Parece que los laboristas le han encontrado la punta al ovillo, que no podía estar en otro lado que no fuera en el fortalecimiento del mercado interno a partir de lo que define el tamaño de ese mercado: el salario.
La experiencia inglesa del Brexit, como historia y perspectiva, sugiere ser considerada al momento de que el buen tino provoque en el proceso político vernáculo prudentes deseos de poner las barbas en remojo.
Para hacer memoria, el 23 de junio de 2016 el electorado británico fue convocado a un referéndum para decidir si el Reino permanencia o no en la Unión Europea (UE). Al proceso los medios lo motejaron como Brexit. Así se lo invoca desde entonces. Participó el 72,2% de los empadronados. El 51,9 % los votantes apoyó abandonar la Unión Europea y el 48,1% por permanecer.
Desde entonces los ingleses se van pero no tanto. No es difícil entender las razones. Los resentidos que optaron por la separación culpaban a la UE de su bajón en el nivel de vida. La realidad es que la entrada en la UE había impulsado al alza la calidad de esa vida. Ese tire y afloje es lo que hay y pinta, y seguirá habiendo baile al ritmo de los Clash: Should I Stay or Should I Go… (¿Debería irme o quedarme? Esta indecisión me molesta).
Lo que sucedió en el Reino Unido con el Brexit en lo que hace a la política agónica demostró cómo el resentimiento generado por la mala distribución del ingreso, que es una cuestión inherente al ámbito de la política arquitectural, mediante el uso de las redes sociales podía aunar la bronca de ciertas franjas ciudadanas, alienándolas hasta formar una masa informe de fuerza electoral victoriosa.
Las redes no solo abaratan, y en mucho, la posibilidad de lograr ese aglutinamiento, sino que además hacen el milagro de congeniar fuerza política sin conciencia política. Es lo que parecen no comprender bien los libertarios argentinos. Sus sueños húmedos los llevan a esperanzarse con que las masas se subleven para defender al gobierno libertario (que no la ve, no la siente, y ni de casualidad le sale un tiro para el lado de la equidad) del ataque destituyente de la casta.
Los resultados que han obtenido certifican que saben manejar bien el juguete rabioso de las redes. En paralelo, la ensoñación del levantamiento popular que los enfervoriza certifica que de la política real entienden poco. Verdad, con las redes no les hizo falta. Pero movilizar a las masas significa aparato y conciencia política. Y si hubiera aparato y conciencia política los anarcocapitalistas verían la Casa Rosada en fotos.
Laboristas
La experiencia inglesa de estos días insinúa como se recupera esa conciencia política que se extravió y en llevó a resultados tan extravagantes y tan contrario al interés de los trabajadores como el Brexit. El Partido Laborista –encuestas mediante- es el gran favorito para ganar las próximas elecciones generales. Están fijadas para 28 de enero de 2025, aunque el Primer Ministro, tiene facultad legal de adelantarlas. Eso anunció el actual prime minister, el conservador Rishi Sunak, quien dijo que habría elecciones en 2024 sin fijar fecha aún.
¿Cómo recuperaron los laboristas el favor del electorado luego de 14 años de verla pasar? Sir Keir Starmer, líder del partido y presumible próximo primer ministro, en una conferencia que dio hace unas semanas fue taxativo: «Quiero ser muy claro al respecto: vamos a elevar el nivel de los derechos de los trabajadores de una manera que no se ha intentado durante décadas». Angela Rayner, la dirigente laborista actual de más peso, declaró a los medios que las reformas a favor de los trabajadores “serán una parte clave de nuestro plan para hacer crecer la economía, pasando de empleos inseguros y mal pagados a la prosperidad (…) y mayor productividad”. El Partido Laborista procura en los primeros cien días de su eventual gobierno poner en marcha lo que han llamado: “Nuevo acuerdo con los Trabajadores”.
PROPUESTAS CLAVE EN EL ‘NEW DEAL FOR WORKERS’ (NUEVO ACUERDO CON LOS TRABAJADORES) DEL PARTIDO LABORISTA
- Protección contra el despido improcedente desde el primer día de empleo, eliminando el actual período de carencia de dos años. Derechos desde el primer día a la prestación legal por enfermedad y a la baja por paternidad.
- Prohibición de contratos de cero horas y derecho a un contrato que refleje el horario laboral habitual. En los contratos cero horas el empresario requiere trabajo en función de las disponibilidades y el trabajador puede decidir si lo acepta o no. El empresario no tiene la obligación de asegurar un mínimo de horas al mes.
