg, el sagrado. Otros prefieren evocar al científico e inventor, e incluso al primero que en Suecia, en 1741, recién en los umbrales de su florecimiento místico, fue severamente crítico de la esclavitud, dijo que los africanos subsaharianos eran incluso superiores a los europeos (opinión contrastante con las de los grandes naturalistas Buffon o Linneo), y que condenaba a la esclavitud y consideraba que a los misioneros los aguardaba un merecido castigo divino por dedicarse a ese tráfico infame.
La inestabilidad emocional de Swedenborg fue cada vez más notable y comentada, y en una conferencia Borges dijo que “muchos místicos pueden pasar por locos”, pero el caso de Swedenborg era especial “tanto por su enorme capacidad intelectual, como por el tremendo prestigio del que gozaba como por el radical viraje que supuso en su vida y obra”. Palabras atractivas (capacidad intelectual, tremendo prestigio, radical viraje), pero lo cierto es que el médico psiquiatra y filósofo Karl Jaspers en Genio y locura lo incluyó, junto con el dulce poeta Friedrich Hölderling y el luminoso Vincent Van Gogh, para que con su dolencia mental sirviera de comparación con la esquizofrenia del gran escritor y dramaturgo August Strindberg. Y es útil volver a Jaspers cada vez que la locura parece ponerse de moda, interesadamente promovida desde ciertos centros de poder, porque en sus escritos dejó claro que los cuatro genios interpelados no pudieron desplegar el magnífico arte para el cual fueran superdotados al momento de padecer las crisis de la enfermedad.
Al igual que los de Hölderling, o los espectadores de las pinturas de Van Gogh, o quienes leyeron las ficciones y fueron al teatro para ver las obras de Strindberg, también se multiplicaron los lectores e intérpretes de Swedenborg. Sus libros trascendieron en el tiempo y Borges lo citó en repetidas oportunidades, habló en público de sus ideas principales y en la antología compuesta con Bioy Casares, Libro del Cielo y del Infierno, incluyó varios de sus textos breves más significativos. Uno de ellos, titulado “Los ricos en el Cielo”, dice: “El comercio con los ángeles me ha enseñado que los ricos ingresan en el Cielo con igual facilidad que los pobres; nadie es excluido porque es rico, nadie es admitido porque es pobre.” Y concluye: “Los ricos en el Cielo exceden en opulencia a todos los otros. Algunos moran en palacios, refulgentes de oro y de plata, y son los dueños de una infinita copia de objetos adecuados para la vida.” O sea que la riqueza puede pensarse como un destino trascendente, un atributo que llega sin limitaciones hasta el más allá, y que lógicamente debería preservarse en el más acá.
Cualquiera podría conjeturar que dados los desvíos populistas en la Argentina reciente, los anarco capitalistas o libertarios proponen, mediante herramientas como la denominada “Ley Bases”, replicar la situación de los ricos en el Cielo descripta por Swedenborg. En última instancia lo ha dicho el Presidente Javier Milei hasta el cansancio: la clave virtuosa de la solución para todos los problemas es el sector privado, motivo por el cual resulta conveniente que los verdaderos héroes de la actualidad, los empresarios, sean los destinatarios de la mayor cantidad posible de recursos. Y el aserto, para no resultar mera ideología, debe demostrarse con políticas concretas y nunca incurrir en flagrante contradicción. Si hay empresarios preferenciales o “con coronita”, por ejemplo, o con mejor trato por su extranjería, la idea ofrece fisuras que le restan solvencia y le agregan fragilidad.
Un ejemplo demostrativo de que el Cielo, en ciertas circunstancias, no sería para todos como especuló Swedenborg. El capítulo de la denominada “Ley Bases” que contiene el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) orientado a proyectos de infraestructura energética y minera, margina de sus potenciales beneficiarios a los proveedores locales de la industria hidrocarburífera, energética y de la minería, entre otros. El RIGI fue criticado por el ex ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, no por ser innecesario, sino por estar planteado de modo que “desarma toda política destinada a desarrollar proveedores, estimular el compre argentino y mejorar la competitividad de la industria y las pymes”. Según Kulfas, se requiere porque hubo inestabilidad macroeconómica desde hace varios años, un crecimiento débil de la última década con la caída del PIB per cápita del 7%, y la necesidad obvia de aumentar la inversión. Kulfas planteó su acuerdo relativo con algunos ítems, pero dijo: “El punto que me parece insalvable en los términos en que está escrito es el claro desincentivo al desarrollo de proveedores nacionales. Explico este punto. El RIGI está fundamentalmente orientado a la inversión en actividades primarias. Las mejores experiencias internacionales y nuestra propia historia indican que el gran desafío en las inversiones vinculadas a recursos naturales consiste en desarrollar proveedores nacionales, industriales, tecnológicos e ingeniería que permitan justamente utilizar al recurso natural como una palanca para el desarrollo productivo. El RIGI genera exactamente lo contrario. Por una parte, admite la posibilidad de importar sin ningún tipo de arancel cualquier bien de capital, repuesto y otros insumos sin aclarar que éstos deban ser nuevos o usados, con lo cual incluso se da la posibilidad de que operadores internacionales ingresen maquinaria ya utilizada generando una competencia desleal con instrumental obsoleto, es decir, donde no hay transferencia de la mejor tecnología internacional, que es uno de los objetivos que debe perseguir cualquier régimen de incentivos a las grandes inversiones. También se les permite a esos inversores revender esos bienes de capital, insumos o repuestos importados. ¿El objetivo es entonces promover la inversión o generar negocios a empresas comercializadoras de bienes importados libres de aranceles? El RIGI desarma toda política destinada a desarrollar proveedores, estimular el compre argentino y mejorar la competitividad de la industria y las pymes. Nuestras industrias deberán pagar aranceles de importación para ciertos insumos que no deberán afrontar quienes ingresen en este régimen, generando desincentivos groseros a la producción en el país.”
Como el ex ministro Kulfas, también FECENE, la entidad que representa a las empresas neuquinas de servicios denunció que en la medio sancionada “Ley Bases” hay una omisión flagrante de las mismas, y demandó que se apoye con medidas concretas su desarrollo en el marco del concepto de “Cadena de Valor Integral”. El debate aún sigue abierto, y queda claro que tanto por el monto necesario para ingresar en el RIGI como por la naturaleza de los proyectos, habría quizás un Cielo en el horizonte, con acceso para determinadas empresas, o ciertos ricos en términos de Swedenborg, y la exclusión de otros. Habría en el futuro algo por el estilo, pero que sería cualquier cosa, menos el Cielo.
Jorge Landaburu, lindo artículo, del cual se desprende que nos van a llenar de chatarra. Recuerdo que en una triste época hasta ropa usada se importaba!
Estás desgracias son cíclicas ,parece !!! No van al Cielo
Excelente metáfora. Un análisis profundo y de alto vuelo.