Santafesino por nacimiento, hace 71 años, ministro de Educación en 1999, productor ganadero en Chaco y Formosa, Manuel García Solá en 2022 se integró al directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas, el Conicet, por sugerencia de la Sociedad Rural Argentina. Estuvo sólo dos años, porque acaba de renunciar con una carta pública en la que, entre otras cosas, dice: “Nunca podría callar mi voz cuando se intentara cometer algún acto de persecución por ideas científicas, políticas, religiosas, tecnológicas o las que fueran”. Aquí la entrevista con Y ahora qué.
Cuenta Manuel García Solá que “el clima en el directorio del Conicet con Daniel Salamone, el presidente designado por Javier Milei, venía enturbiándose mal desde el inicio de la gestión”. Opina García Solá que “según algunos dicen, este gobierno no tiene política científica”.
–¿La tiene?
–Claramente: desmantelamiento y vasallaje.
–¿Con Milei cambió todo de entrada?
–Sí. Llegaron estos tipos y paralizaron todo. La ejecución presupuestaria en este año lleva sólo el 2 por ciento, que se destinó al servicio de limpieza. Nada más. Se interrumpió el programa Construir Ciencia y los ingresos al Conicet están congelados.
El sistema quedó paralizado. Todo esto era cuantitativo, diría algún filósofo.
–O sea, ¿malo en sí mismo pero todavía faltaba un salto final hacia algo todavía peor?
–Sí. Las negociaciones con Salamone se fueron dando dentro de una relación tensa permanente. Uno de los broches de oro ocurrió cuando el jefe de Gabinete Guillermo Francos fue a la Cámara de Diputados a responder preguntas. Nos encontramos con la respuesta a la pregunta 177: dijo que los 845 investigadores que ya habían pasado las pruebas iban a ingresar cuando hubiera recursos y cuando sus investigaciones fueran pertinentes. ¿O sea que habría un tribunal inquisitorio posterior a la selección?
–¿Sería así?
–Es que el sistema de admisión al Conicet es irreprochable. ¿Habría por encima de ese sistema un tribunal de la Inquisición? Eso para mí fue trazar una raya.
–¿Por qué?
–Porque admitirlo implicaba ya ser cómplice del desmoronamiento del sistema científico argentino, que se basa en la libertad de ciencia, la libertad de conciencia y la libertad de investigación, en todos los casos con requisitos muy rigurosos. Ese espíritu inquisitorial se tradujo en políticas concretas de destrucción de investigaciones y discriminación. No lo digo desde afuera. En el Conicet me habían puesto al frente de la Unidad Dengue, que estaba trabajando los temas sociales, tecnológicos y de ataque al vector. Sé quién trabaja bien. Conozco qué especialistas de nivel mundial tenemos. También sé que los hijos no pueden ser castigados por el enrolamiento político de sus padres. Lo dijo en el siglo XVIII Cesare Beccaria, a quien muchos juristas consideran el padre del Derecho Penal.
–¿Estás hablando de casos en particular?
–No quiero ser yo quien dé nombres antes que las personas directamente damnificadas.
–Un trascendido dice que Salamone le pidió a Francos que a su vez le dijera a Pino que a su vez te dijera a vos que no fueras tan duro en el Conicet.
–No soy duro. Hice política, hago política científica y en ningún ámbito me moví ni me muevo por caprichos. Sé perfectamente adónde lleva la combinación de torniquete fiscal, persecución ideológica y recorte a las universidades donde trabaja el 70 por ciento de los investigadores argentinos. Esa combinación fue la raya que no quise pasar y que llevó a mi salida del Conicet.
–Fuiste ministro de Educación y Ciencia de Carlos Menem. También hiciste política en la Sociedad Rural Argentina, pero creo que este aspecto es menos conocido.
–Fui uno de los fundadores de Compromiso Federal, junto con Alberto Ruete Güemes. Lo fundamos los del interior. Cuando ganó la elección Nicolás Pino, en 2021, fue la primera vez en los más de 150 años de la Rural que triunfó la oposición. Terminé siendo director en el Conicet en parte porque fui el que en su distrito, el noveno, que abarca Chaco y Formosa, ganó por un 70 por ciento a 30. El que hizo la mayor diferencia. Y quise ir al Conicet porque como ministro habíamos creado la Agencia de Promoción Científica, para generar transferencia de tecnología, con financiación. El objetivo era que llegaran los resultados al mundo industrial y al productivo. Buscábamos potenciar la relación con las universidades nacionales. El Conicet estaba replegado a las ciencias básicas. Sobre esas bases se paró el kirchnerismo después.