- Poner fin a las prácticas de “despedir y recontratar” mediante cambios en los procedimientos de consulta, la legislación sobre despidos improcedentes y redundancia y las normas que rigen la participación de los sindicatos.
- Poner fin al “falso” trabajo por cuenta propia legislando para otorgar a todos los trabajadores los mismos derechos.
- Derogar las leyes antihuelgas que se sancionaron en 2017 para frenar la ola de huelgas, en particular las de los estatales. Facilitar que los sindicatos obtengan acceso a los lugares de trabajo, al tiempo que se permite el voto electrónico en el ámbito de las elecciones sindicales.
- Un programa testigo de nuevos acuerdos de negociación colectiva sectoriales, inicialmente en la atención social, después de realizar consultas sobre el diseño y la implementación de «acuerdos de remuneración justa».
- El derecho de los trabajadores a domicilio a “desconectarse” fuera del horario laboral y opinar sobre el uso de tecnologías de vigilancia remota.
- Ampliar el subsidio de enfermedad legal a los peor pagados.
- Un único organismo de control con más inspectores.
- Más tiempo para presentar demandas ante los tribunales laborales y sin límite de compensación.
- Informes obligatorios por parte de las grandes empresas sobre las diferencias salariales étnicas. Es importante porque el reino Unido está como la Argentina del Centenario, lleno de inmigrantes sin los cuales el PIB se caería a pedazos.
- Requisito para que los empleadores impidan que el personal sea acosado sexualmente por los clientes.
Fuente: Financial Times.
Renunciar al renuncio
Más sindicatos, más salarios más seguridad social son objetivos que dieron vuelta como una media la tibieza de los laboristas antes y después de Tony Blair. Uno de los fundadores de la New Left Review (NLR) (Revista de la Nueva Izquierda), el destacado intelectual inglés Perry Anderson, en un ensayo que publicó en ese medio hace unos tres años, describe cómo la llegada de Margaret Thatcher a fines de los ’70 se debió a una seria defección de los laboristas desde mediados de la década del ’60, carentes de una brújula teórica razonable.
En ese ensayo de la NLR, dice Anderson que a fines de los ’70, “en medio de la continua turbulencia industrial y la crisis económica, primero (Harold) Wilson y luego (James) Callaghan [dos Primeros Ministros laboristas] hicieron intentos desesperados por unir a los sindicatos en un concordato que impusiera la restricción salarial. Sin embargo, a estas alturas, el cambio en la coyuntura global del capital, a medida que se avecinaba la larga recesión, había creado una estanflación tan aguda en Gran Bretaña que los trabajadores no podían ser vigilados desde arriba. Los vanos esfuerzos de los laboristas por lograrlo culminaron en otra crisis cambiaria, otro paquete de rescate internacional, esta vez con condiciones draconianas por parte del FMI, que provocó otra ola de huelgas en el invierno del descontento de 1978-1979”.
Lo que hicieron Wilson y Callaghan, en términos prácticos, fue poner en marcha las llamadas desde entonces “políticas de ingreso”, una apelación de relaciones públicas para hacerle pagar el pato antiinflacionario al nivel de vida de los trabajadores. Desde que terminó la Segunda Guerra hasta la actualidad en Inglaterra se sucedieron 17 Primeros Ministros: 12 conservadores y 5 laboristas. Los laboristas fueron los responsable de poner en marcha una aguda y extendida crisis económica conocida como «el invierno del descontento». El ala de nuevos ricos del Partido Conservador inglés capitalizó este descontento y encaramó a Margaret Thatcher. En 1979 los laboristas fueron derrotados electoralmente por los conservadores y asumió como PM Margaret Thatcher. Fue la primera mujer en ocupar ese cargo, que ejerció hasta 1990. Durante el siglo XX fue quien más tiempo ocupó ese cargo.
En el mismo artículo de la NLR concluye Anderson lo siguiente: “La economía liberal de mercado británica –léase, caída secular– generó la doble rebelión que produjo el Brexit. Su victoria permitió que los conservadores obtuvieran el voto de la mayoría de la clase trabajadora. Las expectativas de la clase obrera requieren concesiones de un régimen conservador repentinamente alterado que el Brexit impide. La deserción de su base proletaria deja al laborismo sociológicamente a la deriva en los remolinos de una clase media proteica, una parte de la cual está unida a Europa, sobre todo y en particular la intelectualidad de tinte izquierdista (…) El precio de esa salida, fijado por la UE en razón de consideraciones políticas y no económicas, ha dejado a los gobernantes británicos sin respuesta política y muy probablemente ha envenenado aún más económicamente los pozos del Brexit. Ningún aspecto de la configuración actual es independiente de los demás. Su nexo está destinado a disolverse, de una manera u otra, pero nadie sabe cuándo o cómo”.
