Malnutrición infantil y adiós proteínas, otro logro libertario

Un estudio realizado en 3.294 hogares de barrios populares por el Movimiento Barrios de Pie reveló que el 87% de los hogares encuestados padece de inseguridad alimentaria, y desde la organización Pediatras contra el hambre consideran que el gobierno nacional “está exponiendo a los más vulnerables a una selección darwiniana. Los resultados de las políticas del gobierno actual muestran un nuevo y más alto piso de miseria y exclusión”, concluyeron.

Por la época de la crisis del 2002, el médico pediatra Adrián Díaz se preguntaba en un estudio que puede leerse en Internet: “¿Cuál es el rostro de la malnutrición infantil en una Argentina donde los números de la pobreza y la indigencia superan la mitad de la población? El reflejo del hambre y la crisis alimentaria no debe buscarse en las imágenes de chiquillos enflaquecidos y con el vientre globuloso como las que conmovieron al país y al mundo a finales del 2001, sino en cientos de miles de niños y niñas con retardo de crecimiento, anemia y exceso de peso; resultado, entre otros factores, de una ingesta deficiente de ciertos micronutrientes, como el hierro o el zinc, y del consumo desmedido de azúcares y grasas saturadas”. Y afirmaba que se producía una “vulneración de derechos e hipoteca social”.

Veintiún años después, en otra circunstancia de país y luego de haber atravesado políticas que nos hicieron girar de cabeza varias veces como en la peor montaña rusa, el último estudio realizado por Barrios de Pie nos pone de bruces ante una situación que vuelve a connotar una aceleración de la inseguridad alimentaria.

Y menciono este estudio y no otro porque no se conocen datos, al menos públicos, recabados por el Ministerio de Salud o su par de Capital Humano.

El estudio

En diciembre de 2024 Barrios de Pie publicó el resultado de su trabajo de campo ‘Análisis nacional de la situación alimentaria en barrios populares’ realizado en hogares pertenecientes a barrios populares registrados en el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP) de 16 jurisdicciones: Buenos Aires, Chaco, Chubut, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, La Rioja, Mendoza, Salta, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe, Santiago del Estero, Tierra del Fuego y Tucumán y CABA.

Se encuestaron a representantes de 3.294 hogares de barrios populares, en donde viven 12.658 personas (38% de ellas menores de edad).

Durante el primer semestre del 2024 ya habían advertido que el 89% de los hogares sufrían de inseguridad alimentaria y el 62% de inseguridad alimentaria grave; y destacaron que “la mayoría de las familias habían reducido el consumo de alimentos prioritarios respecto a 2023. Este nuevo informe muestra el sostenimiento de un nivel elevado de familias en esta situación, sin reportar ninguna recuperación”, advirtieron. Y fueron por más en la visibilidad de la profundización de la crisis: “los resultados de las políticas del gobierno actual muestran un nuevo y más alto piso de miseria y exclusión”. Entre los resultados se observó que, según una escala adoptada por la Organización Mundial de la Salud, de los hogares encuestados el 87% tuvo inseguridad alimentaria y el 60% tuvo inseguridad alimentaria severa, ya sea porque en el mes previo al menos una persona del hogar haya tenido que dejar de comer todo un día por falta de dinero u otros recursos, y/o porque en ese mismo periodo al menos una persona del hogar haya sentido hambre, pero no haya comido porque no había suficiente dinero u otros recursos para obtener alimentos”.

También se determinó que “el 81% tuvo un menor consumo de proteínas que el año pasado, de los cuales 82% no compensaron aumentando el consumo de ningún otro tipo de alimento. Y de los hogares que pudieron compensar aumentando el consumo de otro alimento, el 76% aumentó el consumo de hidratos de carbono. En la muestra general de hogares solo el 4% refirió haber aumentado el consumo de proteínas con respecto al año pasado. Según las respuestas de la encuesta para el total de los hogares, 71% tuvo menor consumo de alimentos en general”. También se destacó que el 93% tuvo un menor consumo de proteínas, el 89% tuvo un menor consumo de frutas, el 81% tuvo un menor consumo de alimentos altos en hidratos de carbono, el 86% tuvo un menor consumo de verduras no altas en hidratos de carbono y el 87% tuvo un menor consumo de lácteos”. En lo referido a los niños y niñas menores a cargo en cada hogar, “se observó un significativo incremento del porcentaje de hogares con inseguridad alimentaria y consumo de cortes de carne únicamente altos en grasa a medida que se incrementa la proporción de menores por cada mayor de edad que habita en el hogar”.

