Investigadora del Conicet y profesora de la UBA, Melina Vázquez viene estudiando a los que militan en La Libertad Avanza. Cómo arrancaron. Qué hacen. La ilusión de un país que vuelve a fojas cero. Las distintas derechas que conviven. La etapa crucial de la pandemia.
Muchos análisis buscan entender el triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de 2023 enfocados en su figura, su actitud negociadora o rupturista y su capacidad de sumar voluntades en el ámbito político. Pero pocos han puesto la mirada en sus bases sociales de apoyo. Melina Vázquez ha estudiado a militantes y activistas del espacio de las nuevas derechas desde el 2020. A partir de un trabajo de campo sostenido, que incluye entrevistas y observación de sus intervenciones virtuales y callejeras, esta investigadora del Conicet recorre las etapas de conformación, crecimiento y sostenimiento de la militancia libertaria, en un nutrido diálogo con Y ahora qué.
– ¿Cómo se fue configurando el activismo del espacio político libertario, desde sus inicios hasta el triunfo de Milei en las elecciones presidenciales del 2023?
– Es importante aclarar que yo no miro votantes, adherentes o simpatizantes, sino gente que participa activamente de este espacio, que tiene que ver con un armado partidario aunque lo trasciende. Allí observo un proceso vertiginoso de conformación en términos político-partidarios. A diferencia de otras experiencias, aquí no hay un armado que convoca o contiene militantes juveniles y, desde allí, sale a disputar elecciones. Se da la dinámica inversa. Integran un movimiento político que, de manera rápida y por momentos caótica, se organiza de forma partidaria.
– ¿Esta singularidad tiene efectividad en la identidad de estos militantes o impacta negativamente?
– Ese crecimiento político se anuda con un cambio sociocultural más amplio, y eso lo vuelve rendidor en términos electorales. Con el tiempo, se va consolidando e intenta tramitarse; al principio como frente partidario, hoy como partido unificado: La Libertad Avanza. ¿Cuánto dura esta adhesión al Mileismo y al gobierno de Javier Milei? No podemos saberlo pero hoy, los militantes celebran. En relación con la aprobación de la llamada “Ley Bases” expresan esperanza y sostienen que están frente a una suerte de foja cero: “volver a sentar las bases del país que queremos”. El entusiasmo que hay entre los militantes es mayor que en el promedio de sus simpatizantes.
– Si pudiéramos establecer una periodización de la configuración de la militancia mileista, ¿qué etapas identifica?
– Identifico tres etapas. La primera se conforma de pequeñas minorías de jóvenes vinculados con espacios liberal-libertarios. Lilia Lemoine, por ejemplo, surge de ese proceso. Muchos se nuclean en torno a referentes como José Luis Espert, que provienen de armados partidarios pero con un bajo rendimiento electoral. En este espacio, algunos han conocido a Milei en los encuentros que organiza el espacio liberal-libertario.
– ¿Por qué hace hincapié en el rendimiento electoral marginal en el armado de este espacio?
– Porque una de las hipótesis para pensar a estas “nuevas derechas” se vincula a la des-marginación de sectores que eran minoritarios y, de pronto, hoy ocupan el centro de la escena. Esto incluye a sectores del armado partidario liberal-libertario, como también a los sectores que representa Victoria Villarruel. Aun cuando ella tiene una historia más larga dentro de las llamadas organizaciones de la “memoria completa”, los referentes y discursos que antes tenían un carácter socialmente marginal cobran gran visibilidad pública.
– ¿En qué plano se observa la heterogeneidad de esta composición? En el libro Está entre nosotros, usted observa una clara diversidad social y sociocultural en la militancia. ¿Es en 2018 donde empieza a complejizarse ese armado?
– Otro sector de jóvenes se incorpora durante el debate por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). En ese marco, participan y se involucran en los debates públicos, sobre todo en contra del aborto. La composición que va tomando este espacio permite entender la heterogeneidad interna que habita el mundo liberal-libertario. La participación en ocasión del debate sobre la IVE fue, para algunos jóvenes, su primera experiencia en una marcha. Algunos forman parte de tramas de sociabilidad en escuelas confesionales y con los debates participan de su “primera marcha”. Allí empiezan a experimentar una especie de músculo militante: cómo se moviliza la gente en las calles, cómo se arman banderas. Es una experticia que otros sectores han acumulado en diversos espacios políticos y que ellos empiezan a conocer en ese momento. Muchos jóvenes descubren ahí a Victoria Villarruel. En ese momento no la conocen tanto en relación con los debates de la dictadura militar de los años ‘70, sino más bien como una de las mujeres que se moviliza con los pañuelos celestes en 2018 y en 2020. La heterogeneidad en el perfil sociocultural de estos jóvenes se observa más adelante, con la pandemia. Ahí el Mileismo y su expresión juvenil se nutren de quienes participan de las movilizaciones anti cuarentena y de quienes asisten a las “clases a cielo abierto” de economía en las que Milei articula un discurso pedagógico sobre economía “para la gente de a pie” con un discurso político.
