Medio Oriente queda en Washington

Si gana Trump tal vez vuelen menos misiles y surjan estruendos comerciales. Palabras como “aranceles”, “proteccionismo”, “impuestos a la importación”, se pondrán de moda. Y ahí sí volveremos a estar descolocados, porque los marcos teóricos de nuestros librecambistas, con Milei a la cabeza, no son más que boutades.

A diez días de las elecciones más decisivas de que se tenga memoria en USA, hay un interrogante que rompe la cabeza de muchos analistas.

¿Estamos a la espera de un cisne negro, (episodio inesperado que cambia el rumbo de los acontecimientos), o ese cisne negro está transcurriendo por goteo y condiciona de manera determinante las chances del aspirante Demócrata a la Casa Blanca?

Hablamos de Kamala Harris y de cómo las noticias que llegan del Oriente Medio no hacen más que condicionar sus posibilidades electorales, ya de por sí complejas, en un escenario de enorme paridad según todos los estudios demoscópicos. Los insistentes pedidos de tregua, alto al fuego, instancias de negociación, que quiere llevar adelante la administración demócrata para intentar poner cordura en el polvorín de Medio Oriente, chocan con la negativa fáctica de Benjamín Netanyahu, sabedor de que su otrora imagen devaluada puertas adentro de Israel, lentamente se va recomponiendo en consonancia con las operaciones de exterminio que lleva adelante contra las principales figuras de Hamás y Hezbolá. Además, este halcón tiene otros planes en el intrincado tablero internacional.

Demos cuenta de algunos intentos por solventar la crisis de la región para poder contextualizar la preocupación que domina a Biden, Harris y al Departamento de Estado con la guerra que comenzó el 7 de octubre del 2023.

(La guerra más larga que lleva adelante Israel desde su creación, superior a la de 1967, a la de los Seis Días, a la de Yon Kippur o cualquier otra). Antony Blinken, jefe de la diplomacia americana, lleva once visitas a la zona. Repetimos: once visitas en un año. No es un dato baladí. Podemos agregar las intervenciones directas del presidente Biden, la última al día siguiente que el ejército israelí eliminara al líder militar de Hamás, Yahia Sinwar, operación de alto impacto emocional por la crudeza de las fotos con el rostro destrozado del militante palestino.

Cada cual atiende su juego

Pero nada. A Netanyahu, como si llueve. Le da exactamente igual. Hace caso omiso a los desesperados pedidos de bajar la tensión y, lejos de amilanarse, acelera la ofensiva un día sí y otro también.

Veamos. Desde el 7 de octubre del 2023, Israel dio muerte al Ismail Haniya, cabeza política de Hamas y hombre dispuesto a negociar con el enemigo. Esa operación militar se llevó a cabo en Teherán. Además eliminó a  Saleh al Aruri, Marwuan Issa, Mohamed Deif y al ya mencionado Sinwar. Es decir, toda la nomenclatura de Hamas, ya sea política o militar.

Otro tanto aconteció con la otra bestia negra del estado hebreo: Hezbola. A la fecha, Israel dio cuenta de: Ibrahim Qubaisi, Ibrahim Aqile, Ahmed Wabbi, Fuad Shukr, Muhamed Nasser, Abdala Taleb, y, al de mayor calado por sus implicancias políticas: Hasan Nasrala.

Es evidente que el descabezamiento de las cúpulas de Hamas y Hezbola persigue dos objetivos simultáneos de proyección inédita. Por un lado, recomponer el rompecabezas de actores regionales y, ante el necesario recambio por ausencia física, que Israel elija, coloque o digite “enemigos” de diseño, (recordemos que Hamas arrastra la marca que en su día fue oxigenada por Israel para contrarrestar el poderío de la OLP de Yasser Arafat).

Y, por el otro, y es la madre del borrego de esta columna, quiere influir de manera dramática en el proceso electoral de Estados Unidos. Dadas las evidentes afinidades y simpatías de Netanyahu con Trump, (en la primera y única presidencia  Trump decidió mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalen, todo un significante). Netanyahu cree que un Trump victorioso se centrará en restablecer el vínculo entre Israel y Arabia Saudita en detrimento de Irán.

La influencia directa en el resultado del 5 de noviembre puede venir a varias bandas. Por un lado, el desaliento de votantes progresistas, sobre todo, jóvenes universitarios desencantados con los demócratas, incapaces de pararles los pies a la contraofensiva israelí. Por otro lado, si bien la comunidad árabe con derecho a voto en USA es minoritaria, en Michigan (uno de los estados determinantes junto a Pensilvania, Wisconsin, Carolina del Norte, Nevada, Georgia y Arizona) la población musulmana sí puede ser determinante. En esta coyuntura, progresistas y musulmanes, probablemente decidan no acudir o votar terceros candidatos como el representante de los ecologistas y verdes.

La situación del cisne negro en cuentagotas se completaría frente a un eventual bombardeo por parte del ejército israelí, sobre las centrales nucleares, y/ o sobre las refinerías iraníes. Esta hipótesis, hasta el momento debería ser descartada, según declaraciones del jefe del ejército hebreo. Pero ya se sabe, donde dije digo, digo Diego.

Posdata

Perón decía que la verdadera política era la política internacional.  A la Argentina siempre le costó horrores jugar de manera inteligente sus alineamientos. Nunca comprendió del todo la guerra fría y el mundo bipolar.   Con la caída del Muro, hizo seguidismo obsecuente de los dictados del Departamento de Estado. En un mundo como el de hoy, claramente multipolar, el personaje que habita la Casa Rosada sacó a la Argentina de los BRICS y se plegó con fanatismo a Netanyahu y Trump. Después aparecieron otras gestualidades y declaraciones. Ahora “China es buena porque no pide nada a cambio”. ¿Acaso los otros sí piden? ¿Bienvenido Milei a la realpolitik?

El eventual triunfo de Trump cambiará una guerra por otra. Tal vez vuelen menos misiles y surjan estruendos comerciales. Palabras como “aranceles”, “proteccionismo”, “impuestos a la importación”, se pondrán de moda. Y ahí sí volveremos a estar descolocados, porque los marcos teóricos de nuestros librecambistas, con Milei a la cabeza, no son más que boutades. Los países intentarán defender el trabajo nacional y a sus trabajadores, dejando a los adoradores de la libertad de mercado como piezas de museo. Salvo en la Argentina.

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