Sólo en enero se produjeron en Ecuador 700 homicidios, la mayoría de cuño mafioso. En ese contexto de fracaso de las políticas del Presidente Daniel Noboa fue que Luisa González llegó a un empate técnico con el mandatario y candidato ultraconservador. El 13 de abril se sabrá si la postulante de oposición pudo ganar voto indígena y de los pragmáticos de clase media.
El virtual empate técnico de la primera vuelta en Ecuador, el 9 de febrero, instaló una polarización perfecta. El actual presidente, Daniel Noboa, quedó primero con un 44,15 por ciento. Su desafiante, Luisa González de Revolución Ciudadana, obtuvo el 43,95 por ciento.
Sin un triunfador en el primer turno, el balotaje de abril indica que, como mínimo, serán claves los votantes de Leónidas Iza, del movimiento Pachakutik, con un 5,3 por ciento.
Andrés González sacó el 2,7 por ciento. El resto, formado por doce candidatos, no llegó al 1 por ciento de los votos.
Uno de los analistas más conocidos de Ecuador, Santiago Basabe, politólogo y director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política escribió en “Primicias” que “el candidato-presidente aparece como el triunfador de la primera vuelta electoral” pero “da la impresión de que ha sido derrotado”. Recuerda Basabe que los encuestadores se equivocaron, porque pronosticaban un triunfo cómodo en primera vuelta. Y sostiene que “aunque gobernar y estar en la papeleta puede ser un apoyo para crecer electoralmente, también serviría para restar votos si siguen cometiendo errores de fondo”.
Según Basabe, en segunda vuelta parte de sus electores podrían redirigirse hacia el voto nulo, por lo cual Noboa no sólo tiene la misión de pescar votos ajenos sino proteger los propios.
En cuanto a Revolución Ciudadana, sucede de acuerdo a Basabe que “a su voto cautivo de siempre se ha sumado el de quienes rechazan firmemente a Noboa”. Incluso cuando se trata de gente que rechaza al fundador de Revolución Ciudadana y expresidente Rafael Correa.
Dice el analista que Iza se frota las manos, porque tanto él como Luisa González sabe tanto cómo alcanzar acuerdos como qué temas trabarían los arreglos para el balotaje.
Lo cierto es que desde la reelección de Correa es la primera vez que Revolución Ciudadana pasa los 40 puntos. Una novedad.
Luisa, como la llaman a secas, amplió su discurso y se focalizó en los temas vulnerables de Noboa. No se quedó en correísmo versus anticorreísmo, que es una disyuntiva existente pero no ganadora si simplemente la candidata la agudiza. Noboa ya ganó un balotaje aglutinando al anticorreísmo y ése es un riesgo que Luisa no está dispuesta a correr.
Pero a su vez Luisa, que no es una outsider porque ocupó ya doce veces un cargo público, sabe que el correísmo está siendo reivindicado porque en los últimos años gobernaron Ecuador Lenin Moreno (un converso, luego de haber sido el vice de Correa), el banquero Guillermo Lasso y el riquísimo Noboa, perteneciente a la familia más rica del país, sin resultados. Y los votantes percibieron, en el análisis de la candidata opositora, que su vida no mejoró sino todo lo contrario.
Una clave es la extrema violencia mafiosa. Ecuador pasó de mil homicidios por año en siete años a ocho mil. La ciudad de Durán tiene una tasa de 140 homicidios cada cien mil habitantes, que es como se mide universalmente la criminalidad. Está como Sinaloa. La Argentina en 2024 no llegó a cuatro homicidios cada cien mil: exactamente 3,8.
Noboa acentuó en la campaña su discurso sobre seguridad pero la paradoja es que pudo mostrar resultados positivos. Su Plan Fénix, sobre la cuestión, fue un fracaso. Sólo en enero de este año, o sea el último mes de la campaña electoral, se produjeron 700 homicidios.
La retórica belicista no le dio frutos al presidente. Tampoco el estado de guerra que se vive sobre todo en las provincias de la costa. Al principio una parte de la ciudadanía parecía dispuesta a resignar libertades. Eso cambió: ve que resigna derechos a cambio de ninguna mejora.
Luisa propone orden, pero no un orden bélico. Su discurso es de unidad y pacificación.
La campaña de Noboa la tilda de títere de Correa, tal como corresponde, pero está demostrando una capacidad personal de liderazgo.
Hay una utilización de las redes que revela una imagen renovada de Revolución Ciudadana, con un diseño que ejecutó un lenguaje específico para cada red social.
No dejó de lado TikTok.
Ya convocó al Gobierno a los mejores de otros espacios.
Dijo que su gestión será de unidad.
Fue compatibilizando sus propuestas hacia las comunidades indígenas, punto fuerte para la negociación con Iza y el acercamiento a sus votantes.
Prometió volver a la obra pública, asignatura pendiente de Moreno, Lasso y Noboa. Es un tema clave en general, pero más aún para las comunidades indígenas, afectadas por la caída del turismo y por una desocupación que acumuló nuevos 250 mil despedidos.
Más allá de los errores no forzados de Noboa, Luisa cambió el perfil. No es dogmática, es mujer, nunca tuvo una mínima denuncia tras su paso por el Estado, es madre soltera desde los 16 años, dogma, estudió y se hizo de abajo.
Amigos y enemigos la definen como una persona aguerrida pero humilde, cercana, llana. Empática.
Contrasta con la distancia física de los dirigentes como Noboa, que no abandona nunca su camioneta 4×4, y hace sentir a los demás como pares mediante la generación de confianza.
El objetivo de Luisa, ahora, es atraer a los votantes más pragmáticos, que quieren vivir mejor. Una parte de sectores medios no ideologizados.
Aprovecha que con la gestión de Noboa el cuco del anticorreísmo quedó como algo artificial.
En la búsqueda de cómo representar un Ecuador normal, sin la tasa brutal de homicidios, puede tener más argumentos que Noboa, el presidente-propietario de unos de los puertos privados e hijo de Álvaro Noboa, llamado El Rey del Banano.
En barcos bananeros sale droga desde Ecuador, pero ése es un detalle que sólo atienden los mal pensados.