– ¿Cómo se convierte Milei en un polo de atracción, en un aglutinador de militancias provenientes de espacios políticos distintos?
– Muchos jóvenes se sintieron atraídos por Milei más allá de las fronteras partidarias de La Libertad Avanza. Sectores juveniles de Juntos por el Cambio que votaron a Patricia Bullrich en primera vuelta, por disciplina partidaria, eligieron a Milei en el balotaje y sostienen y alimentan las narrativas que dan forma al Mileismo. Algunos, incluso, se incorporan a las filas del Estado aunque integran organizaciones que están fuera de La Libertad Avanza.
– Mencionó que la heterogeneidad social y cultural se da después de 2018. ¿Qué ocurre en la pandemia con estos jóvenes?
– La pandemia es el momento de mayor masificación, asociada a la idea de los “jóvenes mejoristas”, que Pablo Semán y Nicolás Welschinger estudian en el libro Está entre nosotros. Son narrativas de los emprendedores con vidas precarias que experimentan en la pandemia un momento muy complejo. Allí empieza a verse una composición más clara de sectores medios-bajos y populares. Si bien buena parte de ellos tenía una identidad antikirchnerista, fueron las medidas de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) lo que impulsó esa crítica profunda y radical al Estado y al gobierno de Alberto Fernández, en particular. En plena pandemia, plantean las paradojas de un discurso que dice “el Estado te cuida”, que hace una campaña de vacunación pública pero en la que algunos (políticos) se vacunan antes que otros. Por otro lado, muchos de esos jóvenes son la primera generación de estudiantes universitarios, en ellos se ve la paradoja de un Estado que promovió el acceso a la educación superior pero que, al mismo tiempo, evidencia los problemas de la educación pública.
– ¿Qué tipo de paradojas expresan esos militantes?
– Esos jóvenes son hijos del kirchnerismo en términos de ampliación de derechos políticos, del aprendizaje a participar en las calles, del acceso a la educación de nivel superior (muchos asisten a las universidades del conurbano). Son hijos del kirchnerismo en términos materiales, simbólicos, políticos pero, a la vez, son profundamente anti-kirchneristas y hacen una crítica al estado del Estado, enfocada sobre todo en el sistema de salud pública y la educación secundaria. Hay estudios de colegas realizados en el ámbito de la universidad pública –por ejemplo, los de Rafael Blanco y Carolina Spataro–, que registran cómo algunos estudiantes esgrimen razones tales como: “tenemos protocolo de género y usamos lenguaje inclusivo, pero no hay papel higiénico en los baños”. En esta crítica al estado del Estado también hablan de los paros y del cierre de las escuelas durante la primera etapa de la pandemia. Muchos de los militantes mileistas cursaron o terminaron la escuela de forma virtual y se refieren en extenso a los impactos de esa experiencia.
– En esta complejidad de la composición de la militancia Mileista, menciona que no solo se trata de un espacio heterogéneo sino que su conformación se da lentamente. ¿En qué medida esa heterogeneidad de realidades explota durante la pandemia?
– Hay algo del atractivo de la figura de Milei que es ineludible. Muchos lo conocen primero como divulgador en las redes sociales, donde tiene muchas vistas y reproducciones. La pandemia es un momento en el cual el consumo de redes –los vídeos de YouTube o los vivos– da lugar a la construcción de comunidades digitales potentes. De hecho, algunos de los grupos militantes vinculados con Milei nacen en grupos de chats y de redes en los que circulan memes políticos. La conversación y los consumos culturales varían según el momento. En el 2018, Gloria Álvarez –influencer guatemalteca– y Agustín Laje –divulgador y autor de libros, argentino–, fueron muy influyentes en redes sociales. En ese marco, Laje impulsó una agenda más conservadora que alimentó los debates y echó a rodar conceptos como el de “batalla cultural”. Aunque no es un concepto que él haya acuñado, lo puso a circular con una efectividad enorme.
– ¿Qué ocurre durante el debate por la legalización del aborto? ¿Acaso no surgen fronteras y tensiones internas en esa discusión, considerando la heterogeneidad que mencionó?