Malnutrición infantil, ¿sí o no?

No es complejo extraer información muy clara. La FAO define a la inseguridad alimentaria “como una insuficiente ingesta de alimentos, ya sea transitoria, estacional o crónica”, y reconoce que “se trata de un proceso complejo que atraviesa las vivencias de quien la transita en distintos grados”. Debido a la dificultad para establecer un indicador único que dé cuenta de la situación alimentaria, la FAO desarrolló la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES, por sus siglas en inglés), como método para asociar esferas de experiencia diferentes con niveles distintos de inseguridad alimentaria. Este método fue utilizado por Barrios de Pie para realizar su trabajo.

Parece haber un puente directo y sin escalas entre aquel estudio del 2002 de Adrián Díaz y este presente poco venturoso. Así que preguntas que caen de maduro: ¿hay inseguridad alimentaria en Argentina?, ¿qué tipo de desafíos nos presenta la malnutrición infantil?

Aquel estudio de Adrián Díaz parece revivir como una de las peores pesadillas. Y ahora qué? habló con él.

–¿Volvimos a los números del pasado?

El tema de alimentación que se está agravando progresivamente y toma más notoriedad en situaciones como la de ahora con una crisis socioeconómica muy profunda y un corrimiento total y absoluto del Estado. Pero todo esto no necesariamente se traduce en un perfil nutricional que caiga en una crisis o inseguridad alimentaria de inmediato.

–¿Hay desnutrición o malnutrición?

–Hay malnutrición, antes hay malnutrición que, en nuestro país, y en general en América Latina, prevalece, por ejemplo, la baja talla. También la anemia es un problema muy importante por deficiencia básicamente de hierro y la obesidad, un problema que está creciendo y en Argentina es crítico.

–¿Con qué factores ve asociadas estas problemáticas?

–Con toda esa mezcla y con el consumo de la comida chatarra como el consumo de gaseosas, snacks y galletitas. Por eso, una de las medidas que se promueven internacionalmente para el control de la epidemia de sobrepeso y obesidad es la restricción de la publicidad dirigida a niños y adolescentes y el etiquetado con los octógonos.

Cuando hay inseguridad alimentaria, la gente tiene una tendencia mayor a consumir estos productos ultraprocesados porque son más baratos y tienen mucho poder de saciedad. Te podés comer una lata de palmitos y no te quita el apetito, pero comés tres bizcochos de grasa y estás lleno. El problema es que la combinación de estos productos ultraprocesados es grasa, azúcar, sal y azúcar, y eso es crítico porque tienen un efecto muy perjudicial no aportan ningún nutriente esencial, generan saciedad y producen adicción.

Según el texto de Díaz, allá por 2002, “el reflejo del hambre y la crisis alimentaria no debe buscarse en las imágenes de chiquillos enflaquecidos y con el vientre globuloso como las que conmovieron al país y al mundo a finales del 2001, sino en cientos de miles de niños y niñas con retardo de crecimiento, anemia y exceso de peso; resultado, entre otros factores, de una ingesta deficiente de ciertos micronutrientes como el hierro o el zinc, y del consumo desmedido de azucares y grasas saturadas”. Todo esto tiene un anclaje directo en este 2025. Como si nada hubiera ocurrido en el medio, como si el país hubiera quedado congelado en una foto interminable que detuvo el tiempo y su desarrollo.

La pediatra Norma Piazza, integrante del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría y de Pediatras contra el Hambre, coincide con que “la población infantil come mal y está atravesada por la economía, la accesibilidad, la disponibilidad y la sustentabilidad, aunque los factores son múltiples y se recontra agudizaron con la política económica, sanitaria y de desarrollo social de Milei”. Y también critica el uso de la publicidad que está haciendo el mercado, “que tomó, desde hace años, a los niños y niñas como como blanco para para incidir en su consumo alimentario.