–Y te pareció un buen lugar el Conicet.
–Vi que el sistema había madurado lo suficiente y que valía la pena ir al Conicet para potenciar la relación entre el mundo productivo y el científico. Estoy conforme porque abrí una puerta y se sentaron a reconocerse unos y otros. No es poca cosa que el directorio del Conicet, frente al atentado a Pino, haya sacado un comunicado. Derribar prejuicios es el primer paso para el desarrollo. Lo mismo sucede con el mundo universitario. Las universidades son cáscaras vacías si no sirven para el sistema productivo y el fortalecimiento institucional de la sociedad.
–¿Qué sucede hoy con los sectores más conservadores del agro y Milei?
–Milei se dedica a que renazca el antiperonismo más salvaje, heredado de la reacción contra la sanción del Estatuto del Peón Rural que hizo Perón.
–¿No hay diferencias en la Mesa de Enlace?
–Muchas. No piensan lo mismo Confederaciones Rurales Argentinas y la Federación Agraria Argentina que el resto.
–El resto es la Rural y Coninagro.
–Para la construcción de un país desarrollado todavía adolecemos de la falta de líderes que sean capaces de cultivar a estos sectores. La meta es que vayamos todos juntos hacia un proyecto que no se agote en aumentar las exportaciones. Es la panacea que se les presenta.
–¿Es equivocada esa panacea?
–Es falsa. La máxima productividad posible de la Argentina no alcanzaría para darles de comer a 30 millones de argentinos. Se está fundiendo la ganadería argentina porque desaparece el mercado interno. La falta de comprensión acerca de la necesidad de un mercado integrado de producción y consumo es un enorme drama. Entonces hay personas o entidades que se acoplan a salidas decimonónicas. Es la vieja camada del modelo agroexportador. Milei les propone volver al siglo XIX, que es lo que las cúpulas dirigenciales más concentradas del sector agropecuario están convencidas de hacer. CRA y la FAA, y muchas personas en todas las entidades, están más vinculadas a las economías regionales. Éstas son las cosas que hay que discutir. Por eso trato de cruzar barreras. Y por eso en el mundo gremial empresario me tratan de peroncho y en el peronismo de oligarca. Pero lo importante es que Milei y su gente están yendo hacia el lado contrario de lo que veníamos haciendo en el directorio del Conicet, donde adscribíamos a una política científica y tecnológica de desarrollo, integración con las universidades y relación fuerte con el sistema productivo. Con Alejandro Ceccatto, el presidente del Conicet designado por Mauricio Macri, comenzó un proceso de descentralización muy interesante. Después Ana Franchi, nombrada por el gobierno de Alberto Fernández, hizo un trabajo descomunal. Se equipó el sistema como nunca antes en la historia y se le dio más importancia al despliegue regional.
–¿Qué cambió respecto de gestiones anteriores?
–Hay un número mágico: 800. Son las incorporaciones por año. Siempre se distribuían en la franja de la Pampa húmeda, con proyección a Mendoza. Fue el gran defecto del kirchnerismo: poner dinero, lo cual está muy bien, pero sin un plan de desarrollo nacional ni prioridades. Eso generó el mantenimiento de la concentración de los investigadores y los institutos en esa franja. Fue muy tenue la federalización de los recursos humanos.
–¿Lo mismo en los laboratorios?
–Sí. El equipamiento de los laboratorios a través de Construir Ciencia acompañó esa tendencia, aunque de a poco empezaron a aparecer convocatorias por temas estratégicos y convocatorias provinciales.
Toda esa política de equipamiento, el fluido, el dinero para reactivos y para viajes, provenía de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación. Conicet seleccionaba recursos humanos, dicho sea de paso con un envidiable y envidiado en el mundo sistema de ingreso, el Ministerio proveía recursos y la Agencia garantizaba el funcionamiento de los laboratorios. A todo eso Ana Franchi le agregó un trabajo de despliegue nacional extraordinario.