– También surgen ambigüedades. La agenda anti-aborto es públicamente conocida y sostenida por referentes –varones y mujeres– con mayor visibilidad. Entre las bases militantes hay grupos de mujeres conservadoras, anti-aborto, como las que ahora forman parte de la agrupación La Derecha. Hay expresiones más minoritarias a favor del aborto que critican la “ideología de género”, apelando a una expresión típicamente conservadora, que están contra el “feminismo hegemónico” pero participan de circuitos y encuentros de mujeres en los que delimitan el significado del “feminismo liberal” y ven a Villarruel como una feminista por el lugar al que llegó. La heterogeneidad a la que haces referencia tiene que ver, por un lado, con el perfil sociocultural y, por otro, con las maneras en las que distintos sectores van integrando el Mileismo, incluso entre los jóvenes. Las tensiones entre sectores conservadores y sectores liberal-libertarios están en el centro de esa heterogeneidad. Los más conservadores dicen que Milei es demasiado liberal, y se oponen a algunas de las agendas, como el plan Motosierra. Los más libertarios también esbozan críticas a los conservadores, representados en la figura de Villaruel y, a nivel organizativo, en grupos como NOS o La Julio Argentino (Roca), creada más recientemente.
– ¿Con qué argumentos se oponen?
– Una de las consignas de ese sector es “la patria no se vende”, la misma que se escuchó durante los cacerolazos de diciembre contra el gobierno. Algunos de esos conservadores no acuerdan con la frase de Milei “voy a destruir el Estado”. Pero, retomando esta conformación, la pandemia fue condición de posibilidad de la confluencia de un discurso anti-kirchnerista y de la puesta en tensión de esa idea de que “ser de derecha” era mala palabra. Muchos jóvenes se reconocen hacia fuera como parte de la derecha, expresión que no solo dejó de ser vergonzante sino que se toma como bandera. En términos políticos, esta categoría ha sido bastante compleja. En las experiencias de derecha previas había cierta incomodidad que se tapaba con argumentos ad hoc para explicar qué tipo de derecha eran o que, en realidad, no eran derechas sino “eficientistas”, como ocurrió con el PRO y Juntos por el Cambio. Hacia fuera no temen decirlo.
– ¿Y hacia dentro? ¿Cómo se procesan estas inconformidades que menciona?
– Una cosa es lo que se dice hacia fuera y otra cosa es lo que ocurre adentro. Internamente, los de derecha son los sectores conservadores. Los libertarios se distinguen en las posiciones que toman alrededor de las agendas que son relevantes para unos y para otros. En mi opinión, es un universo muy complejo donde la idea de “reacción conservadora” no explica esa diversidad de manera suficiente, ya que muchos argumentos liberal-libertarios encuentran puntos de discordia con los más conservadores. Algunas de esas diferencias intentan no exponerlas de manera pública porque lograron articularse como un espacio que logró crecer electoralmente de una manera impresionante, aunque desde el inicio nace como un frente de partidos con una diversidad bastante significativa. Esta confluencia permitió renovar a esta derecha y masificar su discurso.
– ¿Cómo se transita esa heterogeneidad de partidos hasta la elección presidencial?
– Es decir, esa heterogeneidad ideológica estaba en el frente de partidos que se formó en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando empiezan a proyectarse en las provincias, hacen alianzas con los partidos provinciales que estaban más a la derecha de la oferta política. El rendimiento electoral en las elecciones provinciales fue malo, sin embargo, en las presidenciales facilitó el voto por Milei. Así, los “sellos de goma” -expresión que usan para nombrar esas alianzas- les permitieron dar un salto electoral significativo a nivel nacional. Hoy vemos claramente la voluntad de cultivar ese crecimiento en un espacio propio: pasar del frente de partidos al partido único La Libertad Avanza. Y esto es un desafío en términos de militancia; algunos se desplazaron de los partidos de origen y otros, aunque se siguen reconociendo mileistas, permanecen.
– ¿Por qué?
– Por la incorporación masiva de jóvenes que empezaron a formar parte de esos espacios político-partidarios. Hay una agrupación llamada “Pibes Libertarios”, que nace de un grupo de jóvenes vinculados con Espert y durante la pandemia se conforma como grupo en el que circulan memes políticos. En esas interacciones virtuales crean cuentas en las que difunden contenidos y se dan cuenta de que la política pasa también por las calles, que no alcanza con el territorio digital para engrosar esas prácticas. Entonces convocan a las manifestaciones anti-cuarentena o la de “Todos somos Vicentin”, participan de las marchas contra las medidas de aislamiento del gobierno de Gildo Insfran en Formosa y también festejan irónicamente los cumpleaños de Fabiola Yáñez. De estas experiencias y relaciones se produce la vinculación con el MID (Movimiento de Integración y Desarrollo), al que se integran y en el que impulsan los espacios de jóvenes, de mujeres y de militancia territorial.