–¿Y eso depende de sectores sociales?

–No, porque la influencia es para direccionar hacia alimentos comercialmente rentables, pero nutritivamente de muy mala calidad.

–¿Y qué grado de responsabilidad tiene el Estado en la información sobre los alimentos para promover una alimentación saludable? ¿Hay malnutrición infantil en este momento?

–Sí, claramente. La malnutrición oculta un déficit de nutrientes específicos, y puede provocar anemia, raquitismo y otro tipo de enfermedades que aparecen.

–Pero no hay desnutrición.

–En términos de peso y de altura no tenemos nuevos estudios para valorar los parámetros. El peso es un impacto más inmediato. La altura es un impacto crónico y que lleva tiempo confirmarlo.

El Ministerio de Salud realizó la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud en 2005 y en 2018, que se terminó en 2019. Es una encuesta nacional y con un muestreo representativo de toda la población de ciudades con más de 5.000 habitantes. En esas dos encuestas se ve la baja talla y el retraso de crecimiento, ambos productos de situaciones crónicas. La altura se modifica con el tiempo, y está provocada por la ausencia de alimentos, y otras carencias múltiples como medioambientales y estrés.

El impacto del retraso del crecimiento, de no alcanzar la talla genética, tiene que ver factores de carencias nutricionales, alimentarias, carencias socio ambientales y socio afectivas.

En el 2005 y en el 2018 dio la misma prevalencia. Es decir, había un 8% de niños y niñas que tenían estas características, y es un porcentaje muy alto porque lo esperado es el 2,3%.

Para el 2013, en la revista norteamericana de Salud Pública publicaron un estudio con trece millones de datos extraídos de los programas de atención primaria de la salud y hospitales que arrojó una disminución de ese 8% a la mitad. Esto quiere decir que el impacto de políticas de sostén influyó de buen modo, pero luego se volvió a encontrar que la deficiencia de talla era la misma en 2005 y en el 2018. Yo sé que los últimos datos oficiales a nivel nacional son del 2018.

–¿Quiere decir que el gobierno anterior tampoco hizo estudios?

–No, porque en realidad se hacen cada diez años o cada cinco años porque son muy costosos. Por pediatras que tienen acceso a información sabemos que el peso de nacimiento está disminuyendo, es decir que los niños con bajo peso están aumentando. Estamos reclamando esa información porque el Ministerio de Salud la tiene que tener, pero no sé si la tienen analizada.

–¿Qué significado tienen los nacimientos con bajo peso?

–Tienen que ver con situaciones de embarazo y la salud materna.

Para el pediatra Enrique Abeya Gilardón, también integrante de Pediatras contra el Hambre, si el gobierno no se preocupa por la salud -en términos de la alimentación de los más pequeños-, está poniendo en riesgo el futuro de la propia población porque son personas que van a tener mayor morbilidad. “Van a tener más mayor morbilidad que sus propios padres”, explica a Y ahora qué? Esta generación de niños de hoy, seguramente va a tener una morbilidad y un perfil de salud peor que el que tienen actualmente sus padres”, repite con un gran sesgo de preocupación.

–¿A qué lo adjudica, doctor?

–A la malnutrición, que es uno de los graves problemas que está enfrentando la humanidad. En situaciones de pobreza como la que tiene Argentina en este momento es muy complejo. Antes decíamos que vivíamos en un país de clase media, pero hace tiempo que dejó de serlo. Y últimamente, con el actual gobierno al que le interesa nada, el Estado abandona a la población más vulnerable. Están exponiendo a los más vulnerables a una selección darwiniana y creando un perfil epidemiológico grave, nefasto, muy en la antípoda de lo que uno desearía para el país.

“Si uno entiende que la Nación la conformamos todos, el Estado tendría que preocuparse por todos, y particularmente por los más vulnerados”, concluyó Abeya Gilardón.

Y ahora qué? se comunicó con voceros de Prensa del Ministerio de Capital Humano para pedir alguna declaración o trabajo publicado últimamente sobre seguridad alimentaria en las infancias. Hasta el cierre de este artículo no recibimos ningún tipo de respuesta. Bueno, esa fue la respuesta…

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