Sustitución de importaciones
Tres años después de lo afirmado por Anderson, parece que los laboristas liderados por Starmer le han encontrado la punta al ovillo, que no podía estar en otro lado que no fuera el en el fortalecimiento del mercado interno a partir de lo que define el tamaño de ese mercado: el salario. Y eso implica que sustituir importaciones es la parte implícita de ese programa.
El biógrafo de John Maynard Keynes el también Lord de la Corona Robert Skidelsky, desenvolvió –cuando recién había ocurrido el Brexit- el argumento a favor de la sustitución de importaciones en el Reino Unido a partir del dato que “El efecto económico más dramático de la votación del Reino Unido a favor de Brexit ha sido el colapso de la libra esterlina. Desde junio, la libra ha caído en un 16% frente a una cesta de monedas”. (PS 21/10/2016). Por esa causa Skidelsky constata que “el déficit de cuenta corriente de Gran Bretaña se encuentra en un nivel superior al 7% del PIB – de lejos el déficit más grande desde que se comenzó a recolectar datos en el año 1955”.
El biógrafo de Keynes desaconseja que eso se corrija devaluando la libra porque explica que por ese instrumento hacer más baratas las exportaciones y más caras las importaciones no tiene los resultados que se esperan. Ocurre que las ventas externas son muy insensibles a los aumentos del tipo de cambio y se daría así “una tendencia permanente con dirección al desequilibrio de cuenta corriente”, refiere.
Entiende que la razón del déficit de la cuenta corriente está en “la contracción masiva del sector manufacturero del Reino Unido, desde un nivel de alrededor de un 28% del valor agregado bruto en el año 1978 a menos del 10% en la actualidad (…) De manera adicional, las reformas estructurales desde mediados de la década de 1990 han garantizado que los exportadores británicos estén profundamente integrados dentro de las cadenas de producción globales. Como resultado, muchas de las exportaciones de Gran Bretaña requieren de insumos importados; por lo tanto, cuando la libra esterlina se deprecia y los precios de las importaciones se elevan, el efecto en cadena sobre los precios de las exportaciones hace que dichas exportaciones sean menos competitivas”.
“¿Qué se debe hacer?”, se pregunta Skidelsky. “Sólo la acción gubernamental rápida para sustituir los bienes importados actualmente con bienes de producción nacional ofrecerá una solución suficiente. La solución clásica es la imposición de controles de importación. Sin embargo, están disponibles otras medidas que son menos perjudiciales para las normas del comercio exterior y la amistad internacional entre los países.”
Entre esas medidas Skidelsky identifica como interesante que el “banco nacional de inversión -por cuya creación actualmente (en 2016) aboga el Partido Laborista- podría dar un mandato para invertir en industrias con un alto potencial de sustitución de importaciones”. Resulta irónico para un keynesiano de fuste, semejante boludeo por el lado de la oferta.
El problema estaba en la caída de la demanda. Por eso no había inversiones. Los laboristas ahora evidentemente lo han entendido y eso hará, mediante el impulso de los salarios más rápido hacia arriba, que posiblemente renazca el cariño por la UE, mientras que conservar “la amistad internacional entre los países” requerirá un notable esfuerzo diplomático para que no se salga de quicio.
A todo esto, ¿en qué mundo viven los libertarios argentinos que abogan por la evidentemente fosilizada flexibilización laboral y el paleontológico librecambio? Es a ese mundo al que las mayorías nacionales deben darle respuesta, entre otras cosas encontrando la brújula que las guíe por el desconocido territorio digital.
Interesante descripción de un fenómeno político actual que se da en un país que no puede presumirse alineado con la izquierda internacional, donde predomina el bipartidismo y, uno de ellos avanza con un proyecto destinado a solucionar la situación socioeconómica por el lado que corresponde: LA DEMANDA. Una clara evidencia de que el proyecto de los libertarios, no solo no dará los resultados que prometen, sino que agudizará la crisis en que nos encontramos y, lejos de la Argentina potencia de comienzos del siglo pasado (que nunca fue), no solo no volverá a serlo sino que será una mas de las factorías del tercer mundo.