– En la consolidación partidaria que impulsa Milei, ¿qué pasará con esa militancia que proviene de distintos partidos? ¿Logrará reunificar a toda esa militancia y aglutinarla en un partido único?
– En algunos casos se ven rupturas y se acusan de traición. Parte de la militancia quedará dentro de los partidos porque, incluso, ya tienen roles partidarios o cargos en el Poder Legislativo o Ejecutivo. Así también van construyendo otras lealtades que involucran la relación con sus jefes políticos en el Estado. Por ahora todos quedan dentro del paraguas mileista.
– Si tuviera que sacar la foto de este momento, a cuatro meses de la asunción del gobierno. ¿Qué diría acerca de esa militancia? ¿Ese espacio de militancia se pudo consolidar identitariamente?
– Entre los hitos que mencioné incluiría el contexto electoral del año pasado, que fue de mucho crecimiento. Los militantes mileistas no tienen ni tanta gimnasia militante ni tanta gimnasia electoral. En 2021, durante los actos y actividades públicas había un llamado a afiliarse. En 2023, la convocatoria ya era para fiscalizar y militar la campaña. Ese crecimiento generó mucho entusiasmo y la llegada de nuevos militantes por medio de redes de amigos y conocidos. En los actos partidarios se vieron banderas y bombos, entonaron cánticos y canciones de La Renga. Se observó un componente plebeyo también en esa militancia y se creó una mística que se vio también con el triunfo y la asunción de Milei. La pregunta hoy es ¿cómo convertirse en militantes de un oficialismo que pasó de ser oposición y estar en las calles a encargarse de la gestión del gobierno en un contexto de crisis económica, en el cual ellos tienen que salir a bancar? Hoy, salir a militar la motosierra puede tener mística para sus activistas, pero abre dudas respecto de cuánta más militancia se puede sumar.
– ¿Cree que el crecimiento de la militancia puede encontrar un límite real?
– Los convencidos están convencidos de que ésta es una etapa refundacional, que la motosierra viene a romper todo para empezar de nuevo. La figura del león junto con la idea del renacer es muy fuerte en ellos. Incluso, la aprobación de la “Ley bases” forma parte de esa mística refundacional que refuerza la expectativa de cara al pacto del 25 de mayo. Se presenta como un momento para volver a sentar las bases. Una imagen que se reflotó con la media sanción de esta norma es la de “hagamos grande a la Argentina de nuevo”. Se sitúan en la narrativa que ve a la Argentina como el granero del mundo que fue, que dejó de ser y que, según estos militantes, está en proceso de reconstruirse. Al mismo tiempo, algunos van elaborando un lenguaje reflexivo a la luz de la realidad, como ocurre con algunos militantes más vinculados al mundo universitario.
– ¿Cómo experimentaron estos militantes universitarios la marcha en defensa de la universidad pública del 23 de abril?
– Ellos hacen cuestionamientos en dos frentes. Primero con la bandera de la corrupción, que es recurrente entre las derechas. Cuestionar lo público bajo el supuesto de que hay negociados: “causas nobles con motivos espurios”, salió a decir Milei ante la contundencia de la movilización. Segundo, en relación con el llamado adoctrinamiento. Aunque militan el ajuste, hubo votantes de Milei en la marcha, también algunas agrupaciones pequeñas que participaron de manera solapada. Como dijo Martín Rodríguez en una nota reciente: la educación pública forma parte de otro imaginario social muy potente, el de la Argentina de la movilidad social ascendente. Habría, también, argumentos “libertarios” para defenderla y la adhesión transversal que generó fue contundente. Sin embargo, pocos días después la media sanción de la Ley Bases introdujo signos de pregunta sobre el potencial articulador de esta o de otras agendas, en un frente opositor. Una última cuestión que convive con estas tensiones pasa por preguntarse cuáles son las batallas se deben dar en este momento. Para muchos militantes, la agenda de hoy tiene que concentrarse en las transformaciones económicas, que confluyen en la idea de que hay un futuro mejor para la Argentina. Eso es lo que los mantiene vinculados emocional y políticamente al mileismo.